Monopolio propio…
La Presidenta y los voceros del relato
terminan creyendo su propia ficción. Leyes y paranoia conspirativa oficial.
Pese
a que alguna vez fue peronista, José Pablo Feinmann todavía sostiene los
prejuicios jurásicos, más gorilas que King Kong, de creer que el pueblo es una
legión de tontos a los que Marcelo Tinelli les lava el cerebro. Esa teoría
paternalista, ya viejísima en los 70, dejó de funcionar cuando se descubrió que
era una manera de subestimar y discriminar a los más pobres que en general
votan por su experiencia social cotidiana y la de su familia y no por lo que le
dicen los medios de comunicación. Un millón y medio de proletarios industriales
calificados que habían votado a Cristina en 2011, le retiraron su confianza en
2013 porque consideraron que la Presidenta les robaba su dinero con la excusa
del impuesto a las ganancias. El 80% de esos trabajadores tenían historia
peronista y se preguntaron con sentido común: “¿De qué ganancia me hablan si yo
no tengo casa propia, toda mi vida fui inquilino?”. Fue una reflexión racional
que decidió no votar al oficialismo como castigo. ¿Eso fue culpa de Tinelli o
de un gobierno que en su bulimia de dinero se lo quita a los asalariados? Otro
millón y medio abandonaron las listas del Frente para la Victoria porque están
hartos de la inseguridad que el Gobierno ignora. Y otra franja de votantes de
la misma magnitud no apoyó a Cristina porque a esta altura les produce
repugnancia la matriz corrupta de un Estado que tiene en Lázaro Báez y Amado
Boudou los socios comerciales y políticos del matrimonio presidencial.
¿Eso
fue culpa de Tinelli? ¿La delincuencia juvenil, también?, como afirmó el
virtual vocero de Irán, Luis D’Elía. ¿Y Cristina no es responsable de esquilmar
a los laburantes con el impuesto al salario, del aumento del delito y de los
narcos o del enriquecimiento ilícito de varios muchachos K? ¿Once años de
gobierno con los mejores precios de la historia para los productos argentinos
no alcanzaron para construir una sociedad más justa, igualitaria y honesta?
Según Feinmann, que pasó de filósofo de cabecera de la minoría cristinista a
inspector de ideologías de millones de argentinos que miran a Tinelli hace
años, Marcelo los idiotiza con culos y basura. Los convierte en sujetos
colonizados que no pueden pensar por sí mismos. Si esto fuera cierto, ¿cómo fue
que Cristina sacó 12 millones de votos en 2011? ¿O en esa época los tontitos
argentinos no miraban Tinelli? ¿O el oportunismo de Feinmann lo llevó a
criticar a Tinelli ahora y no cuando cerró la campaña en 2007 con Néstor y
Cristina ni cuando el hombre más popular de la Argentina se fundió en un abrazo
con Ella para llorar la muerte de El? Las cámaras mostraban una y otra vez esa
imagen del pésame. ¿Era la anticultura y el antipensamiento abrazado a la
Presidenta a la que Feinmann eleva a la categoría de estadista?
Hay
una degradación del pensamiento producto del fanatismo que ciega. Un nuevo
papelón de Víctor Hugo Morales lo certifica. Estuvo elogiando por minutos con
sus adjetivos napoleónicos a Daniel Scioli por no haber ido al debate de TN con
los candidatos. Cuando le avisaron que sí había ido, reculó en chancletas, hizo
un silencio rojo de vergüenza y pidió disculpas. Es que, pobre, entre el viaje
a París y a Nueva York y óperas del Colón no tiene tiempo ni para leer los
diarios. Apenas le alcanza para leer las gacetillas que le manda el Gobierno.
Algo
se está quebrando en un oficialismo que, desesperado por mantener la
iniciativa, pega volantazos sin importarle el costo ni dejar colgado del pincel
a sus aliados. Horacio Verbitsky, Alejandro Slokar, Martín Arias Duval, entre
otros kirchneristas de la agrupación “Zaffaroni por la Liberación de...
Delincuentes” expresaron sus críticas primero a Berni y después los más
valientes, hasta se atrevieron a mencionar a Cristina. Porque fue ella la que
habló de la puerta giratoria de la Justicia y sólo le faltó citar a Bernardo
Neustadt y Juan Carlos Blumberg o la expulsión de los extranjeros que delincan
en clara violación de la igualdad constitucional ante la ley.
Es
que ahora aparecen algunos sapos difíciles de digerir. Patria o Buitres se
escucha cada vez menos. Patria o Clarín se escucha cada vez más, pero el
discurso presuntamente antimonopólico se cayó a pedazos con la entrega a las
empresas telefónicas. Para decirlo en palabras de Elisa Carrió: con tal de
quebrar a Clarín, la Presidenta no tuvo empacho en generar un oligopolio propio
medio opa y ahora, en borrar con el codo lo que escribió en la Ley de Medios
sobre cerrarle la puerta al monopolio de las Telco.
En
esa batalla que no se priva de hacer aprobar a libro cerrado y a tambor
batiente, todo tipo de leyes para castigar al periodismo hay ciertos delitos
que deben ponerse bajo una lupa. El cada vez menos robo y más intimidación que
sufrió Marcelo Longobardi, por ejemplo. O el ataque pirata informático más
grande que se haya hecho en el país que fue a radio Mitre donde todos están
dispuestos a resistir la intervención que anuncia Martín Sabbatella. Expertos
consultados reconocieron que la emisora que lidera ampliamente la audiencia fue
sometida a un embate sin antecedentes. El responsable tiene que tener mucho poder
pues utilizó servidores de 1.500 IP de Rusia, China, Corea, Hungría, Brasil,
entre otros. Es lo que se conoce técnicamente como DDoS, atentado por
denegación de servicios. El ancho de banda utilizado fue de la misma magnitud
que tiene toda la ciudad de Córdoba. Eso confirma que no se trató de dos
hackers al servicio del grupo de tareas K de la blogósfera. Fue mucho más
grave.
En
plena parábola descendente del Gobierno, se consolida el teorema que terminará
triturando la buena imagen de Cristina: mientras más se cae la economía, más
poder y más lugares ocupa su culpable, Axel Kicillof. Eso empuja al ridículo a
Jorge Capitanich que tiene que explicar cuestiones cada vez más inexplicables:
que la caída de la matrícula en las escuelas públicas en un dato del crecimiento
económico de los padres, o que la Corte Suprema cometió una afrenta a las
instituciones republicanas y deberían presentarse a elecciones y que los medios
que informan sobre la “sedición” policial cometen “apología del delito”.
¿Se
imaginan si Tinelli comenta en su programa esas noticias? A Cristina, Feinmann
y D’Elía les cerraría su paranoia conspirativa. ¿Serían capaces de pasar
ShowMatch por cadena nacional con tal de que nadie muestre lo que pasa en la
realidad? No se oponen a los monopolios, quieren ser sus propietarios. No se
oponen a la idiotización de la gente, lo quieren hacer ellos con sus propias
idioteces, que encima no tienen rating.
© Escrito por Alfredo Leuco el Viernes
31/10/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
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