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sábado, 1 de junio de 2024

Los Años 70. ¿Cómo recordar sin quedar prisionero del pasado?... @dealgunamanera...

 ¿Cómo recordar sin quedar prisionero del pasado?...


Los 70. “Nuestro país vivió una década signada por la violencia”. Fuente: Cedoc

En 1995, como jefe del Ejército, en un mensaje institucional público, entre otros conceptos, expresé: “Nuestro país vivió en los 70 una década signada por la violencia, el mesianismo y la ideología, que se inició con un terrorismo contra el Estado y que desató una represión que aún hoy estremece. No debemos negar más el horror vivido (…) Asumo toda la responsabilidad del presente, e institucional del pasado…”.

© Escrito por Martín Balza (*) el viernes 31/05/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


El mensaje tuvo muy positiva acogida en nuestro país y en el exterior, excepto para los represores Massera, Videla, Viola, Galtieri, Bignone, Díaz Bessone, Harguindeguy, Riveros, Menéndez y Bussi. O el coronel Pascual Oscar Guerrieri, que amenazó, telefónicamente, de muerte a mis cuatro hijos. Todos gozaban de un indulto presidencial.

Un viejo coronel retirado –nostálgico del 55– por carta me indujo al suicidio. Y Eduardo Luis Duhalde, crítico de los militares, calificó el mensaje como “engañoso, reticente y poco ético”. En la década citada, un grupo paramilitar de extrema derecha conocido como Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) perpetró –se calcula– cerca de mil asesinatos. Las organizaciones irregulares armadas cometieron execrables crímenes, vandálicos atentados y actos terroristas.

Según Díaz Bessone: “Las FF.AA. respondieron con un innecesario golpe de Estado cívico-militar que no se debió a la lucha contra la subversión. Nada impedía eliminarla bajo un gobierno constitucional. El objetivo fue clausurar un ciclo histórico” (Quiroga y Tcach, A veinte años del golpe, pág. 127). Invocando esos hechos y principios cristianos, se concibió un terrorismo de Estado que se ejerció con total impunidad. Las organizaciones armadas cometieron actos criminales, pero más grave fue que el Estado se convirtió en criminal.

Ese período fue calificado por el cardenal Jorge Bergoglio como “una de las lacras más grandes que pesan sobre nuestra Patria. Los horrores que se cometieron se fueron conociendo con cuentagotas. Matar en nombre de Dios es una blasfemia. Pero eso no justifica el rencor, con odio no se soluciona” (Sobre el cielo y la tierra, pág. 183).

Al respecto, el rabino Abraham Skorka dijo: “Cuando se mata en nombre de Dios, duele muchísimo más. El daño es mayor ya que, amén del crimen perverso y la destrucción de la dignidad humana, se destruye la dimensión de la fe (…) Como el otro no vive como yo creo que Dios dice que hay que vivir, entonces lo puedo matar”( Op. Cit. Pág. 77 y 79).

El periodista David Rieff, en la revista The New Yorker del 23 de noviembre de 1992, escribió, a propósito de la guerra civil en la ex-Yugoslavia: “Para los serbios, los musulmanes han dejado de ser hombres”. La moraleja que extrae el filósofo estadounidense Richard Rorty es que “los serbios que matan y violan no están convencidos de cometer una violación a los derechos humanos porque los musulmanes no son seres humanos…”. Algo similar manifestó un conocido represor: en 1976, el obispo Enrique Angelelli pudo entrevistarse en Córdoba con el general Mario B. Menéndez. El prelado le sugirió rezar un padrenuestro por los perseguidos por ser los dos creyentes. Menéndez le replicó: “El padrenuestro no lo rezo por los subversivos porque no los considero hijos de Dios” (Colombo S, Clarín, 4 de agosto de 2001).

El Libro de la sabiduría (9.13-18) dice: “¿Qué hombre conoce los designios de Dios? ¿Quién puede hacerse una idea de lo que quiere el Señor?”. Se concibió un terrorismo de Estado que se apartó del orden jurídico vigente y de elementales normas morales y religiosas, una forma extrema de eugenesia que incluía a quienes se consideraba “irrecuperables”: obreros, estudiantes, empleados, docentes, políticos, sindicalistas, religiosos, mujeres, ancianos, deportistas, miembros de nuestro cuerpo diplomático y militares.

Los altos mandos –que tenían dominio del hecho y poder de decisión– nunca aceptaron su responsabilidad en la comisión de violaciones sexuales, secuestros, asesinatos, robo de bebés, saqueos de propiedades, torturas, tirar vivos o muertos prisioneros al río o al mar y desapariciones forzadas de personas. Ignoraron el derecho humanitario y que “La persona no es una cosa, sino que refleja la presencia del mismo Dios en el mundo” (cardenal Joseph Ratzinger, Dios y el mundo, pág. 126).

Al asumir, el presidente Menem dictó una catarata de indultos en favor de militares y civiles que antes habían sido procesados y condenados durante la gestión del presidente Alfonsín, “porque pretendía crear las condiciones para la reconciliación y la unión nacional”. Imponía el arrepentimiento de los beneficiados que, hasta ese momento, nunca lo habían expresado. Ninguno pidió perdón, el Ejército lo hizo el 25 de abril de 1995.

En septiembre de 2003, tres generales indultados confesaron públicamente a la periodista y cineasta francesa Marie-Monique Robin la comisión de crímenes de lesa humanidad. Todo se difundió en un documental, en Francia por Canal Plus y en la Argentina por Telefe. Ello consta en su libro Escuadrones de la muerte. La escuela francesa (Bignone, págs. 420 y 421; Harguindeguy, págs. 446 y 447, y Díaz Bessone, págs. 437, 440 y 441). Por eso no recibieron ninguna sanción ni condena.

Desde 1955 no hemos superado el concepto de “grieta”. Pero creo que los argentinos anhelamos otra palabra: reconciliación. Que es un largo camino hacia la concordia, por medio del cual un pueblo avanza de un pasado controversial a un futuro compartido. En nuestro caso, no es fácil, por la grave polarización sobre el pasado y por sectores que están muy consolidados a su propia verdad. Hemos carecido de grandes líderes y testigos que conocieran la realidad del sufrimiento, de la violencia, de la injusticia y de la bondad del hombre a la manera de una Teresa de Calcuta, de un Gandhi o de un Martin Luther King.

En Colombia, monseñor Luis Augusto Castro me recordó un concepto de Nelson Mandela: “Para poder generar una reconciliación a nivel social, cultural o político, es necesario ante todo vivir una conversión humana, profunda y muy espiritual”.

