Prueba de Fuego. Ni pizza ni champagne…
Mentiras, ¿verdaderas?, Javier Milei. Dibujo: Pablo Temes
Las reales intenciones de
Milei estarán en el paquete de leyes que enviará al Congreso.
© Escrito por Carlos Fara, Consultor Político, el viernes 01/12/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Todo
es nuevo. Los protagonistas, su rutina laboral, la fuerza política en sí, el
equipo de gobierno, la coalición social electoral, la profundidad de la crisis,
el shock sobre el statu quo político, la fragmentación del sistema. Por lo
tanto, no se podía esperar otra cosa que muchas idas y venidas que suenen a
improvisación. Todos están en el aula aprendiendo un idioma nuevo. Van a tardar
en aprenderlo, porque además no hay docentes que conozcan esa lengua.
Paciencia. Esto recién empieza.
Carlos Salvador Milei pasó
de ser una persona con ciertas rutinas personales y aislamiento a no poder dar
un paso sin la cápsula de seguridad de un presidente en funciones, sumado al
vendaval de intereses que se desataron por influir en sus decisiones.
Lógicamente, recién se está acostumbrando. También lo está su entorno
preelectoral y muchos de los convocados al proyecto. Recién ahora vamos a ver
de qué madera está hecho el Rey León.
No es la primera vez que sucede, ni será la última. Alfonsín tenía
un círculo íntimo y un partido centenario, pero era nuevo en las lides
ejecutivas y además heredaba a la dictadura. Menem tuvo que improvisar mucho
por el tamaño de la crisis. Macri porque estaban aprendiendo y eran un partido
siglo XXI con aliados. Alberto porque se tenía que cuidar de Cristina.
Milei tampoco tiene manual de instrucciones y la transición es muy corta. Pues,
muchas de las cosas que hemos visto en estas dos semanas posbalotaje se
explican por la dinámica de lo incógnito. Eso no debería llamar tanto la
atención, sino el maravilloso laboratorio de ansiedades, torpezas y miserias
que se está exponiendo en el marco de un show inédito, cuando la conducción
política está en proceso de aprendizaje.
Para entender cabalmente un proceso político hay que saber leer la
matriz de origen. Alberto –que no era líder– fue ungido por Cristina, y ella
debía ser la comisaria política. Él no fue hábil política y gerencialmente, y
ella tampoco lo pudo conducir. El resultado es conocido. Acá se da un proyecto
muy personalizado, sin una construcción partidaria acorde y con reglas de juego
que se van escribiendo por el camino. Así, la contención y el ordenamiento se
dificultan.
Un líder no tiene por qué saber hacer todo: nadie hace todo bien.
Los más lúcidos se especializan en un aspecto y delegan el resto. Menem era
carisma, conducción y contención, la economía fue de sus sucesivos ministros.
Néstor no tenía carisma, pero sin duda conducía, y era un auditor cotidiano y
obsesivo de las cuentas. En ambos casos, el ordenamiento político estaba
garantizado. Lo que no tenían de antemano lo construyeron y/o lo consiguieron.
El Turco, la falta de equipos acordes; Lupín, los apoyos que tuvo el día de la
elección. En este caso, se están constituyendo al mismo tiempo los equipos, el
poder y la conducción política. Estamos viendo en tiempo real la génesis del
proceso.
Pero Milei no es el único que tiene problemas en esta obra de
teatro. Un tanto inesperadamente, el Emir de Cumelén tiene más bronca con su
propia interna que con algunas desatenciones por parte del nuevo presidente.
Dicen que no hay peor astilla que la del propio palo, y esa astilla es Patricia
(que ya no reina). ¿Por qué? Porque todos los actores se toman revancha cuando
pueden. Ella debe estar pensando en las zancadillas que le hizo Macri a
Horacio. Quizá tarde comprende que quien hace travesuras con otro también las
puede sufrir en carne propia. Ahora tenemos tres PRO distintos: el macrista, el
bullrichista y el horacista/vidalista. Por si el Rey León tenía pocos
problemas, ahora además se dividen los aliados.
Como todo es muy nuevo, como dijimos al principio, también es un
interrogante la lealtad de los personajes. ¿En qué circunstancias alguien deja
de ser leal?, ¿la culpa la tiene el desleal o el que no supo contenerlo/a? El
Emir a veces se tienta con demasiadas travesuras. ¿Acaso habló con alguien muy
cercano al flamante electo y esa persona no solo “se olvidó” de avisar sino que
además esa conversación fue previa al encuentro de los líderes máximos? ¿Por
qué esa premura? Milei será loco, pero no come vidrio. Un famoso tema de Litto
Nebbia reza: “Siempre hay alguien que se olvida de avisar, cuando el tiempo del
cariño terminó…”.
El mandatario electo, aun con todas sus desprolijidades de
procedimiento, parece más astuto de lo que lo imaginó el exalumno del Newman.
No quiere depender de un solo socio, porque ¿qué pasa si el socio se manca y se
manda a mudar? Y además, ¿el socio le garantiza el cielo? No, solo una escalera
alta, pero que no alcanza: hoy lograr el quórum en Diputados es una quimera.
Por eso, Schiaretti y compañía surgen como una minoría estratégica… aunque
tampoco alcance.
Milei está
jugando a: 1) ganar tiempo, y 2) sacarse la presión de encima prometiendo
desierto por cuarenta años (recuerden su admiración por Moisés). Por eso se
arriesga a los peores pronósticos de corto plazo: estanflación. Tiene razón Cristina
cuando dice que eso es una catástrofe social, pero la pregunta que se hizo la
mayoría social es cómo llegamos a esta situación. El nuevo presidente acierta
al bajar las expectativas casi a cero, abriendo el paraguas. Si las cosas salen
muy mal, habrá sido “yo les avisé que la mano venía complicada”. Si mejoran
antes de lo previsto, será “gracias a las medidas que implementamos, nos
estamos recuperando antes”.
Más allá del discurso que dé el 10 de diciembre y de algunos
nombramientos que faltan, la verdadera prueba de fuego va a ser el paquete de
leyes que envíe al Congreso. Un avezado hombre del medio calculaba que, si
mañana asumen los nuevos diputados, habría 25 bloques. Un verdadero dolor de
cabeza para cualquier futuro presidente de esa cámara. Por eso el nombre de
Pichetto suena cada vez más fuerte. Varios de LLA quieren ungir a Martín Menem.
¿Vuelven los 90? Da la impresión de que la motosierra esta vez no dejará lugar
para la pizza, ni para el champagne.