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domingo, 13 de agosto de 2023

Una campaña vergonzosa... @dealgunamaneraok...

 Una campaña vergonzosa...

Políticos rallados. Dibujo: Pablo Temes.   

Tres asesinatos en cadena pusieron punto final a una oferta política sin soluciones a los problemas reales de la gente.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 11/08/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Morena Domínguez, de tan sólo 11 años, Juan Carlos Cruz y Daniel Peralta fueron los nombres de las víctimas de la delincuencia sin freno que asuela la Argentina. Son víctimas que fueron precedidas por muchas otras a lo largo de días, semanas, meses y años que, seguramente, serán seguidas por otras tantas en el tiempo por venir. Son muertes que reflejan dos hechos irrefutables: el primero, la marginalidad y sus consecuencias; el segundo, el desinterés que sobre el asunto exhiben el Gobierno y una buena parte de la dirigencia política.  

El 1° de abril de 2004 unas 150 mil personas marcharon al Congreso de la Nación convocadas por 
Juan Carlos Blumberg. La multitud clamó por cambios en la legislación penal y poner el tema de la seguridad en el centro de la atención no sólo del gobierno del entonces presidente Néstor Kirchner, sino también de todos los líderes políticos. Producto de esa manifestación y de las cuatro que le siguieron, se aprobaron cinco leyes, a saber: 

El 14 de abril de 2004, la Ley 25.882 modificatoria del artículo 166 del Código Penal, que castiga la portación de armas con pena de prisión no excarcelable; el 28 de abril de 2004, la Ley 25.891, por la cual se estableció que la comercialización de los servicios de telefonía celular debe ser efectuada sólo a través de empresas autorizadas; el 5 de mayo, la Ley 25.892 que produjo modificaciones en los artículos 13, 14 y 15 restringiendo el beneficio de la libertad condicional en los casos de condenas a prisión perpetua por delitos aberrantes, y la Ley 25. 893 que agravó las penas para homicidios y violaciones seguidas de muerte; y el 18 de agosto de 2004, la ley que modifica el artículo 55 del Código Penal que establece un máximo de cincuenta años de reclusión para los responsables de delitos concurrentes.


Han pasado casi veinte años de aquel convulsionado tiempo y las muertes por delitos violentos esta semana, de las que pasaron y de las que, seguramente, vendrán, demuestran que nada ha cambiado. Lamentablemente no hay nada que sorprenda. Veamos, pues, uno de los testimonios de Blumberg para reconocer no sólo la similitud en la demanda, sino también, la impericia y la desidia que, como ya ha quedado demostrado en demasiadas oportunidades, vino después: “Vinimos a donde están los representantes nuestros a pedir cosas chiquitas, simples, para que nuestros hijos puedan trabajar, estudiar, y que no sean asesinados. Hoy Axel es el hijo de todos”, había dicho a la multitud el ingeniero desde un palco ubicado en las escaleras del Congreso. 

Las tres muertes violentas que determinaron el cese inmediato de las actividades y los 
cierres de campaña tienen demasiadas cosas en común. Como ya se ha dicho, la marginalidad que se vive en las vastas zonas del territorio argentino –no sólo del Conurbano– es un hecho que nadie puede negar. Es estructural, está enquistada en el tejido social y se reitera –por lo menos– en dos generaciones. Se trata de familias enteras donde los menores no han visto ni verán trabajar a sus padres y, en muchos casos, la cultura del trabajo se ve corrompida por el asistencialismo social mal entendido, en manos de los punteros de la política que se sirve de la pobreza para administrarla a su antojo.

El otro fenómeno que cruza la marginalidad y se adueña de ella es el narcotráfico. Es triste reconocerlo, pero la palabra “fenómeno” ya no es la correcta. El narco ha dejado de ser algo excepcional para pasearse por las calles del Conurbano Bonaerense y la Capital Federal. Hace exactamente un mes atrás, el 12 de julio pasado, el periodista Fabián Rubino transmitió en vivo desde un búnker narco en el barrio de Balvanera y mostró cómo se podía conseguir droga sin ningún tipo de inconvenientes. El hecho se convirtió en el momento televisivo del día. Es imperioso dejar la hipocresía de lado. Rosario no es la capital de la droga y el narcotráfico. La Argentina toda está sumida en este terrible problema que puede acabar con generaciones enteras. Basta de hablar de Rosario. La dirigencia política debe enfrentar un problema que ya se le ha ido de las manos y, la muestra de ello, la tenemos todos los días frente a nosotros en cada una de las muertes violentas que, por un puñado de billetes, por una mochila o por un celular se producen en los distintos barrios con mayor o menor impacto y/o difusión. 


