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domingo, 24 de agosto de 2014

Veinte Años Después… La contrarreforma K… De Alguna Manera...


Veinte Años Después… La contrarreforma K…

Palos para todos... y todas, Cristina Fernández. Foto: Dibujo: Pablo Temes

Cristina dilapidó el capital simbólico de la Constitución del ’94 y reabrió heridas.

Cristina es una experta en construir poder apelando al temor y los latigazos. Disciplina a la tropa con la fusta, como hacen los señores feudales en sus inmensas posesiones. Esa es la mayor herencia que le dejó Néstor, además de las millonarias e inexplicables cuentas bancarias. Es asombrosa la falta de estómago y escrúpulos que ambos evidenciaron a la hora de conducir. Llevaron al éxtasis aquello de que “al enemigo ni justicia”. Pero lo que casi no tiene antecedentes es la ferocidad implacable que tiene a la hora de castigar a los propios, a los que se diferencian con cualquier excusa y pasan a la categoría de traidores.

Ese ADN se formó con el aporte de tres vertientes:

1) La formación setentista, con un desprecio hacia la democracia formal, partidocrática, liberal o burguesa, como se decía entonces.

2) Esa actitud de patrones de estancia desarrollada en Santa Cruz, apoyada en su poder económico y en su actividad de abogados buitres para quedarse con muchas propiedades de deudores hipotecarios que no pudieron cumplir con sus compromisos.

3) Las características personales de poca generosidad y afecto hacia los demás que, sobre todo Ella, pagaron con la ausencia casi total de amigos.

Ese camino la llevó a dinamitar varios de los aportes más trascendentes que hizo la nueva Constitución Nacional, que mañana cumple veinte años. Identificar esos aspectos nos puede ordenar este balance político semanal.

Los convencionales constituyentes del ’94 construyeron un producto único por su nivel de consenso y la mirada hacia las próximas generaciones, lejos del chiquitaje del poroteo electoral. Forjaron lo más parecido a esa “unidad nacional”  tan proclamada desde la retórica. Tuvo la impronta de uno de los hombres más sabios que exhibió este tiempo: Carlos Nino. Representantes del peronismo, el radicalismo, el socialismo, el conservadurismo y hasta los extremos parlamentarios del comunismo y el carapintadismo llegaron a un texto que votaron por unanimidad, salvo la experiencia singular del venerable obispo Jaime de Nevares, que renunció al amanecer las deliberaciones. Podría decirse que aquella iniciativa de Raúl Alfonsín, que se concretó bajo el gobierno de Carlos Menem, fue una especie de Nunca más constitucional, una lápida definitiva que se le puso al terrorismo de Estado (junto al Juicio a las Juntas y la Conadep) y el momento de mayor acercamiento y consenso del multicolor abanico democrático.

La fractura social expuesta entre peronismo y antiperonismo que tanto odio y daño produjo se fue cerrando en etapas:

1) Con el abrazo Perón- Balbín y el legendario discurso “de este viejo adversario” que despidió “a un amigo”.

2) Con Antonio Cafiero en el balcón de la Casa Rosada, pero defendiendo a un presidente radical, Alfonsín, frente a la sublevación subversiva de Aldo Rico y sus comandos.

3) Con ese texto de la nueva Constitución que Carlos Menem y Alfonsín sellaron con un apretón de manos y con un Pacto de Olivos y una reelección que nublaron mediáticamente el paso gigantesco que se había refrendado en el Palacio Urquiza en Entre Ríos.

El matrimonio Kirchner será responsable ante la historia de haber reabierto aquella vieja herida, que tiene una profundidad mayor que la de los años 50 y que hoy se expresa, entre otras cosas, en la soledad parlamentaria y el aislamiento político con los que Cristina va a hacer votar la ley que sus defensores llaman “de pago soberano”. Ni un solo dirigente opositor representativo compró esta vez esa manzana envenenada que alguno había adquirido en otra ocasión. Es que la Presidenta abusó del recurso de vestir de gesta heroica y emancipadora cada macana irresponsable que salió de su gobierno.

Pero Cristina no sólo dilapidó el principal capital simbólico de esta joven Constitución de veinte años. También ignoró y malversó otros capítulos de la Carta Magna. La jefatura de Gabinete en manos de Jorge Capitanich llegó a ser una caricatura de lo que habían previsto los constituyentes. Es una suerte de vocero desmesurado de las desmesuras de Cristina, en lugar de cumplir con su rol de articulador del tráfico de sugerencias e ideas entre el Congreso y el Poder Ejecutivo.

