sábado, 9 de junio de 2012

Mentiras y violencia... De Alguna Manera...

Mentira y violencia…

Maquiavelo recomendaba al príncipe voluntad y fortuna (a Scioli le vendría bien leer qué decía Maquiavelo sobre el príncipe que tomaba un castillo con soldados prestados). Pero Néstor Kirchner debe haberle recomendado a su mujer mentira y violencia. 

El kirchnerismo no sólo ejecuta con toda dureza las medidas que sean necesarias sino que las niega sabiendo que todos saben que miente. Cada día se agregan nuevos ejemplos; la semana pasada comenzó con el jefe de Gabinete, Abal Medina, negando ante el Congreso el contrato del Estado con Ciccone, a pesar de que se difundieron fotos del contrato, y luego diciendo que el Gobierno cumplía con el fallo de la Corte Suprema de colocar publicidad oficial en Editorial Perfil cuando es visible lo contrario. Esta se inició con la AFIP respondiendo los amparos para poder comprar dólares, diciéndole al juez: “Niego que exista decisión del Gobierno de que la AFIP otorgue el aval definitivo a la compra de dólares, niego que la AFIP se encuentre implementando un sistema de regulación cambiaria, y niego que la AFIP rechace el pedido de compra si el comprador mantiene deuda impositiva”.

Es la técnica que usa Moreno desde hace tiempo, experimentada con el Indec. Se toman medidas sin dejar constancia de sus disposiciones por escrito, negando públicamente lo que afirma hacer en privado. Aunque nos duela –porque nos haría bien convencernos de que las aberraciones de la última dictadura las practicaron personas extrañas a nuestras costumbres y que nos tomaron a todos de rehenes–, el actuar con “determinación” militar y luego mentir sobre las acciones son prácticas que comparten el kirchnerismo y la última dictadura. Nuestros militares no fusilaban, no hacían juicio sumario, eran mucho peores: asesinaban pero no querían asumir la responsabilidad de sus actos; en algunos casos por cobardía, en otros por cinismo (Maquiavelo recomendaba la hipocresía, no el cinismo).

En la contratapa anterior –titulada “Terror”–, me referí al uso de técnicas militares represivas para solucionar problemas económicos como parte de la cultura de los años 70, comprensible en personas que habían pasado de la adolescencia a la adultez en aquellos tristes años en los que la violencia estuvo legitimada. Vale también prestar atención a que, además de la violencia –que en aquellos años no fue sólo un atributo de los militares–, ahora se imita un perverso legado de aquella dictadura, que es el de la mentira oficial. Un gobierno que tanto ha hecho reavivando los juicios contra los ex represores debería reflexionar que su mentalidad militar hace que se comporte frente a la verdad de la misma manera que aquellos dictadores.

Esencialmente, el kirchnerismo tiene un problema con la verdad. Quizá porque no cree tanto en la solidez de sus ideas o en las convicciones de sus seguidores. El ejemplo del jueves –cuando ninguno de los canales de noticias, excepto TN, o sea C5N, Crónica, América 24 y Canal 26, difundió imágenes de los cacerolazos en la Plaza de Mayo– es de un grado de negación rayano en la locura.

Es cierto que generalmente los pueblos son cuerdos y los gobiernos son locos, como también que la racionalidad es un mito contemporáneo. Pero hay límites. Nuestros militares no sólo fueron malvados: además fueron locos. Sus equivalentes de Brasil y hasta de Chile, con lo despreciable que resultó Pinochet, fueron menos catastróficos. Quizá la combinación de mentira y violencia no pueda dar otro resultado que la locura, la que siempre tiene como componente alguna forma de negación de la realidad potenciada, cuando existe el poder de sostener esa ficción por más tiempo.

Se aceleran los tiempos. El adelanto de las elecciones de la primavera de 2013 para el otoño (metáfora connotada), a pesar de la frustrada experiencia para el kirchnerismo cuando hizo lo mismo en las elecciones de 2009, parece imponerse ante un cuadro de economía en descenso como el de hace cuatro años.

Por todos lados se perciben señales en ese sentido. Daniel Scioli, anunciando aspiraciones presidenciales con casi cuatro años de anticipación, o cuadros políticos y técnicos que apoyaron a Duhalde y a Rodríguez Saá en las últimas elecciones (parece que hace un siglo pero fue hace poco más de siete meses), que pasan a unirse al PRO junto con algunos de la Coalición Cívica y –todavía solapadamente– del radicalismo, son señales de que el calendario electoral ya se anticipó en la mente de todos, no sólo del kirchnerismo.

Que se aceleren los acontecimientos es bueno para Macri y Scioli porque cuanto menos tiempo haya para crear otros candidatos, más posibilidades tienen los dos ya instalados. En varios sentidos, Macri y Scioli venden lo mismo: desideologización (por lo menos aparente), foco en la acción, capital político construido desde la fama deportiva, experiencia de gobierno en dos de las cuatro mayores poblaciones del país, reelectos y en funciones desde 2007, y la lista podría seguir con más coincidencias indicando que las preferencias de los votantes guardarían cierta lógica. Pero tienen un punto de divergencia: en materia económica, uno representa más la idea de cambio y otro más la de continuidad. Macri precisa que al kirchnerismo le vaya muy mal económicamente para que la sociedad lo prefiera a él; mientras que Scioli precisa que no le vaya ni muy bien ni muy mal.

Frente a las hipótesis de Macri y Scioli, cabe preguntarse qué tipo de cambio se buscaría: el cambio ideológico o el cambio de estilo. Scioli representa cierta continuidad económica pero un cambio de estilo en relación con la controversia; al revés, Macri representa un cambio económico pero su estilo es de generar más controversias.

Otra señal de adelantamiento fue la venta de los medios de Hadad a Cristóbal López más la anticipación en un año del plazo de vigencia pleno de la Ley de Medios para el 7 de diciembre de este año. Dólar. Boudou. La sucesión de Righi, Reposo y Gils Carbó para la Procuraduría General. Cacelorazos, paros, cortes y movilizaciones. Mucho en pocas semanas.

En un texto sobre filosofía de la aceleración de la historia, de la Escuela de Altos Estudios de París, Oliver Remaud sostuvo que “todas las aceleraciones de la historia tienen, cuando se producen, la consecuencia de electrizar en grados diversos el sistema nervioso de una sociedad y quebrar el armazón de las identidades personales. Las aceleraciones son casi siempre la consecuencia del cruce de varios puntos de inflexión cuyo desenlace nadie consigue anticipar. La razón es sencilla: en el hueco de estas aceleraciones de la historia, se aloja la paradoja del acontecimiento desencadenante. La imposibilidad de ordenar las nuevas contingencias sincrónicas provoca de manera casi automática conductas mentales de compensación. Las aceleraciones de la historia desorientan a los individuos, cada uno de los cuales se aferra a una mitología de la época para cualificar un cambio repentino de cadencia. Los retrógrados y los reaccionarios se refugian en la idealización romántica del pasado, a partir del hecho de su ignorancia de las nuevas leyes de la Historia y de la lógica necesaria de sus acontecimientos. Las aceleraciones de la Historia inscriben a los individuos en un proceso que desconocen y que se sustrae por principio a su control”.

Así se debe sentir Cristina Kirchner. Pero también Scioli y Macri. Vienen muchos meses muy movidos.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 9 de Junio de 2012. 


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