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sábado, 17 de mayo de 2025

Torturador y violador: quién es Alberto González, el mentor de Victoria Villarruel… @dealgunamanera...

Torturador y violador: quién es Alberto González, el mentor de Victoria Villarruel…

Alberto González y Villarruel. Fotografía: Cedoc.
Tiene dos condenas a perpetua y una por delitos sexuales. Massera lo condecoró. Trastienda de su relación con la Vice.

© Escrito por Juan Luis González el sábado 23/03/2024 y publicado por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.



Dos chalets idénticos. Tienen dos cuartos, un baño y una cocina. Pero no están pegados, sino que se encuentran en rincones distintos de la base naval de Zárate. Por eso es que, cuando tocaba día de visitas, había que coordinar bien la logística. Quién hacía la comida, quien conseguía bebida, en qué casa se juntaban.


Alfredo Astiz entraba en lo de Alberto González como lo que eran: viejísimos conocidos. Fueron compañeros de la “promoción 100”, la que comenzó sus estudios en la Escuela Naval en 1968. Unos años después se volvieron a cruzar, pero en la Escuela de Mécanica de la Armada (ESMA).

Ahí ya no eran jóvenes estudiantes, sino dos engranajes centrales de esa maquinaria sangrienta por la que pasaron cinco mil personas y sólo pocos sobrevivieron. Durante la dictadura habían tenido chispazos: ambos se enamoraron al mismo tiempo de la misma mujer, una montonera de 20 años secuestrada en la ESMA. Fue González quien se impuso en esa pulseada: no por decisión de ella, que fue sistemáticamente violada y torturada por él.

Hoy tienen otros problemas: cuando asumió Néstor Kirchner, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final fueron anuladas, y se reactivaron los juicios por crímenes de lesa humanidad. Astiz y González cumplen prisión preventiva por secuestros, torturas y desapariciones forzadas.

Escena 

Sin embargo, piensa el primero mientras abre la puerta de González, la base de Zárate no está tan mal. De hecho, les permite recibir a quien quieran para pasar una velada amena, como la que está a punto de protagonizar. En eso estaba su cabeza cuando Victoria Villarruel sale de la cocina y le dice que se siente, que la comida está por salir.

Es el año 2005 y Astiz, mientras come, escucha la idea de González de crear una asociación civil que hable de “los otros muertos” y de contar “la memoria completa”. Villarruel, sentada al lado del anfitrión, toma nota en silencio. 

Identikit


Alberto Eduardo González nació el 26 de octubre de 1950 en la Capital Federal, hijo de Francisco Alberto y de Inés Edith Di Lorenzo. “El Gato”, como lo llamaban en los años de plomo, es capitán de Corbeta de la Armada retirado y profesor de historia naval. Pero esa no es toda su biografía.

También fue oficial de inteligencia del Grupo de Tareas 3.2.2 de la ESMA, que comandaba su compinche y padrino Jorge “El Tigre” Acosta, otro de los represores más famosos y temidos de los años de plomo, y que tenía entre sus miembros a Astiz. González estuvo en ese cargo y en ese lugar entre el 1 de marzo de 1977 y el 17 de mayo de 1979.

Ese grupo de tareas no es uno más, sino que tiene un lugar central en las páginas más tristes de la historia argentina, al ser parte de lo que se conoció como “los vuelos de la muerte”. En los fundamentos de la condena a cadena perpetua a González por crímenes de lesa humanidad, la Justicia describe así a este grupo:

“Desarrollaba las operaciones de carácter ofensivo; es decir, salir a detener a personas sospechosas -según ellos- de vincularse con la 'subversión' o las 'organizaciones terroristas' y procesar los datos. Dichas operaciones ofensivas comprendían el ciclo de detención, interrogatorio, alojamiento y resolución final del caso; esto es, secuestro, tortura, privación de la libertad en un centro clandestino de detención y muerte o desaparición forzada”.

González tenía un lugar destacado en esta maquinaria sangrienta. Al menos de eso estaba convencido Emilio Massera. El 12 de septiembre de 1978, el comandante en jefe de la Armada le entregó una distinción en “honor al valor del combate” para “premiar los hechos heroicos” en “operaciones reales de combate”.

