¿Cuándo te
exiliaste por primera vez en México?
En octubre de
1974. Había tenido desde 1972 a esa fecha un tiempo algo loco en mi vida
laboral. Trabajé en un espacio de humor con Mario Mactas y Alejandro Dolina que
salía por Radio Argentina (Mañanitas nocturnas) durante la mañana y dejábamos
grabado otro para la tarde. Y a la noche con Mactas también hacíamos un
programa distinto llamado Ruidos en la cabeza. En esos años estuve también en
la revista Satiricón y un tiempito en Noticias. Y en 1974 empiezan a atacarnos
mucho en las revistas de ultraderecha El Caudillo y El Burgués. Y en
octubre Isabelita (Isabel Perón) clausura Satiricón por inmoral y entonces con
mi ex mujer, Marta Merkin, con la que viví 32 años, decidimos exiliarnos en
México. Me fui pensando que era una situación pasajera, que se enfriaría en
poco tiempo, pero duró un poquito más de un año, hasta enero de 1976. En ese
país conseguí un laburo en Televisa, que quería dedicarse a las publicaciones
escritas. Me hicieron un contrato y luego me echaron porque dicen que ponía
cara de aburrido en las reuniones. Y en el interin hice dos revistas dedicadas
al otro lado de los teleteatros, el lado B (lo que ahora se llama el
backstage). Y también el número cero de Deporte color, una revista de fútbol.
Me echaron y de ahí fui a trabajar al suplemento cultural de El Universal. En
Televisa trabajaba un exiliado español, el escritor Paco Taibo, que se
compadeció con lo que me pasaba y me llevó a ese periódico. Era el autor de
muchos libros y padre del actual Paco Taibo II, que publicó la famosa biografía
del Che Guevara, también periodista y escritor, nombrado hace poco por López
Obrador presidente de la editorial mexicana oficial, el Fondo de Cultura
Económica. Los Taibo fueron fundamentales en nuestra estadía en México, divinas
personas, generosos, solidarios. Y ahí estuve hasta que me volví porque mi
mujer extrañaba. Todavía no había empezado la dictadura. Con la perspicacia
política que siempre nos caracterizó regresamos a comienzos de 1976, recuperamos
el departamento alquilado, y el 24 de marzo de ese año estábamos en casa y nos
levantamos con la marcha militar.
¿Y cuando
volvieron a México por segunda vez?
En abril de
1977. En otros años había trabajado en Chaupinela y El Ratón de Occidente, que
editaba Oscar Blotta. Él, ya en la dictadura, comenzó a publicar la revista
Emanuelle, que indignaba a los militares. Fue una de las primeras revistas
feministas. Y se la cierran, además de secuestrarlo junto a Mario Mactas y una
correctora llamada Silvia Vesco. Y me llega la noticia de que los
secuestradores preguntaban también por mí, aunque yo no trabajaba ahí. Así que,
con Marta e Inés recién nacida (la segunda de sus hijas nacida un 29 de marzo,
la otra es Julieta, que es mayor y pertenece a otra unión), nos vamos de vuelta
a México. Y ahí me quedé hasta enero de 1983. Y esta estadía fue mucho más
permanente y grata. En ese período trabajé primero en una revista que era
sucursal española de Interviu, después en el periódico Proceso y los últimos cinco
años de residencia en ese país estuve laburando en la parte de comunicación del
Instituto Nacional de Defensa de los Consumidores.
¿En qué
categoría ingresaste a la revista Confirmado en 1965?
En Confirmado
empecé como informante, que era la categoría primera del Estatuto del
Periodista. Luego venía cronista y redactor. Y me di cuenta que cada vez que
pedías un aumento de sueldo te cambiaban la categoría. Y de redactor, se pasó
–como creación- a redactor especial. Y ahora está esa figura nefasta que
es la de editor. Alguien es editor porque exigió aumento de sueldo y le
dijeron: ¿de qué te ponemos? Antes las notas las editaba uno, y si no estaban
bien editadas te cagaban a pedos y te obligaban a cambiarla o hacer otra cosa.
Y ahí empecé a hacer de todo, en especial entrevistas y al tiempo me mandaron a
una sección que se llamaba Reportajes insolentes. Y poco a poco me fui
especializando en algo que me acompañó toda la vida, que fue la crítica de televisión.
También crítica de radio, pero menos. Casi desde el mismo comienzo trabajé en
las secciones vinculadas a Cultura, Sociedad, Espectáculos y Tendencias. Las
últimas dos décadas las sintetizaría en los datos que siguen. Después de irme
en 1996 de TEA (Taller Escuela Agencia de Periodismo), donde estuve durante
diez años, entré al diario La Nación para trabajar en la sección Espectáculos y
en la revista. Era un buen sueldo –época de la convertibilidad- y trabajé allí
hasta el 2008. Hice de todo en la revista, en especial entrevistas y en
Espectáculos también. Y en 2004 me llamaron de Recursos Humanos y me dijeron
que querían cortar la relación de dependencia. ¿Por qué? Nuevas decisiones del
diario, queremos menos gente, me contestaron.
