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martes, 20 de junio de 2023

Esteban Schmidt. La muerte de un héroe del 83... @dealgunamaneraok...

La muerte de un héroe del 83...

En el año que se cumple el 40 aniversario de la restauración democrática muere uno de sus más destacados artífices.

© Escrito por Esteban Schmidt el viernes 10/03/2023 y publicado en su Newsletter en Substack, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.  
 


Esteban Schmidt

Ayer fui al entierro de Enrique Vázquez, quien murió el martes a los setenta años por las secuelas de una ACV que sufrió el sábado en su casa de Ingeniero Maschwitz. Hasta el viernes pasado sostenía un programa de radio de una hora, pequeño, artesanal, desde su living, y con una audiencia naturalmente ínfima dado el alcance del medio. Fue internado primero en el hospital de Garín, próximo a su hogar, luego en el sanatorio Nuestra Señora del Pilar, que está en la cartilla de la obra social de los trabajadores de prensa, a ver si mejoraba su suerte.

Su ataúd llegó desde la cochería en un Volkswagen Vento blanco adaptado para estos traslados. En el vidrio de uno de los lados se leía, sí, Enrique Vázquez, esas letras intercambiables, de acrílico en el mejor de los casos, con nombres propios, que son tan irresistibles a la vista como el cajón. Gente grande, arriba de los cincuenta la inmensa mayoría, en su despedida, que se reunió a la entrada de la primera de las capillas donde la iglesia certifica, en el cementerio de la Chacarita, la partida de un cristiano. 

El hijo de Enrique, Rodrigo, un joven robusto y calvo, de camisa blanca, pantalón negro del que sobresalía en su bolsillo trasero un paquete de tabaco para armar, y cuando ya éramos muchos, anunció que el cura le había pedido que liberara la vereda inmediata a la capilla porque impedía el normal funcionamiento, lo cual era cierto, e implicó para muchos de los convocados la confirmación de que la capilla era el punto de encuentro señalizado por la cochería y nada más. 

“Yo a mi viejo no lo voy a meter acá adentro” dijo Rodrigo, y nos trasladamos a una plazoleta que se encuentra frente a esa capilla y que de mis anteriores visitas al cementerio, una hace muy poco a despedir a mi vecino Oscar, uruguayo, hincha de Peñarol, y remisero, no habría podido recordar. Pero ahí está esa plazoleta, para despedidas laicas y contreras, lo cual me parece práctico recordar de aquí en más, y que sirvió para detenerse otro buen rato, y charlar con sus hijos, compañeros de trabajo, viejos amigos y conocidos.

El hijo de Enrique llevaba un parlante subwoofer en su mano, como un valijín, de aquí para allá, lo cual alimentó la expectativa de que intervendría el ambiente en algún momento, con alguna canción o quién sabe. A Enrique, que no le faltaron palabras, quien fue un orador elocuente, como lo describieron sus hijos en su propio Facebook, fue despedido como si fuéramos todos muditos, como si nada importante pudiera ser dicho, o como si hablar y decir cosas con peso fuera algo completamente al pedo en la Argentina. Sí había pena verdadera, nadie estaba ahí para impresionar a alguien, sino para despedir una vida. Quien no estaba acongojado, estaba donde interpretaba que correspondía estar, más allá de comodidades personales.

Así como los diarios brindaron la noticia para cumplir, o por las dudas, y se abastecieron de Twitter o de un mismo cable de Telam que se abasteció de Twitter, exhibiendo profunda ignorancia y ausencia de criterio, sorprendieron también la falta de señales institucionales, como Radio Nacional, de la que fue subdirector, de la Universidad de Buenos Aires, de cuya carrera de Comunicación fue director, o de la Unión Cívica Radical, partido al cual Vázquez unió su biografía. (Acotación de la Redacción: Estuvo presente Gustavo López)

Lo que brinda protección también te achica la cancha, lo sabe cualquier héroe, pero atención: eso no es lo mismo que elegir no ser libre de ninguna manera o no tener ideas propias jamás.

Pensé, entonces, que el estilo Gatica, de Vázquez, “monito las pelotas” se había cobrado vidas en su carrera y que muchos podían no encontrar el incentivo necesario para despedirlo más allá de que pudieran reconocer, si sacaran los ojos del celular o del espejo, que Enrique fue uno de los héroes del ‘83, como muchos de los que faltaron. 

Como dijo Facundo Suarez Lastra, a mi lado, bajo un sol tremendo, cuando los enterradores soltaron las sogas, “en estos momentos uno tiene que concentrarse en lo más importante de una vida”.

Aun en la plazoleta, con el Vento estacionado, los asistentes, unos cincuenta, hicieron su pasada personal, como quien no quiere la cosa, por al lado del auto, para otorgar un pensamiento último al amigo muerto. En nombre de la cochería, había un jovencito de traje que trataba de manejar los tiempos de cada estación. Rodrigo interpretó, por el merodeo insistente del chico, que era la hora de partir y caminamos unos 300 metros a una zona de tumbas abiertas, y bastante frescas, cavadas esa mañana por un bobcat detenido y sin maquinista que, a pocos metros, con su aspecto de dinosaurio metálico, revelaba el carácter industrial del cementerio y rompía la ilusión de una ceremonia sin tiempo.

