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domingo, 14 de octubre de 2012

Presiones K a la justicia... De Alguna Manera...


El instrumento del miedo...

Corto supremas. Juez Juan Lorenzetti. Dibujo: Pablo Temes.



Presiones K a la justicia. El Gobierno ha comenzado a ir sin disimulo ni límites contra aquellos jueces que no fallen a su gusto. Instituciones en riesgo.

La presencia del ministro de Justicia, Julio Alak, en la tarde del jueves en la sede del Consejo de la Magistratura será, por lo lamentable, para recordar. El ministro, a la manera de un mandadero, irrumpió en ese ámbito para dar una conferencia de prensa en la que descalificó a quienes se oponen a que la postulante María Lorena Glagliardi sea nombrada en el juzgado que debe resolver la controversia por los artículos 161 de la Ley de Medios. Alak no podía ni debía estar dando una conferencia de prensa ahí, ya que el Consejo de la Magistratura es un organismo absolutamente independiente del Poder Ejecutivo. El ministro actuó, ni más ni menos, como un usurpador. He ahí, pues, el significado de esa presencia: el del avasallamiento.

Es que el Gobierno siente que es en la Justicia donde queda uno de los pocos espacios institucionales de oposición a su ahora desembozada y desesperada necesidad de lograr la suma del poder público. Por eso, el “Aló Presidenta” del miércoles pasado tuvo un objetivo claro: el de presionar al Poder Judicial para convalidar el intento final del Gobierno destinado a destruir al grupo Clarín. Con eso, la Presidenta busca acallar las voces de la prensa libre a través de las que se expresan las ponencias críticas de la sociedad. De lograrlo, el oficialismo habrá dado un paso decisivo en su afán de consolidar un modelo chavista que, después del categórico triunfo de Hugo Chávez en las elecciones de Venezuela, representa para el Gobierno el ejemplo a seguir.

La renuncia-denuncia del juez Raúl Tettamanti al Juzgado Civil y Comercial N°1, que debe entender en la causa Clarín en la que se discute el artículo 161 de la Ley de Medios, es de una enorme gravedad. El juez había sido convocado en cumplimiento de las disposiciones de la legislación vigente que, entre otras cosas, obliga a los jueces jubilados a hacerse cargo de juzgados vacantes cuando esto es dispuesto por la Cámara del fuero o por la Corte. La obligación es tan fuerte que los jueces convocados a esta tarea sólo pueden rechazar su nombramiento en caso de causales que deben estar muy bien justificadas. De no hacerlo así, el magistrado en cuestión puede llegar a ser sancionado hasta con la pérdida de su jubilación. La misma ley establece que los jueces jubilados no pierden el acuerdo del Senado por el que fueron designados. Por lo tanto, gozan de todas las garantías que ese acuerdo otorga a los magistrados.

En relación con el tema específico, además, el doctor Tettamanti tiene en su haber dos fallos adversos al Grupo Clarín: uno por Fibertel y otro vinculado a un supuesto incumplimiento de la cautelar por parte de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación (Afsca). Lo que ocurrió con el juez representa un ejemplo claro del avasallamiento institucional que practica el kirchnerismo. Los fundamentos de la recusación presentados por el ministro Alak hablan de una voluntad de impedir cualquier posibilidad de que un juez falle en contra de los deseos del Gobierno. Si eso es grave, lo que ocurrió en la trastienda fue mucho peor. Lo que hubo directamente allí fue un apriete sobre el hermano del magistrado, el almirante Rodolfo Tettamanti, retirado en 1988 tras la sublevación de los carapintada. Por eso el juez habló de una situación de “violencia familiar”. ¿Es éste el modelo de país que pretende construir la doctora Fernández de Kirchner?

