El delirio de no querer festejar el Bicentenario…
Está claro que la fiesta fue magra. En comparación con
los festejos del bicentenario de la Revolución de Mayo, lo de este fin de
semana fue como festejar un cumpleaños en enero, pero no por eso dejó de
generar polémica entre los que están a favor y en contra. A favor de que se
festeje fuerte y en contra de que se tenga que pagar, obviamente.
© Escrito por Nicolás
Lucca, en El Relato del Presente, el domingo 10/07/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
Con la cabeza agobiada por los problemas que nos arroja la recesión
económica, el clima de bicentenario no se hizo presente. Estamos en otra. Tan
en otra que no registramos que Carrió le pidió a María Eugenia Vidal que haga
algo con el jefe de la policía bonaerense, ya que su pasado en la lucha contra
el narcotráfico fue tan improductivo que daba para sospechar de algún tipo de
connivencia. Otra que no lo registró fue Patricia Bullrich, que salió a bancar
al jefe de la poli de Buenos Aires sobre el que pesa la misma consideración que
se podría tener sobre el jefe de la Federal, que pasó la última década al
frente de la superintendencia de Drogas con los resultados que ya conocemos.
Tampoco registramos que Horacio Rodríguez Larreta acepta la renuncia de un
funcionario porque a un grupo de actores que vive puteándolo no les gustó que
ese funcionario dijera que son unos ladris; del mismo modo que ni nos dimos
cuenta que a doscientos años de la declaración de la independencia de este
cacho de tierra al que llamamos Patria, el debate político sigue vigente,
aunque flojo de encanto. Hoy no discutimos sobre qué país queremos dejarles a
nuestros hijos y nietos, si no sobre si corresponde o no que el dibujo de Eva
en la 9 de Julio esté iluminado por las noches o no, sobre si hay que pagar las
tarifas con aumento, si reclamamos el Ahora 12 para la factura de gas, o nos
calentamos a leña pero con wifi.
El Papa envía una carta para saludar a los argentinos por el bicentenario y
remarca que “la Madre Patria no se vende”. Mientras muchos nos preguntábamos
qué habrá querido decir el amigo famoso de Gustavo Vera, si cancelaron la venta
de España o qué corno, el kirchnerista despechado lo tomó como bandera y lanzó
la contrarrevolución tirando toda la carne al asador. La carne alcanzó para un
hashtag en Twitter, pero hay que reconocerles la voluntad.
Cristina Elisabeth agitó la previa al bicentenario dolarizando ahorros y
tuiteando desde su departamento en Recoleta. La mishiadura económica nos afectó
a todos y la expresi vio como en dos meses pasó de ser recibida por multitudes
y dar discursos ante miles de personas en Comodoro Py, a ser recibida por
Parrilli, veinte pibes y 52 banderas, tener más policías que militantes en
tribunales y quejarse de una cámara de seguridad en la esquina.
Luego de una semana de hitazos triunfalistas, Cris se quiso tomar el palo
antes de la medianoche del 8 de julio, pero el clima la hizo volver a su departamento,
donde la esperaba el orfanato camporista cantando villancicos nuevos como “la
Recoleta es de Perón”. Sí: la Jefa se instala en el barrio más paquete y
aristocrático de la ciudad de Buenos Aires, pero la militancia lo toma como un
acto de rebeldía.
Cristina, consciente de que estaba frente al grupo de Edipos irresueltos
más grande que ha dado este país, mostró de primera mano lo fácil que le sale
dibujar los hechos. Se los encontró de pedo porque le cancelaron el vuelo, pero
les dijo que “solamente nosotros podemos hacer un acto peronista en calle
Juncal”. Luego dijo que se quedó pensando en lo que dijo el Papa con eso de que
“la Patria no se vende”. La que le entregó un cacho de tierra soberana a los
chinos y la exploración petrolera a Chevron no profundizó demasiado en el tema,
pero alcanzó y sobró para que cayeran algunas lágrimas de emoción entre quienes
la escuchaban.
Montada en la caja de una camioneta, a la Presi le pidieron que se
quede hasta la medianoche para celebrar el bicentenario con la muchachada.
Complaciente con los pibes que se bancaron ser señalados como parias
emocionales con capacidades ideológicas diferentes, la expresi tiró un claro,
conciso y esperanzador “Olvidate” acompañado de un arengador “no me quedo acá
hasta las doce”. No existe dinero que pueda pagar tamaña sabiduría de
estadista. Finalmente Cris se retiró y la camioneta pudo continuar vendiendo
huevos por el barrio.
El actor Diego Reinhold, descendiente de los mapuches que habitaban los
bosques alemanes de Saafeld, se quejó de que los festejos se llevaran a cabo en
la plaza que está al lado del Teatro Colón porque el teatro se llama Colón.
Porque está claro que Cristóbal Colón combatió la independencia argentina a
pesar de la pequeña desventaja de haber nacido italiano, nunca haber pasado ni
cerca del Río de la Plata y haber fallecido 310 años antes. Sin embargo,
Reinhold fue la cara visible, pero detrás de él hubo cientos de nabos con acceso
a Internet que nos corrieron con que esto es una pesadilla, con que no podemos
tener a un ex rey de invitado, con que es una vergüenza que se organice un
desfile militar para una fecha patria y con que es un embole que no contemos
con recitales de los amigos de Teresa Parodi.