Para Rodrigo, encontrar la que sería la tumba de su padre no fue fácil. Dijo que había hecho todo el recorrido previamente, pero al llegar ya había demasiados rectángulos abiertos. Los números tallados en el suelo estaban cubiertos de polvo así que le pasamos los zapatos para despejarlos, pero los enterradores no tenían dudas de dónde debían cumplir su siguiente misión, de hecho llevaban un tiempo esperando. Debieron esperar aún más, Rodrigo les dijo: “me van a matar pero me olvidé algo” y empezó a correr esos 300 metros de regreso sorteando tumbas hacia la zona de las capillas donde había estacionado su auto y donde había quedado aquello que no quería dejar pasar en la ceremonia. 

Así fue, minutos después, llegó muy agitado, pero en cierto modo feliz de poder cumplir con su padre y acomodó un cigarro Cohíba en la tapa del cajón, lo cual naturalmente fue visto como un acto que justificaba cualquier demora; luego sí, los municipales soltaron amarras, y el ataúd, que nunca cae recto, aportó una desprolijidad más al acto de volver a la tierra después de una vida jugando a los indios y los vaqueros.

Vázquez escribía la columna de política en la Revista Humor desde el año 81, y eso quedará de él, como Francisco de Laprida declaró la independencia con su voz; e hizo un programa de radio llamado El árbol y el Bosque que fue todo lo que se podía esperar de la radiodifusión democrática acompañado de periodistas de gran nivel entonces, e ideas propias como Hugo Paredero, Diego Bonadeo, y Sandra Russo. Suena ridículo que haya terminado sus días dirigiéndose solo a un centenar de oyentes o pidiendo que le den click a unas notas en Infobae para que del medio le soliciten nuevas colaboraciones. 

Era muy activo en su perfil en Facebook donde mantenía viva sus micro militancias en contra del maltrato animal, en contra de la sociedad de la UCR con el PRO y en contra de los diarios nacionales cuyos papelones editoriales, problemas gramaticales, errores ortográficos y de congruencia, describía con gracia y sin ninguna piedad. Como cualquier persona de bien, Enrique estaba perfectamente hinchado las pelotas de la justificación de cualquier cosa en nombre de una causa superior, por lo tanto, si es que alguna vez lo fue, ya no era un hombre de Estado, no era el hombre de las explicaciones sino el de las quejas.

Diego Barovero, un buen amigo de Enrique y mío, historiador que historia en vivo, antes de que las cosas amarilleen, y que rescata siempre lo mejor de una vida, liberando los hechos y las personas de las pasiones para ver a qué sirvieron, y que acompañó ayer sus restos, dijo de él: “su compromiso con la libertad, la verdad y la justicia siempre serán un norte”.

Con Enrique Vázquez fuimos colegas de una profesión extraña donde se parasita a los hombres públicos y sus acciones pero en la que si se tiene suerte, y huevos, puede uno darse el lujo de transparentar la vida pública presente y ayudar a abrirle paso a una vida pública futura mucho mejor. Así fue como se lució en sus columnas contra la dictadura militar sin dejar de alentar la expectativa con la candidatura de Raúl Alfonsín. Tuvo la oportunidad de lucirse y hacer historia. Y lo hizo. No mariconeó, ni se paró en el medio a ver qué decían por un lado el general Trimarco y por otro el doctor Tróccoli y trazar una bisectriz.

En oportunidad de un artículo que escribí para la revista Seúl en 2021 sobre la salida de Marcelo Longobardi de Radio Mitre, Enrique me dijo:

A medida que pasan los años, no encuentro mejor momento de la cultura, de la política, que aquel que se abrió con Serú Girán y la Revista Humor en el 78, Tiempo de Revancha en el 80 y Teatro Abierto en el 81. La guerra de Malvinas vino a echarle un balde de lava a una sociedad civil que quería salir de la mugre de la violencia armada y del terrorismo estatal. Y la Argentina, aunque no había conocido la libertad plena aún, ya era una fiesta de libertad en los teatros, en las casas. Algo muy bueno estaba por empezar, y Enrique Vázquez, entre muchos otros (y de pie para mencionar a Andrés Cascioli y Tomás Sanz, también) con gran osadía y manejo escénico pudo infundir coraje a la clase media que leía Humor, revista que quincena a quincena reducía a los milicos del proceso a la cagada moral y cultural que fueron.

Ah, antes de que el cajón quede cubierto de tierra, Rodrigo conectó el parlante a su celular y todos escuchamos Owner of a lonely heart, de Yes, una canción lanzada en 1983, y que se ve, se siente, lo definió un montón.

Que brille, entonces, para Enrique Vázquez la luz que no tiene fin.

 



   

sábado, 20 de febrero de 2021

El Centro de Estudios Legales y Sociales es una empresa… @dealgunamaneraok...

 El Centro de Estudios Legales y Sociales es una empresa…

 


Magnífica ocasión para romper la inercia del lenguaje y dejar de considerar "organismo de derechos humanos" al CELS. 

