En el medio, la gente…
Honoris Causa. Cristina Kirchner. Dibujo: Pablo Temes.
La agenda del
oficialismo va por un carril absolutamente diferente de la realidad en la que
vive la población.
Cristina Fernández de Kirchner se sintió a sus anchas el viernes por la tarde al recibir
el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad nacional de Río Negro. La
ceremonia, transformada en un mero acto partidario del cual participaron sus
acólitos, sirvió de excusa para la reaparición pública de la expresidenta en
funciones. "¿Hegemonía o consenso? Ruptura del pacto democrático en una economía
bimonetaria: inflación y FMI; crisis de deuda y fragmentación política” fue el
largo título con aires de novela caribeña de la alocución de CFK. Fue una
extensa perorata en la que ella se explayó sobre una larga variedad de temas
como si no fuera parte de este gobierno. Si no fuera por el drama diario que se
vive en nuestro país, sus intentos de despegarse de la gestión de la cual forma
parte bien podrían ser parte de un show de magia que termina mal.
No fue difícil adivinar los temas que
eligió para deleitar a los suyos. En primer lugar, el ataque a la Justicia, que
se encargó de dejar en claro en los fundamentos del fallo de la
causa Vialidad que el lawfare no existe y que se trata más bien
de una construcción ideada para eludir responsabilidades. Luego la construcción
–falsa y remanida– de la proscripción. “Una condena a las puertas de un año
electoral es una proscripción encubierta”, se apuraron a aclarar desde el
Instituto Patria a sabiendas de que formalmente no existe ningún impedimento
para que pueda postularse. “La mentira de la proscripción es una de las últimas
herramientas que tienen a mano para mantener la cohesión interna y disfrazar de
épica el desastre que han engendrado. Cristina sabe que si se presenta tiene
altas chances de perder”, aseguró un analista político del peronismo.
A medida que pasan los días y los meses, se
va haciendo más evidente el fracaso rotundo de la gestión de Sergio Massa. La
inflación –imparable– es la consecuencia de la falta de un plan serio y del
problema más importante que afecta a este gobierno: la falta de credibilidad.
Hoy nadie sabe a ciencia cierta cuál es el valor real de las cosas. Una misma
mercadería puede costar uno, diez, cien, mil o más pesos. Cuando se observa el
valor de los artículos de primera necesidad y de los alimentos, la penuria se
hace mayor para los que menos tienen. En esta última semana, los cronistas de exteriores
de radio y televisión han dado cuenta de un fenómeno que no se vivía en el país
desde finales del mandato del expresidente Raúl Alfonsín: varios comerciantes
prestaron su testimonio asegurando que recibían listas de precios que podían
variar –más de una vez– en un mismo día. Verdulerías y almacenes de barrio
fueron los protagonistas de esta verdadera locura. La gente, en especial
aquellos que se las deben arreglar comprando lo justo para sobrellevar el día a
día, son los verdaderos damnificados de este gobierno nacional y popular.
Puertas adentro saben que la inflación de febrero podría
superar el 6%.
Nadie cree que el narcotráfico y
la desidia política sean exclusivas de una ciudad
En un hecho insólito, el 1° de febrero pasado se publicó en el Boletín Oficial un decreto por medio del cual se establece la instalación de fibra óptica para la mejora de la conectividad del penal de Marcos Paz. Ante las críticas, en el Gobierno salieron a decir que el objetivo de la medida es mejorar la calidad del servicio de Justicia para tomar declaraciones directamente desde los penales.
Sin embargo, en los argumentos de la medida se sostiene que el Estado nacional “garantiza el Servicio Universal entendido como el conjunto de servicios de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) que debe prestarse a todos los habitantes de la Nación, asegurando su acceso en condiciones de calidad, asequibilidad y a precios justos y razonables, con independencia de su localización geográfica, ingreso o capacidades”.
Como se ve, esto nada tiene que ver con asegurar una mejor prestación del servicio de Justicia. Está muy claro en la letra de la resolución que el objetivo incluye la mejor conectividad de los reclusos. Tan claro como el agua clara.
Curiosamente, la vicepresidenta no habla de este tema. Lo vive con un desinterés absoluto. Quizá también prefiere despegarse de este último gran papelón que significa la reacción espasmódica del envío de fuerzas federales a Santa Fe sin ninguna planificación previa. “Enviaron gendarmes y los dejaron a la buena de Dios. Deambulan por las calles sin conocer el barrio. Les asignan recorridas por cuadrícula geográfica de lugares donde nunca antes han estado. Ante un ilícito o una emergencia, acuden a sus teléfonos celulares para orientarse o les preguntan a los propios vecinos cómo llegar a una zona determinada”, reconoció un legislador provincial que tiene trato diario con los habitantes de esos barrios desolados.
La presencia del Ejército –aun en el limbo– fue el último capítulo de una disputa ideológica vergonzosa entre un Presidente débil que quiso demostrar que no le temblaba el pulso a la hora de tomar medidas y un pseudoprogresismo que se desgarró las vestiduras para las cámaras.
En el medio está la gente. Toda la gente.
Nadie puede creer que el narcotráfico y la desidia de la clase política
argentina son exclusividad de una ciudad o una provincia.
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