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sábado, 20 de febrero de 2021

El Centro de Estudios Legales y Sociales es una empresa… @dealgunamaneraok...

 El Centro de Estudios Legales y Sociales es una empresa…

 


Magnífica ocasión para romper la inercia del lenguaje y dejar de considerar "organismo de derechos humanos" al CELS. 

El CELS es una empresa, cuyo presidente es el señor Horacio Verbitsky, declarado heredero del fundador, Emilio Fermín Mignone. 

© Escrito por Enrique Vázquez el sábado 20/02/2021 y publicado en Facebook, en la Ciudad de Ingeniero  Maschwitz, Provincia de Buenos Aires, República de los Argentinos. 

Mignone nació en 1922 y desde muy joven integró los “grupos de choque” de la iglesia católica, particularmente activos contra los simpatizantes de la República durante la guerra civil española (1936-1939). Como es lógico, fue seducido por el peronismo: en 1948 asumió como Director General de Escuelas (ministro de Educación) de la provincia de Buenos Aires, designado por el gobernador, coronel Domingo Mercante, y más tarde ocupó la dirección del Educación Superior del Consejo Nacional de Desarrollo. 

Caído Perón, aprovechó sus contactos con funcionarios norteamericanos para poner distancia de la “Libertadora”. 

A principios de los ’60 consiguió un contrato de la Organización de Estados Americanos como especialista en política educacional. Su desempeño en Washington DC coincidió con la expulsión de Cuba del seno de la OEA y el aval de esta entidad a la invasión de la República Dominicana. 

Su cargo político más alto llegó con la dictadura de Juan Carlos Onganía, la edad de oro de los católicos ultramontanos y del cursillismo: en 1966, apenas derrocado el presidente Illia, Mignone asumió como viceministro de Educación de la Nación, cargo en el que se mantuvo hasta 1970. 

Con el auspicio del nuevo gobierno constitucional peronista, inaugurado el 25 de mayo de 1973, Mignone fue nombrado rector de la Universidad Nacional de Luján, que había sido creada en diciembre de 1972. Tras el golpe del 24 de marzo de 1976, la universidad fue intervenida, como todas las otras. Y en un par de meses la vida del rector depuesto sufrió un vuelco dramático. 

Mignone tuvo 5 hijos: Isabel, Mónica, Mercedes, Fernando y Javier; uno de los varones se hizo cura católico y vive en el Canadá. Mónica era catequista y asistente social en la villa del Bajo Flores cuando fue detenida por un comando de la Armada el 14 de mayo de 1976. Mignone y su mujer, Angélica “Chela” Sosa, recurrieron a todos sus contactos para encontrarla; un marino les dijo que se quedaran tranquilos, que Mónica estaba en la Escuela de Mecánica de la Armada y que con toda seguridad al día siguiente la restituirían a su domicilio habitual. Nunca más supieron nada de ella. 

Mignone encontró refugio y contención en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y “Chela” en la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, cuya disidente Línea Fundadora la encontró como una de sus integrantes desde el primer momento. 

Cuando llegó a Buenos Aires la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el 6 de septiembre de 1979, sus integrantes recogieron todos los testimonios posibles sobre el terrorismo de Estado, y al regresar a los EE.UU. editaron un libro en inglés y castellano con una síntesis de lo obtenido. Mignone viajó a Washington junto al obispo metodista Aldo Etchegoyen y ambos trajeron a la Argentina los primeros ejemplares de aquella denuncia, cuya difusión, por supuesto, estaba prohibida por los milicos. Pero Mignone no sólo trajo libros: trajo también una propuesta de la Fundación Ford para subvencionar a la APDH con una donación inicial de 2 millones de dólares, que se renovaría anualmente. 

La APDH se mantenía a duras penas gracias a las donaciones de los fieles de las iglesias protestantes europeas, particularmente las alemanas y las neerlandesas. La donación le venía de perlas, pero la compañía Ford había transformado su planta automotriz de General Pacheco en un verdadero campo de concentración, del que desaparecieron no menos de 12 trabajadores, entre ellos 6 que integraban la comisión interna de delegados. La APDH no podía combatir el terrorismo de Estado con dinero de uno de sus cómplices. La comisión directiva decidió rechazar la propuesta de la Ford, y Emilio Fermín Mignone, junto a otros dos padres de desaparecidos -Augusto Conte McDonnell y Boris Pasik- decidió emplear ese dinero en la creación de un ente que estuviera en condiciones de pagar abogados profesionales e investigadores sociales dedicados al tema de la represión ilegal. 

