Torturador y violador: quién es Alberto González, el mentor de Victoria Villarruel…
Alberto
González y Villarruel. Fotografía: Cedoc.
Tiene dos condenas a perpetua y una por delitos sexuales. Massera lo condecoró. Trastienda de su relación con la Vice.
© Escrito por Juan Luis González el sábado 23/03/2024 y publicado por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Alfredo Astiz entraba
en lo de Alberto González como lo que eran: viejísimos
conocidos. Fueron compañeros de la “promoción 100”, la que
comenzó sus estudios en la Escuela Naval en 1968. Unos años después se
volvieron a cruzar, pero en la Escuela de Mécanica de la Armada (ESMA).
Ahí
ya no eran jóvenes estudiantes, sino dos engranajes centrales de esa maquinaria
sangrienta por la que pasaron cinco mil personas y sólo
pocos sobrevivieron. Durante la dictadura habían tenido chispazos: ambos se
enamoraron al mismo tiempo de la misma mujer, una montonera de 20 años
secuestrada en la ESMA. Fue González quien se impuso en esa pulseada: no por
decisión de ella, que fue sistemáticamente violada y torturada por él.
Hoy
tienen otros problemas: cuando asumió Néstor Kirchner, las leyes de Obediencia
Debida y Punto Final fueron anuladas, y se reactivaron los juicios por
crímenes de lesa humanidad. Astiz y González cumplen prisión preventiva por
secuestros, torturas y desapariciones forzadas.
Escena
Sin
embargo, piensa el primero mientras abre la puerta de González, la base de
Zárate no está tan mal. De hecho, les permite recibir a quien quieran para
pasar una velada amena, como la que está a punto de protagonizar. En eso estaba
su cabeza cuando Victoria Villarruel sale de la cocina y
le dice que se siente, que la comida está por salir.
Es
el año 2005 y Astiz, mientras come, escucha la idea de González de crear una
asociación civil que hable de “los otros muertos” y de contar “la memoria
completa”. Villarruel, sentada al lado del anfitrión, toma nota en silencio.
Identikit
Alberto
Eduardo González nació el 26 de octubre de 1950 en la Capital Federal, hijo de
Francisco Alberto y de Inés Edith Di Lorenzo. “El Gato”, como lo llamaban en
los años de plomo, es capitán de Corbeta de la Armada
retirado y profesor de historia naval. Pero esa no es toda
su biografía.
También fue
oficial de inteligencia del Grupo de Tareas 3.2.2 de la ESMA,
que comandaba su compinche y padrino Jorge “El Tigre” Acosta, otro de los
represores más famosos y temidos de los años de plomo, y que tenía entre sus
miembros a Astiz. González estuvo en ese cargo y en ese lugar entre
el 1 de marzo de 1977 y el 17 de mayo de 1979.
Ese
grupo de tareas no es uno más, sino que tiene un lugar central en las páginas
más tristes de la historia argentina, al ser parte de lo que se conoció como
“los vuelos de la muerte”. En los fundamentos de la condena a cadena perpetua a
González por crímenes de lesa humanidad, la Justicia describe así a este grupo:
“Desarrollaba
las operaciones de carácter ofensivo; es decir, salir a detener a personas
sospechosas -según ellos- de vincularse con la 'subversión' o las
'organizaciones terroristas' y procesar los datos. Dichas operaciones ofensivas
comprendían el ciclo de detención, interrogatorio, alojamiento y resolución
final del caso; esto es, secuestro, tortura, privación de
la libertad en un centro clandestino de detención y muerte o desaparición
forzada”.
González
tenía un lugar destacado en esta maquinaria sangrienta. Al menos de eso estaba
convencido Emilio Massera. El 12 de septiembre de 1978,
el comandante en jefe de la Armada le entregó una distinción en “honor
al valor del combate” para “premiar los hechos heroicos”
en “operaciones reales de combate”.
No
era para menos. Es que si bien “el Gato” participaba del armado de los
secuestros y de los operativos en sí, su terreno era otro. Su reino era “el
sótano”, el rincón más terrorífico de la ESMA. Ese era el primer lugar adonde
los militares enviaban a las personas secuestradas para la tortura, donde había
celdas minúsculas en las que se mantenía bajo condiciones inhumanas a los
detenidos. “El
sótano” era también lo último que miles vieron: ahí se
volvía a enviar a los desaparecidos antes de ser asesinados.
En
ese pedazo de infierno, el que movía los hilos era Alberto González,
quien tenía, como decían en la ESMA, “los casos” a su cargo. “Su rol específico
consistía
en la obtención de información por intermedio de la tortura y la planificación
del uso de esa información”, dice el fallo en el que se lo
condenó.
En
ese lugar tuvo la desgracia de caer Silvia Laybarú,
una chica de 20 años, embarazada de cinco meses, que era miembro de Montoneros.
De ella fue quien se enamoraron González y Astiz, pulseada en la que el primero
se impuso a la fuerza. Lo que cuenta Laybarú es un relato escalofriante: “El
Gato” no sólo la violaba en la ESMA, sino
que, en un trance en el que mezclaba una fenomenal violencia con el hecho de
haber desarrollado sentimientos hacia ella, la raptaba del sótano para llevarla
a su casa. Ahí repetía esa operación, pero con otra vuelta macabra, que
involucraba a su entonces esposa. Eso sucedía mientras la hija de dos años de
ambos estaba en el cuarto de al lado.
