¿Importa la verdad?...
Así como Alemania sigue investigando lo que sucedió durante el nazismo,
es necesario revisar los años del Proceso de Reorganización Nacional que
instaló un golpe de Estado en el país, “que recurrió a una ilegal y cruel
represión” dice el autor. “No fueron excesos horrendos sino crímenes de lesa
humanidad”, agrega.
© Escrito
por Martín Balza, ex Jefe del Ejército Argentino,
Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica, el
viernes 21/03/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, República Argentina.
Próximamente recordaremos una de las fechas más tristes de nuestra
historia reciente: el 24 de marzo de 1976.
Ese día se consumó el último golpe de Estado cívico-militar
autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (PRN), que recurrió a
una ilegal y cruel represión, conducido por Juntas Militares y altos mandos de
las Fuerzas Armadas (FFAA).
Invocaban combatir a la subversión terrorista ejercida por organizaciones
irregulares armadas y liberarnos del comunismo que lideraba la Tercera Guerra
Mundial; aunque éstas estaban seriamente debilitadas y nada impedía continuar accionando con las Fuerzas de Seguridad (Gendarmería
Nacional y Prefectura Naval), Policía Federal y Policía Provinciales.
¿Es necesario revisar los años del PRN? Aprecio que sí, para evitar su
repetición. “No es sorprendente, porque Alemania sigue investigando lo que
ocurrió durante el nazismo. Son las fuerzas inerciales que siguen actuando. Es
traumático y no hay arrepentimiento, salvo casos aislados, como el del Ejército
el 25 de abril de 1995” (Rodolfo Rabanal, Los intelectuales y el país de
hoy, La Nación). No puedo obviar citar medulares reflexiones de
reconocidos analistas sobre lo expresado:
Hoy más que nunca Suscribite
“La forma militar de resolver la crisis por el PRN fue excepcional,
desmesurada y horrorosa. La violencia ejercida de manera clandestina por el
Estado alcanzó niveles nunca vistos en el país. Hubo una cantidad inmensa de
muertes y desapariciones, campos de concentración, tortura y exterminio, saqueo
de bienes y robo de niños. Lo ejecutó un Estado clandestino, que operaba de
noche y aparentaba normalidad de día; además de matar, derrumbaba la fe en las
instituciones y en las leyes, sistemáticamente violadas por quienes debían
custodiarlas. El general Jorge Videla, presidente durante los cinco años
iniciales, fue un protagonista mediocre, y sus sucesores mucho más”. (Luis A
Romero, La larga crisis argentina, pág. 62 y 63).
“Una cosa es una banda de criminales terroristas y otra cosa es que el
Estado se convierta en criminal. Su responsabilidad es mucho más grave (René
Balestra, La Nación).
Un golpe militar al que (casi) todos apoyaron
“Esta campaña de aniquilamiento de la subversión y
de intimidación de los ciudadanos pacíficos indigna a amplios sectores de la
opinión pública, incluso a aquellos que no experimentan ninguna ternura con los
guerrilleros. Es difícil de explicar la suspensión de los derechos
fundamentales y el desencadenamiento de una violencia represiva infinitamente
más cruel que la de los terroristas” (A. Rouquié, citado por Prudencio
García, El drama de la autonomía militar, pág. 220).
Los procedimientos represivos respondieron a la
doctrina que Francia aplicó en Argelia, y el Ejército Argentino
adoptó a fines de los años cincuenta. Un oficial francés dijo: “La guerra de
Argelia influyó decisivamente en mi generación. Un día, integrando una patrulla
tomamos un prisionero. Aún estoy viendo a este hombre. Marchó con nosotros
durante toda la noche. Compartimos el agua con él. Me sentía contento, hasta
galante. Al llegar al puesto de comando, ingenuo de mí, lo entregué al oficial
de inteligencia del regimiento. Aún creo oír sus gritos de bestia torturada; y
yo, fuera, impotente, pero culpable. Su cuerpo desfigurado rodó por entre las
inmundicias. Fue enterrado a prisa y corriendo. Por primera vez descubrí el
pecado (…) Comprendí que todos éramos responsables, y sentí vergüenza”
(monseñor Luis A. Castro Quiroga, Deja de correr, pág.
