Señora Presidenta: nadie le tiene miedo, como Ud
pretende...
Gobernador Daniel Peralta y Cristina Fernández
Entre los pañales que usaba el nene, la
megalomanía a full y las amenazas a la provincia, la presidenta Cristina
Fernández, da la sensación de estar algo desequilibrada y esto es sumamente
grave en un Jefe de Estado.
La mandataria le disparó
al gobernador de Santa Cruz (sin nombrarlo) algunas quejas por supuesta
administración irregular o indebida y en ese caso la propia presidenta comete
un acto de encubrimiento, si sabiendo que hay “cosas turbias” no las denuncia
como corresponde y manda una amenaza velada, la cual es más política y
efectista que efectiva.
El otro error en el que
incurre CFK es en el delito de complicidad. Pues, todos recordamos que hasta el
23 de octubre las gigantografías mostraban su imagen junto a Peralta,
sonrientes y prometiéndonos un futuro promisorio “de la mano del modelo que
representamos”, “juntos por Santa Cruz”, decía el spot. Si hasta el 23 de
octubre todo estaba bien ¿Cómo es posible que en 10 meses la provincia haya
sido vaciada a tal punto que estemos en la lona? ¿O ya estábamos en la lona y
ella lo encubría mintiéndonos desde el atril, por una cuestión eleccionaria? ¿O
nos miente ahora porque en realidad quiere forzar un golpe institucional?. Es
tan impostada la posición de la presidenta, que un silencio saludable, le
resultaría más efectivo que hablar pisando su sombra.
El estado de megalomanía
en que vive la primera mandataria y el rapto de delirio demostrado, cuando dijo
“hay que tenerle miedo a Dios “y a mí, un poquito”, mientras la corona de
aplaudidores festejaban el hecho de que les infunda temor, es un cuadro
psíquico grave para el análisis de un psiquiatra y un mensaje político grave
para la sociedad.
El espíritu
pretendidamente maternalista desplegado en los aló presidenta, muestra a CFK
mezclando sus rutinas de ama de casa con chistes malos, retos a los
aplaudidores, una simulada locuacidad campechana y los pañales que usaba
Máximo, lo cual no le importa a nadie, rasgos propios de cierto desequilibrio
preocupante.
Finalmente, quisiéramos
decirle en primera persona:
Señora Presidenta: no le
tenemos miedo. Nadie le tiene miedo, excepto, claro, su cohorte de aplaudidores
y obsecuentes que en cada aló presidenta, se ponen en las primeras filas
asintiendo cualquier cosa que dice y gastando las palmas como gastan las rodillas.
Ud no infunde ningún
miedo en nadie, excepto en su entorno, pero su entorno (para el resto de la
gente) no existe. Su creciente personalismo y la creencia de que es el obligo
del mundo, la está llevando a perder estrepitosamente consenso popular y lo que
Ud cree que es una muestra de autoridad, es una expresión de autoritarismo, muy
distinto a lo otro y produce un profundo rechazo.
Nadie le tiene miedo,
señora presidenta, excepto sus aduladores crónicos, que facturan mientras le
sonríen y quieren sostenerla para que a ellos no se les caigan los negocios.
Creerse Dios o su lugarteniente, es de una excentricidad incompatible con un
Jefe de Estado; no le haría bien escuchar los calificativos que podríamos
enumerarle, ante tanta soberbia y falta de sentido común.
Con la dirigencia
política que gobierna el país, estamos en manos de Dios, eso es seguro. Ahora,
es raro que Ud, Sra presidenta, no haya reflexionado sobre lo que le ocurrió a
su esposo, quien creía, tal vez, que bastaba con darle una orden al destino
para no ser alcanzado por él y no era necesario cuidar su corazón, porque como
decía usted misma, cada vez que su marido salía de una intervención arterial:
“hay Kirchner para rato”, creyendo innecesario tenerle miedo a Dios, porque, en
definitiva, Néstor era su lugarteniente en la tierra y nada le podría pasar.
La inmortalidad, señora
presidenta, no es un don de los seres humanos y el miedo a Dios es una cuestión
de fe. A Usted, nadie le tiene miedo y cada vez hay menos que le tienen fe.
© Publicado por la Agencia OPI de la Ciudad de Río
Gallegos, Provincia de Santa Cruz el Lunes
3 de Septiembre de 2012.