No era para menos. Es que si bien “el Gato” participaba del armado de los secuestros y de los operativos en sí, su terreno era otro. Su reino era “el sótano”, el rincón más terrorífico de la ESMA. Ese era el primer lugar adonde los militares enviaban a las personas secuestradas para la tortura, donde había celdas minúsculas en las que se mantenía bajo condiciones inhumanas a los detenidos. “El sótano” era también lo último que miles vieron: ahí se volvía a enviar a los desaparecidos antes de ser asesinados.

En ese pedazo de infierno, el que movía los hilos era Alberto González, quien tenía, como decían en la ESMA, “los casos” a su cargo. “Su rol específico consistía en la obtención de información por intermedio de la tortura y la planificación del uso de esa información”, dice el fallo en el que se lo condenó.

En ese lugar tuvo la desgracia de caer Silvia Laybarú, una chica de 20 años, embarazada de cinco meses, que era miembro de Montoneros. De ella fue quien se enamoraron González y Astiz, pulseada en la que el primero se impuso a la fuerza. Lo que cuenta Laybarú es un relato escalofriante: “El Gato” no sólo la violaba en la ESMA, sino que, en un trance en el que mezclaba una fenomenal violencia con el hecho de haber desarrollado sentimientos hacia ella, la raptaba del sótano para llevarla a su casa. Ahí repetía esa operación, pero con otra vuelta macabra, que involucraba a su entonces esposa. Eso sucedía mientras la hija de dos años de ambos estaba en el cuarto de al lado.

“Al principio lo tomaba como parte de la tortura, pero siempre tuve claro que el hecho de haber sido obligada a participar de los juegos eróticos de esta parejita me hizo ver muy claramente que lo que estos tipos estaban haciendo no tenía absolutamente nada que ver con la lucha antisubversiva. Porque, ¿en qué sirve ser violada por la esposa de un oficial a la lucha antisubversiva? ¿qué tiene que ver esto? Ellos, tan cristianos, tan éticos... ¿para qué servía ser violada por la esposa de un marino?”, dijo en un reportaje en el diario Perfil, que acompañó el adelanto del libro que escribió Leila Guerreiro sobre ella y su historia, “La llamada”.

González hoy cumple tres condenas a cadena perpetua. En la causa ESMA II por su rol en la desaparición de 86 personas, en la causa ESMA III por otras 789 víctimas y, finalmente, por la violación de Laybarú y de otras dos mujeres. El 15 de agosto de 2021 la Justicia convirtió a González en el primer condenado por delitos sexuales de toda la dictadura militar. Pero “el Gato” no es sólo eso. También es el mentor de la vicepresidenta.

El lado oscuro. “De todos los ex ESMA con los que Villarruel se podría haber metido, González es el peor”, dice el periodista Uki Goñi, autor de “El infiltrado”, el libro sobre Astiz que fue central en el juicio en el que se los condenó a ambos, y en el que “González Menotti”, otro de sus apodos, aparece bastante.

Villarruel conoció a González a través de otra persona que estaba “orgullosa” de haber participado en la “lucha contra la subversión”, como decía, y que también fue premiado por ese labor: era Eduardo, su padre. Villarruel senior y González compartían su amor por la historia (en democracia, “el Gato” estudió esa carrera en la Universidad de Belgrano, el mismo lugar donde, curiosamente, se recibió Javier Milei). A ambos les gustaba en especial la historia naval. En 1989, cuenta el periodista Ricardo Ragendorfer, a González lo nombraron jefe de investigaciones del Departamento de Estudios Históricos de la Armada. La influencia de González en Villarruel hija es mucha. “Es cómo mi segundo padre”, dice ella en su intimidad.

Así lo cuentan también varios testimonios. “Lo conocí por Villarruel. Fuimos juntas al penal y él me mostró el libro que estaba escribiendo, que luego firmó Victoria”, contó Cecilia Pando, otra mujer de este mundo militar. Acá se cruza otra historia: en off y en on, muchos apuntan a que los libros que la vicepresidenta publicó como suyos (“Los llaman jóvenes idealistas” y “Los otros muertos”) no fueron de su autoría.

