martes, 12 de junio de 2012

Biblioteca en Kombi... De Alguna Manera...

Vuelven tras viajar 3 años con una biblioteca…

Juan Martín Mondini y María Martina Etcheverry vuelven después de 3 años y 2 meses de viaje. Foto: Cedoc

La pareja de docentes regresa al Obelisco desde el que partió en 2009. La aventura.

El lunes 13 de abril del 2009 Juan Martín Mondini y María Martina Etcheverry, decidieron emprender un viaje por toda América Latina con una Biblioteca Infantil Andante arriba de una combi-casa que apodaron “Clandestina” en honor a la canción de Manu Chao.

La idea de estos dos viajantes era recorrer los distintos países del continente a través de talleres de lecturas en  escuelitas y pueblos que irían descubriendo a lo largo del viaje, acercando a niños y adolescentes cuentos, fábulas y novelas de la literatura argentina. Aquello que comenzó como un sueño se hizo realidad y mañana, después de 3 años y 2 meses de travesía, Juan y María vuelven a casa.

Aquel 13 de abril del 2009, la pareja de docentes partió desde el Obelisco en donde familiares, amigos, seguidores y algunos medios, los despidieron. Por eso, después de 1122 días de viaje, quisieron regresar al mismo lugar.

Los viajantes estiman que estarán llegando mañana alrededor de las 12 del mediodía y, a través de su blog, convocaron a todos los que se quieran sumar para a recibirlos: “Queridos amigos: queremos compartir nuestras alegrías y emociones con todos los que nos siguieron durante más de 3 años. Los invitamos a todos los que quieran darnos la bienvenida al lugar donde se gestó esta maravillosa historia...Llegamos a Buenos Aires el domingo 10 de JUNIO entre las 11 de la mañana y las 12 del mediodía. LA CITA ES EN EL OBELISCO, punto de partida de "Amérika en Kombi allá en el 2009”, publicaron en un comunicado a través del blog.

Durante los 3 largos años y 2 meses que duró el viaje, la pareja subió por el Océano Atlántico y dio la vuelta por el Pacífico visitando Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Panamá, Uruguay y Venezuela.

© Publicado por el Diario Perfil de la CIudad Autónoma de Buenos Aiers el sábado 9 de Junio de 2012.


sábado, 9 de junio de 2012

Tres cosas para recordar... De Alguna Manera...

Hay tres cosas...


Hay tres cosas en la vida que pasan y nunca regresan:
El tiempo...
Las palabras...
Las oportunidades...

Hay tres cosas en la vida que pueden destruir a una persona:
La ira...
El orgullo...
No saber perdonar...

Hay tres cosas en la vida que nunca debes perder:
La paz...
La honestidad...
La esperanza...

Hay tres cosas en la vida que tienen mayor valor:
El amor...
La bondad...
Las relaciones...

Hay tres cosas en la vida que no son seguras:
El éxito...
La felicidad...
Los sueños....

Hay tres cosas en la vida que forman a una persona:
La sinceridad...
El compromiso...
La constancia...

Tapando el sol con discursos... De Alguna Manera...

Cristina enseña cómo tapar el sol con un discurso...


De Vido, Trasnporte, Dólares y otras incoherencias. ¿Qué motivó a Cristina Kirchner a convocar a una conferencia de prensa este mediodía? Quienes escucharon su exposición completa, aún se preguntan cuál fue el centro de su mensaje, el cual empezó refiriéndose a la industria metalmecánica y terminó mencionando a aquellos que tienen sus depósitos en dólares.

A través de una hiperbólica diatriba, que sonó más a justificación que otra cosa, Cristina anunció, a través de la firma del decreto 874, el traspaso de la órbita de Transporte al Ministerio del Interior. Nunca admitió haberlo hecho por el fracaso que representó la política aplicada hasta ahora por su propio Gobierno, sino porque, según ella, existe la necesidad de reacomodar las cuentas públicas y trasladar los costos de ese tópico a las provincias.

La medida no es nada desacertada, aunque cabe preguntarse: ¿Por qué la mandataria esperó nueve años para llevarla a cabo? ¿Por qué no escuchó en su momento a los que le dijeron que el creciente sistema de subsidios no resistiría el paso de los años —entre otros, al ex ministro Roberto Lavagna—?

La respuesta es bien sencilla. Si por ella fuera, Cristina seguiría manteniendo el esquema actual de asistencia, no solo al transporte sino también a otros sectores de la economía vernácula. No porque le preocupe el bienestar social, sino porque de esa manera se esconden los connotadores más visibles de la creciente inflación.

Como sea, la lectura más lineal de la medida anunciada indica que Julio De Vido fracasó en su control del área de Transporte. ¿Tanto tardó la mandataria en descubrirlo? ¿O lo que falló en realidad es la discreción del ministro respecto de la cadena de "retornos" de subsidios oficiales?

Muchos se preguntan en estas horas: ¿De qué se está atajando Cristina al hacer semejante enroque? ¿Qué teme que declare Cirigliano ante la Justicia?

En fin, ¿hacía falta organizar toda una cadena nacional para dar a conocer algo que mañana podría leerse tranquilamente en el Boletín Oficial?

Cristina parece haber entendido esa incongruencia y tal vez por ello es que se refirió a otros temas "off topic", como su rechazo personal ante las críticas a los controles del dólar. En tal sentido, tildó de "abuelito amarrete" al abogado que presentó el primer amparo contra las restricciones y lo vinculó con la "industria del juicio". ¿Por qué decir semejante disparate acerca de una persona mayor que solo intentó comprar U$S 10 para regalar a sus nietos?

Sí fue un acierto, aunque tardío, la decisión de la mandataria de pesificar sus depósitos en dólares, los cuales ascienden a más de 3 millones de billetes verdes. ¿Hacía falta el consejo de Víctor Hugo Morales para dar ese paso? En fin, no deja de ser una medida acertada.

También debe destacarse el tirón de orejas que Cristina le propinó a Aníbal Fernández por sus erráticas palabras sobre sus propios ahorros en moneda foránea. "Yo hago lo que me da la gana", respondió con soberbia a Magdalena Ruíz Guiñazú cuando esta lo requirió al respecto.

Hablando de periodistas, fue un verdadero despropósito que la Presidenta atacara a la prensa crítica al decir que hay cronistas que cobran por izquierda. ¿De quién hablaba puntualmente? Si tiene algún dato concreto, ¿por qué no lo dice claramente?

