martes, 6 de noviembre de 2018

Superliga Argentina. Lanús 0 s. Huracán 1... @dealgunamanera...


Huracán triunfó ante Lanús en la Fortaleza…


En un encuentro con escasas situaciones de gol, el conjunto de Parque Patricios venció al Granate por 1 a 0 con tanto de Nicolás Thaller en contra.

© Escrito por Nicolás Roncoroni el martes 06/11/2018 y publicado por el Departamento de Prensa del Club Atlético Huracán. Fotografías: Daniel Méndez.

El Globo disputó esta noche frente al Club Atlético Lanús el partido correspondiente a la undécima fecha de la Superliga Argentina de Fútbol. Los quemeros arribaron a este encuentro después de derrotar a Colón de Santa Fe en el Estadio Tomás Adolfo Ducó.

Desde un primer momento, Lanús fue quien tuvo mayor posesión de pelota, sin llevar mucho peligro a la valla de Marcos Díaz. La única oportunidad del primer tiempo llegó tras un remate de Tomás Belmonte, que el arquero de Huracán sacó sin problemas. A los 24 minutos, Andrés Roa debió ser reemplazado por una molestia en la rodilla derecha.

Norberto Briasco, que entró por el colombino en la etapa inicial, fue el protagonista del tanto que le dio la victoria a los conducidos por Gustavo Alfaro. A los 3, el juvenil desbordó por la derecha y tiró un buscapié, que el defensor granate Nicolás Thaller desvió en su propio arco para el 1 a 0.

A partir de la ventaja en su favor, el equipo de Parque Patricios buscó mantener una buena estructura defensiva contra los embates locales. Facundo Quignon estuvo cerca de meter el empate, pero su tiro salió al lado del palo. En una de las últimas, el ingresado José Luis Sinisterra remató desde la puerta del área y la pelota se fue apenas desviada.

Sin tiempo para más situaciones, el Club Atlético Huracán cerró el segundo triunfo consecutivo en la Superliga Argentina. Con estos tres puntos, los quemeros tienen 20 y se encuentran en el tercer puesto de la tabla de posiciones. En la próxima fecha, el Globo jugará contra Godoy Cruz de Mendoza en el Palacio Ducó.

Síntesis 

Lanús 0 

Matías Ibáñez; Leonel Di Plácido, Nicolás Thaler, Rolando García Guerreño, Marco Torsiglieri, Nicolás Pasquini; Tomás Belmonte, Facundo Quignón, Marcelino Moreno; Lautaro Acosta y Sebastián Ribas. DT: Luis Zubeldía.

Huracán 1


Marcos Díaz; Cristian Chimino, Saúl Salcedo, Federico Mancinelli y Pablo Álvarez; Andrés Roa, Iván Rossi, Israel Damonte y Walter Pérez; Andrés Chávez y Lucas Gamba.DT: Gustavo Alfaro.

Gol en el segundo tiempo: 3m. Thaller en contra (H).

Cambio en el primer tiempo: 33m. Norberto Briasco por Roa (H). En el segundo; 21m. José Luis Sinisterra por Di Plácido (L); 22m. Juan Garro por Gamba (H); 30m. Pedro De la Vega por Moreno (L); 36m. Diego Mendoza por Walter Pérez (H) y 39m. Gonzalo Di Renzo por García Guerreño (L).

Amonestados: García Guerreño (L). Damonte, Roa (H).

Árbitro: Nicolás Lamolina.

Estadio: Lanús.




Jugada Peligrosa... @dealgunamanera...

Jugada Peligrosa...

El hincha, Mauricio Macri. Foto: Pablo Temes

Como si tuviera poco con el país y la interna, el Presidente se ocupa de crearse problemas.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 03/11/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Todo fue un bochorno. Hablamos del episodio generado por Mauricio Macri al involucrarse de manera absolutamente inconsulta en la histórica final que por la Copa Libertadores jugarán Boca y River.