¿Cuánto vale
eso?, les pregunté. Me hicieron la cuenta y me informaron: 17 mil mangos
(dólares). Firmé un convenio para seguir escribiendo colaboraciones (artículos,
entrevistas y columnas), que fijaba que no podía excederme de las 24 notas al
año y así seguí hasta que me fui en 2008. Allí terminó mi periplo en las
redacciones.”
Pero seguiste
haciendo radio.
Toda mi vida
profesional hice radio, pero siempre como rebusque porque ahí no se paga bien.
Tuve una experiencia linda 2003-2006: me nombraron director en Radio de la
Ciudad, en reemplazo de Luis Alberto Badía, y fui también director de La 2x4.
Hice cosas que me gustaron y que tenía en la cabeza desde que era chico.
Transmitimos teatro desde los teatros con Nora Perlé como relatora y
entrevistando artistas. Y cuando dejo las redacciones empiezo a estar muchísimo
en mi casa y ésta se convierte en mi redacción y me dedico a escribir libros.
Es mi ocupación básica en la actualidad. Ahora trabajo una vez por semana en la
radio, estoy en la M750, en el programa Reunión cumbre, que va de 20 a 22
horas. Es un programa con 20 años de existencia. En Radio Nacional lo hice 10
años. Y lo hice 6 años en Del Plata y primero en La Metro. De Radio Nacional me
fui en noviembre de 2017. Y hago, para despuntar el vicio, una columna por mes
en Tiempo Argentino, además de los libros.
¿Cuántos libros
publicaste este año?
Fueron cuatro:
primero el de la historia de Toc toc, después otros dos libros, uno de ellos mi
segunda novela (Nada más aburrido que ver filmar) y el otro El congreso de la
lengua. Y salió la cuarta edición de Seamos felices mientras estamos
aquí, un libro de crónicas del exilio en México. Y ahora terminé un libro con
entrevistas a 35 periodistas jóvenes, sub-50, sub-40 y algunos sub-30 años, que
dan un promedio de 35,4 de edad. Este texto saldrá en marzo o abril de 2019 por
la editorial Punto de Encuentro. Y es un libro que tenía muchas ganas de hacer
porque creo que el periodismo atraviesa un momento de baja creatividad y que lo
mejor que está pasando, ocurre entre los jóvenes. Y todo lo que genere el libro
lo voy a donar a La garganta poderosa. Eso era algo que deseaba. También hay un
par de libros que quiero reubicar, recuperar mis derechos sobre ellos, uno de
ellos es Días de radio, que lo tiene aún Planeta.
¿Has perdido
entusiasmo por la actividad en el periodismo diario?
Fijate que no,
cada vez que escribo para Tiempo Argentino me encanta hacer esas notas,
imaginar y descubrir cuál es el tema, anotar cosas para futuros escritos. Pero
considero que ya no es mi tiempo, que es el tiempo de otros y hay que
aceptarlo. En parte esa sensación es la que me llevó a escribir el libro que se
publicará en marzo y que se llama En otras palabras. 35 periodistas jóvenes
entre la grieta y la precarización. Porque son las dos grandes cosas que salen
en las charlas. El efecto de la grieta y la precarización. Son chicos que están
atravesando cosas que nosotros a su edad no atravesamos. Tienen que tener seis
o siete laburos para sobrevivir. Y también la doble grieta: la de lo político,
pero también la que hay entre lo analógico y lo digital. Se los hace ser personas
de dos mundos. Empezaron en lo analógico y ahora están en lo digital al mango.
Aceptar la
revolución digital es necesario e inevitable, pero eso no debe llevar a pensar
que todo lo que se hizo antes no sirve. En una conferencia reciente, el
realizador español Alex de la Iglesia, decía frente a ese desafío: ojo, el
pasado es siempre la base del futuro. ¿Qué pensas al respecto?
Que es así. Y en
el olvido del pasado influyen mucho las redes sociales, una de cuyas bases es
la inmediatez. Y la inmediatez sin destino. Se lucha por ver quien dijo algo
primero. Ahora, ¿qué es lo se dijo? No se sabe muy bien o para qué. También es
muy interesante observar lo que produce el mundo tecnológico en periodismo,
porque no es solo un cambio de formato o diseño lo que se está imponiendo, es
un cambio más profundo. Un tipo que en la gráfica estaba acostumbrado a un
cierre por día, ahora observa que el digital tiene 24 cierras al día, uno por
hora y a veces más. Y eso acostumbra a escribir corto. En el libro de
entrevistas a periodistas jóvenes del que te hablé hay dos chicas que trabajan
en Infobae y dicen que se alegran mucho cada vez que pueden hacer una nota
larga porque, en general, todo es corto. Yo que trabajo en radio, me encuentro
siempre frente a ese planteo: la superstición de que hay que decirlo todo en
dos minutos. Y eso atenta cada vez más contra lo que yo llamo la “radio de
autor”, que cada vez hay menos. El otro día se murió Betty Elizalde y pensaba:
te podía gustar o no lo que decía, pero era alguien que se sentaba frente al
micrófono con un discurso y ese discurso partía de una mujer que tenía algo
para decir. Es lo que hace Dolina.
