Veinte
Años Después… La contrarreforma K…
Palos para todos... y todas, Cristina Fernández. Foto: Dibujo: Pablo Temes
Cristina
dilapidó el capital simbólico de la Constitución del ’94 y reabrió heridas.
Cristina
es una experta en construir poder apelando al temor y los latigazos. Disciplina
a la tropa con la fusta, como hacen los señores feudales en sus inmensas
posesiones. Esa es la mayor herencia que le dejó Néstor, además de las millonarias
e inexplicables cuentas bancarias. Es asombrosa la falta de estómago y escrúpulos que
ambos evidenciaron a la hora de conducir. Llevaron al éxtasis
aquello de que “al enemigo ni justicia”. Pero lo que casi no tiene antecedentes
es la ferocidad implacable que tiene a la hora de castigar a los propios, a los
que se diferencian con cualquier excusa y pasan a la categoría de traidores.
Ese
ADN se formó con el aporte de tres vertientes:
1)
La formación setentista, con un desprecio
hacia la democracia formal, partidocrática, liberal o burguesa,
como se decía entonces.
2)
Esa actitud de patrones
de estancia desarrollada en Santa Cruz, apoyada en su poder
económico y en su actividad de abogados buitres para quedarse con muchas
propiedades de deudores hipotecarios que no pudieron cumplir con sus
compromisos.
3)
Las características personales de
poca generosidad y afecto hacia los demás que, sobre todo Ella,
pagaron con la ausencia casi total de amigos.
Ese
camino la llevó a dinamitar varios de los aportes más trascendentes que hizo la
nueva Constitución Nacional, que mañana cumple veinte años. Identificar esos
aspectos nos puede ordenar este balance político semanal.
Los
convencionales constituyentes del ’94 construyeron un producto único por su
nivel de consenso y la mirada hacia las próximas generaciones, lejos del
chiquitaje del poroteo electoral. Forjaron lo más parecido a esa “unidad
nacional” tan proclamada desde la retórica. Tuvo la
impronta de uno de los hombres más sabios que exhibió este tiempo: Carlos Nino.
Representantes del peronismo, el radicalismo, el socialismo, el conservadurismo
y hasta los extremos parlamentarios del comunismo y el carapintadismo llegaron
a un texto que votaron por unanimidad, salvo la experiencia singular del
venerable obispo Jaime de Nevares, que renunció al amanecer las deliberaciones.
Podría decirse que aquella iniciativa de Raúl Alfonsín, que se concretó bajo el
gobierno de Carlos Menem, fue una especie de Nunca más constitucional, una
lápida definitiva que se le puso al terrorismo de Estado (junto al Juicio a las
Juntas y la Conadep) y el momento de mayor acercamiento y consenso del multicolor
abanico democrático.
La
fractura social expuesta entre peronismo y antiperonismo que tanto odio y daño
produjo se fue cerrando en etapas:
1)
Con el abrazo Perón-
Balbín y el legendario discurso “de este viejo adversario” que
despidió “a un amigo”.
2)
Con Antonio Cafiero en
el balcón de la Casa Rosada, pero defendiendo a un presidente
radical, Alfonsín, frente a la sublevación subversiva de Aldo Rico y sus
comandos.
3)
Con ese texto de la
nueva Constitución que Carlos Menem y Alfonsín sellaron con un
apretón de manos y con un Pacto de Olivos y una reelección que nublaron
mediáticamente el paso gigantesco que se había refrendado en el Palacio Urquiza
en Entre Ríos.
El
matrimonio Kirchner será responsable ante la historia de haber reabierto
aquella vieja herida,
que tiene una profundidad mayor que la de los años 50 y que hoy se expresa,
entre otras cosas, en la soledad parlamentaria y el aislamiento político con
los que Cristina va a hacer votar la
ley que sus defensores llaman “de pago soberano”. Ni un solo dirigente opositor
representativo compró esta vez esa manzana envenenada que alguno había
adquirido en otra ocasión. Es que la Presidenta abusó del recurso de vestir de gesta heroica y
emancipadora cada macana irresponsable que salió de su gobierno.
Pero
Cristina no sólo dilapidó el principal capital simbólico de esta joven
Constitución de veinte años. También ignoró y malversó otros capítulos de la
Carta Magna. La jefatura de Gabinete en manos de Jorge Capitanich llegó a ser una caricatura de lo que
habían previsto los constituyentes. Es una
suerte de vocero desmesurado de las desmesuras de Cristina, en
lugar de cumplir con su rol de articulador del tráfico de sugerencias e ideas
entre el Congreso y el Poder Ejecutivo.
El
Consejo de la Magistratura, los organismos de control y hasta la Justicia misma
sufrieron los embates del oficialismo, que nunca abandonó la idea de
colonizarlos y domesticarlos pese a las derrotas que sufrió en ese intento.
El
centralismo extorsivo reemplazó al proclamado fortalecimiento del régimen
federal. Las provincias hoy reciben las migajas del 24%, mientras que el Estado
nacional se lleva la parte del león del 76%; pero, además, esa distribución es
absolutamente discrecional y arbitraria. Por eso, muchas veces se vio a
gobernadores o intendentes arrodillados ante el altar de Cristina. Sin que se
le caiga la cara de vergüenza, Miguel Angel Pichetto dio como normal y legítima
esta actitud perversa: cuando
Alberto Weretilneck –el gobernador de Río Negro, su provincia–
anunció su pase al massismo, lo criticó duramente. Pero no fue por su falta de
lealtad o de convicciones, sino porque ahora la provincia se iba a ver
perjudicada y Cristina no le iba a mandar un peso para atender todas las deudas
que tiene. Estaba
cometiendo sincericidio: “Por
la plata baila el mono”.
La
Ley de Coparticipación que ordenaba la Constitución hace veinte años ni
siquiera se pudo discutir. Y hace 11 que gobiernan los Kirchner. Fue muy lúcido
Martín Dinatale en La Nación
cuando reveló que Cristina Fernández como convencional, en el recinto, se
preguntó, montada en sana rebeldía: “¿Cómo no va a haber provincias inviables
si nos federalizan los gastos y nos centralizan los recursos?”. ¿Qué diría esta
presidenta de aquella joven convencional levantisca y justiciera? ¿Qué piensa
de las provincias petroleras que reclaman lo que les corresponde? La respuesta hasta ahora ha sido
ningunearlos primero y perseguirlos después. Más allá de que
sea cierto que el gobernador Martín Buzzi tiene un millón de dólares flojo de
papeles, lo cierto es que la AFIP recién se movió ahora por orden de una
presidenta que acostumbra utilizar estos mecanismos de apriete.
Ese
mismo doble discurso, esa idéntica malversación de las promesas de un país serio
parecido a Alemania por un país en joda similar a Venezuela se
repite en muchos de los aportes constitucionales más valiosos. Es lo que hay.
© Escrito por Alfredo Leuco el Sábado
23/08/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
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