(*) Ex jefe del Ejército Argentino, veterano de la Guerra de Malvinas y exembajador en Colombia y Costa Rica.



    

lunes, 18 de septiembre de 2023

Lecciones de Malvinas… (Quinta entrega) dealgunamaneraok...

Malvinas: una digna lucha hasta el final...


Esta es la última de cinco entregas en las que el teniente general Martín Balza relata los movimientos finales de la Guerra de Malvinas. Desde la caída de Darwin-Goose Green hasta la ofensiva sobre Puerto Argentino. Balza revela los detalles que llevaron a la rendición y destaca la íntegra pelea dada por los combatientes.

© Escrito por Martín Balza, ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica, el sábado 26/08/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


La batalla de Puerto Argentino. A partir de la caída de Darwin-Goose Green, el 29 de mayo, los británicos se reorganizaron. Al día siguiente, la Fuerza Aérea y la Aviación Naval atacaron al portaviones Invencible, que quedó averiado.

Para iniciar la ofensiva final, que se libraría entre el 8 y el 14 de junio, sobre Puerto Argentino (a 90 km de distancia), el enemigo contaba con un superior poder de combate en abastecimientos, de apoyo de fuego naval y aéreo, de artillería de campaña y antiaérea, gran movilidad helitransportada, tropas frescas e información satelital. Mientras que nosotros llevábamos más de cuarenta días sometidos a gran desgaste psicofísico.

En los primeros días de junio, nuestras tropas de comandos realizaron importantes incursiones nocturnas, en una de ellas, mi unidad (GA 3) apoyó a la Compañía 602, a cargo del mayor Aldo Rico, que tuvo una actuación meritoria.

Uno de sus integrantes, el teniente Jorge Vizoso Posse, relató en el libro La artillería argentina en Malvinas, de Horacio Rodríguez Mottino: “Era una dulce compañía sentir el estallido de los proyectiles de nuestra artillería, aunque se produjera muy cerca. Nos protegió y permitió sentir que no estábamos solos”.

Otro de los integrantes de esa Compañía, el teniente Héctor Losito, herido seriamente en combate, describe uno de los enfrentamientos con comandos ingleses, que permite apreciar el respeto al adversario: “Yo estaba herido y hecho bolsa, no podía ni hablar. El inglés me colocó morfina en la pierna izquierda y me hizo un torniquete. Nos embarcaron hasta un hospital en San Carlos, donde me operaron. Estábamos juntos ingleses y argentinos, incluso los del mismo combate”. El Comité Internacional de la Cruz Roja destacó el cumplimiento al derecho internacional de los conflictos armados y el respeto a la población civil, por ambos bandos.

El 3 de junio, el embajador argentino en Portugal, Carlos Gómez Centurión, dijo al diario El País: “Hemos sido una vez más los ‘tontos útiles’. Hemos hecho la guerra que los británicos han provocado y que los Estados Unidos querían. Están preocupados con el Atlántico sur y quieren asegurar la vía marítima por el sur del continente americano”.

En Puerto Argentino esperábamos el asalto final; añorábamos lo que podíamos haber tenido y no teníamos, y peleábamos –reitero– con menos del 10% de la capacidad operativa y logística del Ejército y de la Armada. Un diario español consignó: “Los argentinos tienen Fuerza Aérea, pero no emplean su Marina, que brilla por su ausencia. Y sin ella no pueden mantener el abastecimiento con las fuerzas de Menéndez”. 

El 8 de junio, a media mañana, el observador adelantado del GA 3 con el Regimiento de Infantería (RI) 4 me informó el desembarco de hombres y helicópteros de barcos enemigos en Bahía Agradable. La zona estaba fuera del alcance máximo de mis cañones pesados (155mm-20 km). 

Hablé con Jofre, quien solicitó apoyo a la Fuerza Aérea Sur del continente. Pasado el mediodía, nuestros aviones atacaron y hundieron a los transportes Sir Galahad y Sir Tristan, ocasionando 51 muertos y más de 46 heridos. Los ingleses lo calificaron como el desastre de Bluff Cove. El ministro de Defensa, John Nott, aseguró en Londres que las pérdidas fueron “trágicas”.

Desde ese día, con la Armada constituimos un original equipo. El capitán de fragata Julio Pérez arribó con un sistema de misiles Exocet MM-38, adaptados para ser lanzados desde una plataforma terrestre al mar, pero carecía del imprescindible radar para proporcionarle al misil los datos de tiro: acimut (ángulo de dirección) y alza (distancia) al blanco. 

El GA 3 poseía un radar Rasit (alcance de 30 km) operado por el sargento Raúl Orcasitas y el soldado Héctor G. Soto. La noche del 11 de junio, Orcasitas me comunicó que tenía un buque “bien adquirido” y de inmediato le pasamos los datos a la Armada. El capitán Pérez, sin vacilar, disparó el misil que hizo impacto en el crucero Glamorgan, que transportaba armas nucleares. El barco quedó averiado, fuera de combate y con importantes bajas. Al término de la guerra, el Glamorgan fue donado a Chile.

El cerco se cerraba sobre Puerto Argentino. El fuego naval y aéreo, incluidas “bobas de racimo” y de la artillería terrestre, se intensificaba sobre nuestros regimientos y los Grupos de Artillería GA 3 y GA 4, este último a cargo del teniente coronel Carlos Quevedo, que concurrió al conflicto convaleciente de una seria operación.

Las erróneas decisiones de Galtieri y aceptadas por Menéndez y Jofre se manifestaron. Se concibió una defensa perimetral sobreextendida, sin profundidad, carente de movilidad, sin reservas ni contraataques planificados, propia de la Primera Guerra Mundial.

También se vulneró el principio de “economía de fuerzas”. De los nueve regimientos de infantería (RI) en las islas, solo cuatro participaron en forma efectiva en combate: el Rl 4, a cargo del teniente coronel Diego Soria, que dejó en el continente un hijo con una enfermedad terminal; el Rl 7, con el teniente coronel Omar Giménez; el Rl 12, con el teniente coronel Ítalo Piaggi, y el Batallón de Infantería de Marina (BIM) N° 5, con el capitán de fragata Hugo Robacio. 

Participaron parcialmente dos: el Rl 6 (teniente coronel Jorge Halperín) y el Rl 25 (teniente coronel Mohamed A. Seineldín). Tres no participaron: el Rl 3 (teniente coronel David Comini), y aislados en la isla Gran Malvina, el Rl 5 (coronel Ramón Mabragaña) y el Rl 8 (teniente coronel Ernesto Repossi).