Pero volvamos al “Aló Presidenta” del miércoles. Allí dijo la doctora Fernández de Kirchner que no existe ningún cepo cambiario, sino que existe un cepo a la democracia en relación con la actitud de Clarín de discutir en sede judicial la validez o no del artículo 161 de la Ley de Medios. Lo primero es mentira; lo segundo, también. No hace falta explicarles a los lectores la existencia del cepo cambiario. Muchos de ellos ya lo han padecido. Con respecto a lo segundo, hay que decir que sería ominoso para el país que Clarín o cualquier otra empresa no cumpliera con la ley (tan ominoso como eso es que un gobierno no cumpla con la ley, cosa que hace el actual cuando les paga a los gendarmes y prefectos en negro, cuando no acata las resoluciones de la Corte para reponer al procurador de Santa Cruz o cuando no paga las sentencias de los jubilados).

Lo que sí puede ocurrir –y ello es perfectamente legal y legítimo– es que una ley contenga artículos controvertidos que puedan vulnerar derechos consagrados por la Constitución Nacional, por lo que quienes se sientan damnificados acudan a la Justicia para que ella defina la constitucionalidad o no de tales artículos. Eso es lo que está ocurriendo ahora. El control de constitucionalidad de una ley es una tarea que le corresponde a la Justicia. Esto, que es un concepto elemental que conoce cualquier estudiante de primer año de la Facultad de Derecho, es lo que está en discusión ahora. Por ello es que el Gobierno quiere desesperadamente nombrar en el Juzgado Civil y Comercial N° 1 a la doctora María Lorena Gagliardi, funcionaria del Gobierno que se desempeña en el Onabe bajo la dependencia directa del jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina.

Embarga a la Corte Suprema un sentimiento de creciente preocupación por esta embestida furibunda de la Presidenta contra la Justicia. Tanto allí como en otros estamentos de la magistratura hay conciencia de que lo que está en juego en esta causa originada por la guerra del Gobierno contra Clarín trasciende el caso en sí y se expande hasta afectar el verdadero concepto de República. Es el “vamos por todo y por todos”, resumen de una concepción profundamente antidemocrática del ejercicio del poder. Eso se vive también al interior de un Gobierno en el que la posibilidad de que las voces autocríticas sean escuchadas es nula. El miedo como instrumento de gestión es malo para cualquier gobierno. La discrepancia no es un factor destituyente sino constituyente de las sociedades democráticas y libres en las que “ninguna fuerza doma, ningún tiempo consume, ningún mérito iguala, el nombre de la libertad” (Nicolás Maquiavelo).

Producción periodística: Guido Baistrocchi

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el jueves 11 de Octubre de 2012.



jueves, 27 de septiembre de 2012

Bajar un cambio... De Alguna Manera...


Bajar un cambio...

El aval oficial. Jefe de Gabinete Abal Medina. Dibujo: Pablo Temes.

Señales de mesura que hace tiempo que no se ven. ¿Toma de conciencia o mero espejismo?

Los ecos del ruido de las cacerolas que se escuchó a lo largo y a lo ancho del país hace poco más de una semana, siguen resonando en los oídos del Gobierno. En el cenáculo del poder todavía no se reponen de la sorpresa –desagradable para el kirchnerismo duro– que les causó una manifestación a la que primero minimizaron y después despreciaron. Sin embargo, luego de las horas de furia que se vivieron en la Babel de Olivos, en los “Aló Presidenta” de esta semana Cristina Fernández de Kirchner tuvo una actitud de mesura que hacía tiempo no se le veía.

Hay una realidad indiscutible: sin el apoyo de la clase media es imposible que el Gobierno pueda siquiera acariciar el sueño de la re-reelección. Y ése es un tema que tuvo una presencia muy fuerte entre las consignas principales que acompañaron al ruido de las cacerolas. Uno de los efectos de esos sonidos fue el rugir de las internas que comienzan a hacerse notar al interior del Gobierno. La Cámpora es un factor de irritación creciente dentro del peronismo que acompaña a la Presidenta. Amado Boudou es otro. Así, lo que se observa por estas horas es la progresiva apertura de líneas de confrontación impensadas para el oficialismo hace poco menos de un año, a pesar de lo cual el Gobierno no cede ni un milímetro en esa línea que conlleva un nivel de conflictividad y un culto a la personalidad como hacía años que no se veía en la Argentina.

