Experimento. Partida incierta de ajedrez...
El gran sainete criollo M & M. Dibujo: Pablo Temes
Es la que parecen estar
jugando Javier Milei y Mauricio Macri con la vista puesta en las elecciones de
este año para no tener que pagar costos políticos.
Tampoco hay registro de un nivel tan alto de tolerancia social como el
que se viene observando ante un ajuste tan brutal como el que se ha realizado y
se sigue realizando. Porque hay que decirlo siempre –le guste o no al
Presidente–, no es la casta política la que está pagando el costo de este
ajuste drástico y dramático, sino la sociedad, es decir, la gente de a pie. Es
un experimento que, por otra parte, el mundo sigue con creciente atención e
interés tanto en sus aspectos positivos como negativos. Como ya se ha dicho en
esta columna, en Alemania, que enfrenta una de las elecciones más dramáticas
desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, se habla –y con preocupación– del
“efecto Milei”, cuyo modelo está en los postulados de la AFD (Alternative für
Deutschland), partido de ideas de ultraderecha que en los últimos días recibió
un apoyo público de Elon Musk que generó mucha polémica y rechazo en el resto
del espectro político de ese país.
No hay registro de un nivel tan alto de tolerancia social a un ajuste
brutal como el que aplica.
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Es verdad que los números de una tenue recuperación van marcando una
tendencia a la consolidación. Los datos emitidos por la Secretaría de Trabajo
correspondientes al Sistema Integrado Previsional Argentino muestran lo
siguiente: en los meses de septiembre, octubre y noviembre, el empleo formal
aumentó en forma ininterrumpida consecutiva, revirtiendo así una etapa
constrictiva que se extendió durante los 11 meses previos. A esta mayor
creación de empleo la acompañó un crecimiento leve del salario real. El aumento
del empleo fue menor al 1%, y el del crecimiento del salario, ínfimo. Estos
datos son importantes para poner en perspectiva todo lo que falta para
hablar de una recuperación significativa del empleo y del poder adquisitivo del
salario, menguado por la inflación anual de tres cifras que castigó duramente
los bolsillos de todos en general y de los que menos tienen en particular. El
kirchnerismo nunca lo admitirá –Sergio Massa tampoco–, pero sus políticas
populistas más la emisión descontrolada destrozaron los bolsillos de los más
necesitados.
Más allá de los logros de la actual gestión, la verdad es que la
economía está aún lejos de despegar. En este marco, la macroeconomía le sigue
trayendo buenas noticias al oficialismo. El pago de deuda que hizo el jueves le
valió elogios desde los centros claves de los mercados internacionales. He ahí,
como ejemplo, el artículo elogioso que le prodigó la Agencia Bloomberg. Pero
aun en esos ámbitos se marcan las cosas que faltan. La más significativa es el
levantamiento del cepo. Y para eso hay un problema: no están los dólares
necesarios. Como lo expresó Carlos Melconian en una frase que ya forma parte de
la historia, “no hay fideos ni tuco”. Para que haya más “tuco y fideos”, la
ilusión más fuerte la genera Donald Trump. El presidente electo que le profesa
a Milei mucho afecto y mucha valoración lo considera una pieza importante en el
ajedrez político de América Latina. Por eso necesita que al actual gobierno le
vaya bien.
En el organigrama del Fondo Monetario Internacional, los Estados Unidos
juegan un papel clave, ya que le corresponde ocupar la subdirección. Ese papel
clave –es decir, la ayuda de Trump– le permitió a Mauricio Macri acceder al
préstamo más grande que el organismo haya jamás dado. Milei aspira a una
repetición de aquel gesto que, traducido en cifras, haría necesario un volumen
de dólares de magnitud menor al que se le otorgó a la Argentina en ese momento.
Milei necesita levantar el cepo por razones económicas y políticas. Enfrentar
las elecciones con el cepo vigente le abrirá un flanco que la oposición usará
para debilitarlo.
El oficialismo busca desgastar a los aliados y llegar a las elecciones
con todo el poder
Volviendo a Mauricio Macri, la semana le ha dejado un sabor amargo. En
realidad la cúpula libertaria ha sido –una vez más– la responsable de un nuevo
sinsabor.
En la entrevista que Milei le concedió a Luis Majul en El Observador, el
primer mandatario aseguró que el acuerdo ideal con Macri sería “que vayamos
juntos y arrasemos al kirchnerismo”. El expresidente decidió acelerar a fondo y
en apenas 24 horas lanzó una convocatoria por la red social X para formar una
mesa de trabajo junto al Gobierno y “avanzar en una agenda profunda de cambios
y transformaciones que necesita la Argentina”. La pileta no tenía agua o, más
bien, se la vaciaron en tiempo récord. Luego de un prudente silencio desde el
oficialismo le volvieron a marcar la cancha al PRO. Primero respondieron que es
muy apresurado hablar de alianzas y o temas electorales y, más tarde, la propia
Patricia Bullrich dijo públicamente que “la agenda será la del Gobierno. Los
temas los elige quien conduce”. La jugada del oficialismo es clara, desgastar a
sus socios en un tira y afloje constante para llegar a las elecciones con todo
el poder en sus manos. Pero Mauricio Macri tampoco es ingenuo: si los
resultados no fueran congruentes con una victoria lo suficientemente holgada
como para barrer al kirchnerismo y encarar la segunda parte del mandato con
mayor tranquilidad, no pagará ningún costo político y tendrá derecho a pedir
nuevas concesiones. Se abre un juego de ajedrez político de resultado incierto
para todos los argentinos.
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