Finalmente, el discurso de Cristina fue un rejunte de incoherencias que no tienen nada que ver entre sí y que parecieron más una catarsis personal que un mensaje oficial.

Como se dijo, no ha sido casual que su diatriba se diera este miércoles, justo cuando se prevé que declare ante la Justicia el dueño de TBA, Claudio Cirigliano, y un día antes del cacerolazo que se anuncia para este jueves por la tarde.

Respecto a esto último, un grupo de blogueros K —que jamás se identifican con nombre y apellido— insiste en culpar a periodistas de La Nación, Clarín y Tribuna de Periodistas por la "movida cacerolera" a través de las redes sociales. ¿Tanto se puede subestimar a la ciudadanía al decir semejante disparate?

Es evidente que el Gobierno enfrenta momentos más que críticos a nivel económico-financiero. Ello podría explicar los disparates que se dicen gratuitamente en estas horas.

Para saber cómo puede terminar la movida hay que mirar en el pasado. No en 2001, sino en 1975, cuando estalló aquello que se conoció como el "Rodrigazo", el cual culminó en una explosión social que decidió la suerte de otra Presidenta, María Estela Martínez de Perón.

Inflación desmedida, control de precios, dólar paralelo, reclamos sindicales, etc. La situación es tan pero tan parecida, que aterra.

© Escrito por Christian Sanz y publicado por http://www.periodicotribuna.com.ar


 

Argentina 4 vs. Brasil 3... De Alguna Manera...

El genio de Messi apareció a tiempo y Argentina festejó ante Brasil...


Amistoso ante Brasil. La Selección se impuso por 4 a 3 en Nueva Jersey, donde los tres goles de la Pulga pusieron a la Selección a salvo de los errores defensivos. El otro lo marcó Federico Fernández, de cabeza. Rómulo, Oscar y Hulk convirtieron para los de Mano Meneses.

Argentina jugó dos partidos diferentes ante Brasil en Nueva Jersey y contó con un Lionel Messi de otro planeta. En el clásico amistoso, la Selección ganó 4-3 con tres goles de La Pulga y uno de Federico Fernández. Romulo, Oscar y Hulk anotaron para los de Mano Meneses.

El partido no comenzó bien para la Selección. Meneses decidió ponerle un corral a Messi y logró controlarlo en los primeros minutos. Diferente fue la historia para Neymar, la figura brasileña. El jugador del Santos salió más suelto, pese al esquema conservador de Sabella e inquietó con un remate que se fue desviado.

Con Brasil siendo más, la apertura en el marcador no tardó en llegar. A los 22 minutos, Neymar tiró un centro desde la derecha, Rómulo se anticipó a los defensores (estaba en posición adelantada) y sacó un remate que tocó en la mano derecha de Sergio Romero y se metió por el centro del arco.

Pero la ventaja verdeamarela no duró mucho. A los 31, Gonzalo Higuaín habilitó a Lionel Messi y el delantero del Barcelona necesitó darle dos toques a la pelota para convertir cruzado el 1-1 del partido. Primera gran aparición de La Pulga, primera alegría.

El festejo y la alergía del empate iba a quedar atrás con el segundo de Messi. Esta vez, tres minutos después del 1-1, Angel Di María sacó un pase en profundidad y el crack argentino recibió para eludir al arquero Rafael Cabral y definir de zurda con el arco libre.

En el segundo tiempo, la manija la agarró el pentacampeón. Y a los 10 minutos, aprovechó el desorden defensivo de Argentina para anotar el 2-2. Oscar hizo una pared en la puerta del área de Romero y solo, sin marca, definió para igualar el partido.

Iba a haber más de los dos. A los 26, Sergio Romero se equivocó en un tiro de esquina, no pudo contener un centro de Neymar y Hulk, sin oposición, sacó un remate que se transformó en el 3-2 de Brasil. Pero a los 30, Federico Fernández iba a poner la cabeza en el área de enfrente a la suya para marcar el 3-3.

El broche de oro en el partido lo iba a poner el mejor futbolista del planeta. Messi encaró desde la derecha hacia al centro. Llegó a la puerta del área y sacó un zurdazo letal que se metió en el ángulo del arco brasileño. Un gol maradoniano de su sucesor, para decretar la victoria 4-3 sobre Brasil.

© Publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 9 de Junio e 2012.


Síntesis del partido:

Argentina: 

Sergio Romero; Pablo Zabaleta, Federico Fernández, Ezequiel Garay, Clemente Rodríguez; José Sosa, Fernando Gago, Javier Mascherano, Angel Di María; Lionel Messi y Gonzalo Higuaín. 

Director técnico: Alejandro Sabella.

Brasil: 

Rafael Cabral; Rafael Silva, Bruno, Juan, Marcelo; Sandro, Rómulo, Oscar; Hulk, Leandro Damiao y Neymar. 

Director técnico: Mano Menezes.

Goles en el primer tiempo: a los 22 minutos, Rómulo (B); a los 30 y a los 34, Messi (A).

Goles en el segundo tiempo: a los 10 minutos, Oscar (B); a los 26, Hulk (B); a los 30, Fernández (A) y, a los 39, Messi (A).

Cambios en el segundo tiempo: a los 12 minutos, Pablo Guiñazú (A) por Sosa; a los 14, Giuliano (B) por Oscar; a los 22, Alexandre Pato (B) por Damiao; a los 28, Casemiro (B) por Rómulo y Sergio Agüero (A) por Di María; a los 34, Danilo (B) por Rafael Da Silva; a los 42, Ezequiel Lavezzi (A) por Higuaín y Hugo Campagnaro (A) por Rodríguez.

Incidencia en elsegundo tiempo: a los 46 minutos, fue expulsado Lavezzi (A).

Arbitro: Jair Marrufo (Estados Unidos).

Estadio Metlife (Nueva Jersey, Estados Unidos).

Las fotos:











Los goles:

¿Cómo es el país de Cristina?... De Alguna Manera...

¿Cómo es el país de Cristina?...


Historiadores y politólogos caracterizan a los gobiernos según la inspiración filosófica de sus actos: las presidencias del último tercio del siglo XIX fueron liberales, con el golpe de 1930 se inició un régimen conservador y autoritario, Perón fue estatista, Frondizi desarrollista, Alfonsín socialdemócrata y Menem neoliberal. ¿Cómo es la Argentina de Cristina?

