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domingo, 24 de mayo de 2020

Kim juega a la escondida… @dealgunamanera...

Kim juega a la escondida…

Kim Jong-Un

Que estaba oculto, que estaba muerto, que estaba bromeando. El paradero del líder de Corea del Norte, Kim Jong-Un, despertó infinidad de especulaciones durante tres semanas. Sobre todo, políticas.

© Publicado el domingo 24/05/2020 por el Periódico Digital El Economista de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

En el noreste de Asia, sus vecinos Corea del Sur y Japón; su aliado, China y su adversario lejano, Estados Unidos, viven pendientes de las denodadas pruebas nucleares de la dinastía. Una dictadura de tres generaciones de la familia Kim desde mediados del siglo XX en un país hermético. Su último eslabón, ausente sin aviso, se ganó un mote. El de “Rocket Man” (Hombre Cohete), según Donald Trump. Mezcla de burla y de respeto.

Kim reapareció el 1 de mayo para cortar las cintas de una nueva planta de fertilizantes en la ciudad de Sunchon y se esfumó de nuevo hasta el 24 de mayo. Entre el 25 de enero y el 16 de febrero también se había mantenido en las sombras durante tres semanas.

En abril, otras tres semanas. Y, como no participó de los actos por el aniversario del nacimiento de su abuelo y fundador del régimen, Kim Il-sung, el 15 de abril, trascendió que había sido operado del corazón y que ya no era de la partida.

Hasta se especuló con la sucesión. El poder iba a recaer en su hermana menor y mano derecha, Kim Yo-jong. Una quiniela difícil en una casta patriarcal, más allá de la pureza de la sangre. Su nueva reaparición: el 24 de mayo, en una reunión con militares, después de otras tres semanas de ausencia.

El único hermano varón de El Brillante Camarada, Kim Jong-chul, guitarrista improvisado y fanático de Eric Clapton, no gozaba de la bendición de su padre, Kim Jong-il. El hermano mayor del líder norcoreano, Kim Jong-nam, fue asesinado en el aeropuerto de Kuala Lumpur en febrero de 2017.

Otros parientes se encuentran en el exilio o, después de las ejecuciones de dos tíos condenados a la pena capital por traición, lejos, bien lejos, de la espina dorsal del círculo de poder, el politburó del Partido de los Trabajadores. De la última cumbre participó Kim antes de su abrupta desaparición en abril.

¿Puede una mujer hacerse cargo de la dictadura? En la República Popular Democrática de Corea, menesterosa y engreída a la vez, no hay presidente, sino líder. El abuelo de los Kim, fallecido en 1994, sigue siendo El Presidente Eterno. Y así como es el único que puede ocupar el cargo, el país sigue en guerra con Corea del Sur.

El conflicto por el cual se dividió la península dejó dos millones de muertos en tres años. Terminó en 1953 con un armisticio, no con un tratado de paz. En el tercer Kim recayó no sólo el poder, sino también la misión de pinchar con ensayos de misiles con capacidad nuclear al vecindario y a Estados Unidos.

Desde 2011, cuando pereció El Querido Líder, Kim se apoyó en su hermana para sostener las riendas del régimen comunista. Durante la primera reunión con Trump, en Singapur, ella cambió a último momento la lapicera con la que Kim iba a firmar la declaración conjunta por otra que llevaba en el bolsillo.

Al final de la segunda, en Hanoi, recogió prolijamente del cenicero la colilla del cigarrillo que había fumado su hermano, de modo de no dejar rastros de su ADN. Aquella cumbre resultó un fiasco después de 56 horas de viaje en el tren personal del líder y, parece, terminó pasándole factura a la responsable de la propaganda, subdirectora del partido único.

Un enigma, como todo en Corea del Norte. En marzo, la hermana de Kim, cuya primera aparición pública fue en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2018, en Seúl, elogió a Trump por ofrecerle ayuda para paliar la pandemia de coronavirus, más allá de que, según el régimen, no hubo un solo caso en el país.

Afirmación tan dudosa como las razones de las frecuentes desapariciones de Kim. Su gran aliado, el presidente de China, Xi Jinping, se mostró dispuesto “a continuar suministrándole asistencia dentro de su propia capacidad en la lucha contra el Covid-19”.

Otro enigma, como el colapso del régimen. Inminente varias veces. Tantas que Estados Unidos y Corea del Sur tienen un plan de contingencia llamado Oplan 5029. Consiste en resguardar la frontera entre las dos Coreas y controlar el arsenal nuclear norcoreano frente a la posibilidad de que un tercer país lo use, lo robe o lo venda.

Si bien China mantiene a raya su frontera con Corea del Norte y aceptó las sanciones de la ONU por los misiles lanzados por Kim, no deja de ser su principal guardián. Una suerte de salvaguardia que, de interrumpirse la dinastía, contempla aplicar su propio plan: instalar un gobierno afín.




sábado, 28 de abril de 2018

Las dos Coreas se comprometen a la paz y la desnuclearización… @dealgunamanera...

