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domingo, 12 de octubre de 2025

Los costos del «salvavidas»... @dealgunamanera...

Los costos del «salvavidas»

El Gobierno argentino, representado por su equipo económico, aceptó esta semana en Washington decisiones relevantes sobre el futuro del país, en perfecta sintonía con su par de la Casa Blanca, el secretario del Tesoro, Scott Bessent.

© Escrito por Carlos Heller, Dirigente Cooperativista, el sábado 11/10/2025 y publicado por la Revista Acción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

El plan de «ayuda» acordado se justificó por razones relevantes, explicitó Bessent. «El éxito de la agenda de reformas de Argentina –afirmó– es de importancia sistémica. Y una Argentina fuerte y estable que ayude a anclar un hemisferio occidental próspero es de interés estratégico para Estados Unidos».

 

Adicionalmente, para despejar dudas de «los mercados», aportó lo suyo la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva. La Argentina, dijo en una conferencia, «está llevando adelante un programa de ajuste muy drástico. El éxito va a depender de lograr que la gente acompañe».

En esa expectativa, Georgieva no dudó en sugerir el camino a profundizar, al tiempo que les dijo a los funcionarios de La Libertad Avanza que encaran una tarea de valientes. «En mi parte del mundo, en Europa Central y del Este, tuvimos ejemplos de líderes valientes que hicieron cosas muy difíciles, recortaron pensiones y salarios en un 40% o 50%, y fueron reelegidos. ¿Por qué? Porque lograron que la gente los acompañara».

 

Un punto a destacar de Georgieva fue que advirtió que la reducción del déficit no puede basarse solo en el ajuste del gasto, sino que también se requieren políticas que expandan la actividad y, por consiguiente, la recaudación de impuestos. Escenario que para nada refleja la realidad actual de la Argentina, con su economía estancada, un sector productivo abandonado a su suerte y sometido a la apertura importadora, el achicamiento del mercado interno y desajustes financieros que se expresan en tasas de interés altas y volátiles y un tipo de cambio que genera desconfianzas. 

 

La titular del FMI insistió: «El paso más importante y el más difícil –dijo– es involucrar a la gente. Hacer que comprenda que el creciente déficit y el mayor gasto público no necesariamente les benefician». Y reconoció que «todavía no hemos descubierto cómo involucrar a la gente con nosotros en situaciones que son difíciles».

 

Ciertamente, la coyuntura es tanto o más difícil que la atravesada en la década de los 90, cuando sostuve algo hoy plenamente vigente: «El límite al ajuste radica en la capacidad de resistencia de los ajustados».

 

Urgencias.

Lo que se vivió en los últimos días en la Argentina fue preocupante, si se toma como referencia la sustancial venta de dólares de las reservas por parte del Gobierno, para mantener su esquema de bandas.

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La sangría duró hasta que Bessent confirmó, mediante un posteo, que «hoy compramos directamente pesos argentinos». Otra forma de decir que el Gobierno de EE.UU. vendió dólares en el mercado cambiario nacional para sostener las cotizaciones. Lo cual, aunque se lo quiera mostrar como una operación normal, fue una inaceptable intromisión en el mercado de cambios argentino.

 

Bessent anunció asimismo que «hemos finalizado un marco de swap de divisas de 20.000 millones de dólares con el Banco Central de Argentina». Y por si hicieran falta más señales, sostuvo que el Tesoro de EE.UU. «está preparado para tomar medidas excepcionales para proporcionar estabilidad a los mercados».

 

Cabe resaltar el agudo comentario del estadounidense Paul Krugman, premio Nobel de Economía, publicado en el New York Times. Señaló allí que el intercambio de monedas de Bessent «no solo fue un intento de rescatar a la versión argentina de Elon Musk, sino también a sus colegas de los fondos de cobertura». 

 

Por su parte, una de las principales referentes del partido Demócrata, Elizabeth Warren, expresó: «Trump cerró nuestro Gobierno. Pero está abierto a desembolsar US$ 20.000 millones para su aliado político en la Argentina. Tenemos un nuevo proyecto de ley para detener este rescate y poner a “Estados Unidos primero”».

 

A esta altura cabe preguntarse: ¿hasta dónde llegarán las concesiones no manifestadas aún, que el Gobierno argentino se comprometió a hacer? ¿Cuánto habrá que pagar, no solo en intereses por los fondos recibidos, sino en términos estratégicos? ¿Cuánta soberanía se resignará?

 

Al momento de pagar por los favores obtenidos, difícilmente la mayor parte de la población se vea beneficiada por reformas como la impositiva y la laboral, que en última instancia propician un cambio de precios relativos en contra del salario y recorte de sus derechos.

 

Límites.

El oficialismo, en tanto, trabaja en dos sentidos para mantener neutralizado al Parlamento. Junto con la apuesta al mejor resultado posible en las elecciones, se busca recomponer la relación con algunos gobernadores y con determinados espacios políticos.