Ella dirige un país en el que es posible cambiar de sexo o elegir el género con el cual identificarse, pero en el que no se puede comprar dólares o viajar como se quiera sin dar explicaciones. Un país que se sumó a la vanguardia de los que admiten matrimonios entre homosexuales, aunque no favorece la misma libertad para acceder a cualquier libro editado , sin importar dónde haya sido impreso. Un país donde pronto se podrá fumar marihuana libremente y quienes soporten una agonía interminable atada a tratamientos y maquinarias ya no tendrán que excusarse para optar por una muerte digna, pero en el que no se puede acceder a cualquier medicamento que no haya sido fabricado en el país, y se pretende imponer con qué medios hay que informarse.

Mientras que muchas conductas de la vida privada fueron sustraídas a las sanciones de la ley, otras tantas –tan privadas como aquellas– soportan crecientes controles o hasta prohibiciones del Gobierno . Algunos presentan estas maniobras bajo la piel de una supuesta recuperación del rol del Estado. Pero si así fuera, esa intervención implicaría un despliegue de leyes, resoluciones y responsabilidades propias del aparato estatal y lejanas a cualquier arbitrariedad. No parece.

A su vez, la acción del Estado para proteger el bien común es la cara de una moneda cuyo anverso es el control ciudadano sobre sus gobernantes. Pero el Gobierno corre en dirección opuesta: no se aceptan preguntas ni se difunden datos básicos de la gestión –o se malversan–, los organismos de control fueron desactivados o son ignorados, y hasta el Congreso es asemejado con frecuencia a una mera escribanía. Entonces, ¿es Argentina un país liberal, estatista o autoritario? Habrá una respuesta para cada día, o tal vez haya que inventar otra, una nueva palabra suficientemente elástica para contener al gaseoso “modelo”.

© Escrito por Claudio Savoia y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 9 de Junio de 2012.


Defensa y Justica 4 vs. Huracán 2... De Alguna Manera...


¡Hasta Perafán!...

  

Pobre Huracán... Le metió un gol hasta el arquero de Defensa, que cerró la goleada en Varela por 4 a 2. La hinchada del Globo estalló contra los jugadores. El miedo a la Promo no se va... Seguilo en Olé.

El ánimo sube y baja, como el promedio. Huracán, sus hinchas, viajaron a Florencio Varela con el espíritu renovado tras el conmovedor –por el escenario- 2 a 1 frente a Desamparados. Sin embargo, se sabe, lo bueno dura poco. Y así las cosas, en el Tito Tomaghello, volvió a las andadas, a las suyas, a la derrota. Fue un 2-4 que dijo mucho. Por el trámite del partido, por la coyuntura del rival, y también por la despedida que se presume prólogo de lo que puede llegar a venir. “Jugadores, jugadores / no se lo decimos más / si nos mandan al descenso / los mandamo’ al hospital”, se escuchó segundos antes del pitazo final de Mauro Giannini mientras un par de hinchas se colgaba del alambrado en son de guerra. Habrá que sacar cuentas. Y hacerse muchas preguntas. Que Martín Perafán, el arquero del Halcón, haya convertido su primer gol como profesional podría resultar más que una anécdota en definitiva.

El primer tiempo fue un pim, pam, pum. Y en los pim, pam, pum, Huracán suele perder terreno. Marcelo Benítez, a los 19’, aprovechó su media distancia para poner el 1-0 en una jugada que fue el desenlace del rechazo de un lateral… Sin embargo, tres minutos después y tras un jugadón de Villegas, el goleador Cámpora puso el 1-1 con fierrazo ingresando como wing derecho al área. ¿Cuánto dura la felicidad en el Globo? Un minuto. A los 23’, tras un combo Rearte-Martinena, Lucero definió solito frente a Monzón.

En el complemento pareció cambiar la historia. Pero no. A los 10’, Huracán consiguió un doble golpe gracias a la astucia del recién ingresado Milano. El habilidoso atacante recibió un foul-penal de Sergio Velázquez que terminó con la roja del defensor y en el 2-2, gracias a una ejecución del propio Quemero. Es más, 11 contra 10, Pablo López tuvo la oportunidad de poner al Globo en ventaja pero optó por picársela sin suerte al arquero Perafán, quien tendría algo más interesante para hacer sobre el final del juego. Cuatro minutos más tarde, a los 17’ y en desventaja numérica, Lucero con un golazo metió el 3-2 y, de inmediato, López se hizo expulsar dejando las cosas parejas, 10 vs. 10.

La cereza del postre llegó a los 30’ del complemento, cuando Hernán González cargó sobre Castillo en el área. Así, a falta del goleador Píriz Alvez –habitual ejecutor pero ausente por un presunto pase a Huracán para la pasada temporada-, quien tomó las riendas fue Martín Perafán, ex Villa San Carlos y El Porvenir, y actual 1 y referente del Halcón, venció las manos de Monzón y puso el 4-2 definitivo frente a la hinchada visitante, que volvió a entonar el peligrosamente popular “que se vayan todos”.

© Publicado por el Diario Deportivo Olé de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 9 de Junio e 2012.



Huracán perdió y la gente estalló...


El Globo cayó 4-2 ante Defensa y Justicia en Varela y puede hundirse en zona de Promoción. La hinchada cantó contra los jugadores y dirigentes.

Huracán sufrió otro duro traspié en su lucha por la permanencia en la Primera B Nacional luego de perder por 4-2 como visitante ante Defensa y Justicia y quedar expuesto a caer en uno de los lugares de la Promoción junto a Guillermo Brown de Puerto Madryn, que mañana recibirá a Almirante Brown.

Marcelo Benítez, Juan Martín Lucero en dos ocasiones y el arquero Martín Perafán, de penal, marcaron para el conjunto de Florencio Varela, mientras que Javier Cámpora y Mauro Milano, este también desde los doce pasos, habían empatado transitoriamente para Huracán.

Cuando la derrota ya era un hecho, en la tribuna visitante, la hinchada del Globo cantó contra los jugadores y dirigentes del club y se pudo escuchar estrofas como: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo” o “Jugadores, no se lo decimos más; si nos vamos al descenso, los mandamos al hospital”.

© Publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 9 de Junio de 2012.



Las fotos



 


Los goles:



Las estadíticas:


 

El "ciruja" de Mujica... De Alguna Manera...