“Alberto formó a Victoria y escribió los libros que ella firmó como propios”, aseguró Segundo Carafí, uno de los líderes del partido NOS de Juan José Gómez Centurión, en el cual Villarruel tuvo un breve paso y al cual están afiliadas su hermana y su madre. A este comentario en redes lo secundó Nicolás Marquéz, uno de los ideólogos preferidos del Presidente. En privado, el escritor del “libro negro de la nueva izquierda” es más crudo: asegura que la relación entre Villarruel y González era la de una pareja.


Otra persona importante del grupo de familiares de militares presos dice lo mismo, pero con el grabador apagado. “Varias veces fui a visitar a Alberto a la cárcel, y estaba escribiendo esos libros. Victoria sólo iba cuando no estaba la esposa de Alberto”. Esta persona da un paso más allá. “El Celtyv (la fundación de Villarruel) fue obra de Alberto. Idea de él, que desde siempre está con esa idea de contar toda la película”.

Cerca de la vicepresidenta afirman que los libros fueron de ella, mientras que dicen que prefieren no hacer declaraciones sobre el vínculo con González. Es verdad que hay un dato que no deja de ser curioso: Villarruel publicó dos libros de cientos de páginas, pero no se destacó nunca por escribir artículos.

























Presente 

De la base naval de Zárate, a González lo trasladaron a Marcos Paz y luego a Ezeiza. Ahí está detenido hoy, en el complejo VII, con Astiz y otros genocidas. 

Villarruel mantiene contacto con él, incluso hasta el día de hoy. Es algo que afirman familiares de los presos detenidos allí y también dos ex colaboradores de ella. “Ante cualquier duda, de cualquier tema importante, Victoria se comunica con él. Es una especie de guía para ella”, aseguran.






sábado, 26 de diciembre de 2020

Libertad de expresión… @dealgunamanera…

La Academia Nacional de Periodismo celebró el fallo de la Corte contra una demanda de Cecilia Pando… 


La tapa de la Revista Barcelona que derivó en la demanda de Cecilia Pando, luego rechazada por la Corte Suprema. Fotografía: CEDOC 

La entidad presidida por Joaquín Morales Solá resaltó además que se dejara firme el sobreseimiento de Roberto García, columnista del Diario Perfil, de Carlos Pagni y otros periodistas en una causa por presunto espionaje. 

© Publicado el viernes 25/12/2020 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

La Corte Suprema de Justicia revocó esta semana un fallo contra la revista Barcelona, ratificando el derecho a la libertad de expresión en una causa que había iniciado Cecilia Pando. y este viernes 25 de diciembre la que se pronunció sobre el tema fue la Academia Nacional de Periodismo, destacando la trascendencia del fallo en defensa de la libertad de expresión.

"La Academia Nacional de Periodismo celebra el fallo de la Corte Suprema de Justicia que revocó una condena por daños y perjuicios contra la revista Barcelona. La demanda databa de 2010 y había sido iniciada por Cecilia Pando, presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos de los Presos Políticos de la Argentina, luego de una contratapa en la que su imagen formaba parte de un fotomontaje", señaló la nota de la entidad que preside Joaquín Morales Solá.

 

"El fallo, que lleva la firma de cuatro de los cinco miembros de la Corte, sostiene que el fotomontaje satírico no resulta lesivo del derecho al honor de la demandante, dado que constituye una crítica política que no excede los límites de la protección que la Constitución Nacional otorga a la libertad de expresión", agregó la nota.

Link:


FALLO DE LA CORTE SUPERMA DE JUSTICA

 

Desde la Academia Nacional de Periodismo se destacó además que la Corte enfatizara que "debe tenerse presente, que al igual que los funcionarios públicos, las personas que tienen un alto reconocimiento por su participación en cuestiones de interés público, están especialmente expuestas a la crítica, incluso ríspida e irritante, respecto de su desempeño en ese ámbito, habilita un debate robusto que es indispensable para el desarrollo de la vida republicana y democrática”.


