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domingo, 21 de mayo de 2017

Brasil. Miedo al contagio... @dealgunamanera...

Miedo al contagio...

Brasil. Dibujo: Pablo Temes

Casos como el de Temer llevan a comparar los tiempos de reacción de la Justicia de cada país.

Cuando Brasil se resfría, la Argentina se pesca una neumonía”, reza la frase que grafica la importancia que la economía brasileña tiene sobre la de nuestro país. De ahí la preocupación que la grave crisis política que se ha generado alrededor del gobierno del presidente Michel Temer produce en la Casa Rosada. Tanto es el impacto que, en medio de su gira por Arabia Saudita, China y Japón, Mauricio Macri debió hablar del tema. Poco había para decir y lo poco que había se resumía en la palabra preocupación. A estas horas, nadie sabe a ciencia cierta cuál será la suerte de Temer y de su gobierno. De una cosa hay certeza: políticamente está terminado.

Junto con el impacto económico, es importante subrayar algunos aspectos de la crisis brasileña que son de alta significación para la vida política institucional de la Argentina. Uno de ellos tiene que ver con el financiamiento de las campañas políticas. En el caso particular del frigorífico JBS (Josley Batista Sobrinho), Josley Batista, uno de los que se acogen a la figura de la delación –que es la análoga del arrepentido–, señala en su confesión que les financió la campaña a unos 179 diputados. Esos diputados pertenecían a diferentes partidos. En el fragmento que se conoció el viernes, no sólo se lo complicó al actual gobierno, sino también a Dilma Roussef y a Luis Inacio “Lula” da Silva, a cuyas campañas aportó un total de 150 millones de dólares. El hecho tiene implicancias judiciales y políticas. Las judiciales tienen que ver con las penas que caerían sobre ambos de ser condenados en un juicio; las políticas están vinculadas con las aspiraciones de Lula de ser candidato en las próximas elecciones presidenciales.

El otro elemento para el análisis es el comportamiento de los jueces honestos que tanto allí como aquí hay. Lo notable es la resolución y la independencia, tanto del Poder Ejecutivo como del Poder Legislativo, que han mostrado esos jueces y fiscales. El allanamiento al despacho que le corresponde al senador Aecio Neves en el Congreso fue un hecho impactante, demostrativo de esa independencia. Tan impactante como eso ha sido la determinación del juez de llevar adelante la investigación y sus correspondientes actuaciones en tiempo real, es decir, en el tiempo en que el funcionario bajo sospecha está en el ejercicio pleno de su cargo. La grabación de la conversación entre Batista y Temer –que desató el escándalo– fue acordada y preparada bajo supervisión judicial.

Si comparamos esta dinámica con lo que ocurre en nuestro país, surgen diferencias abismales. Tomemos dos ejemplos: cuando por el caso Ciccone, denunciado en 2012 en el programa radial de Jorge Lanata, el fiscal federal Carlos Rívolo decidió allanar el departamento que Alejandro Vanderbroele le alquilaba al entonces vicepresidente Amado Boudou, debió hacer un enorme esfuerzo para torcer la voluntad del juez Daniel Rafecas, quien se negaba obstinadamente a concederle esa autorización. Luego se supo el porqué: el juez era amigo del abogado de Boudou. De eso han pasado cinco años y aún no se sabe la fecha del juicio. El otro ejemplo lo representa en estos días el caso de María Julia Alsogaray, que va a juicio por irregularidades denunciadas durante su gestión como interventora de la ex Entel entre 1989 y 1990, es decir, ¡hace 28 años! Una Justicia que actúa con tamaña lentitud no sólo no sirve para combatir la corrupción, sino que la fomenta. 