El ciruja de Mujica…


A veces llegan buenas noticias. Del otro lado del río hay un presidente progresista que decidió, ante la inclemencia del invierno, prestar su residencia presidencial para albergar a la gente que vive en la calle. El palacete ubicado en Montevideo, hasta ahora acostumbrado a ser filial de elegantes reuniones diplomáticas, recepciones y cenas oficiales; cumplirá por primera vez en la historia de su país -y me atrevo a decir de cualquier país latinoamericano- una función social. La iniciativa todavía no se materializó, ya que la idea es que la casona oficial sirva para compensar un posible colapso de los refugios que el Ministerio de Desarrollo puso a disposición. Según un diario nacional, el 24 de mayo una madre su hijo estuvieron a punto de ser los primeros ocupantes, pero finalmente encontraron cupos en uno de los albergues. Sin embargo, y esto es lo importante, la propuesta existe.

En el lugar donde vivieron holgadamente muchos de los mandatarios nacionales desde 1947, ahora Mujica decidió darle otro fin. ¿Es una medida con mayor valor simbólico que real? Puede ser. Pero lo cierto, y me parece que aquí es donde viene a cuento la noticia, es que esta medida forma parte de una coherencia interna entre políticas de gobierno y decisiones personales. Según el último censo uruguayo, hay 1200 indigentes en Montevideo. Para palear esta situación, el ministro de Desarrollo Social Daniel Olesker invirtió durante 2011, $80 millones en refugios, alimentación y equipos técnicos para asistir a los más vulnerables. En 2012 se duplicó el presupuesto destinado a esta cartera.

Según las últimas estimaciones oficiales, solo en la ciudad de Buenos Aires, hay 1287 personas con sus hijos que viven en la calle, número que se mantuvo prácticamente inalterado desde 2009. Algunos sectores dicen que la cifra es mayor, ya que no se incluyó a los 700 chicos menores de 18 años que también duermen en la calles de la ciudad durante el día, hasta que llegan a sus casas por la madrugada. Por su parte, la ONG “Proyecto 7” denunció un incremento de la cantidad de gente que no tiene dónde vivir y estima que alrededor de 22 mil personas fueron desalojadas durante la primera parte de este año. Ante este escenario, el presupuesto destinado a esta área, tuvo un descenso.

Pegarle a Macri es fácil. Todos sabemos de su currículum ideológico y nadie espera que de sus políticas surjan resultados que tiendas a proteger a los sectores más vulnerables. En el sitio del Ministerio de Desarrollo de la Nación, no pude dar con datos sobre la problemática ni menos todavía, sobre cantidad de dinero suministrado al área. La página del Ministerio de Trabajo sí cuenta con un programa que se llama “Niños en situación de calle” aplicado en la región AMBA de manera directa y con una modalidad de supervisión sobre los proyectos federales, dependiente de la Secretaría Nacional de la Niñez, Adolescencia y Familia. Según figura en la página para este programa se emplean anualmente $108.000. ¿No será mucho?

Volviendo a los gestos simbólicos. Un gobierno que se jacta de progresista, que habla de las bondades de la pesificación de la economía, que tiene un jefe de gabinete que amonesta a la burguesía cipaya preocupada por hacerse de unos cuantos verdes/ blue. Un gobierno progresista que debe esperar a que los grupos monopólicos mediáticos descubran sus ahorros en dólares para que anuncie en cadena nacional la pesificación de sus cuentas.

Un gobierno dícese “¿heredero de la izquierda peronista?” que habla de poderes económicos concentrados y amasa un frente, cada vez más poderoso, de empleados afines dispuestos a prestar ofrendas a la corte, con tal de que el chorro no sea cortado. ¿No estaría bueno que este gobierno, que es re progre- utilice aunque sea un cuarto de las 35 hectáreas de la quinta de Olivos para mantener calentitos a unos cuantos cirujas que sienten en la carne “la ola polar”? ¿No es eso también gobernar para los 40 millones? Bueh, mientras tanto me conformo con algunas pequeñas buenas noticias, aunque vengan del otro lado del charco.

© Escrito por Lucía Mendizábal y publicado por plazademayo.com el viernes 8 de junio de 2012. 


Desaparecidos... De Alguna Manera...

Un hijo de desaparecidos y su infinita búsqueda de un papá…

Las familias de las víctimas del terrorismo de Estado armaron sus vidas a partir de la ausencia. Silencio, alocadas sospechas y una fugaz sombra de venganza surgen como protagonistas de este texto autobiográfico.

En marzo del 76 desapareció papá; en agosto nací yo; y en noviembre desapareció mamá. Los dos militaban en el ERP. Él, al parecer, pasó sus últimos días al cuidado de los carniceros de “La perla”, en Córdoba; y ella, también al parecer, los pasó amparada por idénticos carniceros en “El campito”, en Campo de Mayo. Como mi abuela materna obligaba a mamá a dejarme todas las mañanas en su casa , me salvé; y ella fue quien me crió. Y como mi abuelo murió al poco tiempo de la desaparición de mamá, víctima de un cáncer bestial, mi abuela, a simple vista, era todo lo que yo tenía.

A mis ocho años, ella me mandó a un psicólogo que en una de las primeras sesiones me preguntó por la causa de la muerte de mis padres. “No sé”, le dije, y él me pidió que averiguara en casa. Y mi abuela, que hasta ese momento me había dicho que hablaríamos de eso cuando yo fuera grande, me lo contó. Así que a los ocho años yo ya era grande . Luego, aquel psicólogo entendió que, dentro de las condiciones de mi infancia feliz, faltaba una figura paterna; y entonces un día me ofreció ir a navegar con él en su velero. Como mi abuelo había sido marino, acepté rápido; navegamos juntos durante cuatro años.

En casa, en Buenos Aires, la figura materna era fuerte: vivía con la mamá de mamá . Aunque no fueran pocas las veces que, siendo chico, en medio de la noche me pasara a la cama de mi abuela para llorar (llorábamos juntos, recuerdo), nunca me pareció que faltara una madre. Sin embargo, padre no hubo . Reconozco que entre el psicólogo que me llevaba a navegar, el hermano de mamá y el marido de la hermana de mamá compusieron, efectivamente, una imagen importante. Pero padre, lo que se dice padre, no había.

Hasta que un día de enero del 99, mientras visitaba a mi familia paterna (ellos viven en Villa Mercedes, San Luis, de donde era papá), apareció mi tío Ramón Giménez.

No llevo su apellido –que debiera haber sido el mío– por obvias razones: cuando me inscribieron mi papá estaba desaparecido y me anotaron con el apellido materno.

Los huérfanos tendemos a ver padres en lugares inesperados. Y en los tíos, claro. Esto no es tan inesperado: de hecho, falta el padre y tener un tío-padre es de lo más natural. Pero en mi caso, como dije, no era tanto la ausencia de la figura paterna sino del padre, o al menos de un reemplazo consistente. Lo que faltaba era la experiencia del padre.