Así nació el CELS. 

Apenas restablecida la democracia, Horacio Verbistky buscó reinsertarse en su profesión y lo consiguió en 1984 a través del semanario El Periodista, editado por Andrés Cascioli con la guita que le dejaba la revista Humor® por aquella época. Simultáneamente Verbitsky solicitó su incorporación a la APDH, cuya comisión directiva, por unanimidad, rechazó el pedido. Integraban aquella mesa el docente Alfredo Bravo, el obispo Federico Pagura, el abogado Alberto Pedroncini, el rabino Marshall Meyer, el diputado intransigente Miguel Monserrat, la dirigente comunista Rosa Pantaleón y Graciela Fernández Meijide.

Con ese camino cerrado pero dispuesto a mostrarse como un defensor de los DD.HH., Verbitsky se acercó a Mignone y Conte, quienes le dieron cabida en el CELS. 

“El Periodista” fue un fracaso editorial y dejó de aparecer a principios de 1987, casi en simultáneo con otros dos medios de la época: “La Razón” matutina, editada por Jacobo Timerman, y “El Porteño”. Todos los desocupados confluyeron en “Pagina 12”; entre ellos, Verbitsky, cuya función primordial en el diario dirigido por Lanata consistió en reivindicar a Rodolfo Walsh -su jefe en la organización Montoneros- y Emilio Mignone. Si uno lee las notas de Verbitsky, Walsh nunca fue miembro de la Alianza Libertadora Nacionalista, y Mignone durante toda su vida fue un activista por los derechos humanos.

No por casualidad, tras el fallecimiento de los socios fundadores del CELS y por decisión de las viudas, Verbitsky pasó a desempeñar la presidencia de la entidad, que tiene como director ejecutivo, por contrato y al cabo de un proceso de selección, al abogado Gastón Chillier. 


Horacio Verbitsky

Vale decir, el CELS es una organización de tipo empresarial, dedicada al patrocinio de causas judiciales vinculadas con los derechos humanos y a la investigación sobre el tema, pero no se lo puede llamar “organismo de derechos humanos” porque no hay militancia ni vida participativa en su interior. 



lunes, 9 de julio de 2012

Unicato dogmático... De Alguna Manera...

Unicato dogmático...

Aquel "pollo" de Néstor... Scioli y Kirchner. Dibujo: Pablo Temes.

El peronismo ofrece largas historias de choques entre gobiernos nacionales y bonaerenses. Laberinto Scioli.

La traumática relación entre el presidente y el gobernador de la provincia de Buenos Aires es un clásico del peronismo. El coronel Domingo Mercante –a quien Evita bautizó con el apodo de “el corazón de Perón”– fue un hombre de extrema confianza del fundador del PJ. Mercante fue gobernador desde 1946 hasta 1952. Su relación con Perón y Evita fue excelente hasta la reforma constitucional de 1949. El punto de mayor interés de esa reforma era, para Perón, la reelección. Y receló de Mercante, al que acusó de querer sucederlo. A partir de ese momento, Mercante cayó en desgracia y en 1953 fue expulsado del justicialismo.

En 1974, durante la tercera presidencia de Perón, se produjo otra situación conflictiva. La gota que rebasó el vaso fue el trágico intento de copamiento del Regimiento 10 de Caballería Blindada de Azul. Perón reaccionó con furia, una de cuyas consecuencias fue la renuncia forzada del gobernador Oscar Bidegain, a quien se lo acusó de ser tolerante con la subversión. Bidegain fue reemplazado por su vice, Victorio Calabró, un dirigente de la UOM.

En 1990, el gobernador era Antonio Cafiero, que encabezaba la renovación peronista que había sido derrotada en la interna por el binomio Menem-Duhalde. A pesar de esa caída, las aspiraciones presidenciales de Cafiero no habían cedido. Nació entonces la iniciativa de reformar la Constitución provincial, con el objetivo de permitirle acceder a otro mandato. Menem operó fuerte para que eso no prosperara. Y lo logró: en una consulta popular triunfó el “no”.

