Un salto de calidad…
Mano derecha con fondo amarillo. Pablo Temes.
La Argentina debe ser capaz
de salir del ambiente tóxico que generan los personalismos opuestos.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 28/03/2023 y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República
Argentina.
En el kirchnerismo, el
6,6% cayó como una bomba. Increíblemente, algunos conspicuos referentes de ese
espacio se sorprendieron por el número, lo cual representa una demostración más
de lo absolutamente disociados que están de la realidad. Viven en un mundo
gaseoso que, de alguna manera, es tóxico. Si se tomaran la molestia de hablar
con el verdulero, el carnicero, el panadero del barrio en donde viven cada uno
de los integrantes del oficialismo, se enterarían de lo desastroso de este
presente incierto y angustiante para la mayoría de la población.
Las promesas de Sergio
Massa se han hecho añicos, a pesar de lo cual el ministro y sus adláteres
siguen expresándose y actuando como si nada pasara y toda su gestión hubiese
sido un éxito. El plan K para intentar ocultar la realidad hace a su esencia
que, como bien se sabe, es la mentira. Tal como era previsible, todos estos
mamarrachos de Precios Cuidados y Precios Justos fracasó. La épica de la
militancia K recorriendo supermercados y sancionando a los que no respetaran
esos “acuerdos” duró lo que dura la nada misma.
Las culpas por esta
inflación imparable vienen recayendo sobre el exministro de Economía, Martín
Guzmán, el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, y el secretario de
Comercio, Matías Tombolini y, por supuesto, el Fondo Monetario Internacional y
Mauricio Macri.
Mientras esto ocurre, en
los gremios ya se encendió la alarma. El objetivo de Massa de hacer que en las
negociaciones paritarias no se supere el 60% de aumento anual va quedando
desfasado por las proyecciones inflacionarias para este año. El otrora
superministro tuvo que rendirse ante una realidad que es evidente para todos.
Sus planes presidenciales deberán esperar.
Es cierto que siempre
dijo que este no era su momento, pero anidan allí dos especulaciones ocultas:
la primera tiene que ver con sus propios deseos de poder y la fantasía de que
una buena gestión al frente del Ministerio de Economía lo catapultaría al
sillón de Rivadavia apuntalado por un operativo clamor. La segunda, que con un
dólar e inflación controlados tendría el peso suficiente para elegir el cuándo
y el cómo materializar su llegada a la Rosada. Todo esto quedó pulverizado y
archivado al menos por un buen tiempo.
Asimismo, asistimos por
estos días a una especie de película de ciencia ficción donde los personajes
que son parte de los problemas centrales de la Argentina, se desligan de los
mismos y critican la gestión buscando responsables. No es casual que el
multifacético Aníbal Fernández haya salido a negar la proscripción de CFK –en
primer lugar– y luego se haya tomado el tiempo de ocuparse públicamente de su
hijo Máximo, alegando que nunca supo de qué trabajaba y poniendo de manifiesto
que no tiene la talla ni la experiencia para tomar decisiones electorales. Casi
a la par, el ex todopoderoso Guillermo Moreno cuyo fracaso como secretario de
Comercio Interior quedará en algún libro de anécdotas del Far West, aseguró que
“Cristina Fernández no es más la jefa del peronismo”.
Hay un claro intento de
dar vuelta la página y despegarse de CFK y y los acólitos de La Cámpora. A no
confundirse, ni Moreno ni Aníbal Fernández son aliados o simpatizantes del
Presidente. Son la voz del peronismo más clásico encarnado en un nutrido grupo
de intendentes y ex barones del Conurbano como Fernando Gray (Esteban
Echeverría), Julio Pereyra (actual diputado nacional y ex jefe comunal de
Florencio Varela), Juan José Mussi (Berazategui), Julio Zamora (Tigre),
Fernando Espinoza (La Matanza) entre otros; y de un puñado de gobernadores con
peso territorial como Sergio Uñac (San Juan) y Juan Schiaretti (Córdoba).
Algo similar se vive
dentro del sindicalismo peronista. Saben que con el cuento de la proscripción
no alcanza y no se resignan a tener a Axel Kicillof, Máximo Kirchner y a La
Cámpora respirándoles en la nuca. “No hay forma de convencer a Sergio –por
Massa– y no nos vamos a resignar a la idea de que no tenemos candidato para
competir. Nosotros nos jugamos nuestro distrito y no nos vamos a suicidar con
ellos”, sentenció una poderosa voz del Conurbano.
El único plan del
Gobierno es seguir emitiendo para pagar las cuentas y ganar tiempo a riesgo de
caer en una híper. Octubre es todavía una fecha muy lejana. “Alberto no está
tranquilo, pero disfruta de los pocos placeres domésticos que le dan las
internas políticas. Desde hace un tiempo él agita la idea de un peronismo sin
Cristina y que ahora ese boceto esté empezando a tomar forma no es poca cosa.
Además, sabe que la señora no tolera pensar que su elegido, a quien siempre
destrató y humilló, se esté atribuyendo los planes para intentar
sepultarla políticamente”, dice una voz que conoce el pulso que se vive en
ambos lados de la coalición de gobierno.
En el equipo amarillo
están muy lejos del destete táctico y político del expresidente Mauricio Macri.
Su regreso de Europa es esperado por propios y ajenos. Todavía creen que su
definición acerca de una posible candidatura servirá para terminar de ordenar
la interna. Un mal síntoma si lo que desean demostrar es la templanza y
capacidad de mando para conducir un país. Macri hace su juego y condiciona su
decisión a la esfera “personal”, el único aspecto lo suficientemente blindado
que no permite cálculos ni aproximaciones.
La Argentina debe ser
capaz de salir de una vez por todas del ambiente tóxico que generan los
personalismos opuestos. Para eso, muchos dirigentes deben animarse a dar un
salto de calidad, capaz de despertar el interés de una sociedad angustiada y
adormecida por su propia incapacidad de mando.
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