330).
Terrorismo de Estado y neoliberalismo, el último golpe militar en la
Argentina
La escritora francesa Sandrine Lefranc aseguró “que los crímenes de
Estado cometidos en Argelia aún son de actualidad” (Políticas
del perdón, pág. 287).
Es inaceptable que, aún hoy, algunos sectores afirmen que: fue una
guerra, hubo excesos, cumplimos órdenes del gobierno constitucional, y se nos
ordenó aniquilar. La palabra guerra estaba precisamente prohibida por el PRN;
se empleaba la expresión: “Lucha contra las bandas de delincuentes
subversivos”.
“Ningún documento liminar del PRN habla de guerra (…) Estamos ante una
alternativa de hierro. O no hubo guerra y estamos ante actos de delincuencia
común, o la hubo, y entonces enfrentamos a criminales de guerra” (Fiscal Julio C. Strassera, alegato en el Juicio a las Juntas
Militares).
“El concepto totalmente minoritario de la guerrilla desautorizó la auto
calificación de la lucha como guerra, en la que coincidían con sus adversarios,
los militares” (Juan J. Sebrelli, Crítica de las ideas políticas
argentinas, pág. 392).
En 1975, el gobierno constitucional- posteriormente depuesto por el
golpe militar-, mediante los Decretos 261 y 2772, ordenó “realizar las
operaciones militares que sean necesarias para neutralizar y/o aniquilar el
accionar de los elementos subversivos”.
El término “aniquilar militarmente” tiene un claro alcance: quebrar la
capacidad de lucha del enemigo. No reducirlo a la nada y hacerlo desaparecer.
Nosotros, en Malvinas, fuimos aniquilados, pero no se cometió ningún crimen de
guerra.
“El objetivo básico de todo combatiente no significa el exterminio del
adversario, con matanza total de los rivales y despiadada destrucción de sus
pertenencias y su territorio, sino la reducción a la impotencia bélica. El
reconocido militar alemán Colmar von der Goltz dijo que no se vence al enemigo
destruyéndolo totalmente, sino quitándole la esperanza de la victoria”
(Cabanellas de Torre, Diccionario militar,
pág. 135).
Agravia a la sociedad argentina y a la humanidad, que algunos sectores
políticos, legislativos y religiosos ignoren el concepto de reconciliación y
continúen invocando como “excesos horrendos” a crímenes de lesa humanidad,
como: violaciones sexuales, robo de bebés, tirar desde aviones vivos o muertos
prisioneros al mar, torturas y desapariciones forzadas de miles y miles de
personas que solo Dios conoce.
Quienes ordenaron y consintieron fueron entre otros: los generales Videla, Viola, Galtieri, Bignoni, Díaz Bessone, Harguindeguy y
el almirante Massera (Marie-Monique
Robin, Escuadrones de la muerte, cap. 20,21 y 22).
El Papa Juan Pablo II, en 1979, se refirió a ello: “No podemos
olvidarnos cuando nos ponemos ante Dios del drama de las personas
desaparecidas. Pidamos que se acelere la anunciada definición de las posiciones
de los encarcelados y se mantenga un compromiso riguroso de tutelar la
observancia de las leyes, el respeto a la persona física y moral, incluso de
los culpables o indicados de delitos. Roguemos para que el Señor conforte a
cuantos no tienen ya la esperanza de volver a abrazar a sus seres queridos.
Compartamos plenamente su dolor” (L´Osservatore Romano,
29 y 30 Oct.1979).
Borges dijo que “el mayor defecto del olvido es que a veces incluye
la memoria”. Glorificar la dictadura y sus perpetradores,
y distorsionar y mentir intencionalmente sobre los crímenes expresados, es
negar a la sociedad el acceso a la verdad histórica y socavar su confianza en
las instituciones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario