Macri,
el mal menor…
Coincidencia. Presidenta y jefe de Gobierno porteño. Foto: Cedoc Perfil
Luego
de que Carta
Abierta comparara a Scioli con quien domestica al rey asesino en los
cuentos de Las mil y una noches o asociara las diagonales de la ciudad de La
Plata con el laberinto de Creta, revirtiendo el hilo de Ariadna para calmar al
“Minotauro Justicialista”, en la última contratapa propuse una continuidad con
las islas de Tigre como el mar Egeo y algún ejemplo de La odisea con Massa.
Ahora
que se sabe que uno
de los principales autores de Carta Abierta, Ricardo Forster, es secretario de
Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, y dada la
fijación acuática de Carta Abierta (a Scioli lo llama “el motonauta” y a Massa
lo asocia con “los astilleros del Tigre”), sugiero concretamente el episodio en
el que Odiseo –Ulises–, después de haber acumulado victorias y de regreso a su
patria, encuentra a sus hombres convertidos en cerdos en la isla de Egea por la
bruja Circe.
La
Cámpora y otros partidarios kirchneristas convertidos en cerdos capitalistas
tras un amansamiento de hechiceros pejotistas como Massa o Scioli, que los
transformaran en meros artífices de los poderes fácticos y corporativos, podría
ser la más horrible pesadilla tanto para Cristina Kirchner como para Carta
Abierta.
Qué
peor escenario que ver a sus jóvenes militantes “mudos frente a las
injusticias”. Jacques Lacan tomó el ejemplo del drama de estos compañeros de
Ulises convertidos en cerdos que sólo podían gruñir para exponer la función de
la palabra.
Desde
esta perspectiva, que sus partidarios se queden, metafóricamente, sin voz puede
ser peor que se queden, literalmente, sin poder. Y no resulta inverosímil que
el Gobierno prefiera una presidencia de Macri que permita mantener al
kirchnerismo unido en una vibrante tarea de oposición, que apaciguado por las
mieles de un oficialismo light.
Supuestamente,
es Máximo Kirchner
quien más prefiere a Macri que a Scioli o Massa. Para el hijo de la Presidenta,
Scioli o Massa, al día siguiente de asumir, muertos de miedo, firmarían todo lo
que pida Clarín con tal de contar con su apoyo. Mientras que Macri, por orgullo
personal, por haber nacido rico y no haber vivido nunca una situación de
inferioridad, rechazaría de plano que el Grupo lo tratara como a un empleado
más. Y, entre Massa y Scioli, le tendría más miedo a Scioli, porque, en su
deseo de quedar bien con todos, los de derecha e izquierda, o –en términos
mediáticos– con los “hegemónicos” y los militantes, podría terminar quebrando
la economía porque para gobernar hay que poder decir que no, algo que a Scioli
le costaría más que a Massa.
Si
así fuere, los esfuerzos de Cristina por tragarse los “sapos ortodoxos”
acordando con el Club de París, enfriando la economía con tasas de interés más
altas y reducción de subsidios, para que el kirchnerismo no termine con una
economía que se derrumbe, como les sucedió a los dos gobiernos radicales,
serían vanos. Porque, si después Scioli colapsara, aunque se tratase de otro
mandato presidencial, la gente terminaría recordando que las condiciones de
crisis las creó el kirchnerismo, como pasó con la convertibilidad, que aunque
le explotó a De la Rúa no exculpó de responsabilidad a Menem.
Pero,
más allá de estos cálculos tácticos, puede haber cuestiones más estratégicas,
de fondo y largo plazo, conscientes o hasta inconscientes, que acerquen al PRO
con el kirchnerismo. Una forma de concebir el dualismo político son las
clásicas categorías de derecha e izquierda; en ese caso, el PRO y La Cámpora
serían los extremos de esa polaridad.
Pero,
si se tomaran otras categorías para construir las oposiciones de la política,
podríamos encontrarnos con la sorpresa de que el PRO y La Cámpora tienen
similitudes en el vector nuevo-viejo porque ambos reivindican la renovación en
la política y una crítica de las prácticas gatopardistas de las últimas
décadas. Visto así, La Cámpora y el PRO tienen un enemigo en común, que es el
PJ, la estructura burocrática del peronismo, que, como aparato, trasciende al
peronismo para abarcar también a parte de la dirigencia del radicalismo,
consustanciada, a través de tantos años, con técnicas similares.
No
sólo La Cámpora –también el PRO– promueve la participación de los jóvenes y la
formación de cuadros dirigenciales nuevos. Y hasta podría decirse que la misma
rebeldía que Kicillof comparte con Macri frente a la costumbre de usar corbata
es una clara señal de la existencia de una semiótica del vestuario que, además
de tener algo en común para comunicar, transmite un mensaje similar de
informalidad como asociación de juventud y cambio.
Cuando
en la inauguración del tramo de la autopista Illia, el martes pasado, la Presidenta
dijo que no había pacto alguno entre el kirchnerismo y el PRO sino sólo sentido
común, la aclaración sonó parecida a cuando un paciente le dijo a Freud: “No es
por mi mamá, doctor”, lo que fue interpretado como una confirmación de lo
contrario por la energía colocada en su negación.
También
“habló” la escena, porque la Presidenta nunca colocó a Scioli a la par en
ningún acto, sino siempre detrás o a un costado, y aceptó ubicarse con dos
atriles iguales en la inauguración de la autopista, al igual que en el tedeum
del 25 de Mayo, cuando ella y Macri ocuparon dos reclinatorios separados del
resto en la Catedral.
El
miedo a que Scioli les choque el modelo (una frase repetida en las escuelas de
gestión es: “No conozco la clave del éxito, pero sí la del fracaso: tratar de
satisfacer a todo el mundo”), o a que Massa se lo robe, puede hacer que Macri
termine siendo el mal menor para los kirchneristas. Y –como se adelantó en la
contratapa de la semana pasada– les permite soñar con que sea el equivalente de
Piñera en Chile, que contribuya al regreso de Cristina, como Bachelet, después
de un período de derecha.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el Viernes 06/06/2013 y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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