El tuit del Presidente difundido minutos antes de las ocho de la mañana del viernes, en el que presentó como un hecho casi consumado el complejo tema de la concurrencia de las hinchadas visitantes a cada uno de los dos partidos, dio pie a un entremés de enredos que lo dejaron mal parado. 

Veamos lo que siguió: la respuesta del ministro de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, Martín Ocampo, diciendo que eso no era posible; las afirmaciones del presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, señalando por Radio Continental que eso no era posible, postura que luego se supo era compartida por su par de Boca, Daniel Angelici; Macri hablando nuevamente –esta vez con Paulo Vilouta en Radio La Red– diciendo que la ministra de Seguridad  de la Nación,Patricia Bullrich, estaba avanzando a paso firme en la concreción de la iniciativa; Macri otra vez –ya en la tarde en una nota con FOX–, y ante la negativa persistente de los clubes expresó que todo quedaba supeditado a lo que decidieran Boca y River. 

Esta secuencia –que no incluye el ida y vuelta de opiniones opuestas, las conversaciones a las apuradas, el desconcierto de Horacio Rodríguez Larreta, las discusiones entre el ministro Ocampo y la ministra Bullrich, el azoramiento de ministros que no entendían nada de lo que estaba sucediendo–, tienen un valor que va más allá de la anécdota.

Offside. Primero porque el Presidente ha quedado mal parado y segundo porque este sainete –u “opereta”, según los gustos– ha sido una exhibición de tono patética de uno de los problemas clave de la metodología de gestión del gobierno de Macri: la falta de coordinación y comunicación que existe entre sus funcionarios.

La respuesta negativa de la gente no se hizo esperar. Y no hubo aquí diferencias ideológicas. Las redes fueron inundadas con cataratas de críticas contra el Presidente. Desde "paren con las cortinas de humo" –hasta “dejen de emplear la Policía para estas cosas”– le marcaron al Gobierno el pulso de la calle. Una calle que destila malhumor y angustia por doquier.

El episodio hizo acordar inmediatamente al del discurso de un minuto y 37 segundos que Macri pronunció el 29 de agosto pasado, cuando anunció el acuerdo –que luego se supo aún no estaba cerrado– con el Fondo Monetario Internacional. La pregunta que muchos –dentro y fuera del Gobierno– se hacen es: ¿quién decide estas cosas? ¿Es el Presidente por sí solo o es la idea de algunos de los “genios” de la comunicación que pululan en su entorno? 

¿Alguien evaluó el demérito de la autoridad presidencial que producen episodios como ésteLa pregunta es: ¿actúa por sí solo o es la idea de alguno de los "genios" de su entorno?

Sensibilidades. 

La interna política en Cambiemos sigue intensa. Hace 15 días hubo una iniciativa –para muchos, una operación– muy fuerte de María Eugenia Vidal marcando diferencias con el gobierno nacional, a causa de la quita de los 19 mil millones de pesos correspondientes al Fondo de Ayuda al Conurbano. En esa geografía heterogénea, con lugares en donde la pobreza y la indigencia se enseñorean desde hace décadas, se verifica un aumento significativo de la concurrencia de gente a los comedores barriales, escolares y parroquiales. Como la ofensiva de Vidal tuvo una fuerte repercusión, desde la Casa Rosada se puso en marcha una contraofensiva: a la gobernadora –a quien no pueden ni quieren tenerla enojada– le darán esa suma en obras públicas. Y para demostrar que “está todo bien” hubo primero la foto de Vidal con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio y después el encuentro con Macri en Trenque Lauquen, que también tuvo sus bemoles ya que el intendente, Miguel Fernández, estaba en los Estados Unidos y tuvo que volver de urgencia al país, porque cuatro días antes tenía al equipo de la Presidencia armándole todo el acto.

Claro que esto tuvo consecuencias en el resto de las provincias. Hay quienes piensan que ésa fue la causa del sorpresivo reclamo de los 100 mil millones de pesos en compensación por la eliminación del Fondo de la Soja que hicieron ocho gobernadores, verdadero dolor de cabeza para el Gobierno, en su afán por cumplir su compromiso con el FMI, necesita tener aprobada la Ley de Presupuesto para fin de mes.

