Duelo de fracasos…
El Presidente y la ex dividen aguas en la sociedad y en sus agrupaciones
políticas.
© Escrito por Nelson Castro el domingo 06/01/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El 2019 ha comenzado. Año crucial. Otro más, cargado del dramatismo de una elección presidencial que, hasta el momento, lo único que presagia es la disputa polarizada entre dos opciones antinómicas a las que une un denominador común: el fracaso. Porque si hay algo que comparten Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner es eso: el fracaso. Es un fracaso provisto, si se quiere, de cierta lógica y que a nadie puede sorprender: está cimentado en la incapacidad que han exhibido ambos para generar un proyecto político de envergadura –basado en consensos– que haga de la Argentina un país previsible. CFK divide; Macri, también. CFK divide hacia afuera y hacia adentro del peronismo. Lo mismo pasa con Macri: divide hacia afuera y hacia adentro de Cambiemos. A Cambiemos lo mantiene unido el poder. Si lo perdiera, la coalición estallaría.
El malestar del radicalismo con el PRO es creciente. Un ejemplo es lo que se vive en la provincia de Buenos Aires con la candidatura a vicegobernador. La idea del PRO de jugar con candidatos puros y así dejar de lado al actual vice, Daniel Salvador, está produciendo un creciente disgusto y mal humor en las filas de la Unión Cívica Radical. Entre sus dirigentes anida fuerte la convicción de que ese lugar les corresponde como parte activa que son de Cambiemos. Esa tensión que se vive dentro de las filas del oficialismo en territorio bonaerense se extiende por lo menos a otras dos provincias: Córdoba y Mendoza. Allí los heridos por la ambición política del PRO tienen nombre y apellido: Mario Negri y Alfredo Cornejo.
Los pasos dados por el Presidente en los últimos días le han devuelto protagonismo a Marcos Peña. El jefe de Gabinete se halla abocado de lleno a la campaña electoral. “Vamos a ganar las elecciones”, les dijo hace unos días a dos gobernadores que no dejaron de sorprenderse ante semejante muestra de optimismo. Ambos mandatarios creyeron leer, además, otro mensaje: no necesitamos de ustedes.
Luego de sus prolongadas vacaciones, el Presidente se ha metido de lleno en la campaña electoral. Su sorpresa ante las críticas que recibió por esto –sus vacaciones– habla de una notable falta de comprensión del valor representativo de los gestos y las conductas de un jefe de Estado. Y la no asistencia a la asunción del presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, indica una falta de comprensión de las responsabilidades institucionales del ejercicio de la presidencia. El presidente de la Argentina debió haber estado presente en ese acto. En su sutil tuit, el senador Federico Pinedo señaló ese error. Era la institución presidencial la que estaba en juego. A Macri, que a veces se conduce como si siguiera siendo el presidente de Boca, le cuesta entender eso.
La campaña se basará en la inauguración de obras públicas. Será lo único que podrá mostrar ante los malos números que seguirá exhibiendo la economía en el año que acaba de comenzar. De ser opositor, en los discursos de Macri no dejaría de aparecer el latiguillo de la pesada herencia.
Mientras tanto la realidad sigue golpeando con toda su intensidad a la sociedad. Las proyecciones económicas distan de ser óptimas. El disgusto del empresariado es creciente. El nivel de descapitalización de las empresas a lo largo del año que pasó no termina. En ese universo había despertado expectativas positivas la designación de Dante Sica como ministro de Producción. Esa expectativa ha ido decreciendo con el correr de los días y los meses. Y no es por la persona del ministro, a quien se valora y se respeta. Es por lo que sucede dentro del gabinete. La falta de coordinación y la falta de conocimiento de muchos de los que lo integran le complican severamente la gestión. Sica reconoce la importancia de la caída de la actividad industrial en octubre y noviembre pero se ilusiona con datos incipientes que marcan que la caída podría haberse frenado en algunos sectores y que comienza a apreciarse un esbozo de recuperación. Es una ilusión de bajo vuelo y poco impacto en pos de cambiar el humor social. En ese mismo sentido actuaron la baja del riesgo país y del dólar sucedida en los primeros días hábiles de este nuevo año.
Producción periodística: Lucía Di Carlo
© Escrito por Nelson Castro el domingo 06/01/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El 2019 ha comenzado. Año crucial. Otro más, cargado del dramatismo de una elección presidencial que, hasta el momento, lo único que presagia es la disputa polarizada entre dos opciones antinómicas a las que une un denominador común: el fracaso. Porque si hay algo que comparten Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner es eso: el fracaso. Es un fracaso provisto, si se quiere, de cierta lógica y que a nadie puede sorprender: está cimentado en la incapacidad que han exhibido ambos para generar un proyecto político de envergadura –basado en consensos– que haga de la Argentina un país previsible. CFK divide; Macri, también. CFK divide hacia afuera y hacia adentro del peronismo. Lo mismo pasa con Macri: divide hacia afuera y hacia adentro de Cambiemos. A Cambiemos lo mantiene unido el poder. Si lo perdiera, la coalición estallaría.