El CELS es una empresa, cuyo presidente es el señor Horacio Verbitsky, declarado heredero del fundador, Emilio Fermín Mignone. 

© Escrito por Enrique Vázquez el sábado 20/02/2021 y publicado en Facebook, en la Ciudad de Ingeniero  Maschwitz, Provincia de Buenos Aires, República de los Argentinos. 

Mignone nació en 1922 y desde muy joven integró los “grupos de choque” de la iglesia católica, particularmente activos contra los simpatizantes de la República durante la guerra civil española (1936-1939). Como es lógico, fue seducido por el peronismo: en 1948 asumió como Director General de Escuelas (ministro de Educación) de la provincia de Buenos Aires, designado por el gobernador, coronel Domingo Mercante, y más tarde ocupó la dirección del Educación Superior del Consejo Nacional de Desarrollo. 

Caído Perón, aprovechó sus contactos con funcionarios norteamericanos para poner distancia de la “Libertadora”. 

A principios de los ’60 consiguió un contrato de la Organización de Estados Americanos como especialista en política educacional. Su desempeño en Washington DC coincidió con la expulsión de Cuba del seno de la OEA y el aval de esta entidad a la invasión de la República Dominicana. 

Su cargo político más alto llegó con la dictadura de Juan Carlos Onganía, la edad de oro de los católicos ultramontanos y del cursillismo: en 1966, apenas derrocado el presidente Illia, Mignone asumió como viceministro de Educación de la Nación, cargo en el que se mantuvo hasta 1970. 

Con el auspicio del nuevo gobierno constitucional peronista, inaugurado el 25 de mayo de 1973, Mignone fue nombrado rector de la Universidad Nacional de Luján, que había sido creada en diciembre de 1972. Tras el golpe del 24 de marzo de 1976, la universidad fue intervenida, como todas las otras. Y en un par de meses la vida del rector depuesto sufrió un vuelco dramático. 

Mignone tuvo 5 hijos: Isabel, Mónica, Mercedes, Fernando y Javier; uno de los varones se hizo cura católico y vive en el Canadá. Mónica era catequista y asistente social en la villa del Bajo Flores cuando fue detenida por un comando de la Armada el 14 de mayo de 1976. Mignone y su mujer, Angélica “Chela” Sosa, recurrieron a todos sus contactos para encontrarla; un marino les dijo que se quedaran tranquilos, que Mónica estaba en la Escuela de Mecánica de la Armada y que con toda seguridad al día siguiente la restituirían a su domicilio habitual. Nunca más supieron nada de ella. 

Mignone encontró refugio y contención en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y “Chela” en la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, cuya disidente Línea Fundadora la encontró como una de sus integrantes desde el primer momento. 

Cuando llegó a Buenos Aires la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el 6 de septiembre de 1979, sus integrantes recogieron todos los testimonios posibles sobre el terrorismo de Estado, y al regresar a los EE.UU. editaron un libro en inglés y castellano con una síntesis de lo obtenido. Mignone viajó a Washington junto al obispo metodista Aldo Etchegoyen y ambos trajeron a la Argentina los primeros ejemplares de aquella denuncia, cuya difusión, por supuesto, estaba prohibida por los milicos. Pero Mignone no sólo trajo libros: trajo también una propuesta de la Fundación Ford para subvencionar a la APDH con una donación inicial de 2 millones de dólares, que se renovaría anualmente. 

La APDH se mantenía a duras penas gracias a las donaciones de los fieles de las iglesias protestantes europeas, particularmente las alemanas y las neerlandesas. La donación le venía de perlas, pero la compañía Ford había transformado su planta automotriz de General Pacheco en un verdadero campo de concentración, del que desaparecieron no menos de 12 trabajadores, entre ellos 6 que integraban la comisión interna de delegados. La APDH no podía combatir el terrorismo de Estado con dinero de uno de sus cómplices. La comisión directiva decidió rechazar la propuesta de la Ford, y Emilio Fermín Mignone, junto a otros dos padres de desaparecidos -Augusto Conte McDonnell y Boris Pasik- decidió emplear ese dinero en la creación de un ente que estuviera en condiciones de pagar abogados profesionales e investigadores sociales dedicados al tema de la represión ilegal. 

Así nació el CELS. 

Apenas restablecida la democracia, Horacio Verbistky buscó reinsertarse en su profesión y lo consiguió en 1984 a través del semanario El Periodista, editado por Andrés Cascioli con la guita que le dejaba la revista Humor® por aquella época. Simultáneamente Verbitsky solicitó su incorporación a la APDH, cuya comisión directiva, por unanimidad, rechazó el pedido. Integraban aquella mesa el docente Alfredo Bravo, el obispo Federico Pagura, el abogado Alberto Pedroncini, el rabino Marshall Meyer, el diputado intransigente Miguel Monserrat, la dirigente comunista Rosa Pantaleón y Graciela Fernández Meijide.

Con ese camino cerrado pero dispuesto a mostrarse como un defensor de los DD.HH., Verbitsky se acercó a Mignone y Conte, quienes le dieron cabida en el CELS. 