El Consejo de la Magistratura, los organismos de control y hasta la Justicia misma sufrieron los embates del oficialismo, que nunca abandonó la idea de colonizarlos y domesticarlos pese a las derrotas que sufrió en ese intento.

El centralismo extorsivo reemplazó al proclamado fortalecimiento del régimen federal. Las provincias hoy reciben las migajas del 24%, mientras que el Estado nacional se lleva la parte del león del 76%; pero, además, esa distribución es absolutamente discrecional y arbitraria. Por eso, muchas veces se vio a gobernadores o intendentes arrodillados ante el altar de Cristina. Sin que se le caiga la cara de vergüenza, Miguel Angel Pichetto dio como normal y legítima esta actitud perversa: cuando Alberto Weretilneck –el gobernador de Río Negro, su provincia– anunció su pase al massismo, lo criticó duramente. Pero no fue por su falta de lealtad o de convicciones, sino porque ahora la provincia se iba a ver perjudicada y Cristina no le iba a mandar un peso para atender todas las deudas que tiene. Estaba cometiendo sincericidio: “Por la plata baila el mono”.

La Ley de Coparticipación que ordenaba la Constitución hace veinte años ni siquiera se pudo discutir. Y hace 11 que gobiernan los Kirchner. Fue muy lúcido Martín Dinatale en La Nación cuando reveló que Cristina Fernández como convencional, en el recinto, se preguntó, montada en sana rebeldía: “¿Cómo no va a haber provincias inviables si nos federalizan los gastos y nos centralizan los recursos?”. ¿Qué diría esta presidenta de aquella joven convencional levantisca y justiciera? ¿Qué piensa de las provincias petroleras que reclaman lo que les corresponde? La respuesta hasta ahora ha sido ningunearlos primero y perseguirlos después. Más allá de que sea cierto que el gobernador Martín Buzzi tiene un millón de dólares flojo de papeles, lo cierto es que la AFIP recién se movió ahora por orden de una presidenta que acostumbra utilizar estos mecanismos de apriete.

Ese mismo doble discurso, esa idéntica malversación de las promesas de un país serio parecido a Alemania por un país en joda similar a Venezuela se repite en muchos de los aportes constitucionales más valiosos. Es lo que hay.

© Escrito por Alfredo Leuco el Sábado 23/08/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

sábado, 14 de diciembre de 2013

La Argentina saqueada... De Alguna Manera...


Quiénes son los culpables de la Argentina saqueada...

Causa y efecto. Los motines policiales en todo el país, seguidos de olas de saqueos. La política solo echó nafta al fuego.

Todos los responsables detrás del estallido. Policía amotinada, política cínica y marginalidad cultural.

Los tres principales asesores de Jorge Capitanich en la Jefatura de Gabinete son contadores públicos y dos de ellos obtuvieron sus posgrados en el noventista Centro de Estudios Macroeconómicos, CEMA. El viceministro de Gabinete, Carlos Alberto Sánchez, por ejemplo, sabe de seguridad social y economías regionales. La actual subsecretaria de Gestión y Empleo Público, Mónica Zorrilla, es coautora del libro “Federalismo fiscal y coparticipación federal (Una propuesta para la transformación de la relación Nación-provincias)” junto al propio Capitanich y Axel Kicillof, hoy ascendido a ministro de Economía. El secretario de Evaluación Presupuestaria, Fabricio Bolatti, viene del Frente Grande de Chaco pero su especialidad es la modernización del Estado.

Es decir, los tres están entrenados en administraciones y presupuestos provinciales, en parte origen del problema de los violentos saqueos. Y están prevenidos, por experiencia, ante eventuales reacciones sociales en cadena. Por eso, desatada la rebelión salarial de la Policía cordobesa el martes 3 de diciembre –acuartelamiento en distintas localidades de la provincia, saqueos y vandalismo en supermercados, personas heridas y hospitales colapsados–, previeron la emergencia de enviar fuerzas de Gendarmería al distrito en llamas.