Pero no es la relación de Vidal con el gobierno nacional el único tema que agita la interna de Cambiemos. Con el amaine de la "tormenta cambiaria", algunas de las viejas prácticas del oficialismo se han reavivado. Una de ellas es la endogamia política que lleva al PRO a comportarse como si fuera la única fuerza que compone Cambiemos. 

Es la línea Marcos Peña –personaje que en público menciona la palabra diálogo hasta el hastío, pero que en los hechos no dialoga con nadie que no piense como él– quien ahora, desde la sombra, se opone a la concepción más aperturista de Vidal y Rodríguez Larreta. En esta línea está también Emilio Monzó, actual presidente de la Cámara de Diputados, que fue –es– un hombre clave en el manejo de los debates más calientes y complejos que debió enfrentar el oficialismo en los últimos meses.

De hecho, fue él quien evitó que se cayera la crucial y dramática sesión de la Cámara Baja en la que se le dio media sanción al Presupuesto 2019. En un reciente almuerzo que tuvo con los cinco integrantes de su equipo de colaboradores en Escobar, les ratificó que dejará la presidencia de la Cámara, pero que no se irá de Cambiemos. "De ahora en más, Emilio no callará nada. Hará como Carrió", sostienen desde su entorno. Monzó está convencido de que ésa es la única manera de armar algo más amplio que asegure el triunfo del oficialismo en las elecciones de 2019.

Costillas contadas. 

Donde la tormenta no amaina es en la investigación por los aportes “truchos” a la campaña de Cambiemos en las elecciones del año pasado.

En la semana que pasó el juez a cargo del caso, Ernesto Kreplak, citó a 24 personas que hicieron aportes en el lapso de dos horas en el Banco Nación de Recoleta. Hasta ahora solo comparecieron cuatro personas. De esas cuatro, ninguna reconoció haber hecho ese depósito ese día en ese lugar; dos negaron haber hecho cualquier tipo de aporte de campaña y otros dos reconocieron haberlo hecho, pero en otras condiciones: ambos son del partido de Hurlingham y los aportes los hicieron al equipo de campaña de quien entonces era candidato a intendente –Lucas Delfino– y consistieron en comprar lugares en una mesa de una cena de recaudación de campaña. Es decir que ni siquiera los que reconocieron haber aportado lo hicieron a través de esa sucursal del Banco Nación. ¿Es ésta la “transparencia” de la que habla Cambiemos?

Producción periodística: Lucía Di Carlo.


(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com





domingo, 4 de noviembre de 2018

Los ciclos dirigidos desde Estados Unidos de Norte América de la política latinoamericana… @dealgunamanera...

Los ciclos dirigidos desde Estados Unidos de Norte América de la política latinoamericana… 


Hay una ilusión bastante recurrente entre los latinoamericanos acerca de su autodeterminación política. ¿Realmente creen que sus políticas estatales son independientes de la influencia de la gran potencia global del norte, EEUU, que es capaz de ejercer presión sobre gigantes económicos como China o Alemania o sancionar a una potencia nuclear como Rusia? Si lo creen así están totalmente engañados y seguramente ese engaño sirve a los propósitos estratégicos de EEUU.

© Escrito por Héctor Casavieja Píriz y publicado el sábado 03/11/2018 por Red Filosófica del Uruguay de la Ciudad de Montevideo, República Oriental del Uruguay.

Pero antes de considerar nuestra situación veamos lo que ocurrió con África. Todos sabemos que los gobiernos africanos fueron levantados y depuestos según antojos de las potencias occidentales desde siempre, por lo menos hasta el ciclo de las “independencias” programadas en todo el continente que ocurrieron casi simultáneamente en los años 60. Es decir, es indudable en el caso africano que la política de casi todos sus estados es manipulada desde el exterior, incluyendo la política de los estados del norte de África cuyos gobiernos están siendo utilizados hoy día como un arma contra los propios africanos en su intento de migrar a Europa.