Además de estos aspectos y de los potenciales efectos negativos sobre la economía argentina que tienen estos hechos, están los propios, vinculados con las sospechas de actos de corrupción que involucran a los negocios que tanto Odebrecht como JBS tienen aquí. Hay que recordar que Odebrecht reconoció haber pagado en la Argentina coimas por valor de 35 millones de dólares. Esto lo hizo por medio de un acuerdo con la Justicia de Brasil, de Suiza y de los Estados Unidos. Estos sobornos tienen que ver con el desarrollo de tres obras públicas: un gasoducto en el norte; una obra en el Paraná de las Palmas y el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento

En relación con esta obra, vale la pena repasar la cronología de las 22 reuniones entre ejecutivos de Odebrecht y los funcionarios del kirchnerato:

Entre 2006 y 2008 con alta frecuencia entre ejecutivos y el ex coordinador de Planificación y hombre de confianza de De Vido, Roberto Baratta.

En febrero de 2006 Néstor Kirchner anunció por primera vez el soterramiento del Sarmiento y en junio presidió el acto de licitación.

En agosto de 2006 se abrieron los pliegos de la licitación.

En enero de 2008 Cristina Fernández de Kirchner encabezó el acto de anuncio de obras para el trayecto Caballito-Moreno del soterramiento que se adjudicó a Odebrecht, Iecsa (Calcaterra), Comsa y Ghella.

En noviembre de 2010 Julio De Vido, ex ministro de Planificación, reconoció una demora por falta de financiación.

En septiembre de 2011 el gobierno consiguió una pequeña financiación por medio de un fideicomiso para mostrar avances luego del accidente ferroviario de la estación Flores entre dos formaciones y un colectivo. 
Anunciaron el arribo de la tuneladora al país. Juan Pablo Schiavi, ex secretario de Transporte, dijo: “En 44 meses estará terminada la obra”.

El 17 de julio de 2013 el Consejo de Ministros del gobierno de Brasil aprobó el otorgamiento de US$ 1.500 millones para la obra. Los fondos serían del BNDES, Banco Nacional de Desenvolvimiento Económico y Social, que ya estaba involucrado en el Lava Jato. Cinco días después del anuncio, Marcelo Odebrecht pide una reunión con Cristina Fernández de Kirchner.

El 31 de julio de 2013 a las 19.15, reunión entre Marcelo Odebrecht y Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada.

El 31 de agosto de 2013, reunión entre Julio De Vido, Cristina Kirchner y funcionarios de Odebrecht.

En agosto de 2013 se crea la Unidad Ejecutora de la Obra Soterramiento del Corredor Ferroviario Caballito-Moreno como unidad dependiente de la Secretaría de Obras Públicas.

En mayo de 2014, última reunión; participó Axel Kicillof y Flavio Farías, gerente local de Odebrecht.

A partir del 1° de junio se perderán el sigilo y la confidencialidad de las delaciones que Marcelo Odebrecht hizo en diciembre pasado. Vencen, ya que había un tiempo de seis meses para generar acuerdos. Por lo tanto, los nombres de los involucrados en los casos de coimas podrían salir a la luz en la Argentina. La empresa llegó a varios acuerdos con distintos países, pero en el nuestro no pudo, ya que hubo mucho lobby en contra tanto de políticos como de empresarios. 

“Nadie piensa donde todos lucran; nadie sueña donde todos tragan.” (José Ingenieros)

Producción periodística: Santiago Serra con la contribución de Lucía Lopreiato. 


lunes, 12 de septiembre de 2016

José Ortega y Gasset sabía de inflación… @dealgunamanera...

José Ortega y Gasset sabía de inflación…


Entre las frases sobre nuestro país dichas por o atribuidas al pensador español José Ortega y Gasset en una de sus visitas, hace casi un siglo, hay una premonitoria y contundente: “La Argentina es un país con un gran futuro. Y lo seguirá siendo”, habría dicho, y dejó a más de uno sin saber si tenía que agradecerle.

