Pérdida
irrecuperable…
¡Chicos, chicos, a clases! Dibujo: Diego Temes
Vuelta
a clases y deudas. Se levantó el paro bonaerense de maestros, pero no hay
soluciones estructurales. CFK, Scioli, Massa y Macri.
El ajuste sigue su
curso. El ministro de Economía –en honor a la verdad Axel Kicillof debería ser
presentado como ministro de Economía, Devaluación e Improvisación– va jalonando
su gestión con nuevas medidas de corte ortodoxo que impactan negativamente en
el poder adquisitivo del ciudadano. Esta semana ha sido la quita parcial de los
subsidios al consumo de agua y gas. Al ser aplicada en el contexto de inflación
y estancamiento por el que atraviesa la economía argentina, esta medida, que
tiene fundamentos correctos –hay mucha gente de muy buen pasar que nunca debió
haber recibido ningún subsidio–, habrá de afectar los ingresos de muchas
personas cuyos bolsillos vienen encogiéndose desde hace ya varios meses. Por
ello fue irritante apreciar cómo Kicillof, en vez de hablar del impacto de la
quita de los subsidios, perdía el tiempo inútilmente enojándose y discutiendo
con algunos colegas sobre la semántica del vocabulario a emplear por los medios
a la hora de presentar la información.
El mismo juicio vale
para el Aló Presidenta de la tarde-noche del jueves pasado, en el que Cristina
Fernández de Kirchner se dedicó a intentar convencer a los afectados por esta
medida que esto no sería un ajuste. Es evidente que la patológica visión de la
realidad que reina en la Babel de Olivos no tiene cura: creer que los
ciudadanos están más preocupados por la forma de titular de los diarios que por
la penuria económica que experimentan en sus bolsillos es subestimar el
coeficiente intelectual de la gente.
Una de las cosas
insólitas que señaló Fernández de Kirchner es que entre los objetivos de esta
medida está mantener la competitividad de las empresas argentinas hacia las cuales
estarán, a partir de ahora, direccionados los dineros que se ahorren. Es decir
que, en definitiva, la ciudadanía cargará sobre sí la pesada tarea de subsidiar
en parte a las industrias. Es el mundo al revés. Algo anda mal en la economía
para que ocurran cosas como estas.
La historia dice que
esta quita de subsidios iba a tener lugar en los primeros meses de 2009. Sin
embargo, a causa de las reacciones negativas que se produjeron tras el anuncio,
hecho además en el marco de la contienda electoral de junio de aquel año, el
matrimonio Kirchner decidió dar marcha atrás con la iniciativa. Hubo un segundo
intento de imponer esta medida a poco de comenzar el segundo mandato de
Fernández de Kirchner. Fue entonces que el 22 de febrero de 2012 ocurrió la
tragedia de la estación Once y todo quedó, otra vez, en la nada.
Hablando de este hecho,
la declaración judicial de Ricardo Jaime en la que adjudicó un nivel de
responsabilidad máxima al ministro de Planificación, Julio De Vido, inquietó a
más de uno dentro del Gobierno. Jaime no fue cualquier funcionario. Su cercanía
con Néstor Kirchner lo hizo conocer muchos de sus secretos. Y entre esos
secretos, muchos tienen que ver con los hechos de corrupción sucedidos durante
el tiempo en el que el acusado de hoy supo desempeñarse como secretario de
Transporte. Como señala Omar Lavieri en su libro El Rekaudador, en esos tiempos
la Secretaría de Transporte era considerada la gran caja del kirchnerismo.
La solución del
conflicto docente en la provincia de Buenos Aires ha traído alivio político.
Sin embargo, hay que subrayar que los alumnos de las escuelas públicas
bonaerenses han perdido un mes entero de clases. Es una pérdida irrecuperable.
Hay otras provincias en las que el ciclo lectivo tampoco ha comenzado. Del
mismo modo, es claro que en esas comarcas los alumnos no recuperarán el tiempo
perdido. Esto demuestra que en la Argentina hay lugares en los que la
educación, lejos de ser una herramienta de igualación social, termina
reciclando la desigualdad. Este es un problema estructural al que toda la
dirigencia política, social y empresarial debería dedicarle una atención
mayúscula si es que el objetivo de lograr una sociedad con mayor inclusión y
movilidad que haga de la Argentina un lugar más vivible se acerca a un ideal y no
a una quimera.
A Daniel Scioli el
kirchnerismo lo quiere cada vez menos. A Sergio Massa directamente lo detesta.
En el ideario de La Cámpora y compañía –es decir, Cristina y su círculo íntimo–
anida un deseo oculto que todos desmentirán: el triunfo de Mauricio Macri en
las elecciones presidenciales de 2015. Para el oficialismo, eso sería
preferible a una victoria de Scioli o de Massa. El razonamiento que emana de
esas mentes atribuladas es simple: si Massa o Scioli ganaran, se quedarían con
el peronismo, circunstancia que dejaría al kirchnerismo sin sustento político
y, por ende, sin poder, alternativa fatal para sus sueños de supervivencia. No
es novedad que son muchos –cada día más– los sectores del peronismo en los que
a La Cámpora no se le profesa ningún cariño.
“Me siento un poco la
madre de todos los argentinos”, dijo, inefable, Fernández de Kirchner en su Aló
Presidenta del jueves. Curiosa frase, porque en los hechos, los ciudadanos y
ciudadanas que no comparten el pensamiento presidencial no han recibido hasta
aquí de parte de ella un tratamiento siquiera parecido a lo maternal. Una madre
quiere a todos sus hijos. A lo largo de sus dos mandatos ha quedado claro que
la Presidenta quiere sólo a quienes son sus seguidores y a quienes le rinden
sumisión. Para los que no se encuadran en esas categorías, en cambio, lo que ha
habido es desprecio y descalificación. En fin, he aquí otra de las irrealidades
del relato K.
Producción
periodística: Guido Baistrocchi.
© Escrito por Nelson Castro el Domingo
30/03/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
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