La aparición de mi tío Ramón –eran tres hermanos, Juan Carlos, Ramón y papá– en Villa Mercedes, vino a ser lo más parecido a esto. En ese momento yo tenía 22 años y hacía tiempo que no lo veía: él se había peleado con Juan Carlos, y se había convertido en una especie de sombra.

Ramón me saludó. El alcohol lo había perdido varias veces, y se notaba que de la última no había salido muy bien parado. Ahora vendía fiambres a comercios y todos le decían Paladini. Andaba en una F100 y me dijo de ir a dar una vuelta.

Te voy a presentar a alguien , adelantó. En el camino me hablaba de la F100. “Está floja de papeles, pero en el juzgado ya saben.” Un amigo que trabajaba en aquel juzgado lo dejaba usarla. La F100 se hundía en las hondonadas de las bocacalles y levantaba la trompa, parecía una lancha y hacía bailar, en medio del calor, la botella de ginebra y el agua tónica que Ramón me hacía servirle en un vaso.

Llegamos a una parrilla y me presentó al que atendía, un tal Tuqui. Le pidió que me reconociera; pero el tipo nunca me había visto, así que fue inútil . Cuando Ramón le dijo: “el hijo del Plomo”, el tipo primero se me quedó mirando, no hablaba, como golpeado por un buey, y después se emocionó; y cuando la emoción se le pasó habló de papá como nunca me habían hablado.

Siempre me hablaban de él como alguien deportista, ingenioso, entrador (y pesado, por eso lo de “el Plomo”, que reemplazaba a menudo a su nombre, Félix); pero nunca como el militante que mientras hacía la conscripción, entre otras cosas, había saltado a la fama (y a la clandestinidad) entregando un regimiento . Enseguida nos sirvió algo para picar, vino, soda, hielo, pan.

El Tuqui fue el primero que Ramón me presentó. En los 70, como ferroviario, había participado en las luchas sindicales y debió escapar, internarse en el monte y enterrarse unos años en un rancho perdido por ahí, lo usual.

Ramón tenía una historia parecida. No terminaba en un rancho, sino en Río Gallegos, donde se exilió con su primera mujer y sus hijos, y donde los militares no lo atraparon; aunque pronto lo atrapara el alcohol . No la contó aquella tarde, no hizo falta. Además, él quería hablar de otra cosa.

Fumaba . Yo comía pan con morcilla tibia y, en la parrilla, con lo que contaba el Tuqui, lo que callaba Ramón, y lo que diría después, los años 70 eran una especie de niebla luminosa.

Lo que Ramón dijo, entonces, fue que estaba buscando a un tipo que andaba en una grúa roja y que, según él, había entregado a papá a los militares. Tuqui de eso no sabía nada, pero podía averiguar. “Una grúa roja es fácil –dijo–; si son siempre azules, las grúas”.

Después fuimos a ver a varios tipos más. Uno atendía un kiosco. Otro era artista plástico. Otro era carpintero, y así. Y a todos quería meterlos en la venganza contra este tipo de la grúa roja. Nadie lo conocía, al de la grúa, pero Ramón de algún lado había sacado el nombre y bueno, ahí andaba, buscando. Como muchas de las cosas que hacía Ramón, todo tenía un aura extraña. Y era imposible decirle que no.

Buscábamos la grúa roja, preguntábamos. Él, de paso, me mostraba los lugares en los que solía andar papá cuando era chico, cuando era adolescente, cuando empezó a tener novias; y paralelamente, casi sin decirlo, me contaba la historia nunca contada, l a traición que según él todos callaban . Costaba entender, la ginebra a Ramón le trababa un poco la lengua, y las frases. Pero una noche, en su casa, desparramó todo con una lucidez asombrosa.

Según Ramón, aquel día papá había viajado a Río Cuarto a encontrarse con un viejo amigo (su gran amigo, de hecho, por entonces expulsado de la Fuerza Aérea), y había sido este quien lo había señalado para que el de la grúa roja lo siguiera y lo entregara en Córdoba. Pero también resultaba que este viejo amigo era un conocido de todos: Roberto, el hermano de la primera mujer de Ramón, también hermano de la mujer de Juan Carlos (porque los dos hermanos de papá, Ramón y Juan Carlos, se casaron con dos hermanas , vecinas del barrio). Para Ramón, Roberto era el verdadero culpable de la desaparición de papá. Un delirio, evidentemente. Roberto también era, en cierta forma, un tío.

Pero esa noche, con el calor sofocante alrededor, y bajo los efectos de las ginebras que yo también había tomado, no creerle a Ramón era estar más loco que él . Son esos momentos en los que la locura se vuelve lo más convincente que se tiene al alcance de la mano. Más en boca de quien en todos esos días había sido una especie de padre. Ramón habló tanto que llegó a decir que esa misma noche iba ir a matar a Roberto . De hecho, sacó un revólver de un cajón y se paseó por toda la casa blandiéndolo, como electrizado . Yo no sabía qué hacer, y menos mal que él en un momento se sentó y se quedó dormido, porque juro que no hubiera podido pararlo. Dormido, Ramón era el de siempre: un hombre desapegado y bondadoso, capaz de cualquier sacrificio por mí o por quien fuera.

Aquel verano yo estaba a miles de kilómetros de entender lo que pasaba; sin contar que era el tiempo en el que pensar en hacer justicia por mano propia, aunque hacerlo significara cometer un error infinito, era algo que estaba en el aire (mucho más de lo que se supone). En su novela Estrella distante , Bolaño toma ese guante y nockea. También Martín Prieto, en Calle de las escuelas N° 13 , y Silvia Silberstein, en Bajo el mismo cielo . Ficciones que afirman los deseos negados de revancha. Y preocupaciones latentes en las que todos esos “sueños” se volvían mucho más crudos; de mínima, pesadillas.

Y todo terminó ahí. A la mañana siguiente, como si nada hubiera pasado, como si Ramón ya se hubiera liberado de la historia terrible que tenía para contar, me despertó y me pidió de acompañarlo a trabajar. En la recorrida pasamos por los lugares por los que habíamos andado antes, pero Ramón ahora hablaba de sus clientes.

