Lecciones de Malvinas... (Cuarta Entrega)
Diferencias. La artillería antiaérea argentina, que debió
enfrentar un desembarco masivo de las fuerzas británicas en la bahía de San
Carlos, para el que los jefes militares no habían tomado los recaudos
necesarios, pese a las advertencias. Fotografías: Cedoc
La Batalla de San
Carlos; la inacción del Comité Militar, para el que un desembarco en San Carlos
era “impensable”, pese a que la información aseguraba lo contrario. El desgaste
por las trincheras. El racionamiento de alimentos y las curaciones en batalla.
© Escrito por Martín Balza, ex Jefe del Ejército Argentino, Veterano de la Guerra de Malvinas, y ex Embajador argentino en Colombaia y Costa Rica, publicado el sábado 19/08/2023 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Desembarco en San Carlos. El 21
de mayo de 1982, a las 02:30, la Fuerza de Tareas británica inició el
desembarco en la Bahía de San Carlos, al noroeste y a 90 km de Puerto
Argentino. La denominada Operación Sutton fue una de las maniobras anfibias más
importantes después de la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de contar con información precisa –brindada por un isleño–
acerca de que ese era el lugar más probable para el desembarco, los generales
Menéndez y Jofre no adoptaron ninguna previsión y continuaban apreciando, al
igual que el Comité Militar, que el desembarco se realizaría al sur de Puerto
Argentino.
La zona estaba desprotegida y contaba solo con la presencia de una
fracción de sesenta y dos hombres (tres oficiales, diez suboficiales y cuarenta
y nueve soldados) del Regimiento de Infantería 25, a cargo del entonces
teniente primero Daniel Esteban (hoy coronel retirado y doctor en Ciencias
Políticas) carente de movilidad y dotado con armas livianas.
Con las primeras horas de luz se inició un desigual enfrentamiento
contra un enemigo, que luego se estimaría en más de 4 mil efectivos, que
contaba con vehículos, helicópteros, artillería –antiaérea y terrestre–, apoyo
de fuego naval y aéreo. Era obvio que para los británicos la cuestión principal
era hacer pie en la isla Soledad, mediante “una cabeza de playa” (línea creada
cuando un grupo armado alcanza la costa) que les permitiera desembarcar tropas,
material, armamento y una consistente logística, sin oposición nuestra.
Después de ello, no tendríamos ninguna posibilidad de impedir el
cerco terrestre, aunque no se hizo nada para lograrlo. Debo reconocer que, dada
la carencia de mínimos medios adecuados, era casi imposible.
Así describe Daniel Esteban su “enfrentamiento” con la Task Force
(fuerza de tareas): “A las ocho y dos minutos del 21 de mayo, uno de los
soldados observadores aéreos baja corriendo y me señala la presencia de una
fragata enemiga en el estrecho. Tomé mis binóculos y me desplacé rápidamente al
puesto observatorio. Quedé atónito. Media flota estaba en la boca norte. Era un
desembarco masivo: había fragatas, destructores, decenas de helicópteros
sobrevolaban la zona y lanchones se desprendían en distintas direcciones. En el
centro, la figura majestuosa del trasatlántico Canberra (bombardero)”.
Continúa: “Llegué al puesto de comando y me comuniqué con el
general Omar Parada –quien permanecería durante toda la guerra en Puerto
Argentino–. Describí el desembarco, le di las coordenadas y solicité apoyo de
fuego aéreo. Corté las comunicaciones e informé que nos preparábamos para
combatir. Los ingleses estaban cerca, oíamos los helicópteros y veíamos
claramente los lanchones de desembarco”.
“Nunca había soñado con un bautismo de fuego con tanta diferencia,
solo Dios nos podía ayudar. Como resultado del enfrentamiento, el enemigo tuvo
dos helicópteros derribados, dos averiados y tres tripulantes muertos.
Nosotros, tres heridos. A menos de dos horas, oímos a nuestra aviación. ¡Qué
misión dura tenían! Atacar la flota, que contaba con la protección natural del
Estrecho de San Carlos, y la fuerte defensa antiaérea de los barcos y la
instalada en tierra”, relató.
“Todo se tornó un infierno. Iniciamos un sigiloso repliegue a
Puerto Argentino. Llevábamos en la mente todo lo que habíamos visto”, afirmó
para el libro Así peleamos Malvinas. En el continente, y en las islas, los
generales Menéndez y Jofre, “siempre aseguraron que un desembarco en ese lugar
era impensable o muy poco probable, y que se realizaría al sur de Puerto
Argentino, donde nosotros éramos más fuertes”.
Aún, el día 23, creían que se trataba de una operación secundaria
o de engaño; clara muestra de desconocimiento de la historia militar. Los
hechos demostrarían que la Operación Sutton no fue secundaria y no tuvo nada de
engaño.