El 10 de junio, a media mañana, realizamos un ataque coordinado, entre el GA 3 y tres aviones Pucará basados en la isla, sobre blancos que estaban fuera del alcance de nuestros cañones. Sus pilotos eran los tenientes primeros Juan L. Micheloud, Marcelo Ayerdi y Carlos Morales. Fue el primer caso de aero-cooperación en combate en nuestra historia. 

A partir de ese día, era clara la decisión del general Jeremy Moore –excelente profesional y digno adversario– de atacar frontalmente la línea general de montes, de 300 metros de altura: Longdon, Dos Hermanas y Harriet. 

El 11 de junio, alrededor de las 22.00, el Batallón de Paracaidistas 3 atacó Longdon, defendido por una compañía del RI 7. El Batallón de Comandos 45 atacó Dos Hermanas, defendido por efectivos del RI 6 y el Rl 4. Y el Batallón de Comandos 42 lo hizo sobre Harriet, defendido por el RI 4.

Como en toda guerra, hubo debilidades y defecciones. En Longdon, el combate duró varias horas hasta que la fracción del RI 7 inició el repliegue. Se vivió un verdadero pandemónium. Hubo importantes bajas de ambos bandos, entre ellas el observador adelantado del GA 3, el teniente Alberto Ramos. En Dos Hermanas, una fracción del RI 6, con el mayor Oscar Jaimet, tuvo un ejemplar comportamiento.

Sobre el combate en Harriet, el corresponsal inglés, Kim Sabido, en el diario The Sunday Times, consignó: “Nuestros hombres avanzaban lentamente a duras penas. Los que teníamos enfrente no iban a ceder si no era tras una lucha encarnizada”. El día 12, los montes citados estaban en poder enemigo.

La batalla más intensa de la Guerra, la del monte Tumbledown, se desarrolló entre el 12 y el 14 de junio. Los blancos más buscados por el fuego naval, terrestre y aéreo eran el GA 3, el GA 4 y el BIM 5. Un impacto en inmediaciones de mi comando ocasionó heridos y un muerto, el cabo Ángel Quispe. 

El comportamiento y profesionalidad del BIM 5, a cargo del capitán de fragata Carlos Robacio –el mejor regimiento de infantería– fue ejemplar. Los días 13 y 14 se libraron los combates más intensos de toda la guerra. La prioridad del apoyo de la artillería la tuvo el BIM 5, y parcialmente el Escuadrón de Caballería 10, a cargo del capitán Rodrigo Soloaga, en la madrugada del 14. El periodista Bob Mc Gowan, del Daily Express, de Londres, denominó esas acciones como “un episodio terrorífico, desesperado y al mismo tiempo trágico”.

A media mañana, la dislocación psicológica era evidente y el cerco total se había concretado: terrestre desde el Oeste y por mar al Este, Norte y Sur. El aniquilamiento –entendiendo por tal la capacidad de lucha quebrada– había sido logrado por los británicos, al costo aproximado de 300 muertos, 800 heridos, 6/7 buques hundidos y 4/5 averiados, 14/15 aviones derribados y 30 helicópteros en distintas circunstancias.

Ellos, confiados en la victoria, no ahorraron sacrificios en obtenerla, y nosotros, conscientes de una inevitable derrota, combatimos hasta último momento. San Martín sentenció: “Una derrota bien peleada vale más que un triunfo circunstancial”.

El general Anthony Wilson dijo: “Los hombres que se nos opusieron eran soldados tenaces y competentes, y muchos han muerto en su puesto. Hemos perdido muchísimos hombres”. Otro británico, el general Julian Thompson, expresó que fueron “mentiras los dichos de la prensa sobre los oficiales que huían dejando a sus soldados para que fueran masacrados o se rindieran como ovejas”: “Oficiales y suboficiales se batieron duramente”.

El conocido Informe Rattenbach, el informe final de la Comisión de Análisis y Evaluación de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur, aseveró: “Es importante señalar que hubo unidades que fueron conducidas con eficiencia, valor y decisión. En esos casos, ya en la espera, en el combate o en sus pausas, el rendimiento fue siempre elevado”. 

“Tal el caso de la Fuerza Aérea Sur; la Aviación Naval; los medios aéreos de las tres Fuerzas destacados en las islas; el Comando Aéreo de Transporte; la Artillería de Ejército (GA 3 y GA 4); la Artillería Antiaérea de las FF.AA., correcta y eficazmente integradas, al igual que el BIM 5; el Escuadrón de Caballería Blindada 10; las Compañías de Comandos 601 y 602; y el Rl 25. Como ha ocurrido siempre en las circunstancias críticas, el comportamiento de las tropas en combate fue función directa de la calidad de sus mandos”.

La guerra no es una obra de Dios. Siempre es mejor el sendero de la paz. Todos los muertos de Malvinas, argentinos y británicos, siguen viviendo, no solo en la turba isleña y en el mar austral, sino también donde la verdadera humanidad mantiene su alto valor.



   

Lessons from Malvinas… (Fifth installment)

Malvinas: a worthy fight to the end.

This is the last of five installments in which Lieutenant General Martín Balza recounts the final movements of the Malvinas War. From the fall of Darwin-Goose Green to the offensive on Puerto Argentino. Balza reveals the details that led to the surrender and highlights the complete fight given by the combatants.

© Written by Martín Balza, former Chief of the Argentine Army, Veteran of the Malvinas War and former Ambassador to Colombia and Costa Rica, on Saturday 08/26/2023 and published by the Diario Perfil of the Autonomous City of Buenos Aires, Argentine Republic. 

The battle of Puerto Argentino. After the fall of Darwin-Goose Green on May 29, the British reorganized. The next day, the Air Force and Naval Aviation attacked the aircraft carrier Invincible, which was damaged.

To begin the final offensive, which would be fought between June 8 and 14, on Puerto Argentino (90 km away), the enemy had superior combat power in supplies, naval and air fire support, field and anti-aircraft artillery, great heliborne mobility, fresh troops and satellite information. While we had been subjected to great psychophysical exhaustion for more than forty days.

In the first days of June, our commando troops carried out important night raids, in one of them, my unit (GA 3) supported Company 602, led by Major Aldo Rico, who had a meritorious performance.