Fue luego el turno de Duhalde, quien renunció a la vicepresidencia para postularse a la gobernación y terminar de desplazar de ese territorio al cafierismo. Puso como condición para dar ese paso la creación de un fondo extra aportado por la Nación a los fines de hacer frente a las infinitas necesidades de la provincia. Duhalde llegó con la idea de que en 1995 él sería el candidato presidencial del peronismo. Esa idea murió el día que Menem le anunció la reforma de la Constitución, con la cláusula de la reelección incluida. Ello obligó a Duhalde a buscar la reforma de la carta magna provincial para que se le abriera la posibilidad de ser reelecto y así sustentar sus aspiraciones presidenciales. La ruptura definitiva entre el presidente y el gobernador se produjo en 1998, cuando Duhalde se plantó y dijo que no apoyaba el deseo de Menem de buscar su re-reelección, hecho no contemplado por la Constitución.

Ya en tiempos del kirchnerismo, las cosas no fueron muy diferentes entre Néstor Kirchner y Felipe Solá. Kirchner siempre consideró a Solá como alguien ajeno a su proyecto. No obstante, ante la falta de una alternativa mejor, pensó en él como candidato a la gobernación en 2007. Para ello debía forzar a través de la Corte Suprema bonaerense una rebuscada interpretación de la Constitución provincial que le permitiera a Solá presentarse a un tercer mandato. Esta maniobra murió tras el triunfo de monseñor Joaquín Piña en el plebiscito de Misiones por el que se rechazó la iniciativa del gobernador Carlos Rovira de buscar la reelección indefinida. Ante esa circunstancia, Kirchner sacó de la galera la candidatura de Daniel Scioli, quien, a esa altura, se aprestaba a comenzar su campaña por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Es decir que “Scioli gobernador” fue un invento de necesidad y urgencia de Kirchner.

Cristina Fernández de Kirchner nunca quiso mucho a Scioli, a quien no ha perdido ocasión de humillar cada vez que ha podido. La gestión del actual gobernador nunca fue brillante; la de sus predecesores, tampoco. La provincia de Buenos Aires, que viene siendo gobernada desde hace 25 años por el peronismo, no conoce otra realidad que la de la crisis permanente. Por lo tanto, detrás de este conflicto hay algo más: es la lucha por el 2015. En esa lucha, Scioli ha pasado a ser el enemigo del kirchnerismo, lo que anteayer quedó evidenciado una vez más a través de una multiplicidad de voces que se escucharon ejecutando una misma partitura, en la que no sólo se criticó su gestión sino que, además, se lo descalificó. Públicamente lo hicieron el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, el senador Aníbal Fernández, el diputado Carlos Kunkel y el intendente de Lanús, Darío Díaz Pérez; privadamente, muchos más. En ese marco, el acérrimo enemigo que Scioli tiene metido en su gobierno, Gabriel Mariotto, tuvo su “Resolución 125”, cuando le hizo saber al gobernador que el proyecto de ley de declaración de la emergencia económica no contaba con el apoyo del kirchnerismo.

Lo que se observa en la provincia de Buenos Aires tiene mucho de intervención federal. Hay una clara decisión del Gobierno nacional de imponerle a Scioli la agenda en un verdadero operativo de pinzas del que también participa el políticamente resucitado ministro de Planificación, Julio De Vido, quien se reúne en su despacho con intendentes bonaerenses a los que les exige lealtad a la Presidenta como condición sine qua non para recibir los fondos destinados a la continuidad de la obra pública. Como se ve, todo “muy democrático”.

La conferencia de Scioli de ayer fue una mezcla de su sempiterno y ya inconducente “sicristinismo” y de gestos que, en los códigos del kirchnerismo, son de una insoportable rebeldía. El más claro, la conferencia de prensa abierta a las preguntas de los periodistas. Para la Presidenta y su círculo áulico ese es un pecado mortal. Otro: para la Presidenta, los problemas son inventos de los medios; en cambio para Scioli representan la realidad. Por otra parte, la ausencia de Mariotto lo dijo todo: entre el sciolismo y el cristinismo ya no hay otra cosa que el desamor.

“Vamos por todo”, es el lema guía del kirchnerismo. A las pocas horas del resonante triunfo electoral de Fernández de Kirchner hubo un mensaje de texto atribuido al actual jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina –cuya pobrísima presentación ante la Cámara de Diputados obliga a preguntarse qué le pasó y dónde quedó todo lo aprendido en su paso por las aulas universitarias en las que descolló como alumno brillante–, que decía “ahora vamos por todos”. Abal Medina se enojó con la difusión de ese mensaje diciendo que había sido mal interpretado. Los casos de Scioli y Moyano demuestran, sin embargo, que el “vamos por todos” representa el pensamiento real de un gobierno que hace del unicato un dogma.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 7 de Julio de 2012.