Sin embargo no me olvidé. Ese año escribí todo en una novela muy corta y muy triste que tengo ahí guardada (al final, entre varios, matábamos al tipo de la grúa roja), y al año siguiente hice un viaje de 5000 kilómetros para que uno de los hijos de Ramón me explicara la historia, que por lo que parece era una historia de odio a su primera mujer, y a su destino . Ramón buscaba vengarse no tanto de lo que había pasado con papá como de lo que le había pasado a él. O las dos cosas; como si la desaparición de papá, para él, hubiera sido el origen, y la causa, de todo lo que le había pasado después.

Cuenta mi tía Ana, la primera mujer de Ramón, que cuando nací y ellos vinieron a Buenos Aires a conocerme Ramón dijo: “a este chico hay que cuidarlo mucho , más que a nadie”. A su manera, sé que lo hizo así. Y aunque no entiendo si lo de aquel verano tuvo que ver con aquella primera voluntad, lo cierto es que a partir de ese momento entendí varias cosas sobre papá, y arranqué a escribir.

Mi vida de escritor empieza con las cartas que le escribía a mi familia de Villa Mercedes, se disgrega en las anotaciones de mi adolescencia, y se consolida, o cobra forma, después de aquel verano con Ramón . Si antes me había sentido orgulloso de haber tenido un padre idealista y, en mis fantasías, ideal, ahora ese orgullo era otra cosa, algo más inquietante, profundo e inseguro, y me lo había dado Ramón. Algo vivo, quiero decir. Amor, podría decir, aunque el amor sea tal vez otra cosa, quién sabe qué.

Desde aquella vez, también empecé a ver a mis tíos de Villa Mercedes como encarnaciones de papá. La venganza que Ramón tramaba no tuvo por resultado matar a nadie, ni siquiera encontrar una grúa roja, sino detonar el cuerpo ausente de papá y desparramar su carne, viva, en todas direcciones.

Cuando murió Ramón no llegué a ir al entierro, y lo lamento hasta el día de hoy. Cuando murió Juan Carlos, el año pasado, sí. Allá fuimos con mi mujer y mis dos hijos a despedirnos.

Se iba el mayor de los tres hermanos ; el final de una generación. Durante el velorio, varias veces, pensé que estar ahí era como estar, por primera vez, frente al cuerpo de papá. Me ofrecieron cargar el cajón y lo cargué . Era la última semana de febrero, estaba fresco. Esa noche, Roberto hizo unos pollos a la parrilla para todos; y a la mañana siguiente nos volvimos. La lluvia, en la ruta, era demencial.

© Escrito por Félix Bruzzone y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 9 de Junio de 2012. 






Qué va a pasar con el dólar... De Alguna Manera...

Qué va a pasar con el dólar…


Es curioso que, cuando se habla de “novelas de la dictadura”, no suela mencionarse La experiencia sensible de Fogwill. Se debe probablemente a que la figuración literaria de esos años se concentra tanto en la represión de Estado, los torturados y los desaparecidos, que cuesta pensar que La experiencia sensible no es menos “novela de la dictadura” que cualquiera de las otras habitualmente invocadas.

Aunque tal vez pueda deberse a que, con los materiales reunidos y expuestos por los relatos sobre el terrorismo de Estado, hemos ido componiendo ese suelo común en el que pisamos en firme y al que llamamos memoria. Y en cambio lo que Rodolfo Enrique Fogwill abordó con La experiencia sensible parece haber quedado más bien del lado del olvido. Del olvido en el sentido más cabal: no el que sobreviene por descuido o por desgano, por puro dejarse estar, sino el que se cultiva con esmero porque es indispensable (inclusive para los dispositivos del recuerdo, que precisan esas lagunas).

Fogwill escribió ese texto a finales de los años 70 y lo retomó a finales de los 90. La historia que cuenta es la del viaje de una familia argentina a Las Vegas con una escala puntual en Miami, todo esto en pleno 1978. El paisaje relativamente uniforme de los aeropuertos, los hoteles internacionales y los casinos, sirve de escenario a dos clases de pasión, tan extendidas en el tiempo y el espacio como típicas de esos personajes y esos años: una, la de entregarse al goce insaciable de lo que son capaces de proporcionar los dólares; la otra, la de aplicarse a la aventura de ganar dinero con el dinero mismo, la de hacer plata con plata. La experiencia sensible bien vale como retrato de época: retrato de la dulzura de la plata dulce y del gusto por la pura especulación, mezcla de free shop y de casino.

Esa parte de la historia argentina reciente está menos procesada que otras: la vista gorda que se dispusieron a hacer unos cuantos, a cambio de tener el dólar bien a tiro y bien a mano, mientras pasaba lo que pasaba entretanto en el país (en el entretanto de la novela de Fogwill, por ejemplo, la familia de un brigadier presiona por demás para que les alquilen una casa en Punta del Este). Todo lo que fue registrando Fogwill en los 70, mientras ocurría, decidió retomarlo en los 90, cuando pudo perfectamente comprobarse que no era memoria, sino olvido, lo que se había elaborado con eso.

Desde entonces, la rueda no ha cesado: el dólar cuando baja nos pone bulímicos, el dólar cuando sube nos pone paranoicos. La famosa frase de Perón: “¿Alguien vio un dólar alguna vez?”, que tan irreal y hasta forzada pudo sonarnos en tantas ocasiones, adquiere por estos días una inesperada actualidad, un raro valor de profecía, una prueba más para los que atribuyen al general poderes de visionario. El dólar es una pasión nacional. Copa nuestros temas de conversación y tiñe de verde nuestras fantasías más persistentes. Es la parte sensible de nuestra experiencia sensible.

© Escrito por Martín Kohan y publicado por el Diario Perfil e la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 8 de Junio de 2012.




Mentiras y violencia... De Alguna Manera...

Mentira y violencia…

Maquiavelo recomendaba al príncipe voluntad y fortuna (a Scioli le vendría bien leer qué decía Maquiavelo sobre el príncipe que tomaba un castillo con soldados prestados). Pero Néstor Kirchner debe haberle recomendado a su mujer mentira y violencia. 

El kirchnerismo no sólo ejecuta con toda dureza las medidas que sean necesarias sino que las niega sabiendo que todos saben que miente. Cada día se agregan nuevos ejemplos; la semana pasada comenzó con el jefe de Gabinete, Abal Medina, negando ante el Congreso el contrato del Estado con Ciccone, a pesar de que se difundieron fotos del contrato, y luego diciendo que el Gobierno cumplía con el fallo de la Corte Suprema de colocar publicidad oficial en Editorial Perfil cuando es visible lo contrario. Esta se inició con la AFIP respondiendo los amparos para poder comprar dólares, diciéndole al juez: “Niego que exista decisión del Gobierno de que la AFIP otorgue el aval definitivo a la compra de dólares, niego que la AFIP se encuentre implementando un sistema de regulación cambiaria, y niego que la AFIP rechace el pedido de compra si el comprador mantiene deuda impositiva”.

