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martes, 1 de enero de 2019

Brasil. Asumió Bolsonaro… @dealgunamanera…

Tras ser investido por Temer, Bolsonaro prometió "terminar con el socialismo"…

El presidente saliente de Brasil, Michel Temer, entrega la banda presidencial al nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en el Palacio de Planalto en Brasilia. Fotografía: AFP

El nuevo mandatario del país vecino recibió la banda presidencial: "Es urgente finalizar con la ideología que defiende criminales e incrimina policías".  

© Publicado el marte 01/01/2018 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El nuevo presidente de BrasilJair Bolsonaro, recibió en la Catedral Metropolitana de Brasilia la banda presidencial de parte de Michel Temer, que finalizó su mandato. Luego de su discurso en el Parlamento, el mandatario le habló a los presentes que se acercaron a ver la ceremonia y remarcó su promesa de terminar con el socialismo y con "la ideología que defiende criminales e incrimina policías".

Acompañado por su esposa Michelle, que también dio un discurso previo al de su marido en el que se expresó en lenguaje de señas, y el vicepresidente Hamilton Mourao, Bolsonaro manfiestó: "Este día es el día en el que el pueblo empezó liberarse del socialismo. Gracias a ustedes logramos un gobierno sin acuerdos ni politiquerías. Los intereses brasileños están en primer lugar. Los privilegios y las ventajas deben terminar".

Además, sobre el final de su discurso, dijo que la bandera de Brasil nunca va a ser roja (por el comunismo). "Sólo será roja si es necesario que nuestra sangre la mantenga verde y amarilla", sostuvo.


"Este momento no tiene precio, servir a la patria como jefe del Ejecutivo, eso solo es posible porque Dios preservó mi vida y ustedes creyeron en mí", inició el mandatario recordando el ataque en el que fue apuñalado mientras estaba en su campaña electoral.



En esa línea, volvió a destacar su promesa de combatir la inseguridad en Brasil: "Vamos a apoyar al que trabaja y produce. Nuestra preocupación es la seguridad con las personas de bien. Es urgente terminar con la ideología que defiende criminales e incrimna policías que llevó a Brasil a vivir el aumento de violencia del crimen organizado que destruye familias. Queremos asegurar el derecho de la propiedad y de legítima defensa".


"Estoy acá para comprometerme con el deseo de cambio. Vamos a hacer la transformación que el país necesita. Tenemos una gran nación a reconstruir", expresó, y además, destacó que fue electo "con la campaña más barata de la historia". Y finalmente cerró con su frase Brasil por encima de todos, Dios por encima de todos.


Por su parte, el presidente Mauricio Macri sigue desde sus vacaciones en Villa La Angostura la asunción de su par brasileño. En la ceremonia, el Gobierno está representado por el canciller, Jorge Faurie. Macri y Bolsonaro se verán las caras en Brasilia el próximo miércoles 16 de enero, cuando ambos concreten la primera reunión bilateral.

El líder del Partido Social Liberal (PSL) asumió formalmente al frente del Palacio del Planalto, tras haberse consagrado en el balotaje del pasado 28 de octubre frente al postulante del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad. 

Más tarde, se trasladarán junto al vicepresidente, Hamilton Mourao, hacia el Congreso para recibir formalmente la banda presidencial y pronunciar su primer discurso como mandatario brasileño: la jornada finalizará con la tradicional recepción en la sede de la Cancillería, a la que asistirán las delegaciones enviadas por los distintos países.



(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com 


domingo, 30 de septiembre de 2007

Curioso liberalismo autóctono... @dealgunamanera...


En la Argentina se suelen rechazar las ideas de buenos liberales como San Martín y Alberdi.



Los habitantes de nuestro país han sido robados, saqueados, se les ha hecho matar por miles. Se ha proclamado la igualdad y ha reinado la desigualdad más espantosa; se ha gritado libertad y ella sólo ha existido para un cierto número; se han dictado leyes y éstas sólo han protegido al poderoso. Para el pobre no hay leyes, ni justicia, ni derechos individuales, sino violencia y persecuciones injustas. Para los poderosos de este país, el pueblo ha estado siempre fuera de la ley".

El autor de este texto no es un activista ubicado en el extremo ideológico del panorama nacional. Fue un hombre moderado, un gran intelectual liberal, don Esteban Echeverría. El autor del Dogma Socialista, en esta carta que le escribía a su amigo Félix Frías en 1851, poco antes de morir, hacía un balance del período comprendido de Mayo a Rosas y daba cuenta con innegable dolor de la distancia que separaba al pensamiento liberal de la verdadera libertad de aquel pueblo que la Generación del 37 había idealizado y al que querían elevar a los niveles de "la Inglaterra o la Francia".

