Bajar un cambio...
Señales de mesura que hace tiempo que no se ven. ¿Toma de
conciencia o mero espejismo?
Los ecos del ruido de las cacerolas que se escuchó a lo
largo y a lo ancho del país hace poco más de una semana, siguen resonando en
los oídos del Gobierno. En el cenáculo del poder todavía no se reponen de la
sorpresa –desagradable para el kirchnerismo duro– que les causó una
manifestación a la que primero minimizaron y después despreciaron. Sin embargo,
luego de las horas de furia que se vivieron en la Babel de Olivos, en los “Aló
Presidenta” de esta semana Cristina Fernández de Kirchner tuvo una actitud de
mesura que hacía tiempo no se le veía.
Hay una realidad indiscutible: sin el apoyo de la clase
media es imposible que el Gobierno pueda siquiera acariciar el sueño de la
re-reelección. Y ése es un tema que tuvo una presencia muy fuerte entre las
consignas principales que acompañaron al ruido de las cacerolas. Uno de los
efectos de esos sonidos fue el rugir de las internas que comienzan a hacerse
notar al interior del Gobierno. La Cámpora es un factor de irritación creciente
dentro del peronismo que acompaña a la Presidenta. Amado Boudou es otro. Así,
lo que se observa por estas horas es la progresiva apertura de líneas de
confrontación impensadas para el oficialismo hace poco menos de un año, a pesar
de lo cual el Gobierno no cede ni un milímetro en esa línea que conlleva un
nivel de conflictividad y un culto a la personalidad como hacía años que no se
veía en la Argentina.
Una de las herramientas de esa estrategia es Fútbol para
Todos –en algún día futuro, el desprolijo manejo de las ilimitadas sumas de
dinero público que allí se malgastan obligará a varios de sus responsables a
trajinar los pasillos de los tribunales de Comodoro Py–. Quienes siguen los
partidos del desvaído torneo de primera división han notado ya que ahora no
sólo se difunden las obras del Gobierno sino que, además, en cada tanda aparece
un fragmento que reproduce un extracto de algún discurso de Fernández de
Kirchner. A ello hay que agregarle la seguidilla de cadenas nacionales y “Aló
Presidenta” con anuncios que, a fuer de ser tan numerosos, terminan desnudando
las contradicciones y el nivel de improvisación que exhibe el Gobierno. Entre
los casos más resonantes de las últimas semanas están el del Polo Audiovisual
en la para la Presidenta desconocida y deshabitada isla Demarchi –asunto que ha
abierto un conflicto que el Gobierno jamás imaginó y que habrá de recalentar
las de por sí malas relaciones con el sindicalismo moyanista y con la CTA que
no responde a Hugo Yasky– y el proyecto sobre las limitaciones a las
indemnizaciones laborales que ha descolocado al diputado oficialista Héctor
Recalde, quien siempre sostuvo posturas opuestas a las consagradas en el
proyecto gubernamental.
En este punto es preciso hacer también una mención acerca
del panorama que ofrece la oposición hacia la que también estuvo dirigido el
ruido de las cacerolas. Por lo que se ha observado hasta aquí, los opositores
tampoco han comprendido el mensaje. Quienes allí fueron no les demandan
postulaciones, sino propuestas; reclaman que los opositores se despierten de su
sueño de intrascendencia que parece no tener fin y se organicen para acordar
proyectos factibles que se comprometan a cumplir. Les exigen una
responsabilidad de la que hasta aquí, muchos han carecido. Dentro de ese océano
en el que abunda la pelea por la nada –las diputas internas del PRO que se
visualizan en el ir y venir a ningún lado de Gabriela Michetti son un ejemplo entre
tantos– queda expuesta también la hoguera de vanidades en la que sus
protagonistas consumen un tiempo al que le deberían dar un uso mejor. Está
claro, con todo, que es dentro del peronismo desde donde se está armando la
oposición más fuerte al proyecto con aires de chavismo que la Presidenta tiene
decidido llevar adelante. Ahí ahora hay dos líderes fuertes: uno es José Manuel
de la Sota; el otro, Hugo Moyano. La perspectiva presidenciable de De la Sota
–algo inimaginable hacía diez meses– comienza a despuntar de a poco. De la Sota
sabe que su relación con la Presidenta no tiene retorno. Por lo tanto, va a
jugar fuerte. Para llevar adelante esta iniciativa, sabe también que, sea como
fuere, tiene que blindar su provincia para hacer frente a los embates económicos
que sufrirá por parte de la Casa Rosada. Su ministro de Finanzas, Angel Mario
Elettore, le ha dicho a De la Sota que tiene caja para aguantar hasta marzo. De
ahí entonces que el gobernador esté abocado a buscar la fuente de recursos que
le permita asegurarse los fondos necesarios para pagar sueldos, aguinaldos de
los empleados públicos y haberes jubilatorios. Si no logra este objetivo, su
proyecto no tiene destino.
La Cámpora es un factor de creciente conflictividad dentro
del peronismo. “Estos muchachos sin historia de militancia vienen también por
nosotros; pero no puedo decir nada porque si lo hago, me dejan sin la plata de
la Nación, y sin esos fondos no hay gestión posible”, se quejaba hace unos días
un gobernador de una provincia cuyana que en público hace del sí cristinismo un
dogma. La organización que tutela Máximo Kirchner, que hace uso de los recursos
públicos sin ningún pudor, sigue desarrollando una tarea sistemática de
cooptación en las escuelas secundarias. Dentro de ese plan está la presión que
el Gobierno está ejerciendo para sacar la Feria del Libro de La Rural a fin de
llevarla a Tecnópolis. Allí se aprovecharán las visitas de las escuelas para
descargar toda la propaganda política apologética de Néstor y Cristina
Kirchner, con la idea de obtener el voto de los estudiantes de 16 y 17 años que
habrán de sufragar por primera vez el año que viene. El kircherismo no tiene
límites.
Por eso produjo alguna sorpresa una de las frases
pronunciada por Cristina Fernández de Kirchner en su último “Aló Presidenta”.
Concretamente fue la que le dedicó a Mauricio Macri cuando le pidió que “bajara
un cambio”. ¿La Presidenta estará dispuesta a hacer lo mismo?
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
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