Una de las herramientas de esa estrategia es Fútbol para Todos –en algún día futuro, el desprolijo manejo de las ilimitadas sumas de dinero público que allí se malgastan obligará a varios de sus responsables a trajinar los pasillos de los tribunales de Comodoro Py–. Quienes siguen los partidos del desvaído torneo de primera división han notado ya que ahora no sólo se difunden las obras del Gobierno sino que, además, en cada tanda aparece un fragmento que reproduce un extracto de algún discurso de Fernández de Kirchner. A ello hay que agregarle la seguidilla de cadenas nacionales y “Aló Presidenta” con anuncios que, a fuer de ser tan numerosos, terminan desnudando las contradicciones y el nivel de improvisación que exhibe el Gobierno. Entre los casos más resonantes de las últimas semanas están el del Polo Audiovisual en la para la Presidenta desconocida y deshabitada isla Demarchi –asunto que ha abierto un conflicto que el Gobierno jamás imaginó y que habrá de recalentar las de por sí malas relaciones con el sindicalismo moyanista y con la CTA que no responde a Hugo Yasky– y el proyecto sobre las limitaciones a las indemnizaciones laborales que ha descolocado al diputado oficialista Héctor Recalde, quien siempre sostuvo posturas opuestas a las consagradas en el proyecto gubernamental.

En este punto es preciso hacer también una mención acerca del panorama que ofrece la oposición hacia la que también estuvo dirigido el ruido de las cacerolas. Por lo que se ha observado hasta aquí, los opositores tampoco han comprendido el mensaje. Quienes allí fueron no les demandan postulaciones, sino propuestas; reclaman que los opositores se despierten de su sueño de intrascendencia que parece no tener fin y se organicen para acordar proyectos factibles que se comprometan a cumplir. Les exigen una responsabilidad de la que hasta aquí, muchos han carecido. Dentro de ese océano en el que abunda la pelea por la nada –las diputas internas del PRO que se visualizan en el ir y venir a ningún lado de Gabriela Michetti son un ejemplo entre tantos– queda expuesta también la hoguera de vanidades en la que sus protagonistas consumen un tiempo al que le deberían dar un uso mejor. Está claro, con todo, que es dentro del peronismo desde donde se está armando la oposición más fuerte al proyecto con aires de chavismo que la Presidenta tiene decidido llevar adelante. Ahí ahora hay dos líderes fuertes: uno es José Manuel de la Sota; el otro, Hugo Moyano. La perspectiva presidenciable de De la Sota –algo inimaginable hacía diez meses– comienza a despuntar de a poco. De la Sota sabe que su relación con la Presidenta no tiene retorno. Por lo tanto, va a jugar fuerte. Para llevar adelante esta iniciativa, sabe también que, sea como fuere, tiene que blindar su provincia para hacer frente a los embates económicos que sufrirá por parte de la Casa Rosada. Su ministro de Finanzas, Angel Mario Elettore, le ha dicho a De la Sota que tiene caja para aguantar hasta marzo. De ahí entonces que el gobernador esté abocado a buscar la fuente de recursos que le permita asegurarse los fondos necesarios para pagar sueldos, aguinaldos de los empleados públicos y haberes jubilatorios. Si no logra este objetivo, su proyecto no tiene destino.