“Al
principio lo tomaba como parte de la tortura, pero siempre tuve claro que el
hecho de haber sido obligada a participar de los juegos eróticos de esta parejita
me hizo ver muy claramente que lo que estos tipos estaban haciendo no tenía
absolutamente nada que ver con la lucha antisubversiva. Porque, ¿en qué sirve
ser violada por la esposa de un oficial a la lucha antisubversiva? ¿qué tiene
que ver esto? Ellos, tan cristianos, tan éticos... ¿para qué servía
ser violada por la esposa de un marino?”, dijo en un reportaje
en el diario Perfil, que acompañó el adelanto del libro que escribió Leila
Guerreiro sobre ella y su historia, “La llamada”.
González
hoy cumple tres
condenas a cadena perpetua. En la causa ESMA II por su rol
en la desaparición de 86 personas, en la causa ESMA III por otras 789 víctimas
y, finalmente, por la violación de Laybarú y de otras dos mujeres. El 15 de
agosto de 2021 la Justicia convirtió a González en el primer condenado por
delitos sexuales de toda la dictadura militar. Pero “el Gato” no es sólo eso.
También es el mentor de la vicepresidenta.
El lado oscuro. “De todos
los ex ESMA con los que Villarruel se podría haber metido, González
es el peor”, dice el periodista Uki Goñi, autor de “El
infiltrado”, el libro sobre Astiz que fue central en el juicio en el que se los
condenó a ambos, y en el que “González Menotti”, otro de sus apodos, aparece
bastante.
Villarruel
conoció a González a través de otra persona que estaba “orgullosa” de haber
participado en la “lucha contra la subversión”, como decía, y que también fue
premiado por ese labor: era Eduardo, su padre. Villarruel
senior y González compartían su amor por la historia (en democracia, “el Gato”
estudió esa carrera en la Universidad de Belgrano, el mismo lugar donde,
curiosamente, se recibió Javier Milei). A ambos les gustaba en especial la
historia naval. En 1989, cuenta el periodista Ricardo Ragendorfer, a González
lo nombraron jefe de investigaciones del Departamento de Estudios Históricos de
la Armada. La influencia de González en Villarruel hija es mucha. “Es
cómo mi segundo padre”, dice ella en su intimidad.
Así
lo cuentan también varios testimonios. “Lo conocí por Villarruel. Fuimos
juntas al penal y él me mostró el libro que estaba escribiendo, que luego firmó
Victoria”, contó Cecilia Pando, otra mujer de este
mundo militar. Acá se cruza otra historia: en off y en on, muchos apuntan a que
los libros que la vicepresidenta publicó como suyos (“Los llaman jóvenes
idealistas” y “Los otros muertos”) no fueron de su autoría.
“Alberto
formó a Victoria y escribió los libros que ella firmó como propios”,
aseguró Segundo Carafí, uno de los líderes del
partido NOS de Juan José Gómez Centurión, en el cual Villarruel tuvo un breve
paso y al cual están afiliadas su hermana y su madre. A este comentario en
redes lo secundó Nicolás Marquéz, uno de los ideólogos preferidos del
Presidente. En privado, el escritor del “libro negro de la nueva izquierda” es
más crudo: asegura que la relación entre Villarruel y González era la de una
pareja.
Otra
persona importante del grupo de familiares de militares presos dice lo mismo,
pero con el grabador apagado. “Varias veces fui a visitar a Alberto a la
cárcel, y estaba escribiendo esos libros. Victoria sólo iba cuando no estaba la
esposa de Alberto”. Esta persona da un paso más allá. “El Celtyv (la fundación
de Villarruel) fue obra de Alberto. Idea de él, que desde siempre está con esa
idea de contar toda la película”.
Cerca
de la vicepresidenta afirman que los libros fueron de ella, mientras que dicen
que prefieren no hacer declaraciones sobre el vínculo con González. Es verdad
que hay un dato que no deja de ser curioso: Villarruel publicó dos libros de
cientos de páginas, pero no se destacó nunca por escribir artículos.
Presente
De la base naval de Zárate, a González lo trasladaron a Marcos Paz y luego a
Ezeiza. Ahí está detenido hoy, en el complejo VII, con Astiz y otros genocidas.
Villarruel
mantiene contacto con él, incluso hasta el día de hoy. Es algo que afirman
familiares de los presos detenidos allí y también dos ex colaboradores de ella.
“Ante cualquier duda, de cualquier tema importante, Victoria se comunica con
él. Es una especie de guía para ella”, aseguran.
Presente
De la base naval de Zárate, a González lo trasladaron a Marcos Paz y luego a
Ezeiza. Ahí está detenido hoy, en el complejo VII, con Astiz y otros genocidas.
Villarruel
mantiene contacto con él, incluso hasta el día de hoy. Es algo que afirman
familiares de los presos detenidos allí y también dos ex colaboradores de ella.
“Ante cualquier duda, de cualquier tema importante, Victoria se comunica con
él. Es una especie de guía para ella”, aseguran.