 

Son preocupantes, en este sentido, las versiones que hablan de «un acuerdo para trabajar juntos» después del 26 de octubre, publicadas en la prensa tras el último encuentro entre Javier Milei y Mauricio Macri.

A su vez, los gobernadores «dialoguistas» dejan trascender que después de los comicios volverían a acordar a espaldas de la voluntad popular.

 

El Gobierno, por lo pronto, tratará de garantizarse el tercio de legisladores necesario para continuar su cadena de decretos de necesidad y urgencia y de vetos a leyes sancionadas por el Congreso.

 

En la sesión del miércoles pasado en Diputados se alcanzó el quorum para tratar la ley que limita el uso de los DNU, y se lograron las mayorías para la aprobación en general. No obstante, el proyecto volvió al Senado, debido al rechazo del artículo 3, que establecía un plazo de 90 días para que el Congreso deba tratar los decretos.

 

El Gobierno ganó tiempo hasta después de las elecciones, pero sobre todo morigeró una derrota política, al prorrogar momentáneamente el instrumento que utilizó todo este tiempo (los DNU) para avanzar con su programa de ajuste, endeudamiento y reformas, de espaldas a la opinión del Parlamento.

 

El voto de parte de la «oposición amigable» resultó crucial para que el proyecto volviese a la Cámara de origen. Lo ocurrido pone de manifiesto la importancia de votar en octubre a sabiendas de lo que está en juego.




lunes, 12 de septiembre de 2016

José Ortega y Gasset sabía de inflación… @dealgunamanera...

José Ortega y Gasset sabía de inflación…


Entre las frases sobre nuestro país dichas por o atribuidas al pensador español José Ortega y Gasset en una de sus visitas, hace casi un siglo, hay una premonitoria y contundente: “La Argentina es un país con un gran futuro. Y lo seguirá siendo”, habría dicho, y dejó a más de uno sin saber si tenía que agradecerle.

© Escrito por Carlos De Simone el domingo 11/09/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Cuando el diario Perfil en su actual versión llegaba por primera vez a los quioscos, hace 11 años, el gobierno de entonces, a cargo de Néstor Kirchner, disponía elevar la jubilación mínima a $ 390. Era una buena noticia para los jubilados, que con esa suma lograrían acceder apenas a la mitad de la canasta básica, que rondaba los $ 800. Desde entonces hasta hoy desaparecieron las AFJP y pasó todo lo que sabemos que pasó, hasta llegar a esta primavera de 2016. Aquel mismo jubilado que sigue cobrando el haber mínimo, como en 2005, hoy tiene la edición del undécimo aniversario de Perfil en sus manos y $ 5.600 mensuales de jubilación en sus bolsillos, con los que logra acceder apenas a la mitad de la canasta básica, calculada en unos $ 11.300.

No es necesario convocar a Paul Krugman para ver que tanto la canasta básica como la jubilación mínima se actualizaron en estos 11 años más de un 1.300%, y que la cifra no habla de otra cosa que de la inflación que supimos conseguir. El jubilado está en el mismo lugar, e igual de lejos de la góndola del súper.

La información de este septiembre también menciona que por estos días se conocerá el nuevo proyecto para la recuperación del Riachuelo, y reproduce declaraciones de los actuales directivos de la entidad creada para el saneamiento, en las que se asegura que hoy “está peor que hace un siglo”. Veinticinco años atrás, la dupla Menem-Alsogaray prometió que en mil días los porteños se tirarían a nadar en él, pero María Julia se reveló fiel a Heráclito: no sólo no nos bañaremos en ese mismo río, sino que ahora calculan que llevará cuarenta años limpiarlo.

Las referencias son apenas dos botones de muestra, tan arbitrarios como representativos. Se podría elegir otros ejemplos de distintas fechas para comparar, sean años o décadas, y seguramente aparecerían las clases con peligro de no comenzar por el conflicto salarial docente, los hospitales con carencia de insumos vitales, o reclamos por la inseguridad. Tampoco faltaría quien sume datos positivos que contrapesen en el otro plato de la balanza. En tren de comparar aniversarios, el país de hoy no es el mismo que el de septiembre de 1930, y no es poca cosa.

No se trata de abonar al pesimismo nacional en el afán de destacarse. No somos los peores del mundo ni estamos condenados al éxito, y el destino y la grandeza que –se dice– éste nos tiene reservada están por verse.

Está claro que no se avanza sólo mirando el espejo retrovisor (tampoco ignorándolo) y que el pasado no explica el futuro, pero aun sin echar mano del rigor de las estadísticas existe en el inconsciente colectivo la ligera certeza de que las coyunturas se repiten demasiado y que, con matices, vivimos en un país que es más o menos siempre el mismo.

Para que Ortega y Gasset deje de tener razón al menos en eso, no estaría mal en algún momento probar qué pasa si dejamos de señalar a la piedra como la culpable de nuestros reiterados tropiezos.