Después
de la gira, las internas...
El periplo europeo del
Presidente fue muy productivo. Ahora toca resolver la deuda y alinear
funcionarios. Kicillof, siempre amateur, y roces en Justicia.
© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.
Fue una
semana de caricias políticas para Alberto Fernández. Su exitosa gira por Europa le deparó
las mieses de la cordialidad de la canciller de Alemania, Ángela Merkel, del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, y del presidente de Francia, Emmanuel
Macron.
Todos ellos
lo recibieron muy bien, comprometieron su apoyo para los reclamos por la deuda
y hasta le hicieron regalos simpáticos y de calidad (la guitarra que le regaló
Macron es de muy buena hechura).
Dicho esto,
hay que recordar que a Mauricio Macri también lo trataron muy bien en su
primera gira europea. Y lo mismo le sucedió a Néstor Kirchner en su primer
viaje presidencial al Viejo Mundo. A la única a la que nunca le fue
verdaderamente bien fue a Cristina Kirchner. Ya se ha dicho aquí que su
patológica personalidad generó el rechazo de todos los jefes de Estado que la
conocieron.
La moraleja
de este racconto es que el apoyo de los líderes mundiales es una condición
imprescindible para enfrentar una negociación tan compleja como la que deparará
la búsqueda de un acuerdo de pago con el FMI y los bonistas, pero insuficiente
para reconstruir la economía del país.
Deuda. Néstor Kirchner solucionó el
problema de la deuda pero Cristina se fue del gobierno con 25% de pobreza, la
deuda con los holdouts y altos índices de inflación y desempleo.
Mauricio
Macri solucionó el problema con los holdouts, pero su gobierno terminó con más del
30% de pobreza, la deuda con el FMI y bonistas privados, e índices de inflación
y de desempleo aún mayor de los que había heredado.
En su
periplo europeo, el Presidente fue a pasar la gorra en pos de la ayuda de los
líderes mundiales a los que visitó. Es altamente probable que también le vaya
bien con Donald Trump, que trató con deferencia al flamante embajador en
Washington, Jorge Argüello, quien volvió a ocupar esa sede diplomática de la
cual había sido expulsado en 2012 como castigo por CFK.
Está claro
que el problema de la deuda se va a solucionar. El desafío es que vengan las
inversiones. Por eso –y para que no le suceda lo que a sus antecesores– el
gobierno de Fernández debe abocarse a la búsqueda de las soluciones políticas y
estructurales que requiere la problemática de la economía argentina.
Kicillof. En el
devenir de la negociación por la deuda, el Gobierno tuvo en las dos últimas
semanas una especie de quinta columna: Axel Kicillof. Su impericia para manejar
el vencimiento del bono por 249.750 millones de dólares emitido en 2011 por
Daniel Scioli fue proverbial.
Cuando se
propone una postergación de los plazos de pago o alguna otra variante, se
requiere un consenso previo con un número de acreedores que sea suficiente para
que el deudor se asegure contar con la aquiescencia de la casi totalidad de los
acreedores. Eso es lo que no hizo Kicillof. Lo suyo fue un piletazo sin ninguna
posibilidad de éxito.
“Fue algo
amateur, sin ningún sentido”, lo definió un analista económico de elite. Y tan
amateur fue que acabó impactado negativamente en la reestructuración del bono
AF20, un bono dual que se paga en pesos o en dólares a un cambio determinado.
Es evidente,
además, que Kicillof no tiene muy en claro su rol. Él es el gobernador, no el
ministro de Economía. La lógica indica que debió haber sido su ministro de
Economía, Pablo López, quien llevara la voz cantante de la negociación ante la
opinión pública.
Para eso están
los ministros, que son, además, fusibles.
“Axel se
equivocó otra vez. Tiene mucho que aprender”, confiesa una voz de su cercanía.
Internas. Poco le
duró al Presidente el dulce sabor de las jornadas vividas entre Roma, Berlín,
Madrid y París. La interna emergió con toda su potencia apenas el jefe de
Gabinete, Santiago Cafiero, volvió a decir que en la Argentina no hay presos
políticos.
Que haya
salido a cruzarlo Julio De Vido no sorprendió a nadie. Es más, el retruécano
del depreciado ex ministro –despreciado, además, por muchos de sus ex
conmilitones– es casi un galardón para el jefe de Gabinete. Pero que esa discrepancia
haya sido expresada públicamente –una vez más– por una integrante del gabinete,
la ministra de las Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, es
insólito.
La
repercusión de este episodio sin dudas ha sido fuerte al interior del Gobierno.
No es casual que el canciller Felipe Solá haya salido de inmediato a respaldar
a Cafiero al advertir que este incidente termina afectando la autoridad del
Presidente. Y el mismo AF advirtió esto ya que ayer la orden que circulaba al
interior del gabinete era no hablar más del tema.
Otro foco de
tensión que se está incubando es el de la reforma judicial. El proyecto
anunciado por el Presidente el 10 de diciembre en su discurso ante la Asamblea
Legislativa aún no tiene fecha de presentación a causa de las diferencias
internas entre la ministra de Justicia, Marcela Losardo, y el secretario de
Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz.
AF decidió
que se encarguen de su redacción –entre otros– Losardo, Beliz, Cafiero, el
secretario General de la Presidencia, Julio Vitobello, y la interventora de la
AFI, Graciela Camaño.
La última
semana trascendió que Beliz habría solicitado el asesoramiento del fiscal José
María Campagnoli. Es un aporte extraoficial. “No está institucionalizado”,
afirman. Campagnoli, que fue subsecretario de Justicia durante el período en
que Beliz se desempeñó como ministro de Néstor Kirchner, fue víctima de la
persecución política del kirchnerismo cuando investigó a Lázaro Báez.
Losardo, por
su parte, ya hizo saber en los pasillos de Comodoro Py que está “muy en
desacuerdo” con la reforma judicial que está armando Beliz, con eje en la
Justicia Federal, conmocionada en estos días por la muerte del juez Claudio
Bonadio.
Bonadio fue
un juez muy pero muy cuestionable al que el kirchnerismo –en el ejercicio de la
doble moral que forma parte de su esencia– protegió y elogió cuando se
benefició con sus fallos y a quien recién denostó cuando fue objeto de sus
investigaciones por hechos de corrupción.