© Escrito por Carlos De Simone el domingo 11/09/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Cuando el diario Perfil en su actual versión llegaba por primera vez a los quioscos, hace 11 años, el gobierno de entonces, a cargo de Néstor Kirchner, disponía elevar la jubilación mínima a $ 390. Era una buena noticia para los jubilados, que con esa suma lograrían acceder apenas a la mitad de la canasta básica, que rondaba los $ 800. Desde entonces hasta hoy desaparecieron las AFJP y pasó todo lo que sabemos que pasó, hasta llegar a esta primavera de 2016. Aquel mismo jubilado que sigue cobrando el haber mínimo, como en 2005, hoy tiene la edición del undécimo aniversario de Perfil en sus manos y $ 5.600 mensuales de jubilación en sus bolsillos, con los que logra acceder apenas a la mitad de la canasta básica, calculada en unos $ 11.300.

No es necesario convocar a Paul Krugman para ver que tanto la canasta básica como la jubilación mínima se actualizaron en estos 11 años más de un 1.300%, y que la cifra no habla de otra cosa que de la inflación que supimos conseguir. El jubilado está en el mismo lugar, e igual de lejos de la góndola del súper.

La información de este septiembre también menciona que por estos días se conocerá el nuevo proyecto para la recuperación del Riachuelo, y reproduce declaraciones de los actuales directivos de la entidad creada para el saneamiento, en las que se asegura que hoy “está peor que hace un siglo”. Veinticinco años atrás, la dupla Menem-Alsogaray prometió que en mil días los porteños se tirarían a nadar en él, pero María Julia se reveló fiel a Heráclito: no sólo no nos bañaremos en ese mismo río, sino que ahora calculan que llevará cuarenta años limpiarlo.

Las referencias son apenas dos botones de muestra, tan arbitrarios como representativos. Se podría elegir otros ejemplos de distintas fechas para comparar, sean años o décadas, y seguramente aparecerían las clases con peligro de no comenzar por el conflicto salarial docente, los hospitales con carencia de insumos vitales, o reclamos por la inseguridad. Tampoco faltaría quien sume datos positivos que contrapesen en el otro plato de la balanza. En tren de comparar aniversarios, el país de hoy no es el mismo que el de septiembre de 1930, y no es poca cosa.

No se trata de abonar al pesimismo nacional en el afán de destacarse. No somos los peores del mundo ni estamos condenados al éxito, y el destino y la grandeza que –se dice– éste nos tiene reservada están por verse.

Está claro que no se avanza sólo mirando el espejo retrovisor (tampoco ignorándolo) y que el pasado no explica el futuro, pero aun sin echar mano del rigor de las estadísticas existe en el inconsciente colectivo la ligera certeza de que las coyunturas se repiten demasiado y que, con matices, vivimos en un país que es más o menos siempre el mismo.

Para que Ortega y Gasset deje de tener razón al menos en eso, no estaría mal en algún momento probar qué pasa si dejamos de señalar a la piedra como la culpable de nuestros reiterados tropiezos.


sábado, 24 de mayo de 2014

La aventura de Amadito se acerca a su fin… De Alguna Manera...


La aventura de Amadito se acerca a su fin…

El vicepresidente se convirtió en la cara de la corrupción K en el fin del ciclo. Cada vez la tiene más complicada.

Máximo y su tropa de La Cámpora le bajaron el pulgar y el vice vivió otra semana negra.

Pobre Amado Boudou. Cristina lo hizo vicepresidente porque, para extrañeza de sus incondicionales, le parecía simpático. Por razones no muy claras, creía que el roquero que, como un ángel del infierno yanqui vestido de cuero negro lustroso, quemaba kilómetros a bordo de una Harley Davidson atronadora, sería el hombre indicado para enfervorizar a adolescentes hartos de los personajes grises que pululaban a su alrededor.

Boudou, que con toda seguridad tomo la decisión presidencial por evidencia de que aprobaba su conducta, no pensó en modificarla. En vez de conformarse con lo ya conseguido, fue por más.

Al elegir a Boudou para guardar sus espaldas y fingir ser presidente durante sus ausencias esporádicas, Cristina cometió un error que no puede sino lamentar. Pronto se enteraría de que ni siquiera la legión de jóvenes reclutados para garantizarle la eternidad quería al neoliberal metamorfoseado en kirchnerista exuberante. Máximo y su tropa de La Cámpora le bajaron el pulgar.