La ruta de los teléfonos celulares que terminan en manos de los delincuentes ya no desemboca en la reventa contra billetes del equipo robado. Desde hace algún tiempo, los aparatos de telefonía se cambian directamente por estupefacientes para consumo directo de la persona que cometió el hecho delictivo. Se roba para consumir, y se consume para anestesiar momentos del día a día, para alimentar la adicción y, también, para prepararse para seguir robando y delinquiendo. Una forma de vida y de autodestrucción que le cuesta muy caro a toda la sociedad. 

La puerta giratoria de la Justicia es la otra pata del problema. Pero ningún político debería sentirse eximido de su propia responsabilidad echando culpas a un sistema estéril que no funciona. En el Congreso de la Nación se hacen y votan las leyes. Está claro que, cuando se tocan temas que afectan los intereses del mundillo de la política partidaria, todos se sientan en sus bancas dispuestos a dar su voto para sancionar algún beneficio de turno. Sin embargo, no se observa la misma dedicación y perseverancia con los temas de fondo que pueden ser espinosos, pero que sin duda, podrían cambiarle la vida a la gente. Aún más, por muy poco, el asesinato de Morena Domínguez no terminó siendo utilizado políticamente por el oficialismo, por haber tenido lugar en un distrito opositor. Esto se explica, en parte, porque con apenas 24 horas de diferencia fue asesinado en Morón el médico cirujano Juan Carlos Cruz. Nadie en todo el arco político estaba en condiciones de tirar la primera piedra.

Tres asesinatos en cadena le pusieron el punto final a una campaña política vergonzosa que ha quedado muy lejos de ofrecer soluciones a los problemas reales de la gente.

 



   

sábado, 1 de noviembre de 2014

Monopolio propio… De Alguna Manera...


Monopolio propio…

“SOLO EL SER ES, Y EL NO SER NO ES NI PUEDE SER PENSADO.” José Pablo Feinmann. Dibujo: Pablo Temes

La Presidenta y los voceros del relato terminan creyendo su propia ficción. Leyes y paranoia conspirativa oficial.

Pese a que alguna vez fue peronista, José Pablo Feinmann todavía sostiene los prejuicios jurásicos, más gorilas que King Kong, de creer que el pueblo es una legión de tontos a los que Marcelo Tinelli les lava el cerebro. Esa teoría paternalista, ya viejísima en los 70, dejó de funcionar cuando se descubrió que era una manera de subestimar y discriminar a los más pobres que en general votan por su experiencia social cotidiana y la de su familia y no por lo que le dicen los medios de comunicación. Un millón y medio de proletarios industriales calificados que habían votado a Cristina en 2011, le retiraron su confianza en 2013 porque consideraron que la Presidenta les robaba su dinero con la excusa del impuesto a las ganancias. El 80% de esos trabajadores tenían historia peronista y se preguntaron con sentido común: “¿De qué ganancia me hablan si yo no tengo casa propia, toda mi vida fui inquilino?”. Fue una reflexión racional que decidió no votar al oficialismo como castigo. ¿Eso fue culpa de Tinelli o de un gobierno que en su bulimia de dinero se lo quita a los asalariados? Otro millón y medio abandonaron las listas del Frente para la Victoria porque están hartos de la inseguridad que el Gobierno ignora. Y otra franja de votantes de la misma magnitud no apoyó a Cristina porque a esta altura les produce repugnancia la matriz corrupta de un Estado que tiene en Lázaro Báez y Amado Boudou los socios comerciales y políticos del matrimonio presidencial.

¿Eso fue culpa de Tinelli? ¿La delincuencia juvenil, también?, como afirmó el virtual vocero de Irán, Luis D’Elía. ¿Y Cristina no es responsable de esquilmar a los laburantes con el impuesto al salario, del aumento del delito y de los narcos o del enriquecimiento ilícito de varios muchachos K? ¿Once años de gobierno con los mejores precios de la historia para los productos argentinos no alcanzaron para construir una sociedad más justa, igualitaria y honesta? Según Feinmann, que pasó de filósofo de cabecera de la minoría cristinista a inspector de ideologías de millones de argentinos que miran a Tinelli hace años, Marcelo los idiotiza con culos y basura. Los convierte en sujetos colonizados que no pueden pensar por sí mismos. Si esto fuera cierto, ¿cómo fue que Cristina sacó 12 millones de votos en 2011? ¿O en esa época los tontitos argentinos no miraban Tinelli? ¿O el oportunismo de Feinmann lo llevó a criticar a Tinelli ahora y no cuando cerró la campaña en 2007 con Néstor y Cristina ni cuando el hombre más popular de la Argentina se fundió en un abrazo con Ella para llorar la muerte de El? Las cámaras mostraban una y otra vez esa imagen del pésame. ¿Era la anticultura y el antipensamiento abrazado a la Presidenta a la que Feinmann eleva a la categoría de estadista?