No veía berrinche colectivo tan infantil desde que en preescolar nos
cancelaron la salida grupal al show de Carlitos Balá en la calle Corrientes. El
planteo es simple, estimados: ¿Cómo creen que España llegó a ser el “imperio
donde nunca se pone el sol”? ¿Con amor? ¿Y cómo creen que conseguimos la
independencia del imperio con el ejército más poderoso del mundo de aquel
entonces? ¿Con charlas en las plazas? ¿Cuáles creían que eran “los laureles que
supimos conseguir” si no fueron en campos de batalla? ¿Qué creían que
significaba “o juremos con gloria morir”? ¿Qué organicemos un pacto suicida con
todas las chicas llamadas Gloria?
Puedo entender que tantos años llamando imperialistas a esos países a donde
van a gastar su dinero reventando la tarjeta de crédito les dejó la comprensión
al mismo nivel de un australopithecus con retraso madurativo, pero combatir al
imperio en el siglo XIX requería algo más que pancartas.
El Grito de Asencio no fue un discurso arengador ni el sitio de Montevideo
consistió en un abrazo solidario convocado por Whats App. Y si bien del Éxodo
jujeño podrían haber participado del saqueo para que no quede nada a los que
vengan después, lo cierto es que tampoco fue llevado cabo por ensayistas. El
Combate de Las Piedras, la batalla de Tucumán, la batalla de San Lorenzo,
Suipacha, el cruce de los Andes, la batalla de Chacabuco, todos fueron hechos
claves y concretos que consiguieron, aseguraron y garantizaron nuestra
independencia. Y no, no se gestaron desde una reunión en una unidad básica, ni
gracias a un videíto en YouTube, ni por una campaña de carteles de actores
prebendarios en Facebook.
Se definen militantes, un vocablo derivado de militar, reivindican a San
Martín, Rosas y Perón, se sienten parte de un movimiento creado por Teniente General,
pero les irrita que los militares del siglo XXI marchen por las bestialidades
que cometieron los militares del siglo XX, ese mismo siglo XX que nos dio al "Sheneral". Entiendo que la incoherencia la llevan en el ADN, pero no dejan de
sorprenderme que hayan aprendido a atarse los cordones. Doce años de realismo
mágico les dejó las neuronas empastadas y realmente creen que con firmar un
papelito alcanza para que las cosas ocurran. Si aplaudieron la construcción de
millones de viviendas sólo porque se prometieron en un decreto, cómo no van a
creer que fuimos independientes gracias a que los godos se asustaron y
abandonaron la mitad de sus posesiones de ultramar luego de enterarse que
treinta y tres rebeldes habían firmado un documento en el living de una casa.
También patalearon por la presencia del rey emérito Juan Carlos de Borbón.
No registraron que en Argentina hablamos español, somos mayoritariamente
católicos, y el 100% de nuestros patriotas nacieron en territorios
pertenecientes a la corona. Son los mismos giles con apellido europeo que
hablan en primera persona para criticar la colonización europea desde una
computadora en un departamento en la Buenos Aires que perteneció a los
querandíes. Lindo mensaje para los que aspiran a superar La Grieta: en España
pasaron doscientos años, ocho reyes, diez gobernantes que no fueron monarcas,
varias formas de gobierno, un par de dictaduras y una monarquía republicana,
pero invitar al Juanca es entregar nuevamente los dominios del Virreinato del
Río de la Plata a su majestad.
El mundo gira, pasan los años, pasan los siglos, y las cosas cambian tanto
que nada es determinantes. De hecho, si llegaran a registrar que el primer país
que nos reconoció como un par libre e independiente fue el Reino Unido de la
Gran Bretaña, entran en un colapso nervioso. Y lo hizo recién en 1826, tras 16
años de guerras contra los godos que dieron paso a las guerras intestinas que
se prolongaron por otros sesenta años.
Sí, los militares se cargaron a la democracia varias veces a lo largo de
cuatro décadas. Y de la última pasaron otras cuatro décadas. Y entiendo que el
delirio personalista los lleve a confundir las instituciones con las personas.
Pero si los militares de hoy en día tienen que pagar por los errores cometidos
por la institución de hace cuarenta años, bajemos la persiana y mudémonos de
planeta: el Estado también es una institución y es la misma que reprimió,
desapareció gente y asesinó a mansalva, y no por eso vamos a impedir que siga
existiendo como tal. Supongo que no debería ser muy difícil de entender, pero
aprovecho la onda papal que aplican y les digo que deberíamos suprimir los
tedeums en fechas patrias, dado que Mario Poli no debería dar la cara luego de
todas las muertes y torturas cometidas por la inquisición durante siglos.
Por último, para relajar los ánimos y llevar algo de calma a esos espíritus
tan preocupados por el qué dirán los progres del mañana al ver la foto de este
bicentenario, les comunicó que el último militar de la dictadura que tuvo una acusación
por su accionar cuando era un purrete de 21 años, se encuentra procesado desde
hace un buen tiempo. Se llama César Milani.
Si tan sólo hubieran prestado atención cuando les enseñaron la diferencia
entre Gobierno y Estado, o entre personas e instituciones, no estarían
sufriendo tanto y se sentirían felices de habitar un país que celebra dos
siglos de independencia del imperio más grande que ha conocido el mundo.
Y eso costó sangre. Mucha, mucha sangre derramada a lo largo de décadas
para que hoy no tengamos que discutir qué modelo de país tenemos. Con probar la
receta que nos dejaron por escrito por una vez, quizás, en una de esas, salimos
adelante.
Domingo. “Juremos no dejar las armas de la mano hasta ver al país
enteramente libre o morir con ellas como hombres de coraje”, dijo José de San
Martín y no, precisamente, en su muro de Facebook.
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