Acertaban: para desconcierto de los fieles y, hay que suponerlo, de la mismísima Cristina, Boudou, el vicepresidente más votado de la historia del país, se las arregló para desplazar a Ricardo Jaime de su lugar como el emblemático número uno del elenco gubernamental. Tal y como están las cosas, al vice le espera un porvenir muy pero muy ingrato.

Amado está en apuros desde que la gente comenzó a preguntarse si la Presidenta estaba por “soltarle la mano”, pero su protectora es reacia a hacerlo por varios motivos. Uno es que no le gustaría confesar que cometió un error apenas comprensible al elegirlo para ser su compañero de fórmula sin prestar atención a las advertencias de miembros de su pequeño entorno familiar.

Otro es que le gustaría aún menos entregar la cabeza del ex favorito a los talibanes opositores que, luego de felicitarse por el triunfo, vendrían por la suya. Así y todo, por si acaso Cristina está preparándose anímicamente para tal eventualidad, de ahí la decisión de remplazar a la tucumana Beatriz Rojkés de Alperovich por el ex gobernador santiagueño Gerardo Zamora, un radical de ADN kirchnerista, como segundo en la línea de sucesión presidencial. Desde su punto de vista, es mejor que un radical encabece la cola de lo que sería tener que preocuparse por la proximidad al trono de un senador peronista.

Además de la hostilidad de muchos kirchneristas que ven en él un aventurero oportunista que, con malas artes, se las ingenió para engatusar a Cristina, una señora que, según parece, toma en cuenta los méritos estéticos de sus colaboradores principales, Amado tiene en contra el clima político. Como siempre sucede al acercarse a la puerta de salida el “gobierno más corrupto de la historia” de turno, se ha iniciado la temporada de caza.

Opositores de todos los pelajes, abogados, jueces y otros sienten que ha llegado la hora de tomar en serio asuntos que hasta hace poco les parecían anecdóticos. La anticuada maquinaría judicial está funcionando con mayor rapidez que antes. Causas, entre ellas las que involucran a Amado, que en otro momento se hubieran tramitado con lentitud exasperante, avanzan a una velocidad inacostumbrada. Si tienen suerte, algunos juristas se erigirán en héroes cívicos.

Al negarse la Corte de Casación porteña a sobreseerlo en el caso de la imprenta Ciccone, Amado quedó a un paso de ser llamado a indagatoria por el juez federal Ariel Lijo. ¿Bastaría como para ahorrarle tamaña humillación su condición de vicepresidente? Parecería que no, aunque, como siempre ocurre cuando de un tema legal se trata, las opiniones de los constitucionalistas están divididas.

Asimismo, si bien es factible que la Corte Suprema opte por ayudarlo por razones institucionales, dando a entender sus integrantes que a su juicio no le convendría en absoluto al país que el vicepresidente marchara preso, los especialistas en la materia no creen que estaría dispuesta a arriesgarse defendiendo a un personaje tan polémico.

Mientras tanto, distintos líderes opositores están esforzándose por convencer a los demás, comenzando con aquellos kirchneristas que están alejándose subrepticiamente de un proyecto sin un futuro claro, de que por ser insostenible la posición en que Boudou se encuentra le corresponde pedir licencia.

Según los más caritativos, sería de su interés abandonar por un rato su trabajo vicepresidencial para concentrarse en eliminar todos aquellos malentendidos maliciosos –entre ellos, el ocasionado por la huida de un testigo que dice temer por su vida–, de los que es víctima y, una vez terminada la tarea así supuesta, volver al Gobierno con su honra a salvo.

¿Es lo que realmente piensan? Es probable que no; como Boudou, sabrán muy bien que si se dejara conmover por quienes insinúan que sería astuto de su parte pedir licencia, sus compañeros no le permitirían regresar. Para ellos, su mera presencia en el Gobierno es fruto de uno de los caprichos menos explicables de Cristina; lo que quieren es que se borre, que se vaya para siempre.