Y ahora regresemos al caso latinoamericano. ¿Acaso podemos pensar que la historia de América Latina no se encuentra tan manipulada por las potencias occidentales como la de África? Sería imposible sostener que la destrucción sistemática de los gobiernos nacionalistas latinoamericanos de los años 50 y 60 fue simultánea por otro motivo que no sea que el destructor de todos ellos fue, sin duda, EEUU.


También sería imposible sostener que todas las dictaduras militares que se dieron en la región en los años 70, fueron simultáneas por pura casualidad porque bien sabemos que EEUU, a través de esquemas en los que la CIA fue una fundamental herramienta, usó a los ejércitos de los propios países latinoamericanos en su campaña contra la influencia del comunismo soviético y cualquier cosa que se le pareciera, mediante la práctica del terrorismo de estado, mediante la cual se exterminaron decenas de miles de personas por mecanismos tan feroces como la desaparición forzada.

Y fue el retroceso de esa política estadounidense, justamente, lo que permitió que de ese proceso de instalación de autoritarismo militar digitado se pasara en primer lugar a democracias con un sesgo neoliberal totalmente agradable a los ojos de nuestro gran hermano, también simultáneamente en todo el continente. Pero luego, y bien sabemos esto, EEUU concentró sus esfuerzos militares, políticos, económicos y de inteligencia en una campaña en el mundo árabe que duró hasta hoy día, una costosa y larga campaña iniciada allá por el año 2000, aproximadamente, y que tenía como principal objetivo desestabilizar la región sobre todo en países que fueron en el pasado aliados de la Unión Soviética como Libia, Siria, Irán, Irak, Afganistán.


Probablemente esta maniobra fuera al mismo tiempo el producto de la creencia en las alturas del poder estadounidense de que ya no había ningún obstáculo para políticas agresivas de cualquier tipo a partir de la caída de la URSS, algo que sin duda también se reflejó en la intervención de EEUU para desmembrar a Yugoslavia, en el avance de la OTAN hacia el este de Europa, y la introducción de un gobierno pro-occidental en Ucrania, así como en Georgia.

Pero esa zona de avance geopolítico de EEUU se ha enfriado últimamente a causa de la reconstrucción de las capacidades militares y económicas rusas, demostradas en su contención de la desintegración del gobierno pro ruso de Assad, en su creciente influencia sobre Turquía, en su apoyo tácito a Irán, en el aumento de los lazos geoestratégicos entre Rusia y Alemania y la alianza de tremenda profundidad y dimensión Rusia-China.

Lo que ocurrió mientras EEUU se distraía con sus grandes avances geopolíticos en Medio Oriente y el Este de Europa, es que bajo cuerda en América Latina se fueron creando algunos gobiernos claramente anti-estadounidenses como el de Venezuela, Ecuador, Nicaragua o Bolivia, y otros moderadamente nacionalistas o progresistas en sus políticas, como el de Brasil con Lula da Silva o el del Frente Amplio en Uruguay. Si miramos el mapa veremos que ese proceso nació básicamente hacia el año 2000, justo un poco antes de que EEUU iniciara su feroz campaña en el Medio Oriente y cuando todavía estaba más que ocupado en hacer avanzar a la OTAN hacia las fronteras de Rusia. 

Pero EEUU ya no está tan distraído en aquellas actividades por el simple hecho de que su avance se encuentra estancado por el contraataque geopolítico de Rusia y China en toda Eurasia e incluso en África. Y lo peor es que China, que todavía sigue siendo una potencia comunista que solo enfrió estratégicamente su conflicto con EEUU por un período corto de tiempo, ha hecho grandes avances para enlazar a África y a Latinoamérica a su poder económico de crecimiento imparable, lo cual tiene que resultar absolutamente preocupante para EEUU.