La contratapa de la revista Barcelona de agosto de 2010 mostraba a Pando en una supuesta tapa de revista ficticia llamada “S/M Soy Milico”, y se había agregado la cara de la activista política al cuerpo desnudo de una mujer, con la leyenda "Ceci Pando se encadena para vos":



Finalmente, la Academia resaltó que en otra resolución, la misma Corte Suprema dejará firme el sobreseimiento del columnista de Diario Perfil Roberto García, de Carlos Pagni y otros periodistas en una causa por presunto espionaje, señalando que se trata de una "decisión que también celebramos porque reafirma la libertad de expresión y protege el derecho de los periodistas a preservar sus fuentes de información".





domingo, 16 de diciembre de 2012

Diagnóstico y remedio… De Alguna Manera...


Diagnóstico y remedio…

PRIMERO, AUXILIO. Cristina Fernández de Kirchner. Dibujo: Pablo Temes.

Kirchneristas y ex, dentro y fuera del Gobierno, marcan errores y esperan decisiones de Cristina. Escenario opositor.

El discurso extremo, que identifica a grupos críticos con su peor sector, puede valer para la tribuna propia, pero produce contraindicaciones severas. Meter a todos los asistentes a las manifestaciones del 8 de noviembre en la misma bolsa que Cecilia Pando es un error de análisis, amén de una táctica boomerang.” “El error de diagnóstico aleja o enfada a los no encuadrados o dubitativos y, a menudo, a quienes ‘balconean’ desde afuera.”

Es infrecuente que desde una columna de un diario se recomiende la lectura de un “competidor”. Pero el valioso texto del comienzo pertenece a Mario Wainfeld y fue publicado el domingo pasado en Página /12 bajo el título de “Sanguchitos y política”. Se trata de un trabajo que coloca en el “ágora”, como le gusta decir a él, un debate que hierve casi clandestinamente entre los cuadros con más historia dentro del peronismo. Son los que apoyan con toda lealtad a Cristina, pero ven con preocupación el creciente sectarismo de la Presidenta y el consecuente desembarco como funcionarios  de jóvenes que en muchos casos tienen como única virtud la de pertenecer a la agrupación que lidera (¿) Máximo Kirchner.

Nadie podría acusar a Wainfeld de ser un gorila destituyente. Todo lo contrario, es uno de los analistas que mejor defienden al Gobierno porque se permite ciertas disidencias aunque sean escritas con prudencia, algún eufemismo y sin responsabilizar jamás a Cristina de esas fallas. De hecho, cuando señala a los autores materiales del “discurso extremo y los errores de diagnóstico” apunta a “ciertos bastiones oficialistas” que no comprenden que “a veces la épica o la voluntad de hacerse cargo de conflictos inherentes a la lucha política se confunde con carecer de aptitudes para la negociación, la articulación, los canjes lícitos. O de ciertas destrezas más sutiles, como trabajar a los adversarios por líneas internas. En ciertos bastiones oficialistas se lee eso como fuerza, cuando puede ser una debilidad o una falta de ductilidad, cuando menos”.

La columna funciona como un resumen de lo que pude recoger hablando con peronistas que no descubrieron a Perón hace cinco minutos, como Amado Boudou o Beatriz Rojkés, quienes sólo le han aportado dolores de cabeza al Gobierno y que fueron designados por la propia Cristina en los dos lugares institucionales más importantes abajo de ella. Cristina carece de olfato para elegir a sus colaboradores. Tal vez su mayor pecado sea privilegiar demasiado la obsecuencia por sobre los méritos.

Wainfeld, en su estilo prudente, también se mete con los cambios de gabinete que en voz baja muchos kirchneristas reclaman. Dice el periodista que “quizá sea el momento de analizar si es necesario renovar elencos, manejar más recursos políticos”.