Unas décadas más tarde, quizás el teórico liberal más notable que dio nuestro país, Juan Bautista Alberdi, el autor del libro que sirvió de base para la redacción de nuestra Constitución Nacional, analizando los gobiernos liberales de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, escribía: "Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen. Ser libre, para ellos, no consiste en gobernarse a sí mismos sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo. El liberalismo como hábito de respetar el disentimiento de los otros es algo que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte" (1).

Ambos pensadores, quizás los exponentes más lúcidos del liberalismo criollo del siglo XIX, ponían el dedo en una llaga nunca cicatrizada: la dicotomía existente entre una práctica política conservadora y una proclamada ideología liberal que sólo se expresaba en algunos aspectos económicos.

Ni siquiera en todos, porque la crítica liberal que planteaba la no intervención estatal no funcionó nunca en nuestro país si se trataba de apoyar con fondos estatales la realización de obras públicas por contratistas privados cercanos al poder, o del salvataje de bancos privados como viene ocurriendo desde 1890 a la fecha.

Para los autodenominados "liberales argentinos" estas intervenciones estatales en la economía no eran ni son vistas como tales. Pero estuvieron y están prestos a calificar como "gasto público" a lo que los propios teóricos del Estado liberal denominan sus funciones específicas como la salud, la educación, la justicia y la seguridad y que son denominados, incluso por los autodenominados "organismos financieros internacionales", como "inversión social", porque el Estado recuperará cada peso invertido en una población sana y con capacidad laboral y tributaria.

Si el Estado no cumple con estas funciones básicas, decía John Locke (1632-1704) -uno de los padres fundadores del liberalismo- el pacto social entre gobernantes y gobernados se rompe y los ciudadanos tienen derecho a la rebelión.

Las revoluciones burguesas europeas, producidas entre 1789 y 1848, dieron lugar a un nuevo tipo de Estado que los historiadores denominan "liberal". La ideología que sustentaba estos regímenes es el denominado "liberalismo", que a mediados del siglo XIX presentaba un doble aspecto: político y económico.

El liberalismo político significaba teóricamente respeto a las libertades ciudadanas e individuales (libertad de expresión, asociación, reunión), existencia de una constitución inviolable que determinase los derechos y deberes de ciudadanos y gobernantes; separación de poderes para evitar cualquier tiranía; y el derecho al voto, muchas veces limitado a minorías.

Junto a este liberalismo político, el Estado burgués del siglo XIX estaba también asentado en el liberalismo económico: un conjunto de teorías y de prácticas al servicio de la alta burguesía y que, en gran medida, eran consecuencia de la Revolución Industrial.

Desde el punto de vista práctico, el liberalismo económico significó la no-intervención del Estado en las cuestiones sociales, financieras y empresariales.

A nivel técnico supuso un intento de explicar el fenómeno de la industrialización y sus más inmediatas consecuencias: el gran capitalismo y las penurias de las clases trabajadoras.

La alta burguesía europea veía con preocupación cómo alrededor de las ciudades industriales iba surgiendo una masa de trabajadores. Necesitaba, por lo tanto, una doctrina que explicase este hecho como inevitable y, en consecuencia, sirviese para tranquilizar su propia inquietud. Tal doctrina fue desarrollada por dos pensadores: el escocés Adam Smith (1723-1790) y el británico Thomas Malthus (1766-1834).

Smith pensaba que todo el sistema económico debía basarse en la ley de la oferta y la demanda. Para que un país prosperase, los gobiernos debían abstenerse de intervenir en el funcionamiento de esa ley "natural": los precios y los salarios se regularían por sí solos, sin intervención alguna del Estado y ello, entendía Smith, no podía ser de otra manera, por cuanto si se dejaba una absoluta libertad económica, cada hombre, al actuar buscando su propio beneficio, provocaría el enriquecimiento de la sociedad en su conjunto, algo así como la tan meneada y falsa teoría del derrame.

Malthus partía del supuesto de que la población crecía mucho más rápido que la generación de riquezas y alimentos. Pensaba que la solución estaba en el control de la natalidad de los sectores populares y en dejarlos abandonados a su suerte para la naturaleza.

Tanto Malthus como Smith piden la inhibición de los gobernantes en cuestiones sociales y económicas. Sus consejos fueron muy escuchados y practicados por estos lares.

La trayectoria del autodenominado "liberalismo argentino" ha sido por demás sinuosa pero coherente. El credo liberal no les ha impedido a algunos formar parte de todos los gabinetes de los gobiernos de facto de la historia argentina. Han tolerado y en muchos casos justificado y usufructuado de la represión de la última dictadura militar para seguir haciendo negocios sin ser molestados.

Quizás ya sea hora de que relean al más notable liberal en serio que pisó el suelo argentino, José de San Martín, quien escribió en el Código de honor del Ejército de los Andes: "La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares. La Patria no es abrigadora de crímenes".

1. Juan Bautista Alberdi, "Escritos póstumos", Tomo X, Buenos Aires, Editorial Cruz, 1890


© Felipe Pigna.
 Historiador