“El Periodista” fue un fracaso editorial y dejó de aparecer a principios de 1987, casi en simultáneo con otros dos medios de la época: “La Razón” matutina, editada por Jacobo Timerman, y “El Porteño”. Todos los desocupados confluyeron en “Pagina 12”; entre ellos, Verbitsky, cuya función primordial en el diario dirigido por Lanata consistió en reivindicar a Rodolfo Walsh -su jefe en la organización Montoneros- y Emilio Mignone. Si uno lee las notas de Verbitsky, Walsh nunca fue miembro de la Alianza Libertadora Nacionalista, y Mignone durante toda su vida fue un activista por los derechos humanos.

No por casualidad, tras el fallecimiento de los socios fundadores del CELS y por decisión de las viudas, Verbitsky pasó a desempeñar la presidencia de la entidad, que tiene como director ejecutivo, por contrato y al cabo de un proceso de selección, al abogado Gastón Chillier. 


Horacio Verbitsky

Vale decir, el CELS es una organización de tipo empresarial, dedicada al patrocinio de causas judiciales vinculadas con los derechos humanos y a la investigación sobre el tema, pero no se lo puede llamar “organismo de derechos humanos” porque no hay militancia ni vida participativa en su interior. 



lunes, 17 de agosto de 2020

Revista Humor® - Un vehículo de resistencia… @dealgunamanera…

A 40 años del nacimiento de Humor®, la única voz entre los escombros…


Con un país asfixiado por el poder absoluto y la represión generalizada, la publicación fue un soplo de aire fresco, luchando contra el miedo, el asesinato, la desaparición forzada y la inseguridad.

© Publicado el sábado 09/06/2018 por el Periódico Digital Semanario de Junín, de la Ciudad de Junín, Provincia de Buenos Aires, República de los Argentinos.

El mes de junio, que ya empezamos a transitar, nos dibuja dos recuerdos enfrentados: se cumplen 40 años del nacimiento de la revista Hum® y nueve de la muerte de su máximo impulsor, Andrés Luis Cascioli, el último gran creativo de la extensa saga de talentosos del humor gráfico argentino.

Protagonista esencial de inolvidables hitos editoriales que desafiaron la censura en tiempos oscuros del país, el Tano representó una bocanada de aire puro ante tanta metralla, humillaciones y crímenes aberrantes. Sus dibujos, caricaturas y diseños forman parte de la iconografía de aquellos años tumultuosos, dentro de un fenómeno periodístico-cultural irrepetible.

Es difícil, casi imposible, explicar a quienes no vivieron la quijotesca epopeya de Hum®, de qué manera esperábamos la llegada de la revista. Soy de aquellos empedernidos lectores (hoy orgulloso coleccionista de toda la obra completa) que mutaban del asombro al placer, del deleite a la fascinación, con las notas del Gordo Soriano, Dolina, Feinmann, Kovadloff, Abrevaya, Moncalvillo o las tiras de “El Cacique Paja Brava” (Fabre-Tabaré), “Las Puertitas del Señor López (Carlos Trillo-Horacio Altuna”, “La Clínica del Dr. Cureta” (Meiji-Ceo), “Los hijos de López” (Sanz-Ceo), “Boogie, el aceitoso” (Fontanarrosa), “Vida Interior” (Tabaré), “Las andadas de los tránsfugas doctores Piccafeces” o el “Romancero del Eustaquio” (Fabre-Tabaré). Recuerdo que iba a buscar la revista al negocio de Florentino Ibáñez (Sáenz Peña al 400 y pico), quien me alertaba: “Ojo, pibe, que no vean lo que llevás, andan sueltos muchos alcahuetes de los milicos”.

Creador de brillantes publicaciones políticas como Satiricón, Chaupinela, El Ratón de Occidente y Mengano (todas ellas con una pluma de lujo: Dante Panzeri), sin embargo Cascioli hizo con Hum® su éxito más clamoroso. De inmediato, la revista sedujo a una inmensa masa de lectores desesperados por encontrar un oasis dentro del desierto cultural de fines de la década del ´70. Con acidez, espíritu crítico e irreverencia, la gente empezó a reírse de los militares.

Cascioli empezó con Satiricón, en febrero del ‘74. En mayo de 2006 recordaba, que en esa época molestó mucho al Gobierno una tapa suya que tituló “En boca abierta… ¡entran moscas!”. “En Satiricón quisimos diferenciarnos desde el diseño, aunque era más una revista sociológica que política, con notas muy analíticas. En ese mes del ‘74 Perón ya estaba en el poder y empezaron a amenazarnos con la censura. El peronismo siempre simpatizó con la censura. La advertencia era que no había que hablar demasiado. Yo andaba loco con esa mosca: quería que la verdad estuviera posada en la lengua, que la gente sintiera que la mosca estaba ahí”, decía el Tano.