Hay una degradación del pensamiento producto del fanatismo que ciega. Un nuevo papelón de Víctor Hugo Morales lo certifica. Estuvo elogiando por minutos con sus adjetivos napoleónicos a Daniel Scioli por no haber ido al debate de TN con los candidatos. Cuando le avisaron que sí había ido, reculó en chancletas, hizo un silencio rojo de vergüenza y pidió disculpas. Es que, pobre, entre el viaje a París y a Nueva York y óperas del Colón no tiene tiempo ni para leer los diarios. Apenas le alcanza para leer las gacetillas que le manda el Gobierno.

Algo se está quebrando en un oficialismo que, desesperado por mantener la iniciativa, pega volantazos sin importarle el costo ni dejar colgado del pincel a sus aliados. Horacio Verbitsky, Alejandro Slokar, Martín Arias Duval, entre otros kirchneristas de la agrupación “Zaffaroni por la Liberación de... Delincuentes” expresaron sus críticas primero a Berni y después los más valientes, hasta se atrevieron a mencionar a Cristina. Porque fue ella la que habló de la puerta giratoria de la Justicia y sólo le faltó citar a Bernardo Neustadt y Juan Carlos Blumberg o la expulsión de los extranjeros que delincan en clara violación de la igualdad constitucional ante la ley.

Es que ahora aparecen algunos sapos difíciles de digerir. Patria o Buitres se escucha cada vez menos. Patria o Clarín se escucha cada vez más, pero el discurso presuntamente antimonopólico se cayó a pedazos con la entrega a las empresas telefónicas. Para decirlo en palabras de Elisa Carrió: con tal de quebrar a Clarín, la Presidenta no tuvo empacho en generar un oligopolio propio medio opa y ahora, en borrar con el codo lo que escribió en la Ley de Medios sobre cerrarle la puerta al monopolio de las Telco.

En esa batalla que no se priva de hacer aprobar a libro cerrado y a tambor batiente, todo tipo de leyes para castigar al periodismo hay ciertos delitos que deben ponerse bajo una lupa. El cada vez menos robo y más intimidación que sufrió Marcelo Longobardi, por ejemplo. O el ataque pirata informático más grande que se haya hecho en el país que fue a radio Mitre donde todos están dispuestos a resistir la intervención que anuncia Martín Sabbatella. Expertos consultados reconocieron que la emisora que lidera ampliamente la audiencia fue sometida a un embate sin antecedentes. El responsable tiene que tener mucho poder pues utilizó servidores de 1.500 IP de Rusia, China, Corea, Hungría, Brasil, entre otros. Es lo que se conoce técnicamente como DDoS, atentado por denegación de servicios. El ancho de banda utilizado fue de la misma magnitud que tiene toda la ciudad de Córdoba. Eso confirma que no se trató de dos hackers al servicio del grupo de tareas K de la blogósfera. Fue mucho más grave.

En plena parábola descendente del Gobierno, se consolida el teorema que terminará triturando la buena imagen de Cristina: mientras más se cae la economía, más poder y más lugares ocupa su culpable, Axel Kicillof. Eso empuja al ridículo a Jorge Capitanich que tiene que explicar cuestiones cada vez más inexplicables: que la caída de la matrícula en las escuelas públicas en un dato del crecimiento económico de los padres, o que la Corte Suprema cometió una afrenta a las instituciones republicanas y deberían presentarse a elecciones y que los medios que informan sobre la “sedición” policial cometen “apología del delito”.

¿Se imaginan si Tinelli comenta en su programa esas noticias? A Cristina, Feinmann y D’Elía les cerraría su paranoia conspirativa. ¿Serían capaces de pasar ShowMatch por cadena nacional con tal de que nadie muestre lo que pasa en la realidad? No se oponen a los monopolios, quieren ser sus propietarios. No se oponen a la idiotización de la gente, lo quieren hacer ellos con sus propias idioteces, que encima no tienen rating.

© Escrito por Alfredo Leuco el Viernes 31/10/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Todo el contenido publicado es de exclusiva propiedad de la persona que firma, así como las responsabilidades derivadas.