A juzgar por las encuestas de opinión, para la mayoría Boudou resume en su persona una proporción notable de los vicios que son considerados típicos de las zonas menos salubres del submundo político nacional. Adelantándose a la Justicia, muchos dan por descontado que es un mentiroso serial, un traficante de influencias resuelto a enriquecerse en tiempo récord con la ayuda de testaferros de trayectoria dudosa.

Puede que exageren, que de no haber sido por su forma desfachatada, menemista, de actuar en público, a pocos les hubieran molestado sus presuntas actividades ilícitas; al fin y al cabo, la forma heterodoxa en la que Néstor Kirchner agregó más dólares a su patrimonio ya abultado no lo perjudicó a ojos de quienes siguen creyéndolo un auténtico prócer. Parecería que ser un peronista nato aún acarrea privilegios con los que compañeros de ruta de procedencia liberal, como María Julia Alsogaray y Boudou, solo pueden soñar.

A aquellos kirchneristas progres que imaginan que Cristina encabeza una especie de revolución popular, la saga protagonizada por el vice plantea un problema que en buena lógica debería atormentarlos. ¿Cómo incorporar las peripecias novelescas de un hombre tan distinto de los demás compañeros al “relato” épico? No les es del todo sencillo.

Para los demás, lo que ha sucedido es más preocupante de lo que supondrán los que, a pesar de todos los reveses, se aferran a la convicción de que el matrimonio patagónico procuraba hacer algo positivo para el país. Tendrán que preguntarse: ¿cómo fue posible que Boudou lograra trepar hasta la cima del poder, a un latido nada más de la presidencia de la Nación, con la aquiescencia complaciente del movimiento mayoritario y del 54 por ciento del electorado? La respuesta dista de ser reconfortante: porque así lo quiso una sola persona, Cristina, la dueña absoluta del destino nacional.

Criticar a la Presidenta por una decisión que resultó ser cómicamente arbitraria sería fácil si el sistema político fuera monárquico porque en tal caso todo dependería de la voluntad del jefe supremo, pero en teoría la Argentina es una república en la que el poder del mandatario es limitado por la Constitución. En realidad, claro está, las instituciones no funcionan porque, mientras se da la sensación de que la economía anda bien, a la mayoría no le interesan los detalles. Es solo cuando los problemas comienzan a multiplicarse que la opinión pública cambia de manera drástica.

De repente, millones de personas se manifiestan horrorizadas por la corrupción que durante años habían consentido. Y, por enésima vez, se difunde la esperanza, entre quienes se preocupan por tales cosas, de que el país esté en vísperas de un renacimiento moral, que nunca más habrá presidentes que actúen como autócratas. Tales etapas suelen ser agradables, pero para que brinden resultados concretos sería necesario que más políticos, muchos más, recuperaran el amor propio. Si la “década ganada” nos ha enseñado algo, esto es que una democracia no puede funcionar con una clase política dominada por obsecuentes serviles.

Un día, la Presidenta tendrá que rendir cuentas ante la Justicia a menos que la facción más poderosa de la clase política decida amnistiarla. Podría argüirse, pues, que Boudou y Cristina son víctimas de las circunstancias. Por ser la Argentina un país de cultura caudillista, de instituciones débiles y un sistema judicial maleable, los políticos pasajeramente exitosos se ven rodeados de tentaciones que para muchos son irresistibles.

Suelen creerse impunes, blindados contra cualquier adversidad concebible por sus fueros y por la complicidad de otros que, de tener la oportunidad, no vacilarían en emularlos. Corren riesgos que, de reflexionar un poquito, les parecerían excesivos, pero daría la impresión que son congénitamente incapaces de aprender de la experiencia triste de sus antecesores que, por lo común, atribuyen a sus presuntos errores ideológicos.

Para Cristina y sus incondicionales, el pecado más ignominioso de los menemistas no fue robar sino apostar al “neoliberalismo”. Puesto que a diferencia de quienes ganaron la década de los noventa del siglo pasado, ellos eran nacionales y populares, suponían que no tendrían por qué preocuparse.