La revista Humor Registrado nació pocas horas después del comienzo del Mundial 1978, época negra e infame de la historia argentina. Un acontecimiento usado para “limpiar” tanta mugre ante el mundo. El primer número tiró 40.000 ejemplares, de los que vendió la mitad. En la tapa, aparece un César Luis Menotti dibujado con las características orejotas del todopoderoso Ministro de Economía de la dictadura, el tristemente célebre José Alfredo Martínez de Hoz. Más abajo, en letras bien irónicas se leía: “El Mundial se hace, cueste lo que cueste”, frase acuñada meses antes por Jorge Sanguinario Videla. En plena dictadura, la publicación se levantó con valentía dentro de un mercado periodístico cómplice y permisivo, asumiendo con modestia como “la revista que supera, apenas, la mediocridad general”. El Tano solía decir que “nuestro trabajo fue pensar cómo gambetear a la censura”.

La clave del éxito de Hum® residió en mostrar la satirización de los “intocables”, con periodistas de una inteligencia muy aguda. La gran virtud fue dar en el punto justo, con la profundización de los temas, yendo siempre más allá. Vean, si no, qué nombres desfilaron por la redacción de la calle Venezuela: Tomás Sanz, Alejandro Dolina, José Pablo Feinmann, Horacio Verbitsky, Langer, Rep, Limura, Izquierdo Brown, Héctor Ruiz Núñez, Carlos Nine, Alan Pauls, Marcelo Figueras, Daniel Guebel, Jorge Sábato, Alvaro Abós, Tabaré, Aída Bortnik, Juan Sasturain, Aquiles Fabregat, Trillo, Altuna, Santiago Kovadloff, Grondona White, Meiji, Maitena, Crist, Osvaldo Soriano, Carlos Abrevaya, Osvaldo Ardizzone, Mona Moncalvillo, Ceo, Crist, Maicas, Walter Clos, Raúl Fortín, Maicas, Carlos Braccamonte, Santiago Varela, Jorge Garayoa, Carlos Ulanovsky, Jorge Guinzburg, Norberto Firpo, Juan C. Martini, Gloria Guerrero, Enrique Vázquez, Aníbal Vinelli, Hugo Paredero, Jaime Emma, Pacho O´Donell y Luis Gregorich, entre tantos otros.

En 1980, con las virulentas quiebras de Sasetru, el BIR y el Banco de Los Andes, el derrumbe de la política económica de Martínez de Hoz comenzó a emitir pizcas concretas, en ese momento poco perceptibles. Al año siguiente se abandonó el dólar barato, mientras la CGT y los partidos políticos empezaron a salir de la hibernación. Viola reemplazó a Videla. Luego, con un golpe dentro del golpe, llegó Leopoldo Fortunato Galtieri. Fue una etapa en la que Hum® asumió claramente la voz más fuerte a favor del fin de la dictadura. En 1982 la revista era todo un fenómeno masivo, un síntoma que se aceleró luego del desastre en la Guerra de las Malvinas. El Proceso entró en retirada y la publicación se encontró siendo el único medio no cómplice, llegando a vender más de 300 mil ejemplares, una cifra insólita aún para estos días.

Paradójicamente, con la llegada de la democracia comenzaron los tiempos más difíciles para Hum®, al extremo que las ventas cayeron un tercio. Esto lo explica Tomás Sanz, uno de los discípulos de Cascioli y último director: “Una cosa era cuando todos estábamos contra los militares y otra fue cuando llegó la democracia. Porque los peronistas nos veían como gorilas, los radicales suponían que teníamos que acompañarlos en su gestión y la gente de izquierda se dio cuenta de que nosotros muy de izquierda no éramos. Y se nos fueron yendo lectores. Después del ´83 todos salieron en patota a hablar, pero hasta el ´83 si alguien quería leer algo o enterarse de algo que pasaba en la dictadura, tenía que comprar Hum®, porque tampoco en los diarios iba a encontrar nada”.

Los años del menemismo fueron lapidarios para buena parte del país y Hum® no resultó la excepción, con más de treinta juicios entablados por el venerable Carlitos. Andrés Cascioli lo contó a su manera: “La decadencia de la clase media y la ola de juicios con que el gobierno quiso desgastar a la publicación, se sumó la pérdida de la sintonía fina con el lector. En la era de CQC, los códigos de humor de la revista había dejado de ser compartidos por las mayorías, y desde el punto de vista periodístico, no se supo enfrentar la competencia indirecta de un medio ideológicamente cercano pero diario en vez de quincenal, como fue el Página/12 de la época de Jorge Lanata. La redacción se fue despoblando, y arreciaron los juicios laborales e impositivos. Lo peor fueron esos últimos años, porque nos dábamos cuenta de que no llegábamos a la gente”.

Hoy, de acuerdo a las condiciones que exhibe tanto el mercado como el negocio editorial, sería poco probable imaginar la implementación de una segunda etapa de Hum®. Por ejemplo, no se podría juntar las plumas calificadas de entonces, simplemente porque los jóvenes de entonces, hoy son nombres fuertemente cotizados en el mundo del periodismo. Otros, como Osvaldo Soriano, Jorge Grinzburg, Carlos Abrevaya, Roberto Fontanarrosa, Osvaldo Ardizzone y Walter Clos, han muerto. ¿Cómo reemplazarlos? Los éxitos no se pueden clonar. El suceso que arrancó esta fantástica revista en 1978, es imposible que en 2018 pudiese repetirse, en un mundo atrapado por internet, redes sociales y celulares.