Es la técnica que usa Moreno desde hace tiempo, experimentada con el Indec. Se toman medidas sin dejar constancia de sus disposiciones por escrito, negando públicamente lo que afirma hacer en privado. Aunque nos duela –porque nos haría bien convencernos de que las aberraciones de la última dictadura las practicaron personas extrañas a nuestras costumbres y que nos tomaron a todos de rehenes–, el actuar con “determinación” militar y luego mentir sobre las acciones son prácticas que comparten el kirchnerismo y la última dictadura. Nuestros militares no fusilaban, no hacían juicio sumario, eran mucho peores: asesinaban pero no querían asumir la responsabilidad de sus actos; en algunos casos por cobardía, en otros por cinismo (Maquiavelo recomendaba la hipocresía, no el cinismo).

En la contratapa anterior –titulada “Terror”–, me referí al uso de técnicas militares represivas para solucionar problemas económicos como parte de la cultura de los años 70, comprensible en personas que habían pasado de la adolescencia a la adultez en aquellos tristes años en los que la violencia estuvo legitimada. Vale también prestar atención a que, además de la violencia –que en aquellos años no fue sólo un atributo de los militares–, ahora se imita un perverso legado de aquella dictadura, que es el de la mentira oficial. Un gobierno que tanto ha hecho reavivando los juicios contra los ex represores debería reflexionar que su mentalidad militar hace que se comporte frente a la verdad de la misma manera que aquellos dictadores.

Esencialmente, el kirchnerismo tiene un problema con la verdad. Quizá porque no cree tanto en la solidez de sus ideas o en las convicciones de sus seguidores. El ejemplo del jueves –cuando ninguno de los canales de noticias, excepto TN, o sea C5N, Crónica, América 24 y Canal 26, difundió imágenes de los cacerolazos en la Plaza de Mayo– es de un grado de negación rayano en la locura.

Es cierto que generalmente los pueblos son cuerdos y los gobiernos son locos, como también que la racionalidad es un mito contemporáneo. Pero hay límites. Nuestros militares no sólo fueron malvados: además fueron locos. Sus equivalentes de Brasil y hasta de Chile, con lo despreciable que resultó Pinochet, fueron menos catastróficos. Quizá la combinación de mentira y violencia no pueda dar otro resultado que la locura, la que siempre tiene como componente alguna forma de negación de la realidad potenciada, cuando existe el poder de sostener esa ficción por más tiempo.

Se aceleran los tiempos. El adelanto de las elecciones de la primavera de 2013 para el otoño (metáfora connotada), a pesar de la frustrada experiencia para el kirchnerismo cuando hizo lo mismo en las elecciones de 2009, parece imponerse ante un cuadro de economía en descenso como el de hace cuatro años.

Por todos lados se perciben señales en ese sentido. Daniel Scioli, anunciando aspiraciones presidenciales con casi cuatro años de anticipación, o cuadros políticos y técnicos que apoyaron a Duhalde y a Rodríguez Saá en las últimas elecciones (parece que hace un siglo pero fue hace poco más de siete meses), que pasan a unirse al PRO junto con algunos de la Coalición Cívica y –todavía solapadamente– del radicalismo, son señales de que el calendario electoral ya se anticipó en la mente de todos, no sólo del kirchnerismo.

Que se aceleren los acontecimientos es bueno para Macri y Scioli porque cuanto menos tiempo haya para crear otros candidatos, más posibilidades tienen los dos ya instalados. En varios sentidos, Macri y Scioli venden lo mismo: desideologización (por lo menos aparente), foco en la acción, capital político construido desde la fama deportiva, experiencia de gobierno en dos de las cuatro mayores poblaciones del país, reelectos y en funciones desde 2007, y la lista podría seguir con más coincidencias indicando que las preferencias de los votantes guardarían cierta lógica. Pero tienen un punto de divergencia: en materia económica, uno representa más la idea de cambio y otro más la de continuidad. Macri precisa que al kirchnerismo le vaya muy mal económicamente para que la sociedad lo prefiera a él; mientras que Scioli precisa que no le vaya ni muy bien ni muy mal.

Frente a las hipótesis de Macri y Scioli, cabe preguntarse qué tipo de cambio se buscaría: el cambio ideológico o el cambio de estilo. Scioli representa cierta continuidad económica pero un cambio de estilo en relación con la controversia; al revés, Macri representa un cambio económico pero su estilo es de generar más controversias.

Otra señal de adelantamiento fue la venta de los medios de Hadad a Cristóbal López más la anticipación en un año del plazo de vigencia pleno de la Ley de Medios para el 7 de diciembre de este año. Dólar. Boudou. La sucesión de Righi, Reposo y Gils Carbó para la Procuraduría General. Cacelorazos, paros, cortes y movilizaciones. Mucho en pocas semanas.

En un texto sobre filosofía de la aceleración de la historia, de la Escuela de Altos Estudios de París, Oliver Remaud sostuvo que “todas las aceleraciones de la historia tienen, cuando se producen, la consecuencia de electrizar en grados diversos el sistema nervioso de una sociedad y quebrar el armazón de las identidades personales. Las aceleraciones son casi siempre la consecuencia del cruce de varios puntos de inflexión cuyo desenlace nadie consigue anticipar. La razón es sencilla: en el hueco de estas aceleraciones de la historia, se aloja la paradoja del acontecimiento desencadenante. La imposibilidad de ordenar las nuevas contingencias sincrónicas provoca de manera casi automática conductas mentales de compensación. Las aceleraciones de la historia desorientan a los individuos, cada uno de los cuales se aferra a una mitología de la época para cualificar un cambio repentino de cadencia. Los retrógrados y los reaccionarios se refugian en la idealización romántica del pasado, a partir del hecho de su ignorancia de las nuevas leyes de la Historia y de la lógica necesaria de sus acontecimientos. Las aceleraciones de la Historia inscriben a los individuos en un proceso que desconocen y que se sustrae por principio a su control”.

Así se debe sentir Cristina Kirchner. Pero también Scioli y Macri. Vienen muchos meses muy movidos.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 9 de Junio de 2012. 


viernes, 8 de junio de 2012

El terror... De Alguna Manera...

El terror...