© Escrito por Jaime Neilson el Viernes 23/05/2014 y publicado en la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

martes, 1 de enero de 2013

María Julia & Felisa... De Alguna Manera...


Después todos son críticos…

LAS DOS CONDENADAS del menemismo y del kirchnerismo, María Julia Alsogaray y Felisa Miceli, lo fueron por notas, una en la revista Noticias y otra en el diario PERFIL.

Somos la repetición, decía Kierkegaard. En la repetición emerge lo real, lo verdadero, lo permanente. Esto vale tanto para las personas como para los medios. Y explica por qué otra vez la única condena por sospechas de corrupción a un funcionario de un gobierno longevo se produce a causa de una nota periodística originada en una publicación de Editorial Perfil: María Julia Alsogaray, por la denuncia de la revista Noticias en 1993, y Felisa Miceli, por la denuncia del diario PERFIL en 2007.

Los años 1993 y 2007 tienen en común que encontraban a los dos gobiernos, el de Menem y el de Kirchner, en su apogeo de popularidad, y los medios reflejaban ese romance entre el político y su sociedad prácticamente no publicando noticias negativas sobre ellos. Resulta cómico ver hoy cómo los diarios de 2007 minimizaron y ningunearon la noticia sobre la aparición de la bolsa con dinero en la oficina de Miceli cuando era ministra de Economía, y el contraste con la actual difusión que se dio a su condena. ¿No hubo medios hegemónicos los primeros años del kirchnerismo?

Lo mismo se repite en el caso de 1a denuncia de enriquecimiento ilícito de María Julia Alsogaray en 1993: salvo por aquel Página/12 de Lanata, ningún diario se hacía eco de las investigaciones que publicaba la revista Noticias, pero sí le dieron mucha difusión a la condena que recibió cuando ya el menemismo estaba totalmente desprestigiado. Lanata es otro caso de repetición en la temprana y sostenida crítica tanto al gobierno de Menem como a los de los Kirchner, justificando por qué la vida cruzó nuestros caminos tantas veces y los sigue cruzando. No es casual que haya sido Lanata quien escribió la nota sobre la bolsa de dinero en el baño de la ministra Miceli.

Hace dos días pregunté a quien fue el publisher que introdujo la revista The Economist en Estados Unidos, y que hoy permite a la originaria edición inglesa sobrevivir vigorosamente, por qué la emblemática revista de noticias norteamericana Newsweek acaba de cerrar después de décadas de vender tres millones de ejemplares semanales. El publisher respondió que para que una publicación periodística mantenga pujante su vínculo con la audiencia debe tener “un punto de vista”, y Newsweek había perdido el suyo. Ya no era la revista progresista de los liberales de izquierda de los Estados Unidos, y se había homogeneizado junto con la revista Time en la pérdida del sentido crítico e inquisidor que caracteriza al buen periodismo.

Es que ser crítico cuesta muy caro. Más aun cuando se sostiene ese punto de vista en soledad porque la mayoría de los medios y la sociedad atraviesan una etapa de conformismo. Pero la coherencia tiene su retribución en el largo plazo, y más cuando se asumen riesgos no justificados por un beneficio obvio.

La repetición es la esencia que hace evidente lo ineludible: la exigencia interior de constituir la identidad. Como si hubiera sólo una forma de acceder a la propia verdad que no fuera a través de la reflexión, sino sólo de actos que darán sentido a esa existencia.

El kirchnerismo dejará el poder y vendrá otro gobierno, pero es previsible que los medios, como personas aunque no físicas, vuelvan a repetir para mantener su identidad. Al principio serán condescendientes, y después todos serán críticos.

Para Kierkegaard, cuando se repite, “entonces surge la libertad en su forma superior, en la cual ella se determina por relación a sí misma (...) la libertad misma es entonces la repetición”. Ser lo que se es.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 30 de Diciembre de 2012.