El humor político en Junín
La historia del humor político en la Argentina es más larga que la del país: comenzó en 1802, cuando el Telégrafo Mercantil publicó un soneto satírico sobre el virrey Joaquín del Pino. En medios gráficos, la tradición es rica, ya que pueden recordarse hitos como “El mosquito”, “Caras y Caretas”, “P.B.T.”, “Cuatro Patas”, “Tía Vicenta”,  “Satiricón”, “Chaupinela” y “Humor®”.

En nuestra ciudad hay pocos antecedentes que registren el paso del humor político, pese a la tela que hay para cortar. Semanario, desde su reaparición dos años atrás, tomó la posta buscando marcar las contradicciones del poder y las acciones de nuestros gobernantes, jugando con relatos de la realidad, haciendo más grotesco el grotesco, desplegando pinturas de humor donde se “satiriza” a los políticos, sindicalistas, funcionarios y personajes de la vida juninense de estos días.

Política y el humor, pero allá lejos y hace tiempo. Lo hizo el diario “El Mentor”, que dejó de aparecer en 1933, después de 36 años de vigencia. Era un matutino con ideas conservadoras y su jocosidad gráfica se disparaba para dejar mal parados a los radicales, mediante dibujos con mucha creatividad e ironía. Más cerca, allá por los ´70, hubo algunos intentos de la revista “El Ñandú Culeco”, pero referida a la política costumbrista, tocando aspectos de la realidad ferroviaria local y atacando los enormes baches que por entonces “adornaban” la avenida Libertad, entre otros temas.

Aquellas entrevistas del Gordo Soriano

Humor® fue un hecho colectivo, dinámico, abierto, plural. Subrayar el trabajo de algunas figuras y no de otras puede resultar un ejercicio de injusticia. Sin embargo, hay en el corazón de la revista nombres ineludibles, que le dieron con su firma y aportes, un sello. Es el caso de Osvaldo Soriano.

El reportaje a Alain Rouquié, autor de “Poder militar y sociedad política en la Argentina”, fue muy profundo, ante una personalidad que pocas veces concedía entrevistas. Por entonces, Rouquié, latinoamericanista, especialista en política comparada, profesor de Estudios Políticos de París e investigador en la Fundación Nacional de Ciencias Políticas de su país, puso una sola condición antes de comenzar la charla: que se diga que hace una excepción por tratarse de Humor®, “un fenómeno de sociedad único”.

El exilio y el “genocidio cultural” son temas que trató El Gordo con Julio Cortázar, en Paris, quien se reivindicó como “argentino, pero sobre todo continentalista latinoamericano”. En ese momento, setiembre de 1983, el gran narrador tenía 69 años y acababa de publicar “Deshoras”, un libro de relatos. Mientras se preparaba para regresar a la Argentina con la asunción de Raúl Alfonsín, Cortázar habla de sus pesadillas, de su juventud, del sandinismo, y responde a las críticas que le fueron dirigidas por otros escritores.

Otras de sus célebres entrevistas ocurrió con Alfredo Zitarrosa, el más sólido y afamado cantor popular que haya dado Uruguay, fuera de Julio Sosa o Carlos Gardel, si es que algún día se confirma la identidad oriental del troesma. Entre muchísimas otras preguntas, Soriano quiso saber: “¿Quién es más triste, el uruguayo o el argentino?”. Y la respuesta no tardó en llegar: “Aunque no sé si valen las comparaciones, puedo decirle que el uruguayo es un pueblo reflexivo más que tristón. Además, le digo algo: nos gusta estar tristes. Los mejores amigos, los más probados, los hizo uno en la amargura, en la hecatombe, los conquistó en los momentos de mayor autoanálisis, de mayor congoja y cuestionamientos interiores”.




domingo, 4 de diciembre de 2016

#MemoriaConFuturo: AReCIA, Humor y la Ley de Fomento a las Revistas Independientes… @dealgunamanera...

#MemoriaConFuturo: AReCIA, Humor y la ley de fomento a las revistas independientes…

Míticos periodistas de la revista Humor acompañaron la presentación de la Ley de Fomento a las Revistas Culturales e Independientes de la Ciudad. Abrazados por decenas de las 162 ediciones de todo el país, narraron los atropellos del Estado en dictadura y democracia y hablaron de la importancia de las ediciones autogestivas hoy. Una clase magistral de periodismo e historia, en la calle y para saltar al futuro.

© Publicado el domingo 20/11/2016 por la Revista La Vaca de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Fotos de Lina Etchesuri

Invitados por la AReCIA, Carlos Ulanovsky, Mona Moncalvillo, Miguel Grinberg y Marcelo Figueras  se sentaron a hablar en la calle sobre periodismo. La presentación de la Ley de Fomento a Revistas Culturales Independientes en la Ciudad de Buenos Aires fue la excusa y el marco que unió a los periodistas de Humor en la puerta de la ex redacción de la revista, hoy sede de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. “Si lo pensamos bien, antes también era como una Defensoría del Pueblo.