El malestar del radicalismo con el PRO es creciente. Un ejemplo es lo que se vive en la provincia de Buenos Aires con la candidatura a vicegobernador. La idea del PRO de jugar con candidatos puros y así dejar de lado al actual vice, Daniel Salvador, está produciendo un creciente disgusto y mal humor en las filas de la Unión Cívica Radical. Entre sus dirigentes anida fuerte la convicción de que ese lugar les corresponde como parte activa que son de Cambiemos. Esa tensión que se vive dentro de las filas del oficialismo en territorio bonaerense se extiende por lo menos a otras dos provincias: Córdoba y Mendoza. Allí los heridos por la ambición política del PRO tienen nombre y apellido: Mario Negri y Alfredo Cornejo.
Desdoble.
Por si fuera
poco, está el espinoso y complejo asunto del desdoblamiento de la elección a
gobernador y vice que desvela tanto a María Eugenia Vidal como a Macri. El tema
del desdoblamiento responde a una razón muy simple: despegarse de la figura del
Presidente, que hoy presenta una imagen negativa muy fuerte. “Con María Eugenia
podemos ganar; hoy, con Mauricio, no”; es eso lo que repiten varios de los
caciques territoriales de Cambiemos. Eso mismo se reproduce en otras
provincias. El problema es que si Vidal se decide por esta opción, necesitará
una ingeniería legal que la obligará a negociar con la oposición. Este delicado
asunto expone a Cambiemos a una contradicción –no será la única ni la primera–
en relación con los postulados republicanos que promovía en sus tiempos de
oposición. Macri supo criticar con vehemencia esta profusión de fechas
electorales que hace que el país navegue en un carrusel de elecciones
desordenadas que perturban y fatigan a la ciudadanía y que no responden a
ninguna otra razón que la conveniencia del gobernante de turno en su afán por
retener el poder.
Los pasos dados por el Presidente en los últimos días le han devuelto protagonismo a Marcos Peña. El jefe de Gabinete se halla abocado de lleno a la campaña electoral. “Vamos a ganar las elecciones”, les dijo hace unos días a dos gobernadores que no dejaron de sorprenderse ante semejante muestra de optimismo. Ambos mandatarios creyeron leer, además, otro mensaje: no necesitamos de ustedes.
Luego de sus prolongadas vacaciones, el Presidente se ha metido de lleno en la campaña electoral. Su sorpresa ante las críticas que recibió por esto –sus vacaciones– habla de una notable falta de comprensión del valor representativo de los gestos y las conductas de un jefe de Estado. Y la no asistencia a la asunción del presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, indica una falta de comprensión de las responsabilidades institucionales del ejercicio de la presidencia. El presidente de la Argentina debió haber estado presente en ese acto. En su sutil tuit, el senador Federico Pinedo señaló ese error. Era la institución presidencial la que estaba en juego. A Macri, que a veces se conduce como si siguiera siendo el presidente de Boca, le cuesta entender eso.
La campaña se basará en la inauguración de obras públicas. Será lo único que podrá mostrar ante los malos números que seguirá exhibiendo la economía en el año que acaba de comenzar. De ser opositor, en los discursos de Macri no dejaría de aparecer el latiguillo de la pesada herencia.
Mientras tanto la realidad sigue golpeando con toda su intensidad a la sociedad. Las proyecciones económicas distan de ser óptimas. El disgusto del empresariado es creciente. El nivel de descapitalización de las empresas a lo largo del año que pasó no termina. En ese universo había despertado expectativas positivas la designación de Dante Sica como ministro de Producción. Esa expectativa ha ido decreciendo con el correr de los días y los meses. Y no es por la persona del ministro, a quien se valora y se respeta. Es por lo que sucede dentro del gabinete. La falta de coordinación y la falta de conocimiento de muchos de los que lo integran le complican severamente la gestión. Sica reconoce la importancia de la caída de la actividad industrial en octubre y noviembre pero se ilusiona con datos incipientes que marcan que la caída podría haberse frenado en algunos sectores y que comienza a apreciarse un esbozo de recuperación. Es una ilusión de bajo vuelo y poco impacto en pos de cambiar el humor social. En ese mismo sentido actuaron la baja del riesgo país y del dólar sucedida en los primeros días hábiles de este nuevo año.
Espejo.
En el peronismo
las aguas siguen revueltas. La versión de la posible candidatura de CFK a la
gobernación de la provincia de Buenos Aires no tiene ningún asidero serio.
Competirá por la presidencia. Algo aprendió –una verdadera rareza para una
persona cuyo Hubris la aleja de cualquier posibilidad de autocrítica– de la
última elección: sin la unidad del peronismo no podrá lograrlo. Por eso, ahora
se aviene a disputar las PASO que en 2017 le negó a Florencio Randazzo. Hay
algo fundamental que increíblemente el círculo áulico que rodea a CFK no
termina de asimilar: la idea de revivir los doce años de kirchnerato es
inviable. Y ese es precisamente el objetivo de ese grupo. Por eso Alberto
Fernández debe pasar largas horas explicándoles esa realidad a los militantes
de La Cámpora, que se ilusionan con el regreso de CFK para poner en práctica
algo que están esperando desde el mismísimo 10 de diciembre de 2015: la
revancha.
Producción periodística: Lucía Di Carlo
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