Y este es el momento en que debemos sacar las apropiadas conclusiones sobre el paso de un mapa naranja a un mapa azul: EEUU ha decidido no distraer más sus intereses en América Latina, y está interviniendo fuertemente para que se produzca este cambio de color en el mapa latinoamericano, de nuevo en simultáneo, como reflejo de su acción geopolítica total sobre este pobre continente que por el momento es incapaz tanto de unificarse, como de autodeterminarse frente al intervencionismo del hermano norteño.


Es EEUU el que está digitando en este momento con fuerza demoledora el avance del poder conservador favorable a sus políticas regionales en toda Latinoamérica, no solo poniendo bajo presión económica feroz a Nicaragua y Venezuela y manteniendo, por supuesto, la que ya tiene 50 años de historia sobre Cuba, sino usando los sistemas judiciales manipulables, la nostalgia de los militares por el pasado dictatorial, la cooperación de partidos políticos locales, su control corporativo sobre los medios de comunicación y sobre las redes sociales que usan los latinoamericanos, etc. 

Latinoamérica, como desde hace décadas, vuelve a ser encarrilada según los mandatos de su hermano intervencionista con engendros como Macri y Bolsonaro como piezas fundamentales de su ajedrez regional. Y es muy difícil que algo lo impida excepto una toma de conciencia sobre el intervencionismo estadounidense que parece muy lejos de concretarse dada la escasa criticidad y la perpetua distracción en asuntos locales que caracteriza el pensamiento político de los latinoamericanos.

Breve nota final:


Resta decir que en el cambio de color del mapa latinoamericano son Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Uruguay los que aparentemente aún no han sufrido el proceso. Pero son casos muy distintos, sin duda. Venezuela es un enclave fuerte de los intereses de China y Rusia, que la están apoyando militar y económicamente desde la época de Chávez. Nicaragua tiene una vieja tradición antiestadounidense debida al sandinismo y también tiene cierto apoyo de China y Rusia, lo que la hace un hueso duro de roer para EEUU a pesar de su pequeñez.

En ambos casos la intervención militar directa escandalosa ha sido sustituida por la intervención indirecta mediante el agenciamiento de fuerzas internas poderosas y bien financiadas y por el bloqueo y el sabotaje económico. Con respecto a Bolivia, el gobierno boliviano ha tenido la temprana idea de expulsar todas las organizaciones no gubernamentales relacionadas con EEUU impidiendo la infiltración de inteligencia y se apoya, además, en una identidad indígena muy fuerte, muy nacionalista y que puesta a prueba, puede llegar a ser muy resistente.

Y finalmente nos queda considerar el caso de Uruguay, un caso muy especial, porque sin duda Uruguay, dada su total debilidad geopolítica, ha optado por mantener relaciones lo más amistosas posibles con EEUU (recordemos la recepción de prisioneros de Guantánamo en tiempos de Mujica, o las relaciones muy amistosas entre este y la embajadora de aquel país) al tiempo que liga cada vez más su economía a China, que constituye hoy día su principal comprador. La fortuna de Uruguay consiste, quizás, en que no tiene prácticamente importancia para EEUU y el discurso oficial uruguayo es sumamente apacible y silencioso cuando se trata de criticar las políticas estadounidenses en Latinoamérica o en el mundo.

La izquierda gobernante en Uruguay ha optado, por lo que se ve, por un pragmatismo de sobrevivencia frente a un poder que podría borrarla de un plumazo al primer pronunciamiento equivocado. Sin embargo, no es una izquierda como la de Bachelet en Chile, que de izquierda solo ha tenido el nombre ya que ha aplicado políticas neoliberales siempre y además, ha mantenido el eje Chile-E.E.U.U. sin cambio alguno.



La acarició como las olas del mar… @dealgunamanera...

La acarició como las olas del mar…


Ayer publiqué la mención que gané por una crónica. Como no va a ser publicada, me dieron ganas de compartirla. Aquí está. Lo único que cabe aclarar es que el concurso tenía por tema formas no habituales de relacionarse con la muerte y que, como toda crónica, y como es el nombre del encuentro, el texto debía ser "Basado en Hechos Reales". Eso significa que lo que cuento, pasó.