Es curioso pero es posible encontrar este pensamiento crítico en ambas orillas. Los que están afuera del kirchnerismo y fueron ministros como Roberto Lavagna, Alberto Fernández o Alberto Iribarne piensan parecido a los que callan porque están adentro: Carlos Tomada, Florencio Randazzo, Julián Domínguez. Jamás lo dirán, pero todos ellos, genéticamente peronistas, se sienten más cerca entre sí que con los recién llegados de La Cámpora o sapos de otro pozo como Héctor Timerman o ex funcionarios de la Alianza, como Nilda Garré y Juan Manuel Abal Medina. La clave, por ahora indescifrable, es por qué Cristina confía más en los amigos de sus hijos que en esos dirigentes históricos. Y la gran pregunta es si a medida que se acercan las elecciones de medio tiempo, finalmente con pragmatismo, va a abrir sus puertas para todos o va a profundizar el aislamiento.

Mario Wainfeld en su nota pone como ejemplo a uno de ellos. Rescata “la vocación de diálogo” de Julián Domínguez y “una capacidad de contactarse con el adversario no siempre visible en el oficialismo”. Recuerda los elogios de sus pares a la hora de reelegirlo al frente de la Cámara de Diputados y las buenas relaciones que supo tejer con los productores agropecuarios cuando fue ministro del área, después de la guerra de la 125. Eso no lo convierte en un traidor a Cristina ni en un kirchnerista de paladar negro, es según el columnista “un conservador popular con agenda actualizada”.

La columna desborda observaciones críticas (siempre respetuosas y en lenguaje casi académico) ya planteadas por otros periodistas (tal vez en forma más insolente y descarnada),  fusilados mediáticamente por el aparato propagandístico K.

La rigidez dogmática, la desmesura épica que pretende ocultar ineficiencias y actos de corrupción, la falta de cintura para cortar menos grueso en los conflictos y aislar a los grupos minoritarios ( como los de Cecilia Pando, por ejemplo) son situaciones que siempre estuvieron en el ADN peleador de Néstor, pero que Cristina elevó a la enésima potencia y lo transformó en goles en contra. La Presidenta pierde el rumbo porque no encuentra la única respuesta que la tranquilizaría, que es la manera de autosucederse en el poder. Su furia, muchas veces sólo le sirvió para unir en la otra vereda lo que estaba dividido: Magnetto y Lanata; Moyano y Patricia Bullrich (en la mesa de diputados esta semana); Biolcati y Buzzi; Barrionuevo y Micheli (en la marcha que viene), Binner y Macri (el lunes en la UCR); y hasta Majul y Wainfeld, cuando en su nota dice que “la demanda del titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, contra los periodistas Matías Longoni y Luis Majul es algo peor que un error de manejo. Es una conducta intolerable e incongruente en un gobierno que despenalizó las calumnias e injurias”.

La mirada de Wainfeld es un buen termómetro de lo que está ocurriendo en las entrañas del peronismo, dentro y fuera del poder. Planteó que “no todos los que pararon el 20 de noviembre ‘son’ Hugo Moyano o Luis Barrionuevo o Gerónimo Venegas. No todos sus reclamos son absurdos, no todos son irrecuperables políticamente. Tratarlos de ese modo, así fuera en el discurso, resta en vez de sumar”.

Todos los caminos conducen a Roma. O a ese empeño en achicarse con alegría que suele exhibir el oficialismo. Los convencidos, o las minorías intensas, sirven para potenciar la mística, pero no para ganar elecciones y menos para administrar un gobierno. El infantilismo revolucionario ya parió un fracaso generacional feroz y una tragedia horrorosa. En la legendaria revista Unidos, que dirigía Chacho Alvarez, el mismo Mario Wainfeld (ambos de la JP Lealtad, en su momento) escribió en diciembre de 1985 que los Montoneros se fueron del peronismo “porque al pasar a la clandestinidad,  el 6 de septiembre de 1974, abandonaron la lucha de masas para convertirse en un movimiento elitista que no representaba a los sectores populares”. La misma soberbia pero sin armas.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 16 de Diciembre de 2012.

domingo, 21 de octubre de 2012

¿Dos Bandos?... De Alguna Manera...

