© Escrito por Nelson Castro el sábado
09/09/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, República Argentina.
El fallo
adverso a la Argentina por la expropiación de YPF de la jueza de Nueva York Loretta Preska no representa
ninguna sorpresa. Es la consecuencia lógica de un verdadero disparate. Ese es
el calificativo que mejor describe aquella precipitada y temeraria decisión,
tomada por Cristina Fernández de Kirchner y Axel
Kicillof en abril del 2012 y acompañada en el
Congreso por gran parte del peronismo.
El caso YPF representa, además, un claro ejemplo –uno
más– de la mentira y contradicción del kirchnerismo. En la década de los 90, el
matrimonio Kirchner fue un propulsor entusiasta de la privatización de la
empresa de la cual se benefició ampliamente. Las regalías que recibió el
entonces gobernador de Santa Cruz fueron un oxígeno muy importante para su
gestión y fuente de controversias y sospechas nunca aclaradas sobre el destino
que se les dio. Tal fue la importancia de esos fondos que fueron la moneda de
canje que llevó a Néstor Kirchner y a su esposa a apoyar fervorosamente esa
privatización que no estuvo exenta de escándalos. Para completar este breve
ejercicio de memoria, recuérdese que el miembro informante del proyecto fue el
diputado por Neuquén, Oscar Parrilli, y que la vicepresidenta, que en aquel
momento era diputada, presionó a los legisladores provinciales de Santa Cruz
para que aprobaran a nivel local la privatización propuesta por el expresidente
Carlos Menem. Queda claro, entonces, que la falsa épica kirchnerista y la
defensa de las empresas del Estado son un compendio de mentiras y vanidades que
forman parte del relato fundacional que quisieron hacernos creer. Sólo falta
recordar la soberbia de Axel Kicillof en sus largas peroratas vacías de
contenido en tiempos de la expropiación. Las consecuencias están a la vista.
Para Sergio
Massa, este fallo ha sido un golpe fuerte. “Un verdadero
mazazo”, como lo definió alguien del kirchnerismo que no profesa mucho cariño
por el ministro-candidato. Los números de la economía son una catástrofe. El
índice de inflación de agosto pinta mal. Por eso, con una cara de circunstancia
poco creíble, Massa salió a hablar en la TV Pública después del partido que la
Argentina le ganó a Ecuador por 1 a 0. Creyó que colgándose de la Selección
obtendría algún rédito. Todo lo del oficialismo es burdo e impostado. Por
supuesto que le salió mal. Para la mayoría de los que lo vieron, lo del
ministro fue malo. Hasta se pareció a CFK cuando habló de funcionarios que no estuvieron a la altura. ¿Se incluyó
él? ¿Lo incluyó al Presidente?
En el oficialismo todo es improvisación. Una muestra de
ello es el anuncio que hizo el exintendente de Tigre sobre la eliminación del
impuesto a las ganancias de los asalariados, un reclamo a todas luces justo.
Massa dijo que, de ser electo presidente, lo eliminará. Ante esta aseveración,
tuvo que salir el titular de la AFIP, Carlos Castagneto, a corregirlo,
recordándole que la modificación del pago del tributo debe ser aprobada por el
Congreso: “Hay que modificar una ley y hoy no tenemos el quórum para que esa
ley salga”. Sin comentarios.
Los esfuerzos crecientes del oficialismo por rivalizar
con Javier
Milei no cesan. Hay que conseguir un lugar en el ballottage
como sea. De ahí que la batería de promesas electorales incluyan propuestas
que, de ser viables, bien podrían comenzar a implementarse en tiempo presente. Nada
de eso. Todo está condicionado al resultado electoral. Hay que mantener el
anzuelo a flote.
Para colmo de males no hay ideas nuevas para contener los
precios y los desbordes de la economía. Massa sigue chocando con las viejas
recetas que se utilizaban en tiempos de Guillermo Moreno. Los controles de
precios y las amenazas a los empresarios con cucos que no existen para contener
la inflación ya no surten ningún efecto. El secretario de Comercio Matías
Tombolini, no tiene la impronta de su antecesor y los aprietes para contener
las remarcaciones sólo funcionan con acatamiento dispar en la Capital Federal
con las grandes cadenas de supermercados. En los comercios de cercanía del
Conurbano Bonaerense la realidad es otra. La inflación castiga con fuerza a los
más débiles.
Hablando de debilidad, Patricia
Bullrich no quiere quedar bajo el ala de
Mauricio Macri. Considera que es un salvavidas de plomo tierra adentro del Gran
Buenos Aires. Es por eso que durante la semana salió varias veces a pedir
independizarse del líder del PRO. Lo que en verdad saca de las casillas a la
exministra de Seguridad es el coqueteo del expresidente con Javier Milei.
“Ahora sí estamos en la recta final, y no hay lugar para ambigüedades”
–aseguran en el campamento bullrichista.
El porqué
de los elogios a Milei
La apuesta por Carlos
Melconian para ocupar el Ministerio de Economía,
en un eventual gobierno suyo no fue gratuita. Apenas un mes atrás, el diputado
nacional y economista Luciano Laspina, encabezaba reuniones de trabajo con
empresarios de diferentes sectores como el futuro hombre de la cartera
económica. En algunos de esos encuentros lo acompañaba Federico Pinedo como la
pata política del binomio. Hay heridas que tardarán en sanar aunque Melconian
se está encargando personalmente de contener a los desencantados, con
ofrecimientos en distintos espacios de poder. El Banco Central de la República
Argentina es uno de ellos.
Mientras tanto el libertario Javier Milei, sigue
sembrando dudas. A los riesgos concretos en materia de gobernabilidad, se suman
las observaciones de propios y ajenos sobre sus desequilibrios y falta de
templanza a la hora de enfrentar adversarios, periodistas y a todo aquel que se
atreva a pensar distinto.
La Argentina ya ha sufrido varias decepciones. La grieta
es la consecuencia palpable de la división social provocada por líderes
mesiánicos y caudillismos disfuncionales. El libertario debería aprender un
poco más de la historia reciente para no cometer los mismos errores. La
sociedad está quebrada y con una alta dosis de resignación. Ningún candidato
puede darse el lujo de sumar otro fracaso.
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