Las dos Coreas se comprometen a la paz y la desnuclearización…

Fraternidad intercoreana. Kim Jong-un cruzó el paralelo 38 de la mano de Moon Jae-in. Fotografía: AFP

Kim Jong-un y el presidente surcoreano Moon Jae-in acordaron liberar a la península de armas nucleares y firmarán un tratado de paz que reemplace el actual armisticio. El líder norcoreano se reunirá con Trump.

© Escrito por Leandro Darío el sábado 28/04/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Los líderes de las dos Coreas, Kim Jong-un y Moon Jae-in, sellaron ayer una histórica cumbre con un acuerdo para lograr “la completa desnuclearización” de la península, al tiempo que dieron el puntapié inicial para la firma de un tratado de paz que culmine con una guerra que lleva casi setenta años. Tras la firma del texto, el líder norcoreano dijo que se esforzará “por lograr la paz” y “por cumplir lo escrito en la declaración”, aunque no aludió a la continuidad o interrupción de su programa de armas atómicas, al que el régimen considera garante de su supervivencia. El gran interrogante apunta a desentrañar si Kim dará un giro de 180 grados en su política exterior o, en cambio, busca ganar tiempo y revertir las asfixiantes sanciones económicas.

“Sur y Norte confirmaron su meta común de lograr una península libre de armas nucleares a través de la completa desnuclearización”, rezó la declaración conjunta firmada por ambos líderes tras sus conversaciones en la zona desmilitarizada de la frontera. “Las dos Coreas declaran el final de los 65 años transcurridos desde el armisticio” y apuestan por sustituir este por “un tratado de paz”, agregó el comunicado conjunto.

Seúl reconoció el valor de los gestos adoptados por el régimen de Pyongyang, que recientemente anunció que congelará sus pruebas nucleares y cerrará su centro de pruebas atómicas.

Pese al optimismo que revelan las imágenes de la cumbre –la tercera desde que estalló la guerra en 1950–, aún persisten las dudas sobre el compromiso de Pyongyang respecto de su desarme nuclear. “Todavía es incierto si el régimen norcoreano define la desnuclearización de la misma manera que los Estados Unidos (es decir, completa, verificable e irreversible). Y no está claro si Corea del Norte cree que puede conservar sus armas nucleares y al mismo tiempo recibir asistencia económica y energética a cambio de la reducción de la tensión”, consideró Victor Cha, especialista en Corea del Center for Strategic and International Studies y uno de los nombres que Trump evaluó –y desechó– para la embajada norteamericana en Seúl.

Ese optimismo atemperado incluye el recuerdo de las dos cumbres intercoreanas precedentes, celebradas en 2000 y 2007, donde también se aludió a la “desnuclearización”, pero nunca se concretó en la práctica. Además, juegan en contra las fracasadas conversaciones a seis bandas de la década pasada, suspendidas después de que Pyongyang pusiera todo tipo de trabas para que se inspeccionara su arsenal y sus instalaciones atómicas.

El presidente surcoreano acordó asimismo visitar Pyongyang el próximo otoño –entre septiembre y diciembre– para mantener el actual acercamiento entre ambos países. También la necesidad de retomar la cooperación económica, congelada desde 2016 a raíz de las pruebas de armas de Pyongyang.

Pasado. 

Norte y Sur concluyeron la Guerra de Corea el 27 de julio de 1953 con un armisticio firmado por las tropas norcoreanas, el ejército de voluntarios chino y Washington, y nunca fue reemplazado por un tratado de paz definitivo. “El Sur, el Norte y Estados Unidos avanzarán activamente con la organización de cumbres a tres o cuatro bandas con vistas a establecer un sistema de paz permanente y estable”, agregó la declaración, que dejó abierta la posibilidad de la participación de China en el próximo paso diplomático.

Kim y Trump se comprometieron a celebrar otra cumbre en mayo o junio, la primera con un mandatario estadounidense (ver página 38). Ese encuentro, inesperado meses atrás, cuando Pyongyang disparaba misiles balísticos y Trump amenazaba con responder con “fuego y furia”, definirá si la distensión prospera o naufraga antes de llegar a la orilla.

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domingo, 24 de noviembre de 2013

Soviético... De Alguna Manera...

Soviético...


Cabría preguntarse por qué lo llaman “soviético”. Lo de “ruso” es previsible, es un apodo que suele darse en la Argentina a los judíos askenazis. En el caso de Axel Kicillof, a quien Cristina Kirchner insiste en italianizar llamándolo Kichiloff (sic), además de “ruso” le han colgado lo de “soviético”, una sugestiva pirueta más o menos macartista que juega con el combo ruso judío, ruso de Rusia y, además, ruso soviético.