Motivos insólitos para el 8N...

 8 de Noviembre de 2012. 8N

Durante mi visita a Buenos Aires hablé más de kirchnerismo que en la suma de los últimos diez años. Era inevitable. Pero cuando en una sobremesa familiar se empezó a hablar de “los dos bandos”, supe que mi participación era imposible. Quedarme callado no era una opción; no suele serlo porque no me aguanto, pero en este caso era más difícil, porque me hacían preguntas. Objetar las supuestas bondades del kirchnerismo y/o defender posturas del bando opositor que considero inexistente era tentador, pero fútil porque –justamente– no hay dos bandos. Me limité a decir esto último y me fui, con la esperanza de dotar mi ausencia de algún sentido didáctico. No sé de qué habrán sido equidistantes después; es muy difícil ser equidistante cuando hay un lado solo.

El tenembaumismo, incluso en sus encarnaciones de entrecasa, insiste en ser salomónico para salvarse. Pero sólo se puede ser salomónico si hay dos extremos en pugna. Si hay uno solo, las únicas posibilidades son: tener una opinión clara sobre el fenómeno o prescindir de ella. Esto es un lujo que el progresismo no puede permitirse, no al menos sin retroceder, reconocer sus errores, pedir disculpas, tres cosas que no están acostumbrados a hacer.

Sabemos que no hay dos bandos. Así como no soy del bando del vecino si vamos juntos a la municipalidad cuando se cae un árbol, tampoco me contagio si el 8 de noviembre salgo a la calle con gente que cree en la existencia de los duendes. Lo que hay es un problema, tenemos un problema que queremos resolver. Si se te queda el auto en el barro y Cecilia Pando quiere ayudar, no veo cuál es el inconveniente en dejarla que empuje y darle las gracias. Siempre y cuando no tengamos que firmarle un petitorio antiabortista a cambio; por suerte no es el caso.

El grueso de la oposición alienta –a los ponchazos, porque son muy brutos y ni siquiera eso hacen bien– la idea de que la única manera de resolver este problema, el que tenemos ahora, es mediante la construcción de una alternativa política viable. Vengo a decirles que eso es mentira.

No sé a ustedes, pero a mí me importan muy poco el agonismo, El Eternauta, la pasión según Sandra Russo, el peronismo, el antiperonismo, la patria y la liberación. Puedo vivir sin ellos. Es más: reclamo mi derecho a vivir sin que ellos se me impongan como dogma, eso es justamente parte del problema que hay que resolver.

No nos debemos la construcción de un sistema ideológico alternativo; eso es algo que uno hace si tiene ganas, y si no tiene ganas no lo hace, no es obligatorio. Si bien es cierto que sería bueno contar con partidos políticos más o menos votables que pudieran después gobernar como en cualquier país normal, no dependemos de ellos para reclamar derechos. Es entendible que ellos pretendan que los esperemos hasta el improbable día en el que decidan representarnos, pero para algunas cosas ya no podemos seguir esperando.

Es cierto: no son las más urgentes. Esas cosas –paradoja– nos acompañan desde hace mucho, en la forma de bultos durmiendo en la vereda, nenas de seis años vendiendo flores por la calle, mil caras de la pobreza por las cuales somos incapaces de manifestar en un contexto que las naturalizó todas bajo el impermeable paraguas populista. Es dificilísimo. ¿Qué hacés? ¿Llevás un pobre a la plaza? ¿Y por qué nos escucharía un gobierno que miente sistemáticamente sobre los índices de pobreza?

No todos los manifestantes tendrán la misma educación o sensibilidad social. Cada uno irá por lo que pueda, por lo que crea más pertinente, en un experimento que puede salir mal pero debería salir bien si entendiéramos –la oposición incluida– que todos los reclamos confluyen en el mismo: se le pide a un gobierno que no haga lo que no corresponde. Que no mate, ni mienta, ni oprima, ni robe, ni amenace ni pretenda imponer a los ciudadanos ideas, símbolos y prácticas que, en democracia, sólo pueden ser optativos. No es tan difícil de enunciar, y es bien fácil de entender.