Aconsejaron “cortar por lo sano” como cuando Daniel Scioli acordó con Sergio Berni establecer un comando antisaqueo en el cruce estratégico entre la autopista Ricchieri y el Camino de Cintura.Capitanich coincidió, pero no podía avanzar por su cuenta. Recordó que el año pasado, Cristina Fernández había prometido que no se enviarían más gendarmes a “las provincias en problemas” (en respuesta a la muerte de nueve efectivos de la Gendarmería en un accidente de tránsito, trasladados luego de reprimir una violenta protesta petrolera en Cerro Dragón, Chubut).

Al mismo tiempo –mientras se generalizaban los disturbios en Córdoba capital–, el secretario Carlos Zannini le transmitió al jefe de gabinete una orden presidencial: “De ninguna manera nos podemos hacer cargo de los desmanes de una policía vinculada al narcotráfico. Los gendarmes, en donde tienen que estar”, justificaba Cristina.Lo que siguió fue una secuela de hechos dictados por el descontrol de la situación. El gobernador José Manuel de la Sota debió regresar de urgencia al país desde Panamá y sobreactuar sus confusos pedidos de auxilio al gobierno nacional. El secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, desembarcó tres días después en la provincia con 1.200 gendarmes por un acuerdo urgente entre De la Sota y Capitanich que revertía la primera orden presidencial.

A pesar de la recomendación de al menos dos de sus ministros de saltear la “fiesta popular” prevista por el oficialismo para el martes 10 –no del acto formal por los 30 años de democracia–, Cristina se empecinó en hacerla tal cual ella lo había imaginado: bailó y tocó el tamboril.Fue el día en que se confirmaba un saldo provisorio de ocho muertos y se generalizaban zonas liberadas, saqueos y actos delictivos en otras seis provincias. Según Berni, tuvo que pasar varios días sin dormir. A algunos lugares, como Rosario o Chivilcoy, fue él mismo piloteando el helicóptero de Gendarmería. En Seguridad no pensaron que el conflicto iba a escalar tanto, aunque vienen alertando desde hace tiempo que los sueldos de las fuerzas son bajísimos, y que la baja cantidad de efectivos de Gendarmería es una deuda pendiente del oficialismo.

El periodista Horacio Verbitsky, a quien no se podría acusar de formar parte de ninguna “desestabilización” como la que terminó denunciando Capitanich, dijo: “Esto mide la fragilidad del terreno sobre el que está asentada la democracia que esta semana cumple 30 años –escribió en Página 12–, también la magnitud y la diversidad de conflictos siempre prestos a manifestarse en cuanto una merma en el crecimiento macroeconómico y la generación de empleo exacerba ánimos y requerimientos”.

A la hora de establecer las culpas del estallido, las interpretaciones discurrieron entre la toma de partido política –a favor o en contra del Gobierno– y la demonización de sus eventuales promotores –la Policía, De la Sota, Sergio Massa, las 4 x 4, el “modelo”, el narcotráfico, las mafias del delito, etc.–. Como se trata de un suceso de carácter complejo y claramente multicausal, convendrá no perderse en los atajos:

La responsabilidad policial. Los salarios básicos de las fuerzas de seguridad provinciales, hasta los recientes aumentos arrancados “a punta de pistola”, estaban fijados entre 280 y 4.500 pesos según la jurisdicción. Eran, hasta entonces, los empleados públicos peor pagos y el menos favorecido por la disparidad salarial y el pago en negro de las distintas administraciones.

Hasta ahora, los ajustes acordados van desde los 3.500 hasta los 9.000 y 10.000 pesos de bolsillo si se toma en cuenta lo negociado en estos días en diez provincias. Sin embargo, esa postergación y estos aumentos –bastante por encima del nivel inflacionario real– no podrían justificar una Policía autónoma del poder político ni atribuirse el establecimiento de “zonas liberadas” ni presionar por reivindicaciones a través de métodos “sediciosos”, fuera de la ley. Tampoco es admisible reconocerle un carácter de “grupo de presión” que, como el de ciertos jueces, se arrogan el derecho de rebelión cuando el poder político se desgasta y entra “en retirada” hacia un gobierno de otro signo. Una fuerza vertical y armada no debería estar dirigida por personajes incapaces de ejercer la autoridad o peor, sospechados de vínculos con barrabravas, narcotraficantes y mafias vinculadas a todo tipo de delitos. Aunque fueran justificados sus reclamos salariales, no sería admisible el travestismo institucional para conseguirlo. Habría que darle razón al oficialista juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni: “Es una deuda de la democracia no haber repensado la Policía”. La reacción política fue mala y tardía.

