Todos a la intemperie…
Cuando el poder nubla la visión dirigencial, la racionalidad suele quedar en
segundo plano.
© Publicado el sábado 27/05/2023 por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Lo más relevante del
acto motorizado por Cristina Fernández de Kirchner el
25 de Mayo fue su intrascendencia. Fue, al fin y al cabo, la manifestación de
la imparable pérdida de su poder. Salvo el magnificente y costosísimo escenario
que ocuparon la vicepresidenta y sus acólitos, montado de espaldas a la Casa
Rosada, todo fue decadente. La decisión de emplazarlo en ese lugar fue un intento
de marcar su ajenidad al Gobierno. “Me encanta la lluvia”, dijo, adecuadamente
protegida del agua mientras, abajo, sus seguidores se empapaban bajo una
tormenta que arreciaba.
El “sincericidio”
ocurrió cuando señaló que, con sus errores y diferencias, este gobierno –su
gobierno–, es mejor que el de Macri. Allí terminó de reconocer el fracaso de la
gestión de Alberto Fernández y el suyo propio. La idea que ha querido imponer
el kirchnerismo de que
este gobierno no le pertenece tiene aceptación solo en el núcleo duro de los
fanáticos K. Es un núcleo cada vez más reducido. Sorprendió la pobreza cuantitativa
y cualitativa de los dirigentes que la rodeaban. Atrás, quedaron los tiempos de
cuadros políticos prometedores, que la realidad se ha encargado de barrer con
brutalidad.
El acto del jueves pasado fue una muestra de eso: la angustia que
genera en los dirigentes y en la propia militancia la carencia de herederos y
figuras de peso para la sucesión. La lluvia torrencial actuó como una metáfora
cruel de esa intemperie. Aquel plan inicial de alternancia indefinida, en el
poder Néstor-CFK quedó trunco por la biología y la ilusión de encontrar en Máximo K una
continuidad sostenible, quedó hecha añicos por su propia incapacidad.
Hay que
recordar que el así llamado “Operativo Clamor” se proponía reventar la avenida
9 de Julio. La realidad le fue mostrando a los líderes de La Cámpora que eso
era un imposible. Por eso, el acto se mudó a la Plaza de Mayo, a la que los
manifestantes llenaron por la mitad con el agregado de unas cuadras de las
avenidas de Mayo, Sáenz Peña y Roca, lo cual quedó lejos –muy lejos– de las 500
mil personas que se anunciaban en los medios oficialistas.
La ausencia de la
mayoría de los gobernadores peronistas y de los líderes de la CGT ahondó la
soledad de CFK. Es de pura lógica: es muy difícil entusiasmar a la gente con un
índice de inflación anual de más del 100% y con un 40% de pobreza en ascenso.
El principal problema que enfrenta la vice es que, en el presente, no tiene
nada positivo para mostrar. Por eso no profundizó en ninguno de esos dos temas.
Es que todo está peor que cuando junto con Alberto Fernández asumieron.
De esta forma, a lo largo de su
perorata del jueves, CFK tuvo que volver a echar mano a las referencias al
pasado. Habló de los doce años de gobierno del kirchnerismo, omitiendo el
actual período. Sus referencias al presente aludieron a la Corte Suprema –a la
que calificó de mamarracho– y a su supuesta proscripción, una verdadera falacia
que no termina de convencer ni siquiera a los propios.