Lo que hace singular a Moreno no son sus ideas sino sus formas. Cuentan los presidentes de las filiales argentinas de las mayores empresas multinacionales que los hace esperar en una sala oscura con sillas pequeñas e incómodas, donde muchas personas de saco y corbata y gestos temerosos se miran unas a otras sin conocerse pero sabiendo que comparten un calvario común. Luego, se abre una puerta y hace pasar al presidente de una firma española al grito: “Pasá, gallego”. Al salir éste, se vuelve a escuchar el grito: “Ahora pasá vos, ponja”, dirigido al mayor ejecutivo de una empresa japonesa. Los visitantes deben comer un alfajor de chocolate que tiene decorado con crema la leyenda “Clarín miente”, rodeados de vírgenes, cuadros de Perón y cotillón kirchnerista.

Pero los guantes de box de Moreno en las reuniones de Papel Prensa o sus perros que detectan dólares escondidos en los autos, que van a cruzar las fronteras como si fuera droga, son parte de una teatralidad teleológica que persigue amedrentar. Una lógica del terror que comienza siempre dando grandes resultados hasta crear –inevitablemente– las condiciones para la posibilidad de su propia destrucción.

El uso del terror para disciplinar la economía es un desplazamiento de la cultura violenta de los años ‘70. Su eficacia militar es inservible aplicada a otros campos como el del comercio. Pero es comprensible que quienes se formaron y pasaron de la adolescencia a la adultez participando en una cultura en la que la violencia estaba legitimada arrastren a lo largo de su vida la tendencia a utilizar esa herramienta como algo normal para la resolución de problemas.

Quienes creen ser artífices de un cambio de época o paradigma ven a todo aquél que se oponga o sea un obstáculo como algo que debe ser arrancado del camino del pueblo hacia su éxito. La persecución y el ajusticiamiento real (como en la Revolución Francesa) o simbólico del disidente son esenciales para el cumplimiento de los objetivos, porque es a través del terror que se logra domesticar a todos sin el costo de tener que llegar materialmente a cada uno de ellos. La amenaza, para ser efectiva, requiere algún grado de realización, pero sólo se precisa consumar una parte de ella para lograr su fin.

Trotsky sostuvo en su autobiografía que en una guerra de liberación “no es posible llevar a la muerte a masas de hombres a menos que el mando del ejército tenga en su arsenal la pena de muerte como castigo al desertor”.

El terror se ejerce tanto por vía de la ejecución del adversario como del propio partidario. Quizás lo que sigue permita comprender por qué el kirchnerismo es más cruel aun con Alberto Fernández o los Eskenazi que con quienes han estado siempre en veredas opuestas. O por qué muchas veces los empresarios, ingenuamente, le reclaman a Moreno pautas concretas para poder adaptarse a ellas y saber que están cumpliendo con su voluntad. Moreno se niega a especificarlas y quiere que nunca sepan cuáles son las normas para que siempre vivan aterrorizados por la posibilidad de estar incumpliéndolas. El método del terror se sustenta en el acto de conceder certeza a la incerteza.

En todas las sociedades primitivas hubo prácticas religiosas a través de las cuales el poder sacrificaba humanos. El argumento oficial fue que eran para calmar la ira de los dioses, lo que desde una mirada moderna cándidamente atribuimos sólo a su ignorancia. Pero en esas prácticas había mucho más de eficacia social que de ignorancia, porque al sacrificar “a uno de los nuestros” –y no pocas veces a alguien totalmente carente de merecimiento– se enviaba el mensaje de que le podía tocar a cualquiera. Así, la supervivencia de cada integrante no dependía ya de sus actos sino del humor de la autoridad, generando una sumisión incondicional por efecto del terror ante un derecho a la vida que pasaba a ser un regalo del rey o la reina.

Que el castigo sea la pena de una ley nunca promulgada (porque la ley se sanciona a posteriori del sacrificio) potencia al infinito la sensación de orfandad de cada integrante del grupo, reducido a cosa sin conciencia y sin saber a qué atenerse.

No es la arbitrariedad una consecuencia de la ignorancia, la falta de planificación o la carencia de mentes sistemáticas. El sistema es la arbitrariedad; la falta de norma y el cambio continuo no son un atributo del sistema sino que son su ser.

Moreno debe haberse reído de todos los periodistas que trataban de descifrar el código encriptado sobre los parámetros que usaba la AFIP para autorizar la compra de dólares. Que fuera el “25% del salario en blanco” podía ser tan aplicable como el “colesterol menor a 180”. Y cuanto menos se entienda, más aterrorizados estarán todos.

Lo mismo sucede con las atribuciones a los humores de la Presidenta: “No nacionalizó las acciones de Eskenazi en YPF porque son de ella”, luego “no las nacionalizó para castigar a Eskenazi porque, al morir Néstor, se hizo el vivo y no quiso reconocer que era su testaferro”.

Del desconocimiento al mito hay un paso. Así como nuestros predecesores bailaban para que lloviera, hoy los grandes empresarios creen que compran su seguridad colocando avisos en los medios oficiales. O la menos pudiente clase media cacerolea para poder comprar todos los dólares al precio oficial, algo tan imposible como fue en 2001 pedir que devolvieran los depósitos en dólares, porque –tanto hoy como en 2001– no hay dólares para todos.

Qué error comunicacional de Kicillof al decir: “Esto no es el 2001”. Fue como si una azafata recibiera a los pasajeros al despegar diciendo que “nuestros aviones no se caen”, mientras entonces todos comienzan a preguntarse: “¿Cómo? ¿Se pueden caer?”. Precisamente, esa candidez y su purismo lo diferencian de la veteranía curtida de Moreno y la Presidenta, marcados culturalmente por la violencia de los ‘70.

“Mi conducta individual de terror consiste en consolidar en mí la inercia en la exacta medida en que esta práctica recíproca de realización se realiza también en un otro tercero por la mediación de todos los otros”, escribió Sartre. Con ese terror como “práctica recíproca”, Moreno pretende sustituir otro concepto tan mítico como la “mano mágica” del mercado. Al decirles a los dueños de las agencias de cambio que “si quieren sobrevivir me deben poner el dólar negro por debajo de los 5 pesos”, cae en la misma utopía de quienes reclaman –cacerola en mano– comprar todos los dólares que quieran al cambio oficial, o sea, algo que no hay. El dueño de la agencia de cambio no vende sus propios dólares, sino los de otros que primero tienen que venderle a él.

La militarización de la economía no va a funcionar.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 2 de Junio de 2012.