Nuestra Defensoría”, dijo Marcelo Figueras sobre el lugar. Figueras –hoy escritor y guionista- recordó que ese edificio siempre tenía sus puertas abiertas “a todos, por su potencialidad, no por sus antecedentes, títulos o contactos”. Así se convirtió en la redacción donde comenzaron sus carreras profesionales en el periodismo desde Alejandro Dolina hasta Miguel Rep, por poner solo dos de los tantos ejemplos de grandes nombres que comenzaron a forjarse allí.

Marcelo Figueras, escritor y guionista, y Santiago Kahn, presidente de AReCIA. Foto: Lina Etchesuri

El edificio fue uno de los bienes que el Estado embargó a la editorial La Urraca, editora de Humor, en el marco de una cadena de juicios que comenzó el propio Estado en dictadura y continuó en democracia. Hoy, son las herederas del editor Andrés Cascioli quienes tienen que afrontar las consecuencias de esos juicios que no se han detenido a pensar de la quiebra de la sociedad y la muerte del editor.

La justicia acaba de dictaminar que un juicio iniciado por la publicación de una carta en el correo de lectores de Humor lo tiene que pagar Malena, la hija de Cascioli, quien ni siquiera había nacido cuando se publicó.

Así, lo simbólico de hacer el acto en esa calle se convirtió en un puente concreto de experiencias de ayer y hoy sobre cómo hacer periodismo en un país que persigue hasta a los herederos de los editores independientes y favorece a las empresas que dominan un mercado concentrado. “Solo no se puede, eso también aprendimos de la lección de Andrés Cascioli, mítico editor de Humor y El Periodista”, conectó Claudia Acuña.

“Somos muchas y queremos ser más revistas. No competimos, compartimos. La única manera de acercarse al Estado es para exigirle que nuestros derechos no se conviertan en privilegios: lo que consigamos tiene que ser para todas las publicaciones. Para las que están acá y las que todavía no nacieron”.

Otro de los periodistas de Humor invitados, Miguel Grinberg, contó entonces cómo compartía con Humor una publicación – Mutantia– que Andrés Cascioli imprimió. “Se enteró que tenía una idea y no tenía dinero para concretarla. Me llamó, hicimos un acuerdo que jamás firmamos, pero que siempre se cumplió. Teníamos la sensación de ser todos parte de un mismo navío y que llegar a puerto dependía de que cada uno haga bien lo suyo”, sintentizó.

La nueva Ley de Fomento de revistas culturales independientes fue bautizada “Ley Cascioli”, en honor al legado al  editor de Humor.

Miguel Grinberg y Mona Moncalvillo. Foto: Lina Etchesuri

Malas y buenas

La jornada comenzó como una gran asamblea entre decenas de los periodistas de las 162 revistas culturales de todo el país y los invitados. Santiago Kahn, editor de la revista Maten al mensajero y presidente de AReCIA, inició la ceremonia de intercambio sintetizando el sentido de esa encuentro de experiencias: antes de comenzar a transitar la batalla que representa lograr que se sancione el proyecto era necesario rendir homenaje a quienes trazaron el camino de un periodismo cultural independiente de alta calidad, impacto y dignidad.

Mona Moncalvillo fue otra de las oradoras: “Me siento muy convocada a este tipo de aventuras. Son una nueva posibilidad de sacar la profesión afuera, sacar esa pasión que uno tiene por la profesión”.

Mona cómo los periodistas de Humor sufrieron en dictadura censuras y persecuciones: “Me acuerdo de esa noches terribles… Cuando salíamos de la redacción nos juntábamos con el grupo de periodistas en el bar La Academia, hasta  la madrugada, hasta que salía la revista. Cuando llegaba Humor, hacíamos ufff… salió”. Luego, vino lo peor”.


El relato del horror se refería a los momentos más duros de enfrentar a la dictadura: “Me acuerdo un día me llama Andrés y dice:´Mona, venite rajando´.

Me dije a mí misma: “Sonamos”

“Cascioli me advierte: mañana está la revista en la calle. Por favor, no vuelvas a tu casa”

Le digo ¿qué pasó?

“Hay versiones: vos entrás entre los que pueden ir a visitar”

Mona: “Así era: horrible. Yo tengo un hermano desaparecido y conmigo me había traído a vivir a mi cuñada y a dos criaturas chiquititas. No era tan fácil levantar todo e irse. Eso hicimos. Esa noche no llegaron, pero otra noche sí: revolvieron todo. Nunca nos fijamos bien si se habían llevado algo o no: lo importante en ese momento era otra cosa”.

Humor, en ese panorama, llegó vender 350 mil ejemplares. Mona recordó una de sus entrevistas que marcaron la época: “Ya terminando la dictadura, entrevisté a los últimos presos que quedaban en Devoto. La nota se llamó Los Presos políticos. El día que salieron de la cárcel al primer lugar que vinieron fue a la revista Humor.

Subieron a la redacción los tres muchachos a agradecer esa nota, y nos dicen que eso fue lo que los hizo salir. Y ahí uno se queda paralizado. ¡Qué importancia a veces tiene este laburo que hacemos!

Por eso celebro la aventura en la que están ustedes. Y no hay que tener nunca miedo: hay que meterse y hacerlo”.