La Cámpora es un factor de creciente conflictividad dentro del peronismo. “Estos muchachos sin historia de militancia vienen también por nosotros; pero no puedo decir nada porque si lo hago, me dejan sin la plata de la Nación, y sin esos fondos no hay gestión posible”, se quejaba hace unos días un gobernador de una provincia cuyana que en público hace del sí cristinismo un dogma. La organización que tutela Máximo Kirchner, que hace uso de los recursos públicos sin ningún pudor, sigue desarrollando una tarea sistemática de cooptación en las escuelas secundarias. Dentro de ese plan está la presión que el Gobierno está ejerciendo para sacar la Feria del Libro de La Rural a fin de llevarla a Tecnópolis. Allí se aprovecharán las visitas de las escuelas para descargar toda la propaganda política apologética de Néstor y Cristina Kirchner, con la idea de obtener el voto de los estudiantes de 16 y 17 años que habrán de sufragar por primera vez el año que viene. El kircherismo no tiene límites.

Por eso produjo alguna sorpresa una de las frases pronunciada por Cristina Fernández de Kirchner en su último “Aló Presidenta”. Concretamente fue la que le dedicó a Mauricio Macri cuando le pidió que “bajara un cambio”. ¿La Presidenta estará dispuesta a hacer lo mismo?

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 22 de Septiembre de 2012.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Mitomanías... De Alguna Manera...


Mitomanías...


Los problemas con la verdad son sólo cuestiones personales cuando el sujeto de esos episodios responde nada más que ante sí mismo. Mitómanos patológicos o cínicos seriales sólo afectan con esos rasgos a ellos y a sus círculos íntimos. Pero cuando esa mitomanía se perpetra desde altas funciones de gobierno, la situación deviene gravísima. Una cosa es la mentira o la media verdad invocada por los gobiernos por realpolitik, en defensa de coyunturas puntuales. Otra es cuando es pura exaltación de la propia farsa del funcionario, que inventa para protegerse o elogiarse.

Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación, el caso de Juan Manuel Abal Medina (h.) es notable. Insiste en no decir la verdad, pero pretende zafar de las consecuencias. Es imposible, en la era de internet, no dejar huellas. El, que tiene 44 años, no puede ignorarlo.

El año pasado escribí (“¿Un bebé montonero?”, Perfil, 11 de diciembre de 2011) que “El 3 de septiembre de 2006, Juan Manuel Abal Medina le dijo a Laura Di Marco, de La Nación, que ‘de bebé, mi tío me llevaba a las reuniones sin que se enterara mi viejo’. El hoy jefe de Gabinete de la presidenta Cristina Kirchner nació el 5 de mayo de 1968. Su tío, Fernando Luis Abal Medina, murió el 7 de septiembre de 1970 en la localidad bonaerense de William Morris, en un enfrentamiento con fuerzas policiales en pleno régimen militar. Fernando Abal había nacido en 1947, o sea que muere a la temprana edad de 23 años. ¿Cómo y para qué un guerrillero de 22 años llevaba a reuniones de revolucionarios a un bebé de dos años? ¿Le daba la mamadera? ¿Le cambiaba los pañales, que entonces eran de tela? En ese reportaje de hace cinco años, Juan Manuel Abal Medina (h.) profesaba palabras que hoy lo explican casi todo: ‘Cuando uno critica la anécdota, está equivocado. (…). En los procesos históricos siempre se mezcla lo viejo y lo nuevo, pero lo esencial es lo que prima”. El jefe de Gabinete nunca rectificó esta infantil invención, pero vuelve a incurrir ahora en un síntoma preocupante: dice que no dijo lo que dijo. La mañana del viernes posterior a las manifestaciones en varias ciudades argentinas, proclamó a través del interlocutor radiofónico del Gobierno que los participantes fueron “gente (a la que) le importa más lo que ocurre en Miami que lo que ocurre en San Juan”.

