Una sociedad en estado de shock…
Otros tiempos. Fernández en 2022, durante un
encuentro sobre inclusión y diversidad organizado por la CELAC. Fotografía:
Getty Images.
Estado de shock. Así podría describirse a la sociedad y la política
argentinas tras la difusión de las imágenes de la ex primera dama, Fabiola
Yañez, supuestamente golpeada por quien era su pareja, el expresidente Alberto
Fernández. El «supuestamente» vale hasta que la Justicia convalide la denuncia
de Yañez aunque, como las luchas del feminismo nos enseñaron, la voz de la
víctima debe prevalecer en los análisis.
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Escrito Jorge Vilas el viernes 09/08/2024 y publicado por la Revista Acción de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, República Argentina.
La sociedad, en medio de una debacle social y económica causada por
las políticas del actual Gobierno, ve ahora desde los medios y las redes
sociales la degradación de la institución presidencial, ya que los episodios
difundidos habrían ocurrido en el ejercicio del mandato de Fernández y, además,
en la propia residencia de Olivos, aquella que el Estado destina para morada
del titular del Poder Ejecutivo. Y el
shock apunta en distintas direcciones. En lo político, seguramente, por sus
consecuencias hacia dentro del peronismo, por la crisis evidente de liderazgo y
porque el caso de Fernández no es el único.
Otros dirigentes relevantes de ese espacio están condenados o procesados por
episodios de esa naturaleza. Esa vinculación, justamente, es la que utilizan
los enemigos de las conquistas de los últimos años en materia de una mayor
equidad de género, algunas de ellas materializadas durante el gobierno de Alberto
Fernández. En esa ensalada conceptual y
mal intencionada que drena por las redes sociales –ejércitos de trolls de
ultraderecha mediante–, la denuncia de Yañez es utilizada para burlarse y
atacar al feminismo y criticar cada una de sus banderas. Para los simpatizantes
de un Gobierno que en poco tiempo desarticuló los espacios de contención y
defensa de los derechos de las mujeres y diversidades, la debacle moral del
expresidente anularía la lucha feminista, que fue acompañada por vastos
sectores de la sociedad y llevada a la discusión política, donde logró los
consensos necesarios para convertir parte de esas demandas en políticas
estatales.
La propia repercusión pública, las condenas unánimes al expresidente y hasta la
posibilidad de Fabiola Yañez de hacer la denuncia son consecuencias de la lucha
inclaudicable del feminismo que, no sin costos, logró revertir el sentido común
de una sociedad machista e hizo posible, por ejemplo, que hoy ante una denuncia
de esta naturaleza, la víctima tenga acompañamiento y espacios de contención,
hasta hace pocos años, inexistentes o marginales.
Otro efecto político de los sucesos denunciados es la «cosecha» en favor del
presidente Javier Milei. Además de las balas que le aporta a su «batalla
cultural», la degradación de la institución presidencial suma para su prédica
«anticasta» y horada al principal espacio opositor. Asimismo, la omnipresencia
mediática del tema oculta –al menos en la agenda informativa– los crecientes y
devastadores efectos de su política económica. Sin ir más lejos, el aumento de
la pobreza y la desocupación, los constantes incrementos de tarifas de
servicios públicos y transporte y la pauperización de una gran parte de la
sociedad. En un momento en que las encuestas de opinión pública comienzan a
mostrar un desgaste en el apoyo que la gestión libertaria registra desde diciembre,
y a días de una masiva expresión de rechazo plasmada en Plaza de Mayo el
miércoles, sale de la agenda mediática dominante la aguda crisis social.
Alberto Fernández deberá responder ante la justicia por los hechos denunciados.
Eso no opaca ni mancha ni roza en lo más mínimo la lucha de las mujeres y
diversidades por sus derechos. La violencia de género es un drama social
inocultable y no se lo puede ni debe banalizar ni utilizar políticamente. En
todo caso, los hechos que cobran notoriedad pública, como este caso, deben
servir para ratificar la necesidad de políticas públicas de defensa, promoción
y preservación de los derechos que hoy algunos pretenden poner en cuestión en
aras de ideologías reaccionarias y violentas.