One of its members, Lieutenant Jorge Vizoso Posse, recounted in the book The Argentine Artillery in Malvinas, by Horacio Rodríguez Mottino: “It was a sweet company to feel the explosion of our artillery projectiles, even if it occurred very close. “He protected us and allowed us to feel that we were not alone.”

Another member of that Company, Lieutenant Héctor Losito, seriously wounded in combat, describes one of the confrontations with English commandos, which allows us to appreciate the respect for the adversary: “I was wounded and in a bag, I couldn't even speak. The Englishman put morphine in my left leg and made a tourniquet. They took us to a hospital in San Carlos, where they operated on me. We were English and Argentines together, even those of the same combat ”. The International Committee of the Red Cross highlighted compliance with international law of armed conflicts and respect for the civilian population, by both sides.

On June 3, the Argentine ambassador to Portugal, Carlos Gómez Centurión, told the newspaper El País: “We have once again been the ‘useful fools’. We have made the war that the British have provoked and that the United States wanted. They are concerned with the South Atlantic and want to secure the maritime route through the south of the American continent”.

In Puerto Argentino we waited for the final assault; We longed for what we could have had but did not have, and we were fighting – I repeat – with less than 10% of the operational and logistical capacity of the Army and Navy. A Spanish newspaper reported: “The Argentines have the Air Force, but they do not use their Navy, which is conspicuous by its absence. And without it they cannot maintain supplies with Menéndez's forces.”

On June 8, mid-morning, the forward observer of GA 3 with Infantry Regiment (RI) 4 informed me of the landing of men and helicopters from enemy ships in Pleasant Bay. The area was outside the maximum range of my heavy guns (155mm-20 km).

I spoke with Jofre, who requested support from the Southern Air Force of the continent. After noon, our planes attacked and sank the transports Sir Galahad and Sir Tristan, causing 51 deaths and more than 46 injuries. The English called it the Bluff Cove disaster. Defense Minister John Nott said in London that the losses were “tragic.”

Since that day, with the Navy we constitute an original team. Frigate Captain Julio Pérez arrived with an Exocet MM-38 missile system, adapted to be launched from a land platform into the sea, but he lacked the essential radar to provide the missile with firing data: azimuth (direction angle) and elevation. (distance) to the target.

GA 3 had a Rasit radar (30 km range) operated by Sergeant Raúl Orcasitas and Private Héctor G. Soto. On the night of June 11, Orcasitas told me that he had a “well-purchased” ship and we immediately passed the data on to the Navy. Captain Perez, without hesitating, fired the missile that hit the cruiser Glamorgan, which was carrying nuclear weapons. The ship was damaged, out of action and with significant casualties. At the end of the war, the Glamorgan was donated to Chile.

The siege was closing on Puerto Argentino. The naval and aerial fire, including “cluster bombs” and land artillery, intensified on our regiments and the GA 3 and GA 4 Artillery Groups, the latter under the charge of Lieutenant Colonel Carlos Quevedo, who attended the convalescent conflict of a serious operation.

The erroneous decisions of Galtieri and accepted by Menéndez and Jofre manifested themselves. An overextended perimeter defense was conceived, without depth, lacking mobility, without reserves or planned counterattacks, typical of the First World War.

The principle of "economy of forces" was also violated. Of the nine infantry regiments (RI) on the islands, only four participated effectively in combat: Rl 4, led by Lieutenant Colonel Diego Soria, who left a terminally ill son on the continent; Rl 7, with Lieutenant Colonel Omar Giménez; Rl 12, with Lieutenant Colonel Ítalo Piaggi, and Marine Infantry Battalion (BIM) No. 5, with Commander Hugo Robacio.

Two partially participated: Rl 6 (Lieutenant Colonel Jorge Halperín) and Rl 25 (Lieutenant Colonel Mohamed A. Seineldín). Three did not participate: Rl 3 (Lieutenant Colonel David Comini), and isolated on Gran Malvina Island, Rl 5 (Colonel Ramón Mabragaña) and Rl 8 (Lieutenant Colonel Ernesto Repossi).

On June 10, at mid-morning, we carried out a coordinated attack, between GA 3 and three Pucará aircraft based on the island, on targets that were out of range of our guns. Its pilots were First Lieutenants Juan L. Micheloud, Marcelo Ayerdi and Carlos Morales. It was the first case of aero-cooperation in combat in our history.

From that day on, the decision of General Jeremy Moore – an excellent professional and worthy adversary – to frontally attack the general line of mountains, 300 meters high: Longdon, Dos Hermanas and Harriet, was clear.

On June 11, around 10:00 p.m., Parachute Battalion 3 attacked Longdon, defended by a company from RI 7. Commando Battalion 45 attacked Dos Hermanas, defended by troops from RI 6 and Rl 4. And the Commandos 42 did it on Harriet, defended by RI 4.

As in every war, there were weaknesses and defections. At Longdon, the fighting lasted several hours until the RI 7 fraction began to withdraw. There was a real pandemonium. There were significant casualties on both sides, among them the forward observer of GA 3, Lieutenant Alberto Ramos. In Dos Hermanas, a faction of RI 6, with Major Oscar Jaimet, had exemplary behavior.

About the combat in Harriet, the English correspondent, Kim Sabido, in The Sunday Times newspaper, stated: “Our men were advancing slowly with great difficulty. Those in front of us were not going to give in unless it was after a fierce fight.” On the 12th, the aforementioned mountains were in enemy power.

The most intense battle of the War, that of Mount Tumbledown, took place between June 12 and 14. The most wanted targets by the naval, ground and air fire were the GA 3, the GA 4 and the BIM 5. An impact in the vicinity of my command caused injuries and one death, Corporal Ángel Quispe.

The behavior and professionalism of BIM 5, under the command of Commander Carlos Robacio –the best infantry regiment– was exemplary. On the 13th and 14th, the most intense fighting of the entire war was fought. The artillery support priority was given by BIM 5, and partially by Cavalry Squadron 10, under Captain Rodrigo Soloaga, at dawn on the 14th. Journalist Bob McGowan, from the London Daily Express, called these actions as “a terrifying, desperate and at the same time tragic episode.”

By mid-morning, the psychological dislocation was evident and the total siege had taken place: land from the West and by sea to the East, North and South. The annihilation –understanding as such the broken fighting capacity– had been achieved by the British, at an approximate cost of 300 dead, 800 wounded, 6/7 ships sunk and 4/5 damaged, 14/15 planes shot down and 30 helicopters in different circumstances.

They, confident of victory, spared no sacrifices to obtain it, and we, aware of an inevitable defeat, fought until the last moment. San Martín stated: “A well-fought defeat is worth more than a circumstantial victory.”

General Anthony Wilson said: “The men who opposed us were tenacious and competent soldiers, and many have died on the line. We have lost many men." Another Briton, General Julian Thompson, said that the press reports about fleeing officers leaving their soldiers to be slaughtered or surrendered like sheep were “lies”: “Officers and non-commissioned officers fought hard.”

The well-known Rattenbach Report, the final report of the Commission for the Analysis and Evaluation of the Responsibilities of the South Atlantic Conflict, asserted: “It is important to point out that there were units that were conducted with efficiency, courage and determination. In those cases, whether waiting, in combat or during breaks, performance was always high.”

“Such is the case of the South Air Force; Naval Aviation; the air resources of the three Forces stationed on the islands; the Air Transport Command; the Army Artillery (GA 3 and GA 4); the Anti-Aircraft Artillery of the Armed Forces, correctly and effectively integrated, like BIM 5; the 10th Armored Cavalry Squadron; Commando Companies 601 and 602; and the Rl 25. As has always happened in critical circumstances, the behavior of the troops in combat was a direct function of the quality of their commanders”.

War is not a work of God. The path of peace is always better. All the dead from Malvinas, Argentine and British, continue to live, not only in the island peat and in the southern sea, but also where true humanity maintains its high value.



viernes, 8 de septiembre de 2023

Lecciones de Malvinas. (Cuarta entrega) @dealgunamaneraok...

Lecciones de Malvinas... (Cuarta Entrega)

Diferencias. La artillería antiaérea argentina, que debió enfrentar un desembarco masivo de las fuerzas británicas en la bahía de San Carlos, para el que los jefes militares no habían tomado los recaudos necesarios, pese a las advertencias. Fotografías: Cedoc 

La Batalla de San Carlos; la inacción del Comité Militar, para el que un desembarco en San Carlos era “impensable”, pese a que la información aseguraba lo contrario. El desgaste por las trincheras. El racionamiento de alimentos y las curaciones en batalla.

© Escrito por Martín Balza, ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas, y ex Embajador argentino en Colombaia y Costa Rica, publicado el sábado 19/08/2023 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


Desembarco en San Carlos. El 21 de mayo de 1982, a las 02:30, la Fuerza de Tareas británica inició el desembarco en la Bahía de San Carlos, al noroeste y a 90 km de Puerto Argentino. La denominada Operación Sutton fue una de las maniobras anfibias más importantes después de la Segunda Guerra Mundial. 


A pesar de contar con información precisa –brindada por un isleño– acerca de que ese era el lugar más probable para el desembarco, los generales Menéndez y Jofre no adoptaron ninguna previsión y continuaban apreciando, al igual que el Comité Militar, que el desembarco se realizaría al sur de Puerto Argentino. 


La zona estaba desprotegida y contaba solo con la presencia de una fracción de sesenta y dos hombres (tres oficiales, diez suboficiales y cuarenta y nueve soldados) del Regimiento de Infantería 25, a cargo del entonces teniente primero Daniel Esteban (hoy coronel retirado y doctor en Ciencias Políticas) carente de movilidad y dotado con armas livianas. 


Con las primeras horas de luz se inició un desigual enfrentamiento contra un enemigo, que luego se estimaría en más de 4 mil efectivos, que contaba con vehículos, helicópteros, artillería –antiaérea y terrestre–, apoyo de fuego naval y aéreo. Era obvio que para los británicos la cuestión principal era hacer pie en la isla Soledad, mediante “una cabeza de playa” (línea creada cuando un grupo armado alcanza la costa) que les permitiera desembarcar tropas, material, armamento y una consistente logística, sin oposición nuestra. 


Después de ello, no tendríamos ninguna posibilidad de impedir el cerco terrestre, aunque no se hizo nada para lograrlo. Debo reconocer que, dada la carencia de mínimos medios adecuados, era casi imposible.


Así describe Daniel Esteban su “enfrentamiento” con la Task Force (fuerza de tareas): “A las ocho y dos minutos del 21 de mayo, uno de los soldados observadores aéreos baja corriendo y me señala la presencia de una fragata enemiga en el estrecho. Tomé mis binóculos y me desplacé rápidamente al puesto observatorio. Quedé atónito. Media flota estaba en la boca norte. Era un desembarco masivo: había fragatas, destructores, decenas de helicópteros sobrevolaban la zona y lanchones se desprendían en distintas direcciones. En el centro, la figura majestuosa del trasatlántico Canberra (bombardero)”. 


Continúa: “Llegué al puesto de comando y me comuniqué con el general Omar Parada –quien permanecería durante toda la guerra en Puerto Argentino–. Describí el desembarco, le di las coordenadas y solicité apoyo de fuego aéreo. Corté las comunicaciones e informé que nos preparábamos para combatir. Los ingleses estaban cerca, oíamos los helicópteros y veíamos claramente los lanchones de desembarco”. 


“Nunca había soñado con un bautismo de fuego con tanta diferencia, solo Dios nos podía ayudar. Como resultado del enfrentamiento, el enemigo tuvo dos helicópteros derribados, dos averiados y tres tripulantes muertos. Nosotros, tres heridos. A menos de dos horas, oímos a nuestra aviación. ¡Qué misión dura tenían! Atacar la flota, que contaba con la protección natural del Estrecho de San Carlos, y la fuerte defensa antiaérea de los barcos y la instalada en tierra”, relató. 


“Todo se tornó un infierno. Iniciamos un sigiloso repliegue a Puerto Argentino. Llevábamos en la mente todo lo que habíamos visto”, afirmó para el libro Así peleamos Malvinas. En el continente, y en las islas, los generales Menéndez y Jofre, “siempre aseguraron que un desembarco en ese lugar era impensable o muy poco probable, y que se realizaría al sur de Puerto Argentino, donde nosotros éramos más fuertes”. 


Aún, el día 23, creían que se trataba de una operación secundaria o de engaño; clara muestra de desconocimiento de la historia militar. Los hechos demostrarían que la Operación Sutton no fue secundaria y no tuvo nada de engaño. 


Olvidaron que, como dijo el historiador militar Basil Liddell Hart en Estrategia de la aproximación indirecta: “A través de las épocas, raramente se han logrado resultados efectivos en la guerra a menos que la aproximación tuviere tal sentido indirecto que asegurara que el enemigo no estaría listo en tiempo para enfrentarla”. Uno de los ejemplos era el desembarco aliado en Normandía, Francia, el 6 de junio de 1944.  


En Buenos Aires, el jefe de Operaciones del Ejército, general Vicente Meli, recibió la información del desembarco y de las acciones narradas, pero no le asignó mayor importancia, pues, según fuentes confiables, expresó: “Después lo vemos y lo analizamos. Ahora tenemos una reunión más importante”. ¡Sin palabras! Concuerdo con Jacques Maritain, en que “la estupidez nunca es normal sino un vicio”.  


De San Carlos a Darwin. La fase terrestre del conflicto se inició el 21 de mayo con el desembarco en San Carlos. Nuestra Fuerza Aérea y Aviación Naval ocasionaron a la flota británica serias pérdidas, y nosotros nos quedamos sin varios aviones. Uno de ellos, el Douglas A-4 Q Skyhawk, que averiado sobrevoló nuestra posición, intentó un aterrizaje imposible en Puerto Argentino y cayó al mar. Su piloto, el teniente de navío José Arca, se eyectó y fue rescatado por el capitán Jorge Svendsen, al mando de un helicóptero del Batallón de Aviación del Ejército. 


Esta unidad solo dispuso de veinte helicópteros en las islas, mientras que el enemigo contó con alrededor de cuatrocientos. No obstante, nuestros hombres volaron más de 1.300 horas transportando personal, material, abastecimientos, realizando rescates y aportando su cuota de sangre.   


A nadie le puede llamar la atención la rápida consolidación de la cabeza de playa por las fuerzas británicas. En la citada invasión aliada a Europa por Normandía, las fuerzas alemanas, en posiciones y playas fuertemente organizadas y fortificadas durante más de un año, con obstáculos de todo tipo y con miles de tropas excelentemente adiestradas, cedieron más de 6 kilómetros un día de combate. 


En San Carlos, la Task Force enfrentó a Esteban y a un puñado de hombres. Según algunas fuentes, Menéndez habría pedido lanzar un regimiento de paracaidistas, para contraatacar. Algo jamás previsto, sin movilidad terrestre y carente de apoyo de fuego. Hubiera sido una carnicería, como consecuencia de la superioridad aérea, terrestre y antiaérea enemiga. Le negaron el pedido.  


Es interesante recordar que, durante la crisis y la fase aeronaval, hasta el 21 de mayo, los efectivos en tierra fuimos sometidos a un desgaste psicofísico en las húmedas y frías trincheras. Se había perdido un tiempo valioso para poder transportar el material que posteriormente limitó la movilidad, el poder de fuego y la construcción de fortificaciones, además de los abastecimientos indispensables para el bienestar del personal. 


Entre ellos: cañones pesados, artillería antiaérea, radares, vehículos de distinto tipo, zanjadoras a oruga, minas antitanque y algunos blindados. Curiosamente, se transportaron dos automóviles Ford Falcon, uno para el gobernador Menéndez y otro para un jefe de regimiento, que no lo usó. Uno de mis soldados litoraleños, con picardía, comentó: “¡Pensar que los Falcon llegaron antes que nuestros dos cañones pesados!”.  


La segunda fase de la guerra, la terrestre, del 21 de mayo al 14 de junio, la iniciamos conscientes de nuestras propias limitaciones, de haber cedido totalmente la iniciativa al enemigo y de la incapacidad de recibir apoyo del continente. El 25 de mayo, dos aviones Super Étendard de la Armada atacaron y hundieron con misiles Exocet aire-mar el buque logístico Atlantic Conveyor, ocasionando importantísimas pérdidas, entre otras: quince muertos, doce helicópteros, cuarenta y cinco blindados y miles de repuestos y abastecimientos. 


El 29 de mayo, en Washington, los cancilleres de los países del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) aprobaron una resolución de apoyo a la Argentina, con la abstención de Colombia, Trinidad y Tobago, Chile y Estados Unidos. 


El importante pacto secreto de ayuda entre Gran Bretaña y Chile se concretó a partir del 2 de abril, a pesar de que el embajador chileno en nuestro país, Sergio Onofre Jarpa, expresara en Buenos Aires: “En lo que se refiere a Chile, la Argentina tiene las espaldas cubiertas”.  


Sobre Puerto Argentino continuaban los bombardeos aéreos diurnos de hostigamiento con los Sea Harrier, Entre el 21 y el 30 de mayo perdieron cinco máquinas. El fuego naval nocturno también se mantenía, pero sin la impunidad que gozaban antes de que respondiéramos con nuestra artillería pesada (155 mm y 20 km de alcance), dirigida por radar.  


La falta de víveres afectó a todas las unidades, pero más a los regimientos que estaban en la isla Gran Malvina; RI 5 y Rl 8. En las unidades que estaban en la isla Soledad los efectivos de la Armada y de la Fuerza Aérea, que eran menores, no sufrieron privaciones mayores, pero sí las del Ejército. 


De las 5 mil calorías diarias necesarias para que un combatiente pudiera soportar frío, viento, desgaste psíquico, físico y emocional, y falta del descanso necesario, en algunas unidades solo se ingerían de 1.600 a 1.800. En Buenos Aires, el general Gerardo Núñez dijo a familiares de los combatientes: “Soy el responsable de la logística. Les aseguro que no pasarán frío y volverán más gordos. Reciben las raciones que corresponden. De cualquier forma, cuando regresen los jefes de unidades tácticas tendrán que rendir cuentas”. Es obvio recalcar que Núñez era un general más “de escritorio”.   


A 90 km al este de Puerto Argentino y a 50 km de San Carlos se encuentra el istmo de Darwin-Goose Green (Pradera del Ganso). La zona estaba defendida por el Regimiento de Infantería 12 (450 hombres a pie) que, después de ser “paseado” y desgastado por la Patagonia, fue enviado a Darwin, con su personal agotado, sin sus armas pesadas, con escasa munición y sin una clara misión.  


Estaba a cargo del teniente coronel Ítalo Piaggi, que dependía del general Parada. El regimiento se reforzó con dos obuses de 105 mm del GA 4, una sección de cañones de artillería antiaérea, y reducidos efectivos de infantería del RI 25 con armas livianas. No estuve en la zona ni participé de las acciones que se libraron los días 28 y 29 de mayo ante una sideral superioridad británica en efectivos, movilidad y apoyo de fuego (terrestre, aéreo y naval). 


Días antes, Menéndez había ordenado a Parada trasladarse a Darwin para hacerse cargo de las operaciones, pero nunca la cumplimentó aduciendo falta de trasporte; no pocos decían que podía haberlo hecho en helicóptero, jeep o moto.   


Comandó sus unidades en el combate –en una zona que nunca conoció– por medios radioeléctricos desde una oficina en Puerto Argentino. Recuerdo que antes de desembarcar, el general inglés Julian Thompson dijo a sus hombres: “En tierra actuaremos como se hizo durante dos mil años. La diferencia entre Aníbal y nosotros es que él iba en elefante y nosotros tendremos que caminar”.  


El disminuido RI 12 resistió más de lo previsto. El combate duró 36 horas. “Nos sorprendió la resistencia de los soldados argentinos, descriptos como conscriptos sin experiencia”, dijo el almirante Sandy Woodward en Los cien días. El teniente Clive Livingstone afirmó: “Tantas mentiras que se nos dijeron acerca de que no querían pelear, y están peleando como leones”.   


El soldado Sergio Daniel Rodríguez, del RI 25, fue uno de los que desembarcó el 2 de abril, participó en las acciones de Darwin, fue herido y operado en el hospital de campaña inglés en San Carlos. Su relato es conmovedor: “Allí, cirujanos ingleses me efectuaron dos operaciones, una colostomía (ano contranatura) y una laparoscopía (búsqueda en el interior de mi cuerpo, tratando de localizar fragmentos de proyectil). Posteriormente, cirujanos argentinos me hicieron otras cuatro operaciones”. Hoy, Rodríguez reside en Buenos Aires.  


En la batalla de la Vuelta de Obligado, el general Lucio V. Mansilla enfrentó, sable en mano, a la flota anglo-francesa; la más poderosa del mundo. El combate duró menos de un día, pero nadie duda del arrojo de nuestros hombres, y a pesar de la derrota, conmemoramos el 20 de noviembre de 1845 como el Día de la Soberanía. 


El 30 de mayo, en Buenos Aires, con gran ingratitud, Galtieri ordenó proceder con máxima dureza con quienes se rindieron en Darwin, pasando a retiro obligatorio al jefe del RI 12 y escondiendo a su regreso a los valientes soldados. Los altos mandos no mostraron la misma dureza para consigo mismos.  





   

Lessons from the Malvinas... (Fourth Installment)

Differences. The Argentine anti-aircraft artillery, which had to face a massive landing by British forces in San Carlos Bay, for which the military chiefs had not taken the necessary precautions, despite warnings. Photographs: Cedoc

The Battle of San Carlos; the inaction of the Military Committee, for which a landing in San Carlos was "unthinkable", despite the fact that the information assured the contrary. The wear and tear of the trenches. Food rationing and healing in battle.

© Written by Martín Balza, former Chief of the Argentine Army, Veteran of the Malvinas War, and former Argentine Ambassador to Colombia and Costa Rica, published on Saturday 08/19/2023 by the Perfil newspaper of the Autonomous City of Buenos Aires, Republic Argentina.

Disembarkation in San Carlos. On May 21, 1982, at 02:30 a.m., the British Task Force began landing in San Carlos Bay, northwest and 90 km from Puerto Argentino. The so-called Operation Sutton was one of the most important amphibious maneuvers after World War II. 

Despite having precise information -provided by an islander- about that this was the most probable place for the landing, Generals Menéndez and Jofre did not adopt any forecast and continued appreciating, like the Military Committee, that the landing was would take place south of Puerto Argentino. 

The area was unprotected and only a fraction of sixty-two men (three officers, ten NCOs, and forty-nine soldiers) from the 25th Infantry Regiment, under the command of then First Lieutenant Daniel Esteban (today a retired colonel and doctor in Political Science) lacking mobility and equipped with light weapons.

With the first hours of light, an unequal confrontation began against an enemy, which would later be estimated at more than 4,000 troops, who had vehicles, helicopters, anti-aircraft and land artillery, and naval and air fire support. It was obvious that for the British the main issue was to gain a foothold on Soledad Island, through "a beachhead" (a line created when an armed group reaches the coast) that would allow them to land troops, material, weapons and consistent logistics, without our opposition. 

After that, we would have no chance of preventing the land encirclement, although nothing was done to achieve this. I must admit that, given the lack of minimal adequate means, it was almost impossible.

This is how Daniel Esteban describes his “confrontation” with the Task Force: “At two minutes past eight on May 21, one of the air observer soldiers ran down and pointed out to me the presence of an enemy frigate in the strait. . I took my binoculars and quickly moved to the observation post. I was stunned. Half the fleet was at the northern mouth. It was a massive landing: there were frigates, destroyers, dozens of helicopters flying over the area, and boats detached in different directions. In the center, the majestic figure of the ocean liner Canberra (bomber)”.

He continues: “I arrived at the command post and communicated with General Omar Parada – who would remain in Puerto Argentino throughout the war. I described the landing, gave him the coordinates, and called in aerial fire support. I cut off communications and reported that we were preparing to fight. The British were close, we could hear the helicopters and we could clearly see the landing craft”.

“I had never dreamed of a baptism of fire with such a difference, only God could help us. As a result of the confrontation, the enemy had two helicopters shot down, two damaged and three crew members dead. We, three wounded. Less than two hours away, we heard our aviation. What a tough mission they had! Attacking the fleet, which had the natural protection of the Strait of San Carlos, and the strong anti-aircraft defense of the ships and the one installed on land”, he recounted.

“Everything turned into hell. We began a stealthy withdrawal to Puerto Argentino. We had everything we had seen in our minds, ”he said for the book This is how we fight Malvinas. On the mainland and on the islands, Generals Menéndez and Jofre "always assured that a landing in that place was unthinkable or highly unlikely, and that it would take place south of Puerto Argentino, where we were stronger."

Still, on the 23rd, they believed that it was a secondary operation or deception; clear sign of ignorance of military history. The facts would show that Operation Sutton was not secondary and was not deceitful.

They forgot that, as military historian Basil Liddell Hart put it in Strategy of the Indirect Approach: “Throughout the ages, effective results have rarely been achieved in war unless the approach made such an indirect sense as to ensure that the enemy would not be ready in time to face it.” One of the examples was the Allied landing in Normandy, France, on June 6, 1944.

In Buenos Aires, the Chief of Army Operations, General Vicente Meli, received the information about the landing and the narrated actions, but he did not assign it greater importance, because, according to reliable sources, he stated: “Later we will see it and analyze it. Now we have a more important meeting.” Speechless! I agree with Jacques Maritain, that “stupidity is never normal but a vice.”
 