© Escrito por Federico Lorenz el Domingo 04/11/2018 y publicado en su muro de Facebook en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La acarició como las olas del mar…

Ana Mancebo no conoció el mar hasta que secuestraron a su hijo. La primera vez que enterró sus pies descalzos en la arena suave para que el agua salada la besara ya era una mujer grande.

Me lo contó una mañana, durante una entrevista sobre la militancia sindical de Carlos Ignacio Boncio, su hijo. Carlos era delegado de la Juventud Trabajadora Peronista en astilleros Mestrina, en Rincón de Milberg, en el Tigre. El 24 de marzo de 1976, día del último golpe de Estado en la Argentina, los militares acordonaron la zona de astilleros y secuestraron a unas sesenta personas. Hicieron un trabajo preciso: tenían listas que los patrones y la burocracia sindical les habían proporcionado. Muchos de esos obreros, el hijo de Ana entre ellos, no aparecieron nunca más.

Hoy sabemos que los tuvieron secuestrados en la Comisaría de Tigre, bajo control militar. Durante algunos días, sus familiares pudieron llevarles comida y ropa para que se la entregaran en las celdas. Ana y su marido alcanzaron a escuchar la voz de Carlos, pared de por medio, gracias a un policía conocido. Las colas de familiares a plena luz del día, a la espera de ver a detenidos cuya condición de tales se negaba, eran lo opuesto a la clandestinidad de la represión.

Santiago Omar Riveros, jefe del Comando de Institutos Militares a cargo de la represión en la zona, dispuso al fin el traslado de todos a Campo de Mayo, en la zona Norte del Conurbano bonaerense. Ese lugar, junto a la ESMA y La Perla, en Córdoba, fue uno de los mayores centros de exterminio del país.

Durante meses, los secuestrados, asesinados y sus cuerpos arrojados a aguas abiertas desde aviones.

El caso de Carlos Ignacio es especial porque la represión cometió un error administrativo. A Carlos, el joven delegado, lo “blanquearon”: figura como detenido en Coordinación Federal junto a otros secuestrados que fueron posteriormente liberados. Carlos Ignacio no: la maquinaria de exterminio se impuso y lo llevaron, junto a otros desgraciados, para que los masacraran y finalmente asesinaran. 

Hubo un ensañamiento especial con los sindicalistas clasistas que habían osado instalar, efímeramente, el control obrero de la producción. Un compañero de Carlos en Mestrina, el Macaco, compadreó: dijo que cuando los milicos lo fueran a buscar, “los iba a echar con los perros”. Los testigos sobrevivientes de Campo de Mayo recuerdan que al Macaco le cortaron los garrones, para que se arrastrara, y le largaron encima los perros de la guarnición.

La saña fue proporcional a la amenaza que sintieron los patrones. A sus ojos, y a los del plan represivo, los obreros merecían un castigo ejemplar: toda la zona debía ser “limpiada de bichos colorados”. Así me habló en 2009 el dueño de uno de los astilleros, que había sido tomado como rehén en 1973.

Lo dijo con un odio chocante, como si el daño que le habían inferido hubiera sucedido el día anterior, y no hacía más de treinta años. Cuando lo entrevisté, en su oficina de unos talleres de maquinaria industrial, negó reconocer a los delegados en las fotografías que le mostré mientras hablábamos.

No podía ser: seguramente se habría cruzado con ellos diariamente y, muy probablemente, temido. Recuerdo que miró las imágenes como quien ve a través de una ventana. Como si esas personas no hubieran existido. Y sin embargo, allí estaban, durante una toma de fábrica, o un asado. 

Las fotografías pueden ser engañosas: mantienen vivo lo que ya no es. Pero en esa aparente ambigüedad está su verdadero poder. Nos confrontan con la idea de que nadie muere del todo.