Olvidaron que, como dijo el historiador militar Basil Liddell Hart
en Estrategia de la aproximación indirecta: “A través de las épocas, raramente
se han logrado resultados efectivos en la guerra a menos que la aproximación
tuviere tal sentido indirecto que asegurara que el enemigo no estaría listo en
tiempo para enfrentarla”. Uno de los ejemplos era el desembarco aliado en
Normandía, Francia, el 6 de junio de 1944.
En Buenos Aires, el jefe de Operaciones del Ejército, general
Vicente Meli, recibió la información del desembarco y de las acciones narradas,
pero no le asignó mayor importancia, pues, según fuentes confiables, expresó:
“Después lo vemos y lo analizamos. Ahora tenemos una reunión más importante”.
¡Sin palabras! Concuerdo con Jacques Maritain, en que “la estupidez nunca es
normal sino un vicio”.
De San Carlos a Darwin. La fase terrestre del conflicto se inició
el 21 de mayo con el desembarco en San Carlos. Nuestra Fuerza Aérea y Aviación
Naval ocasionaron a la flota británica serias pérdidas, y nosotros nos quedamos
sin varios aviones. Uno de ellos, el Douglas A-4 Q Skyhawk, que averiado
sobrevoló nuestra posición, intentó un aterrizaje imposible en Puerto Argentino
y cayó al mar. Su piloto, el teniente de navío José Arca, se eyectó y fue
rescatado por el capitán Jorge Svendsen, al mando de un helicóptero del
Batallón de Aviación del Ejército.
Esta unidad solo dispuso de veinte helicópteros en las islas,
mientras que el enemigo contó con alrededor de cuatrocientos. No obstante,
nuestros hombres volaron más de 1.300 horas transportando personal, material,
abastecimientos, realizando rescates y aportando su cuota de sangre.
A nadie le puede llamar la atención la rápida consolidación de la
cabeza de playa por las fuerzas británicas. En la citada invasión aliada a
Europa por Normandía, las fuerzas alemanas, en posiciones y playas fuertemente
organizadas y fortificadas durante más de un año, con obstáculos de todo tipo y
con miles de tropas excelentemente adiestradas, cedieron más de 6 kilómetros un
día de combate.
En San Carlos, la Task Force enfrentó a Esteban y a un puñado de
hombres. Según algunas fuentes, Menéndez habría pedido lanzar un regimiento de
paracaidistas, para contraatacar. Algo jamás previsto, sin movilidad terrestre
y carente de apoyo de fuego. Hubiera sido una carnicería, como consecuencia de
la superioridad aérea, terrestre y antiaérea enemiga. Le negaron el pedido.
Es interesante recordar que, durante la crisis y la fase
aeronaval, hasta el 21 de mayo, los efectivos en tierra fuimos sometidos a un
desgaste psicofísico en las húmedas y frías trincheras. Se había perdido un
tiempo valioso para poder transportar el material que posteriormente limitó la
movilidad, el poder de fuego y la construcción de fortificaciones, además de
los abastecimientos indispensables para el bienestar del personal.
Entre ellos: cañones pesados, artillería antiaérea, radares,
vehículos de distinto tipo, zanjadoras a oruga, minas antitanque y algunos
blindados. Curiosamente, se transportaron dos automóviles Ford Falcon, uno para
el gobernador Menéndez y otro para un jefe de regimiento, que no lo usó. Uno de
mis soldados litoraleños, con picardía, comentó: “¡Pensar que los Falcon
llegaron antes que nuestros dos cañones pesados!”.
La segunda fase de la guerra, la terrestre, del 21 de mayo al 14
de junio, la iniciamos conscientes de nuestras propias limitaciones, de haber
cedido totalmente la iniciativa al enemigo y de la incapacidad de recibir apoyo
del continente. El 25 de mayo, dos aviones Super Étendard de la Armada atacaron
y hundieron con misiles Exocet aire-mar el buque logístico Atlantic Conveyor,
ocasionando importantísimas pérdidas, entre otras: quince muertos, doce
helicópteros, cuarenta y cinco blindados y miles de repuestos y
abastecimientos.
El 29 de mayo, en Washington, los cancilleres de los países del
Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) aprobaron una resolución
de apoyo a la Argentina, con la abstención de Colombia, Trinidad y Tobago,
Chile y Estados Unidos.
El importante pacto secreto de ayuda entre Gran Bretaña y Chile se
concretó a partir del 2 de abril, a pesar de que el embajador chileno en
nuestro país, Sergio Onofre Jarpa, expresara en Buenos Aires: “En lo que se
refiere a Chile, la Argentina tiene las espaldas cubiertas”.
Sobre Puerto Argentino continuaban los bombardeos aéreos diurnos
de hostigamiento con los Sea Harrier, Entre el 21 y el 30 de mayo perdieron
cinco máquinas. El fuego naval nocturno también se mantenía, pero sin la
impunidad que gozaban antes de que respondiéramos con nuestra artillería pesada
(155 mm y 20 km de alcance), dirigida por radar.