El vacío de los gobernadores. De la Sota, como tantos otros mandatarios –incluidos los alineados con la Casa de Gobierno– vienen subestimando los estragos sociales provocados en sus provincias por el reparto discrecional de los recursos que se recaudan, el efecto inflacionario de la economía oficial y la ausencia de una política pública de seguridad capaz de retener el monopolio de la fuerza en el Estado. En este último caso, los gobernadores no han ido más allá de exigir la aplicación de la ley de seguridad interior que obliga a la Nación a ir en auxilio de las jurisdicciones en riesgo. Y mientras tanto, se han acostumbrado al poder de turno y adaptado a sus caprichos y condicionamientos, aun en contra de los intereses de sus representados.

Al unitarismo fiscal de la Nación no se le replicó con el federalismo de las alternativas de inversión y mayor productividad a no ser la recepción pasiva del “salvataje” discriminatorio de la Nación con sus obras para los “amigos”. Así, el empleo público sirvió para disimular el desempleo y la falta de trabajo. El clientelismo congeló los salarios públicos en niveles miserables. Y a los reclamos de coparticipación de impuestos –una deuda que va a cumplir 20 años sin saldarse– le siguió el conformismo del módico reparto del Fondo Federal Solidario extraído del 30% de las retenciones a la soja.

Ni el crítico De la Sota, ni el feudal José Alperovich, ni el oficialista Martín Buzzi, ni el cristinista Sergio Urribarri, y tampoco el alineado Jorge Sapag, fueron capaces de recoger los previos indicios de intranquilidad social que recorrían sus provincias. Hasta que estallaron en una sola oleada de frustración y promesas incumplidas. Los que dieron aumentos, tienen pensado pasarle la factura a la Nación. Capitanich ya anticipó: “Tenemos recursos limitados para prevenir incidentes”. Se refería a la supuesta “pueblada” que difunden las redes sociales para el 19 y 20 de diciembre.

© Escrito por José Antonio Díaz el viernes 14/12/2013 y publicado en la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 1 de julio de 2012

CFK contra ella y Scioli... De Alguna Manera...

Pistas de desmesuras...

 Silencio Oficial. Dibujo: Pablo Temes.

La estabilidad personal y política de la Presidenta. Por qué derrapa. “Operativo Demolición” directo a La Plata.

CFK contra ella y Scioli. El domingo anterior informé con responsabilidad sobre los problemas anímicos y de salud que tienen la Presidenta y su hijo. De las fuertes discusiones entre ambos y sugerí, con prudencia, ciertos descontroles que tienen que ver con la intimidad de las personas. Ella misma se refirió al tema en la cadena nacional de setenta minutos. Se despidió quebrada en llanto y salió rápido de la escena diciendo: “El dolor (por la muerte de Néstor) afecta mi salud y la de mi familia”.

Definió psicoanalíticamente como una “negación” no recordar el nombre de la glándula tiroides y hasta pareció pasarle a Moyano la factura por lo “estimulado” que estaba pese a haber sufrido (el camionero) un dolor similar al de ella con la muerte de su hijo Emiliano. Los pronunciados picos y caídas emocionales y el aislamiento cargado de mal humor descolocan a los pocos funcionarios que hablan con ella. Y ven a Máximo Kirchner como ausente, desinteresado en la política, esperando que llegue el 2015 para irse a su casa.

Ese discurso aportó pistas de desmesuras que no hay que dejar pasar. Cristina desafió a la Justicia a que la procese y se mostró como propietaria de la Gendarmería. Se felicitó porque el G20 está copiando las medidas que ella tomó hace mucho: “Lástima que no nos escucharon antes”. En el éxtasis de la malversación de la realidad acusó a Los Dragones, a los Bulgheroni y al gobernador Martín Buzzi, ultracristinista como buen converso, de haber sido los responsables de la muerte de los gendarmes en un accidente a 465 kilómetros del campo petrolero. Incluso se contradijo y anunció que se debió a que el chofer se durmió doblado por el cansancio. De todos modos avanzó con su teoría alterada: “Querían un muerto, ahí lo tienen”. Fue la primera en sugerir que la protesta moyanista tenía un componente destituyente tipo paraguayo: “No creo en las brujas, pero que las hay, las hay”. La medicación impacta en cuerpo y alma.