La entrevista con Ana Mancebo fue en su casa, en una zona llamada Talar de Pacheco. El camarógrafo y yo tuvimos que hacer algunos kilómetros por un camino desolado rodeado de montañas de autos abandonados. El camino serpenteaba entre la chatarra como si una gigantesca topadora hubiera abierto paso apartándola a ambos lados. El puente sobre el Río Reconquista nos mostró un horizonte de basura y podredumbre. Al otro lado, aparecieron las primeras casas de un barrio obrero como todavía podían verse en 2003. No voy desde entonces; es probable que el camino hoy sea más peligroso, que se haya amontonado más miseria. Pero tal vez sean solo los prejuicios nacidos del privilegio del que puede entrar y salir de los escenarios que visita para describir el mundo. 

En todo caso, esa escenografía deprimente era la adecuada para mi estado de ánimo. La noche anterior había dormido muy mal, como venía sucediendo hacía tiempo. Para ser más preciso, desde que había comenzado mis entrevistas a víctimas del terrorismo de Estado. Muchas veces tenía visiones fugaces de rostros o evocaba fragmentos de las cosas que me habían narrado secuestrados, exiliados, madres y padres de desaparecidos.

Sin embargo el sueño de la víspera a la visita a la casa de Ana Mancebo fue fundacional. Yo no lo sabía entonces, pero iba a ser la primera de muchas otras noches diferentes. Yo no sabía que empezaba mi trabajo como mensajero. 

Soñé que se me acercaba un joven. Nos encontrábamos en una esquina, y él, serio, miraba atentamente a los costados con las manos metidas en los bolsillos de una campera. Estaba serio. Cuando pareció estar seguro de que estábamos solos, me miró y me dijo:

-Mañana vas a ver a una señora. Te va a explicar por qué se mete al mar. Le vas a decir que es verdad.

-¿Qué es lo que es verdad?

-Lo que te dice es verdad. Y le vas a decir que la acaricio como las olas del mar. 

Me desperté sobresaltado. Pensé que era una más de tantas pesadillas. Porque yo sabía, aunque nada racional lo justificara, que esa persona con la que había hablado había existido, y estaba muerta. 

Fue una entrevista difícil. Los sectores populares no abundan en metáforas, son directos, tienen el dolor a flor de piel. Contestan con monosílabos. Pero además, el esposo de Ana estuvo todo el tiempo presente, algo bastante frecuente también en esos casos. Nos recibieron en una casa humilde. Nos convidaron café en unas tazas viejas y nos sentamos en torno a una mesa con uno de esos viejos manteles de hule estampados con flores. 

El viejo había sido testigo del secuestro de su hijo, ya que también él trabajaba en el astillero. Desaprobaba la militancia sindical de su hijo. Pero él no abrió la boca durante toda la entrevista. Sólo tamborileaba con impaciencia sobre la mesa. Lo hacía con tanta insistencia que por momentos yo fijaba la vista más en sus manos que en la cara de la anciana, que contaba sus cuitas en tono monocorde. Él tenía los dedos como garras, callosos y fuertes, con las uñas largas. 

Ana dijo que nunca esperó que el Ejército hiciera lo que había hecho con su hijo. Más aún, que el día del golpe hasta se alegró de que lo detuvieran, porque ya estaban muy preocupados con todo lo que estaba pasando.

¿Todo lo que estaba pasando? –pregunté.

-Los asesinatos. Usted sabe. Era cuestión de que cada mañana apareciera una persona muerta a tiros en la calle, y yo tenía miedo por él.

-Entiendo.

-Pero nunca pensé que los militares iban a ser peores. No era eso lo que me habían enseñado.

Hubo un silencio incómodo.

-¿Y cómo era Carlos en esa época? –pregunté al fin.

-Ah, era un muchacho fuerte, buen hijo… ¿Quiere que le muestre una foto?

-Por favor.

No hay muchas imágenes de los militantes de aquella época. De los trabajadores, menos. Porque una cámara fotográfica era algo caro entonces. 
Porque por seguridad las destruyeron o las saquearon durante los allanamientos. En algunos casos, de esas personas desaparecidas no quedó nada, salvo la tozudez o la resignación de sus familiares. 

