Octavio Paz: nació hace cien años y
sigue dando que hablar...
Mirada. Octavio Paz buscó el ser
nacional mexicano, se vinculó con los surrealistas y abrazó el liberalismo.
Foto: AFP
Quería que lo recordaran como poeta.
Fue un ensayista y un pensador que pasó fronteras.
En 1986, cuando Octavio Paz
visitó por segunda vez la Argentina para presentar la edición latinoamericana
de la revista Vuelta, le preguntaron cómo quería ser recordado. Paz, que en
aquel entonces ya había sido traducido a una decena de idiomas, ganado el
Premio Cervantes, era un candidato permanente para el Nobel y durante décadas
un actor omnipresente a la hora de pensar la política mexicana, contestó con
humildad abrumadora: “Como poeta”. Es lo más difícil y
lo más fácil al mismo tiempo. La poesía es la creación suprema, implica
condensación. Es lo único que me interesa”.
Ayer se realizaron actos para
celebrar el centenario del nacimiento del poeta, ensayista y escritor mexicano
más importante del siglo XX en varios países. México, por supuesto, fue el eje
y el centro de los homenajes. Pero –en contra del deseo de Paz– la evocación de
su figura la mayoría de las veces trascendió la poesía. “Era un revolucionario.
No solamente era un poeta, era un hombre de acción y un servidor público
”, lo describió su amigo, el primer Nobel africano Wole Soyinka, uno de los
invitados a los actos en los que también participaron Jean Marie Gustave Le
Clezio (otro Nobel), Juan Goytisolo y la ganadora del Cervantes Elena
Poniatowska, entre otros.
La trayectoria de Paz
justifica tantos homenajes. Nacido en 1914, a los 17 años colaboraba en
revistas culturales como Cuadernos del Valle de México y Barandal; a los 19
publicó su primer libro Luna silvestre, a los 23 quiso sumarse a las
filas republicanas durante la Guerra Civil Española. No lo dejaron. A su
regreso, fundó la revista Taller y fue miembro fundador de El Hijo Pródigo.
Vivió en Estados Unidos e ingresó al servicio exterior mexicano.
Cumplió
funciones en París, se acercó al movimiento surrealista y conoció a André
Breton.
Su poesía tenía poco que ver con la escritura automática. Se interesó
en Japón, en la herencia hispánica y en los antepasados aztecas y primeros
pobladores de México. Todos confluyen en su poesía, también el misticismo de la
India, donde fue embajador. Se obsesionó con el ser nacional mexicano. De eso
trata su primer y más celebrado ensayo: El laberinto de la soledad, en
el que se inspiró Google para dedicarle ayer su popular doodle, el
emblema del buscador. También fue un traductor encomiable, tradujo a Fernando
Pessoa y a E.E. Cummings, entre otros. “No soy un erudito.
En Buenos Aires. Sabato, Paz, su esposa
y Bioy Casares, en 1986. Foto: Archivo.
El erudito sólo almacena información. Yo soy un pensador " , solía decir.
Le interesaba Sor Juana Inés
de la Cruz y escribió Las trampas de la fe, un ensayo histórico
sociológico, que es también una biografía, un estudio literario y –en
definitiva– una excelente novela sobre la gran poeta mística.
Se casó dos veces y tuvo una
única hija, Helena, quien murió el sábado a los 74 años. Tuvieron una relación
complicada. “He aprendido a perdonarlo”, dijo en su última entrevista.
Abandonó más temprano que
tarde las ideas revolucionarias de izquierda, “un pecado” que –en sus palabras–
“nos ha manchado y ha manchado también, nuestros escritos”. Lo atormentaba la
burocracia, en especial, la mexicana, una cuestión que abordó en El ogro
filantrópico. Repudió el stalinismo, se mantuvo lejos de la Revolución
Cubana, pero en palabras de Enrique Krauze– su compañero en la revista Vuelta
(donde publicaban a disidentes soviéticos) nunca dejó de creer en la
Revolución, para la que estaba predestinado; después de todo su padre era el
emisario de Emiliano Zapata ante los Estados Unidos.
Desde Vuelta, considerada una
de las mejores revistas latinoamericanas de cultura del siglo XX, denunció las
dictaduras militares de los años 70 y la violencia de la guerrilla. La
dictadura argentina la prohibió. En 1986, Paz fundó una edición sudamericana de
la revista con sede en Buenos Aires. Danubio Torres Fierro y Enrique Pezzoni
dirigieron el experimento en plena primavera democrática. Duró hasta 1989.
Paz era liberal, pero sus
pronunciamientos y su enemistad con figuras como García Márquez hizo que en
1984 quemaran una imagen suya frente a la embajada de los EE.UU. en
México.
Criticó por décadas al PRI,
el partido que gobernó México 70 años, pero una izquierda agotada y el
entusiasmo por una nueva generación de políticos lo llevaron a apoyar a Carlos
Salinas de Gortari, fuertemente sospechado por corrupción y violencia política:
un error que pocos le perdonan. En 1990 ganó el Nobel, algo que tampoco se
olvida. Trabajó activamente hasta 1998, cuando un cáncer se lo llevó. Tenía 84
años.
Como escribió en el inicio de
El arco y la lira: “La poesía es conocimiento, salvación, poder,
abandono”. Todo eso es Octavio Paz.
©
Publicado el Martes 1º/04/20147 por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
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