Cuarentena: no, pero
sí…
Vos elegís, o te quedás o te morís... Dibujo:
Pablo Temes
El anuncio de la
nueva etapa del confinamiento estuvo llena de contradicciones. Disputa
ideológica por la vacuna rusa.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 15/08/2020 y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los
Argentinos.
Curiosa. Así
podría calificarse a la denominación de esta nueva etapa de la
cuarentena. “…Seguimos hablando de cuarentena sin que en la Argentina
exista cuarentena, porque la gente circula, porque los negocio se han abierto,
porque la actividad industrial hoy en día está funcionando por encima del 40
por ciento”, dijo el Presidente en la conferencia sin periodistas y sin
preguntas del viernes pasado.
Fue una
descripción de la realidad, muy propia de los políticos en general. Olvidó
mencionar que las escuelas no están abiertas, que el uso del transporte público
urbano y suburbano está restringido, que los viajes de media y larga distancia
por tren, ómnibus y avión están suspendidos, que no hay funciones de cine ni de
teatro ni de música, no hay campeonatos de fútbol, el personal doméstico no
puede ir a trabajar, que bares, restaurantes y confiterías no pueden abrir sino
funcionar en base al delivery o el take away, y un largo etcétera.
El Dr. Alberto
Fernández decidió darle un enfoque de criterio médico a su presentación tanto
al inicio como al final. Habló de la necesidad de hablarles a los enfermos
afectados de un mal severo con la verdad. Cayó allí, pues, en una contradicción
entre lo dicho y lo actuado por su gobierno. Al paciente -es decir, a la
ciudadanía- no se le hizo saber la verdad de cómo sería la cuarentena. Nadie le
informó en marzo que la cuarentena iba a ser larga y durar -cuanto menos- hasta
septiembre o más, dato que era ya entonces previsto por todos los
especialistas. Se dio la falsa idea de que la evolución de la pandemia estaba
atada a períodos de quince días.
El segundo error
fue no considerar los posibles efectos colaterales que todo tratamiento de un
mal severo tiene. De haber considerado esto, AF podría haber trabajado
con algunos de los asesores que convocó en la semana -psicólogos, sociólogos y
psiquiatras- para ver qué medidas tomar para prevenir o paliar esos efectos
colaterales. Ello no sólo habría aliviado mucho el fastidio que hoy existe en
la población sino que también la habría predispuesto a cumplir las normas. Las
industrias y los comercios que trabajan con estricto cumplimiento de los
protocolos de protección podrían haber sido habilitadas mucho antes, con la
consecuente reducción de los daños -en algunos casos irreversibles- ocasionados
por esta cuarentena larga y pesante.
Utilizó al final
el ejemplo del tratamiento contra la diabetes y la restricción de los hidratos
de carbono. Eso es correcto, lo que no significa que al paciente se le prohíban
todos los alimentos. Y, ya puestos en el ejemplo, hay que decir que la actividad
física y el equilibrio emocional son muy importantes para su salud.
En la conferencia
el viernes, Axel Kicillof nos hizo saber que recién después de 147 días de
cuarentena, se enteró de los padecimientos a los que están expuestos los
médicos y todo el equipo de salud que atiende a los pacientes que se
contagiaron el Coronavirus. “Pasan cosas que yo no las sabía, las vi ahí porque
hablé con los enfermeros, hablé con los médicos de guardia...” (sic)
El tema de la vacuna muestra la necedad que generan los fanatismos.
Vacuna e
ideología. Hemos asistido esta semana a este penoso espectáculo: la
ideologización y el uso político de la vacuna. Es una muestra impresionante de
la necedad que generan los fanatismos. Es algo que trasciende todas las
fronteras. La vacuna rusa, que hoy genera un mar de dudas sobre su seguridad y
eficacia -las que deben disiparse a través de la fase 3 de investigación-,
generó un batifondo inconcluso aún. Como no podía ser de otra manera, ese
batifondo llegó también a estas orillas y agitó las aguas de la política
vernácula. Oficialistas y opositores hicieron lo suyo. Dentro del
oficialismo -en una muestra de anacronía que no deja de sorprender- se
celebró la victoria de Vladimir Putin como representante del martillo y de la
hoz, los símbolos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Parece que
olvidaron que la URSS no existe más. Lo único que queda de aquello es el
autoritarismo que Putin ejerce sin limitaciones.
La realidad es
que la vacuna rusa, que se experimentó en 38 personas, toma como base elementos
de una de las dos vacunas que se están investigando en China. Y, más allá de
los anuncios, es improbable que el gobierno de Putin se lance a administrarla
masivamente sin completar un testeo de prueba extendido. Esa es la esencia de
la Fase 3, más allá de cómo se la quiera llamar.
La realidad
indica que el mundo va a tener necesidad de echar mano de todas las vacunas que
se produzcan y que resulten eficaces y seguras, porque ninguna compañía
por sí solo podrá abastecer la demanda monumental que habrá en los cinco
continentes.
Y si algo faltaba
para agregar a esta visión ideologizada de la vacuna, aparecieron las
reacciones sobre el anuncio del Presidente en que informó acerca de la
fabricación en la Argentina del principio activo de la vacuna que investiga la
Universidad de Oxford, la que será luego envasada e industrializada en México.
Sin duda, una gran noticia a la que, en el universo de la ideología y el
fanatismo político se la redujo a parámetros mínimos, propios de pensamientos
miopes y pequeños.
En las redes
sociales, el kirchnerismo duro llegó a cuestionar el hecho de que sea un
laboratorio británico con aportes del gobierno del Reino Unido el que lleve
adelante el proyecto. Desde los sectores más duros del PRO, en cambio, se
apresuraron a mostrar el acuerdo como el resultado de inversiones del
laboratorio en nuestro país que se hicieron por gestiones de Mauricio Macri. Es
decir que, en lugar de discutir sobre la calidad de la vacuna, su seguridad y
su eficacia, cualidades de las que dependerá la posibilidad cierta de combatir
con éxito al Coronavirus y recuperar nuestras normas de vida, la disputa fue
-es- por quién lleva adelante la investigación. Con pensamientos como estos, el
mundo habría sucumbido. “La ciencia es universal; la necedad, nacionalista” (Maurice Ravel)