El plan de «ayuda» acordado se justificó por razones relevantes, explicitó Bessent. «El éxito de la agenda de reformas de Argentina –afirmó– es de importancia sistémica. Y una Argentina fuerte y estable que ayude a anclar un hemisferio occidental próspero es de interés estratégico para Estados Unidos».
Adicionalmente, para despejar dudas de «los
mercados», aportó lo suyo la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI),
Kristalina Georgieva. La Argentina, dijo en una conferencia, «está llevando
adelante un programa de ajuste muy drástico. El éxito va a depender de lograr
que la gente acompañe».
En esa expectativa, Georgieva no dudó en
sugerir el camino a profundizar, al tiempo que les dijo a los funcionarios de
La Libertad Avanza que encaran una tarea de valientes. «En mi parte del mundo,
en Europa Central y del Este, tuvimos ejemplos de líderes valientes que
hicieron cosas muy difíciles, recortaron pensiones y salarios en un 40% o 50%,
y fueron reelegidos. ¿Por qué? Porque lograron que la gente los acompañara».
Un punto a destacar de Georgieva fue que
advirtió que la reducción del déficit no puede basarse solo en el ajuste del
gasto, sino que también se requieren políticas que expandan la actividad y, por
consiguiente, la recaudación de impuestos. Escenario que para nada refleja la
realidad actual de la Argentina, con su economía estancada, un sector
productivo abandonado a su suerte y sometido a la apertura importadora, el
achicamiento del mercado interno y desajustes financieros que se expresan en
tasas de interés altas y volátiles y un tipo de cambio que genera
desconfianzas.
La titular del FMI insistió: «El paso más
importante y el más difícil –dijo– es involucrar a la gente. Hacer que
comprenda que el creciente déficit y el mayor gasto público no necesariamente
les benefician». Y reconoció que «todavía no hemos descubierto cómo involucrar
a la gente con nosotros en situaciones que son difíciles».
Ciertamente, la coyuntura es tanto o más
difícil que la atravesada en la década de los 90, cuando sostuve algo hoy
plenamente vigente: «El límite al ajuste radica en la capacidad de resistencia
de los ajustados».
Urgencias.
Lo que se vivió en los últimos días en la Argentina
fue preocupante, si se toma como referencia la sustancial venta de dólares de
las reservas por parte del Gobierno, para mantener su esquema de bandas.
La sangría duró hasta que Bessent confirmó,
mediante un posteo, que «hoy compramos directamente pesos argentinos». Otra
forma de decir que el Gobierno de EE.UU. vendió dólares en el mercado cambiario
nacional para sostener las cotizaciones. Lo cual, aunque se lo quiera mostrar
como una operación normal, fue una inaceptable intromisión en el mercado de
cambios argentino.
Bessent anunció asimismo que «hemos finalizado
un marco de swap de divisas de 20.000 millones de dólares con el Banco Central
de Argentina». Y por si hicieran falta más señales, sostuvo que el Tesoro de
EE.UU. «está preparado para tomar medidas excepcionales para proporcionar
estabilidad a los mercados».
Cabe resaltar el agudo comentario del
estadounidense Paul Krugman, premio Nobel de Economía, publicado en el New York
Times. Señaló allí que el intercambio de monedas de Bessent «no solo fue un
intento de rescatar a la versión argentina de Elon Musk, sino también a sus
colegas de los fondos de cobertura».
Por su parte, una de las principales referentes
del partido Demócrata, Elizabeth Warren, expresó: «Trump cerró nuestro
Gobierno. Pero está abierto a desembolsar US$ 20.000 millones para su aliado
político en la Argentina. Tenemos un nuevo proyecto de ley para detener este
rescate y poner a “Estados Unidos primero”».
A esta altura cabe preguntarse: ¿hasta dónde
llegarán las concesiones no manifestadas aún, que el Gobierno argentino se
comprometió a hacer? ¿Cuánto habrá que pagar, no solo en intereses por los
fondos recibidos, sino en términos estratégicos? ¿Cuánta soberanía se
resignará?
Al momento de pagar por los favores obtenidos,
difícilmente la mayor parte de la población se vea beneficiada por reformas
como la impositiva y la laboral, que en última instancia propician un cambio de
precios relativos en contra del salario y recorte de sus derechos.
Límites.
El oficialismo, en tanto, trabaja en dos
sentidos para mantener neutralizado al Parlamento. Junto con la apuesta al
mejor resultado posible en las elecciones, se busca recomponer la relación con
algunos gobernadores y con determinados espacios políticos.
Son preocupantes, en este sentido, las
versiones que hablan de «un acuerdo para trabajar juntos» después del 26 de
octubre, publicadas en la prensa tras el último encuentro entre Javier Milei y
Mauricio Macri.
A su vez, los gobernadores «dialoguistas» dejan
trascender que después de los comicios volverían a acordar a espaldas de la
voluntad popular.
El Gobierno, por lo pronto, tratará de
garantizarse el tercio de legisladores necesario para continuar su cadena de
decretos de necesidad y urgencia y de vetos a leyes sancionadas por el
Congreso.
En la sesión del miércoles pasado en Diputados
se alcanzó el quorum para tratar la ley que limita el uso de los DNU, y se
lograron las mayorías para la aprobación en general. No obstante, el proyecto
volvió al Senado, debido al rechazo del artículo 3, que establecía un plazo de
90 días para que el Congreso deba tratar los decretos.
El Gobierno ganó tiempo hasta después de las
elecciones, pero sobre todo morigeró una derrota política, al prorrogar
momentáneamente el instrumento que utilizó todo este tiempo (los DNU) para
avanzar con su programa de ajuste, endeudamiento y reformas, de espaldas a la
opinión del Parlamento.
El voto de parte de la «oposición amigable»
resultó crucial para que el proyecto volviese a la Cámara de origen. Lo
ocurrido pone de manifiesto la importancia de votar en octubre a sabiendas de
lo que está en juego.