Lo realmente grave es que uno de los hombres que más cerca y durante más tiempo estuvo al lado del matrimonio K teme que Cristina patee el tablero. Que si las turbulencias económicas y sociales siguen aumentando, la Presidenta amenace con irse en forma heroica acusando a las corporaciones de no dejarla gobernar o directamente de derrocarla. En ese registro hay que leer las declaraciones de cde que “quieren voltear a Cristina como hicieron con Lugo y Zelaya”. Tiene un tufillo a expresión de deseo. Una forma de preparar el terreno y abrir el paraguas. Una cosa es confesar incompetencia para pilotear la crisis que se viene y pagar la fiesta que fogonearon durante nueve años, y otra es el relato épico de un presunto golpe institucional. Es muy delicado y peligroso que algunos kirchneristas bobos estén jugando con el fuego de esta irracionalidad. Dicen que durante la 125 estuvieron Néstor y Alberto Fernández (y hasta Lula en el teléfono) para frenar la renuncia de Cristina cuando ella planteaba que “este pueblo no nos merece”. Hoy ninguno de los tres está a su lado.

Los que realmente quieren a Cristina deberán fortalecerla para que utilice el inmenso poder que tiene para evitar toda inestabilidad y consolidar institucionalmente este momento. Sólo un grupúsculo de delincuentes y golpistas puede estar pensando en una locura semejante. Es imposible que ocurra, salvo que se desate un proceso de veloz autovictimización desde la cima del poder. Los 12 millones de votos de una paliza electoral legal y legítima, las mayorías parlamentarias, la camiseta partidaria en un sector de la Justicia, los gobernadores disciplinados y la ausencia de alternativa opositora, convierten a Cristina en todo lo contrario que representa la fragilidad solitaria de Fernando Lugo. Aunque Timerman haya levantado ese fantasma, que ojalá no sea una forma de lavarse las manos. O una manera de liquidar competidores.

Cristina desató la parte medular del “Operativo Demolición” contra Daniel Scioli. La metodología consiste en el hostigamiento permanente y la intervención virtual y progresiva de la provincia para vaciarlo de poder. El primer paso se concretó en la Legislatura. El vice Gabriel Mariotto y los muchachos de La Cámpora pusieron a la mayoría de las bancas en contra del Ejecutivo. Esta semana le tocó el turno a la economía. La Presidenta no anduvo con eufemismos. Se sabe que detesta a Scioli igual que a otros cientos. Pero, en un hecho inédito, lo acusó públicamente de malgastar el dinero que ella le da. Le recriminó que sólo ponga la cara. Fue como anticiparle que no le van a permitir que paute publicidad en los medios no adictos ni que invierta en festivales populares, parte del mecanismo con el que Scioli instaló su figura.

La última gota fue que Hernán Lorenzino, formalmente ministro de Economía, también retó al Gobernador mientras le daba una tercera parte de los fondos que Scioli había pedido y lo convocaba a rendir examen mensualmente para que explique dónde va el dinero cristinista. Lorenzino se autoproclamó auditor e interventor de la contabilidad bonaerense. Fue tragicómico. Scioli tiene 75% de imagen positiva, la soberanía popular lo eligió dos veces gobernador y una vicepresidente. Kirchner lo designó en cinco ocasiones en puestos clave. Hay una gran desproporción de trayectorias. Lorenzino y Scioli son boxeadores de muy distinto peso. Hace unos días recién se conoció la voz de Lorenzino, quien sólo militó en “La Gran Makro”,  pero en la “Unidad Básica Jorge Brito”.

Scioli descansa sobre una encuesta de Julio Aurelio que dice que el 68% de los argentinos cree que la Presidenta es la responsable de sus penurias. Lo victimizaron y lo fortalecieron. ¿Terminó la luna de miel del efecto luto? El célebre “vamos por todo” empujó a otros a hacer lo mismo. ¿A quién van a responsabilizar los padres bonaerenses si los docentes hacen una seguidilla de paros para reclamar el cobro unificado del aguinaldo? ¿Van a ir a La Plata o a Balcarce 50 a protestar los beneficiarios de planes sociales con cada vez menor poder adquisitivo? En ese sentido, Hugo Moyano marcó el camino y dio el primer paso.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 30 de Junio de 2012.