Miguel Grinberg, Mona Moncalvillo y Carlos Ulavnosky. Foto: Lina Etchesuri

El mejor periodismo

Carlos Ulanovsky se declaró fiel lector de las revistas de AReCIA:

“Leo MU, leo Maten al Mensajero, Mascaró, leo Un caño, leo Don Julio. Y siempre pienso lo mismo: de repente miro La garganta Poderosa e imagino al jefe de redacción de una revista que tiene 5 mil veces más recursos que La Garganta diciendo: ¿pero estos tipos cómo hacen? Lo tienen a Evo, ¡lo consiguen al Papa! Bueno: yo creo que estos chicos deberían darles un curso a estos ‘genios’ del periodismo”.

Ulavnosky supo estar a cargo de la sección En el medio, que analizaba precisamente a los medios de comunicación para Satiricón, también editada por Cascioli.

Con ese bagaje dijo: “Creo que estas revistas están defendiendo los trapos del mejor periodismo argentino. En un momento de débil creatividad periodística, espantoso, de precarización, de caída de proyectos, de despidos”.

Creo que están en el mejor lugar del periodismo en este momento. Todo lo que se pueda hacer para defenderlo, cuenten conmigo”.

La revista Satiricón, prima mayor de Humor, terminó censurada por el Estado. Luego, recordó Ulanovsky, Cascioli consiguió un socio capitalista y editó una revista llamada Perdón, dedicada al espectáculo.

“El título era una forma de decir: ‘Perdón por existir’, porque la intención era hacer un periodismo  irritante. Cascioli había conseguido por primera vez no poner dinero y contar con todos los recursos para salir con una publicación fuerte, de impacto.

Fue un fracaso: duró cinco ediciones. El financista se asustó cuando se enteró que por una nota que hacía referencia al dueño de Crónica, Héctor Ricardo García, podía tener un juicio millonario”.  

La conclusión: el dinero no garantiza el éxito de una publicación, pero su independencia y calidad periodística le da recursos invaluables.

Recordó Ulanvovksy sobre la etapa final de Humor y de Cascioli:

“Lamenté mucho todo lo que le pasó a él profesionalmente. Pero nunca bajo los brazos. No se le cayeron los  anillos cuando tuvo que ir a trabajar para La Nación para mantener con vida algunas publicaciones. Siguió trabajando siempre de pie frente al tablero: trabajaba de pie Cascioli. Horas y horas dibujando parado”.

La editora de MU, Claudia Acuña, señaló que fue ese el momento en que los medios comerciales comenzaron a acaparar el mercado:

“Hoy La Nación tiene 30 revistas, ninguna la creó, todas fueron tragadas con una maravillosa oferta: vos dedícate al contenido, que es lo que sabés, nosotros hacemos la distribución y la comercialización publicitaria. Al tiempo, están todos quebrados y ellos se quedan con los títulos. Rolling Stone es uno de los títulos que le tragaron a Cascioli”.

Carlos Ulavnosky. Foto: Lina Etchesuri

Entonces la ley.

Hoy, las revistas independientes heredan las consecuencias de esa concentración: desde el papel hasta las bocas de venta. Nahuel Lag, integrante de la revista NAN, recordó que el mercado sigue regido por un decreto firmado en 2001 por la entonces Ministra de Trabajo ,Patricia Bullrich, que desreguló el circuito de distribución, dejando el mercado en manos sin ley y en manos del más fuerte. 

Claudia Acuña, en voz de AReCIA: “Nosotros creemos que las condiciones que tiene que fijar la ley deben garantizar la democratización de la prensa gráfica, por eso lo primero que establece este proyecto es declarar a las revistas independientes un bien cultural: es decir, protegerlas. Hoy las revistas no solo no estamos protegidas, estamos siendo atacadas. Lo segundo, fija una condición de visibilidad: define a un sector que a pesar de tener una importancia crucial en el desarrollo del periodismo profesional, no fue nunca reconocido como tal.

Por eso, una de las primeras tareas que hemos hecho con Arecia fue la de elaborar  censos, todos los años, para que podamos, incluso nosotros mismos, saber cuántas somos, cómo nos organizamos y qué aportamos con nuestro hacer a la sociedad. El Estado ha ignorado la tradición riquísima que tienen las revistas culturales. Por eso hoy hablamos de Humor y El periodista: para agradecer y visibilizar ese legado”.

Antes de que llegara el cierre con la música de Ivo Ferrer y Ojerosa, Nahuel Lag puso contexto a este acto que clamó por una ley que representa una reparación histórica para las revistas culturales independientes:

Somos 126 revistas: 54% en la Ciudad de Buenos Aires.

Más de 5 millones de lectores mensuales.

Más de mil trabajadores.

Y queremos ser más.







 La revista Maten al Mensajero le entrega el premio Muchas Gracias de AReCIA a Mona Moncalvillo. Foto: Lina Etchesuri

El abrazo de revista MU a Carlos Ulanovsky. Foto: Lina Etchesuri

Ivo Ferrer,  Foto: Lina Etchesuri

Ojerosa en el cierre musical. Foto: Lina Etchesuri

Ale Falcone, cantante de Ojerosa. Foto: Lina Etchesuri