© Escrito por Guillermo Raffo, escritor y cineasta y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 20 de Octubre de 2012.


domingo, 16 de septiembre de 2012

Clasistas... De Alguna Manera...


Clasistas…

 Acumulacion y descarga. El jueves, en la Plaza de Mayo, parte de la sociedad argentina precisó hacer catarsis ante la ausencia de representación que padece.

Si el Gobierno fuera realmente por la re-reelección, su actitud sería otra. Si en 2015 hubiera re-reelección, también habría ballottage, porque después de 12 años de kirchnerismo la oposición se vería forzada a aglutinarse tras un único candidato. Como en esos casos la imagen negativa cuenta tanto como la positiva, en lugar de galvanizar y cerrar filas con sus militantes tratando a quienes fueron a manifestar de “minoría de burgueses que no pisan el pasto de la Plaza de Mayo para no mancharse”, el Gobierno se tragaría el sapo y trataría de no alejarlos más aun.

En todos los países del mundo hay 46% o más que no votó por el presidente elegido, pero no es habitual que esa gente salga a protestar masivamente contra el gobierno que no votó. Una cosa es no votar por un candidato y otra es rechazarlo. El hecho político fue que salieran a manifestar en su contra y no –como se quiso minimizar– que igual no la votan.

La forma en que desde el oficialismo se calificó a quienes protestaron no parece perseguir una estrategia electoral que aspire a conquistar dos terceras partes de los corazones o de las mentes tanto para una Asamblea Constituyente como para un ballottage.

No fue sólo la mención de Abal Medina de preferir Miami. Hubo descalificaciones, como que estaban “bien vestidos y perfumados con aromas importados”, “puñado de ricos enfermos de un ancestral odio oligárquico” y “cacerolazo de la opulencia” (en Tiempo Argentino, Luis D’Elía), “expresión simbólica del country people que encierra la tapa de Noticias y que involucra a los caceroleros con Cecilia Pando, la Sociedad Rural, los grandes medios y la Recoleta” y “ropaje de clase media instruida detrás del cual se quiere justificar el exabrupto” (en Página/12, su jefe de Redacción); en síntesis, minorías como sinónimo de ricos, y ricos como sinónimo de despreciables. Un clasismo tan retrógrado como el que denuncian en aquellos que califican a otros de negros para discriminarlos.

“Deberían formar un partido y ganar las elecciones”, aconsejó Abal Medina a quienes protestan contra el Gobierno. ¿Podrá el Frente para la Victoria ganar un ballottage sin la clase media?

Es cierto que ningún partido político o líder opositor recibe todos los votos de estos indignados, porque las causas que los convocaron eran distintas y algunas hasta contradictorias. Pero hubo un elemento en común que los unió: el rechazo al Gobierno, el mismo que se precisa para los ballottages. No pocas veces le es más fácil a la gente saber qué no quiere, que saber qué quiere.

Salvo que crean realmente que la protesta la organizó Magnetto como parte de su embestida final antes de que le llegue el 7 de diciembre, fecha a partir de la cual todo sería color de rosas para el Gobierno, responder con una marcha anticacerolas “para mostrarles a los gorilas cómo se llena bien la Plaza de Mayo” puede no ser una buena idea. Además, esta vez la mayoría de los manifestantes no portaba cacerolas, y otra señal de cambio de tendencia fue la cantidad de jóvenes que protestaron.

Deberían tener cuidado de no quedar presos de viejas lecturas.

Otra hipótesis que ojalá sea totalmente errónea es que el kirchnerismo esconda un deseo detrás de su paranoia: que de tanto ver en cada acción un ánimo destituyente y en la destitución de Lugo en Paraguay una amenaza anticipada de su futuro, prefiera eso a enfrentar el fracaso de su modelo y desee tensar los ánimos para –si llegara a ser necesario– justificar dar un portazo épico antes que perder pacíficamente en las urnas.

© Escrito por Jorge Fontevecchia  y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo16  de Septiembre de 2012.