La nación soviética se extinguió en 1991, aun cuando el Partido Comunista originariamente fundado por Lenin, suprimido por la restauración capitalista en 1991 y refundado en 1993, retiene hoy 92 de las 450 bancas de la Duma y 460 de los 3.787 legisladores de los parlamentos regionales, tras el 23,19% de los votos obtenidos en las elecciones parlamentarias de 2011. En las presidenciales de 2012, el candidato del PC ruso, Guennadi Ziuganov, logró sólo el 17,2%, mientras que Vladimir Putin se alzó con el 63,6%.

¿Responde acaso Kicillof a lo que significaba ese PC de la URSS que monopolizó el poder entre 1917 y 1991? Con lo de “soviético” se pretende formatear la imagen del economista argentino en clave de radicalidad ideológica; ¿sería un “comunista”? Claro que no lo es, aunque no parece tener inquietudes religiosas, puesto que el miércoles juró por la Patria, sin mencionar a dios alguno. A los 42 años, este egresado del Colegio Nacional de Buenos Aires se reconoce en una corriente que anima los medios universitarios de Estados Unidos y Europa bajo el temiblemente reduccionista apodo de “neokeynesianos”. Dicho sin vueltas, Kicillof expresa la resurrección de la vieja creencia en un Estado que asigna más y mejor los recursos que el hoy denostado mercado. En las universidades occidentales hay académicos convencidos de la superioridad del socialismo, al que se arribaría previo paso por una fornida experiencia de intervención estatal.

Ya desde fines de los años 70 del siglo anterior, revistas marxistas europeas y norteamericanas aludían al “estatalismo”, una versión si se quiere más densa y exigente que el mero y superficial estatismo. Se trata de una compacta convicción en dicha superioridad del Estado para fijar e implementar políticas, haciendo caso omiso a las presiones y/o necesidades de los actores privados. Un caso verdaderamente aleccionador de esta deriva es la hoy indescriptible Venezuela, con un Estado grueso, fofo y, además, intimidatorio. ¿Es Kicillof, entonces, un chavista argentino? Error. Son situaciones y paradigmas diferentes. El chavismo rojo-rojito, además de fenomenalmente incompetente en la gestión cotidiana del Estado, es mucho más castrista que peronista. El peronismo tiene una larga tradición de acomodamientos y zigzagueos respecto de los paradigmas marxistas. Ferozmente anticomunista desde 1945 y hasta por lo menos 1960, practicó a partir de aquel año diversas y ambiguas danzas nupciales con el Partido Comunista y otras fuerzas de izquierda.

Kicillof, que nada tuvo que ver jamás con la vieja izquierda, no debería alarmar ni irritar a quienes pretenden seguir adhiriendo a una mirada convencional del peronismo como fuerza alejada, a la vez, del socialismo marxista y del capitalismo liberal. Lo que tienen en común hoy estas variopintas formas de cuestionamiento del mercado y de la iniciativa privada es, precisamente, su pesada e irredenta fe en el Estado, no la opción por un socialismo que en ninguna parte del mundo se ha demostrado sustentable. Estudiosos como Kicillof no podrían ignorar que los modelos dictatoriales aún sobrevivientes (China, Vietnam, Cuba, Corea del Norte) son irremediablemente extravagantes y obsoletos para la Argentina.

Sin embargo, esos socialismos de mano dura se asumen con naturalidad como todopoderosos capitalismos de Estado. Son regímenes estatalistas puros y duros en los que el mercado es manejado desde grupos gobernantes excluyentes y muy concentrados. La centenaria idea soviética, de cariz colectivista y ambiciones de minucioso igualitarismo social, discurrió como economía de guerra en la Rusia atrasada de 1917, pero dos décadas más tarde lo soviético se transformó en feroz dictadura concentracionaria. Tal vez nada habría sido diferente si Lenin, en lugar de morir en 1924 a los 54 años, hubiese vivido dos o tres décadas más. Stalin fue la versión gruesa y feroz de un modelo de pensamiento esencialmente enamorado de la verdad poseída por minorías iluminadas, las vanguardias esclarecidas del proletariado.

De soviético, nada, pues. Kicillof es un lector de Marx convencido de que la deriva al liberalismo tras el derrumbe mundial del cínicamente llamado “socialismo realmente existente” a fines de los años 80 fue un hiriente traspié ocasional, que ya se ha superado. Ese es el problema cardinal: más y no mejor Estado; mercados, sí, pero relativamente, bajo condición de que admitan una musculosa conducción estatal con su secuela interminable de permisos, autorizaciones, normas a ser dadas desde un gobierno enorme y muy inmiscuido en la cotidianidad. Lo soviético hoy no existe, si es que alguna vez tuvo vida.

El mito y el horizonte imaginario es el Estado, poderoso, enorme, generoso, dispendioso, magnánimo y con recursos inagotables. Esta es la clave; no hay a la vista utopías míticas convincentes, sino un retorno indulgente al viejo útero colectivo nacional, rincón proveedor de esperanzas siempre renovadas. Hasta el próximo derrape.

© Escrito por Pepe Eliaschev el domingo 24/11/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires .

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