Pocos días después reiteró el procedimiento, esta vez en relación con su padre homónimo, viejo militante del nacionalismo católico de ultraderecha, de participación activa en el peronismo entre 1972 y 1974 que en 1976, tras la llegada al poder de las FF. AA, se refugió en la embajada mexicana en la Argentina hasta 1982. Radicado en ese país desde ese año, con el regreso argentino a la democracia en 1983, Abal Medina decidió afincarse en México, muy cerca del poder. Nunca desmintió haber trabajado para el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), repartición estatal “cuyo propósito es generar inteligencia estratégica, táctica y operativa que permita preservar la integridad, estabilidad y permanencia del Estado mexicano, dar sustento a la gobernabilidad y fortalecer al Estado de derecho”. En el Cisen, un organismo consagrado a “alertar y proponer medidas de prevención, disuasión, contención y neutralización de riesgos y amenazas que pretendan vulnerar el territorio, la soberanía, el orden constitucional, las libertades e instituciones democráticas de los mexicanos, así como el desarrollo económico, social y político del país”, Abal Medina habría permanecido de 1988 a 1994, a órdenes del secretario de Gobernación (Interior) del presidente Carlos Salinas de Gortari, Fernando Gutiérrez Barrios, uno de los barones del entonces todopoderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI).

El 15 de junio pasado, a pocas horas de que la sede central de Repsol YPF en Buenos Aires fuese tomada por el Gobierno, Abal Medina padre atendió telefónicamente desde su casa del Distrito Federal a Roberto Caballero, que lo llamaba desde Radio Nacional. Si bien advirtió no ser asesor ni abogado de Carlos Slim, de inmediato se sinceró: “Somos amigos y tenemos una relación cercana. (…) Ha hecho una enorme fortuna con su trabajo y el trabajo de sus hijos, todos ellos muy idóneos para los grandes negocios internacionales”. Explicó los negocios de Slim con las privatizaciones: “Creó uno de los grupos que se presentaron a la licitación cuando se decidió la privatización del sistema telefónico mexicano, en 1990. Ganó esa licitación y a partir de allí inició una enorme expansión. Con la liquidez que dan los negocios telefónicos más su capacidad financiera, hizo que el grupo se expandiera enormemente. Ahí comenzó a ser considerado el segundo o tercer CEO del mundo, como propietario de paquetes importantes y conocidos de acciones de empresas que cotizan en Bolsa. Es de una enorme fortuna, es un gran inversor y ha manifestado una clara confianza en la economía argentina, no de hoy, sino desde hace tiempo. Tuvo una relación muy cercana con el ex presidente Néstor Kirchner, y a posteriori con Cristina. Carlos (sic) no hace malos negocios”.

El hijo de Abal Medina consideró oportuno esta semana “aclarar” las cosas, pero las oscureció. Para él, hay “un espacio mediático tan sesgado que ya no se conforma con el viejo ‘saquemos de contexto’, sino que directamente inventan, e inventan lo peor que se les pueda ocurrir”. Acusó a los medios por informar que su padre asesoraba al multimillonario mexicano Carlos Slim. “[Pueden] repetirlo y repetirlo en esa cadena ilegal del odio y de la bronca y querer que nosotros nos sintamos avergonzados”, se ofuscó.

Similar pirueta protagonizó Axel Kicillof, viceministro de Economía que a los 41 años se ufanó de poder fundir a Techint si quisiera, pero luego dijo que tergiversaron sus dichos. Kicillof había sostenido que el Gobierno podría bajar el precio de la chapa y “fundir a Techint”, pero aclaró luego que no lo iba a hacer. Ahora enmienda aquella bravuconada: “Inventan las frases textuales, las rebotan, las rebotan, las rebotan en sus noticieros, en su cadena nacional paralela, blue, se ocupan de potenciarlo, reproducirlo”.

Lo notable de Abal Medina (h.) y Kicillof es que no parecen tener conciencia de que todo lo que dicen o escriben queda registrado, no es impune. Teóricamente jóvenes, su anacronismo radica en que desafían la moderna ley de gravedad en la red: todo lo dicho permanece. Es grave que como prominentes jerarcas del Gobierno no parezcan advertir la diferencia entre verdad y mentira. Es un pésimo presagio.

© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 22 de Septiembre de 2012.