From San Carlos to Darwin. The land phase of the conflict began on May 21 with the landing in San Carlos. Our Air Force and Naval Aviation caused serious losses to the British fleet, and we were left without several aircraft. One of them, the Douglas A-4 Q Skyhawk, which, damaged, flew over our position, attempted an impossible landing in Puerto Argentino and fell into the sea. Its pilot, Navy Lieutenant José Arca, ejected and was rescued by Captain Jorge Svendsen, in command of an Army Aviation Battalion helicopter. 

This unit only had twenty helicopters on the islands, while the enemy had around four hundred. However, our men flew more than 1,300 hours transporting personnel, material, supplies, carrying out rescues and contributing their quota of blood. 

The rapid consolidation of the beachhead by the British forces cannot attract anyone's attention. In the aforementioned Allied invasion of Europe through Normandy, the German forces, in strongly organized and fortified positions and beaches for more than a year, with obstacles of all kinds and with thousands of excellently trained troops, ceded more than 6 kilometers in one day of combat.  

In San Carlos, the Task Force confronted Esteban and a handful of men. According to some sources, Menéndez would have asked to launch a parachute regiment to counterattack. Something never foreseen, without land mobility and lacking fire support. It would have been carnage, as a consequence of the enemy's air, ground and anti-aircraft superiority. They denied the request. 

It is interesting to remember that, during the crisis and the air-naval phase, until May 21, the troops on the ground were subjected to psychophysical wear and tear in the humid and cold trenches. Valuable time had been lost to be able to transport the material that later limited mobility, firepower and the construction of fortifications, in addition to the essential supplies for the well-being of the personnel. 

Among them: heavy cannons, anti-aircraft artillery, radars, vehicles of different types, caterpillar trenchers, anti-tank mines and some armored vehicles. Curiously, two Ford Falcon cars were transported, one for Governor Menéndez and another for a regiment chief, who did not use it. One of my coastal soldiers, mischievously, commented: “To think that the Falcons arrived before our two heavy guns!” 

We began the second phase of the war, the land one, from May 21 to June 14, aware of our own limitations, of having completely ceded the initiative to the enemy and of the inability to receive support from the continent. On May 25, two Navy Super Étendard planes attacked and sank the Atlantic Conveyor logistics ship with air-sea Exocet missiles, causing huge losses, among others: fifteen deaths, twelve helicopters, forty-five armored vehicles and thousands of spare parts and supplies.

On May 29, in Washington, the foreign ministers of the countries of the Inter-American Treaty of Reciprocal Assistance (TIAR) approved a resolution supporting Argentina, with the abstention of Colombia, Trinidad and Tobago, Chile and the United States.
 

The important secret aid pact between Great Britain and Chile was finalized on April 2, despite the fact that the Chilean ambassador to our country, Sergio Onofre Jarpa, expressed in Buenos Aires: “As far as Chile is concerned, the “Argentina has its back covered.” 

The daytime aerial harassment bombardments with the Sea Harriers continued over Puerto Argentino. Between May 21 and 30, they lost five machines. The nighttime naval fire also continued, but without the impunity they enjoyed before we responded with our heavy artillery (155 mm and 20 km range), directed by radar. 

The lack of food affected all the units, but more so the regiments that were on the Gran Malvina Island; RI 5 and Rl 8. In the units that were on Soledad Island, the Navy and Air Force personnel, who were minors, did not suffer major deprivations, but those of the Army did. 

Of the 5,000 daily calories necessary for a combatant to withstand cold, wind, mental, physical and emotional exhaustion, and lack of necessary rest, in some units only 1,600 to 1,800 were ingested. In Buenos Aires, General Gerardo Núñez told relatives of the combatants: “I am responsible for logistics. I assure you that they will not get cold and they will come back fatter. They receive the corresponding rations. In any case, when the heads of tactical units return they will have to give an account”. It is obvious to emphasize that Núñez was a more “desk” general. 

90 km east of Puerto Argentino and 50 km from San Carlos is the Darwin-Goose Green isthmus (Pradera del Ganso). The area was defended by the 12th Infantry Regiment (450 men on foot) which, after being “walked” and worn out by Patagonia, was sent to Darwin, with its personnel exhausted, without its heavy weapons, with little ammunition and without a clear mission. 

It was in charge of Lieutenant Colonel Italo Piaggi, who reported to General Parada. The regiment was reinforced with two 105 mm howitzers from GA 4, a section of anti-aircraft artillery guns, and small numbers of light-armed infantry from RI 25. I was not in the area nor did I participate in the actions that took place on May 28 and 29 in the face of a stark British superiority in troops, mobility and fire support (land, air and naval). 

Days before, Menéndez had ordered Parada to move to Darwin to take charge of the operations, but he never followed through, citing lack of transportation; Quite a few said that he could have done it by helicopter, jeep or motorcycle. 

He commanded his units in combat – in an area he never knew – by radio from an office in Puerto Argentino. I remember that before disembarking, the English general Julian Thompson told his men: “On land we will act as we have done for two thousand years. The difference between Hannibal and us is that he was riding an elephant and we will have to walk.” 

The diminished RI 12 resisted more than expected. The combat lasted 36 hours. “We were surprised by the resistance of the Argentine soldiers, described as inexperienced conscripts,” Admiral Sandy Woodward said in The Hundred Days. Lieutenant Clive Livingstone said: “So many lies that were told to us about them not wanting to fight, and they are fighting like lions.” 

The soldier Sergio Daniel Rodríguez, of the RI 25, was one of those who disembarked on April 2, participated in the actions of Darwin, was wounded and operated on in the English field hospital in San Carlos. His story is moving: “There, English surgeons performed two operations on me, a colostomy (unnatural anus) and a laparoscopy (search inside my body, trying to locate projectile fragments). Later, Argentine surgeons performed four more operations on me.” Today, Rodríguez resides in Buenos Aires. 

In the battle of the Vuelta de Obligado, General Lucio V. Mansilla faced, saber in hand, the Anglo-French fleet; the most powerful in the world. The combat lasted less than a day, but no one doubts the courage of our men, and despite the defeat, we commemorate November 20, 1845 as Sovereignty Day. 

On May 30, in Buenos Aires, with great ingratitude, Galtieri ordered to proceed with maximum harshness with those who surrendered in Darwin, making the head of the RI 12 into mandatory retirement and hiding the brave soldiers when he returned. The higher-ups did not show the same harshness towards themselves.