-Esta es la única que nos quedó de él, es la del documento de identidad. Con la que hicimos la pancarta. Mire qué lindo chico.

Mientras hablaba, la señora me alcanzó en pequeño retrato.

Dicen que los que mueren trágicamente nunca nos dejan del todo. Pero es más que eso: convivimos con los muertos. Nuestra soberbia, nuestro miedo, son tan poderosos que achican el campo de nuestras experiencias. Pero bastaría estar atentos, y ver o escuchar. Porque lo que no pueden decirnos en las horas diurnas nos lo hacen saber durante el sueño.

Lo supe esa mañana cuando ví que la foto de Carlos Ignacio Boncio era la del rostro del joven con el que yo había hablado en sueños. El joven que me había visitado para yo transmitiera un mensaje.

-A usted le va a parecer raro –me dijo entonces Ana, como si me leyera los pensamientos- Pero cuando supe que los tiraban al río, pensé: Carlos sabía nadar, a lo mejor se salvó…

-¡No empieces con eso! –fue la única vez que el papá de Carlos intervino en la conversación, y lo hizo para pegar un grito, dar un manotazo, levantarse e irse para el fondo.

Ella lo vio alejarse con una expresión de dulzura:

-El pobre tuvo que seguir trabajando en ese lugar, no digiere lo de nuestro chico. Yo me junté con las Madres de por acá, reclamamos, pero además, ¿sabe qué?

-¿Qué Ana?

La vieja me miró con un gesto de complicidad, como una abuela que va a contar un cuento.

-Me llevó un tiempo darme cuenta de que no se había podido salvar. Que los tiraban al río para que se ahogaran. Después me enteré de que los drogaban para que ya llegaran inconscientes al agua.

El viejo estaba en el fondo de la cocina, con los brazos cruzados, la mirada clavada en el piso.

-Ese verano, habrá sido el primero de la democracia, le insistí a mi marido para que nos fuéramos de vacaciones al mar. Nos fuimos a Mar del Plata.

Yo no conocía el mar, ¿sabe? Nunca nos habíamos ido de vacaciones. Y llegué a la orilla. Tenía puesto un vestido, me saqué los zapatos y me lo arremangué, y me metí en el mar, y sentí las olas.

Yo no podía dejar de mirar a Ana. El recuerdo de esa escena la había embellecido. Un amor doloroso le hacía brillar la mirada.

-Y cuando el mar me tocó, yo sentí que mi hijo estaba en esas olas, y que me acariciaba.

La señora calló, y se me quedó mirando.

-Usted me cree, ¿verdad?

-Sí, Ana, sí.

-Mi marido piensa que estoy loca. Pero yo sé que ese día mi hijo me acarició.

-Le creo Ana. Estoy seguro de que es así–dije con la mirada del hombre que me había visitado en sueños clavada sobre mí. Mientras tanto su padre, en la cocina, decía que no con la cabeza. 

Terminamos la entrevista unos minutos después. Esta vez el viejo, que nos había recibido junto a su esposa en la puerta, ni siquiera se acercó para despedirse.

Yo le pedí permiso a la señora para abrazarla. Sentí que mi trabajo no estaba completo. Que tenía que cumplir.

Con su cabeza a la altura de mi pecho, volví a decirle:

-Estoy seguro de que ese día su hijo llegó con las olas para acariciarla.

Sentí cómo su cuerpo agradecía esas palabras.

-¿De verdad no piensa que estoy loca?

Y entonces, por fin, me animé:

-Carlos me contó anoche que lo había hecho. 

Separó su rostro de mi pecho. Me miró:

-Me dijo: “la acaricio como las olas del mar” – reforcé. 

Fue un abrazo breve. Pero mientras duró me pareció escuchar el rumor eterno e incesante del mar, ese rumor que también escucho ahora mientras termino de escribir, mientras pienso cuándo será la próxima vez que vuelva a hacer de mensajero.

Federico Lorenz 2018.