Hablame de tu
trabajo en ficción.
Cuando viví en
México escribí una novela que se llamaba Soñar despierto, que era una historia
de los años setenta, un tipo que conoce a una mujer, inicia una relación y un
día estando con la ella la vienen a secuestrar y se lo llevan también a él. Una
historia de perejiles. Y la mandé a un par de concursos y no la eligieron en
ninguno. Desde entonces tuve la idea de escribir ficción, soy muy lector de la
novelística judeo-norteamericana, me gustan mucho las comedias, son muy
aficionado a ellas. Y en 2013 escribí mi primera novela (la considero la
primera porque la otra nunca la publiqué): Nunca bailes en dos bodas a la vez.
Que es una novela de humor, es la historia de un músico que anima fiestas de
casamientos, en especial fiestas judías, y tiene una empresa para organizar
estos eventos. Y abriga la fantasía de afanarse un día a una novia de una boda.
Y eso es lo que hace. La novela transcurre en las seis horas en las que él está
afuera huyendo y lo que pasa adentro, en la fiesta, donde se pudre todo, y lo
que pasa afuera.
¿Anduvo bien?
Sí, se vendió
una edición completa y ahora la reeditaron, en Planeta. Y en Grupo Editorial
Sur salió hace muy poco la segunda novela: Nada más aburrido que ver filmar. Es
la historia de un director de cine muy prestigioso en la Argentina que está
filmando su película dieciséis durante la dictadura y empiezan a hostigarlo, a
darle señales de que la cosa no anda bien con él, hasta que lo prohíben.
Contiene también mucho humor. Él es dueño de un perro que se llama Fellini y en
un momento lo llaman desde Uruguay, a través de un amigo, para hacerle una
propuesta. Y supone que es para hacer un trabajo cinematográfico, pero lo
convocan en realidad para dirigir una campaña publicitaria de un nuevo producto
para perros, que se llama “Suprema de perro” y le piden que su perro sea
protagonista de ella. Finalmente la filma y en ese lugar de Uruguay, que es
imaginario, se va quedando con su pareja. Es su vida en la nueva situación, una
especie de exilio.
¿Vos crees que
la generación tuya –la nuestra diría- tiene algo que enseñarle a las nuevas
generaciones?
Sí, pero eso en
la presunción de que las nuevas generaciones estuvieran dispuestas a oírnos.
Creo con absoluta humildad que tenemos todavía cosas para enseñar y creo que no
estaría mal que en algún momento se nos reconociera el lugar del idóneo. Antes
en la farmacia existía esta figura, cuando faltaba el farmacéutico estaba ese
tipo que se había pasado toda la vida preparando recetas y ungüentos. Nosotros
también tenemos esa condición, toda la vida supimos cómo armar cuentitos con
principio, desarrollo y final. Pero, bueno, en este momento, y desde hace
mucho, existe la superstición de que lo único que vale es lo joven. Y esta
manía juvenilista persiste. Por eso, tuve que aclarar en el prólogo del libro
próximo, que no me guió, en el deseo de escribirlo, ese culto de admiración por
los jóvenes que se practica hoy, no. Simplemente pienso que, entre los jóvenes
que yo leo y que son muchos, periodistas que se han dedicado a desarrollar el
género de la crónica o han hecho revistas digitales y otras cosas, hay una
semilla que puede instalar al periodismo en otro lugar. Pero sí, me parece que
todavía somos gente a la que se puede considerar. Y que por el otro lado, somos
personas que comprendemos mejor la situación general. Y que no nos asusta. A
mí, particularmente, no me asusta la grieta. Sé de qué lado tengo que estar, sé
desde donde hablo.
Hace poco tiempo
te dieron un premio a la trayectoria, lo que confirma que sos un profesional al
que se lo tiene como referencia.
Bueno, ahora a
lo que tendemos es a recibir esos premios, que son gratificantes, pero ahí yo
dije esto: soy un tipo sin deudas de ningún tipo, ni materiales ni de otra
naturaleza. No tengo deudas, no tengo créditos, no tengo que mantener a nadie.
Y ya la guita que hice es la que hice hasta ahora y no voy a hacer más. Y eso
me da una gran tranquilidad moral y simbólica.