La falta de víveres afectó a todas las unidades, pero más a los
regimientos que estaban en la isla Gran Malvina; RI 5 y Rl 8. En las unidades
que estaban en la isla Soledad los efectivos de la Armada y de la Fuerza Aérea,
que eran menores, no sufrieron privaciones mayores, pero sí las del
Ejército.
De las 5 mil calorías diarias necesarias para que un combatiente
pudiera soportar frío, viento, desgaste psíquico, físico y emocional, y falta
del descanso necesario, en algunas unidades solo se ingerían de 1.600 a 1.800.
En Buenos Aires, el general Gerardo Núñez dijo a familiares de los
combatientes: “Soy el responsable de la logística. Les aseguro que no pasarán
frío y volverán más gordos. Reciben las raciones que corresponden. De cualquier
forma, cuando regresen los jefes de unidades tácticas tendrán que rendir
cuentas”. Es obvio recalcar que Núñez era un general más “de escritorio”.
A 90 km al este de Puerto Argentino y a 50 km de San Carlos se
encuentra el istmo de Darwin-Goose Green (Pradera del Ganso). La zona estaba
defendida por el Regimiento de Infantería 12 (450 hombres a pie) que, después
de ser “paseado” y desgastado por la Patagonia, fue enviado a Darwin, con su
personal agotado, sin sus armas pesadas, con escasa munición y sin una clara
misión.
Estaba a cargo del teniente coronel Ítalo Piaggi, que dependía del
general Parada. El regimiento se reforzó con dos obuses de 105 mm del GA 4, una
sección de cañones de artillería antiaérea, y reducidos efectivos de infantería
del RI 25 con armas livianas. No estuve en la zona ni participé de las acciones
que se libraron los días 28 y 29 de mayo ante una sideral superioridad
británica en efectivos, movilidad y apoyo de fuego (terrestre, aéreo y
naval).
Días antes, Menéndez había ordenado a Parada trasladarse a Darwin
para hacerse cargo de las operaciones, pero nunca la cumplimentó aduciendo
falta de trasporte; no pocos decían que podía haberlo hecho en helicóptero,
jeep o moto.
Comandó sus unidades en el combate –en una zona que nunca conoció–
por medios radioeléctricos desde una oficina en Puerto Argentino. Recuerdo que
antes de desembarcar, el general inglés Julian Thompson dijo a sus hombres: “En
tierra actuaremos como se hizo durante dos mil años. La diferencia entre Aníbal
y nosotros es que él iba en elefante y nosotros tendremos que caminar”.
El disminuido RI 12 resistió más de lo previsto. El combate duró
36 horas. “Nos sorprendió la resistencia de los soldados argentinos, descriptos
como conscriptos sin experiencia”, dijo el almirante Sandy Woodward en Los cien
días. El teniente Clive Livingstone afirmó: “Tantas mentiras que se nos dijeron
acerca de que no querían pelear, y están peleando como leones”.
El soldado Sergio Daniel Rodríguez, del RI 25, fue uno de los que
desembarcó el 2 de abril, participó en las acciones de Darwin, fue herido y
operado en el hospital de campaña inglés en San Carlos. Su relato es
conmovedor: “Allí, cirujanos ingleses me efectuaron dos operaciones, una
colostomía (ano contranatura) y una laparoscopía (búsqueda en el interior de mi
cuerpo, tratando de localizar fragmentos de proyectil). Posteriormente,
cirujanos argentinos me hicieron otras cuatro operaciones”. Hoy, Rodríguez
reside en Buenos Aires.
En la batalla de la Vuelta de Obligado, el general Lucio V.
Mansilla enfrentó, sable en mano, a la flota anglo-francesa; la más poderosa
del mundo. El combate duró menos de un día, pero nadie duda del arrojo de
nuestros hombres, y a pesar de la derrota, conmemoramos el 20 de noviembre de
1845 como el Día de la Soberanía.
El 30 de mayo, en Buenos Aires, con gran ingratitud, Galtieri
ordenó proceder con máxima dureza con quienes se rindieron en Darwin, pasando a
retiro obligatorio al jefe del RI 12 y escondiendo a su regreso a los valientes
soldados. Los altos mandos no mostraron la misma dureza para consigo mismos.
Lessons
from the Malvinas... (Fourth Installment)
Differences. The Argentine anti-aircraft artillery, which had to face a
massive landing by British forces in San Carlos Bay, for which the military
chiefs had not taken the necessary precautions, despite warnings. Photographs:
Cedoc
The Battle of San Carlos; the inaction of the Military Committee, for which a
landing in San Carlos was "unthinkable", despite the fact that the
information assured the contrary. The wear and tear of the trenches. Food
rationing and healing in battle.
© Written by Martín Balza, former Chief of the Argentine Army, Veteran of the
Malvinas War, and former Argentine Ambassador to Colombia and Costa Rica,
published on Saturday 08/19/2023 by the Perfil newspaper of the Autonomous City
of Buenos Aires, Republic Argentina.
Disembarkation in San Carlos. On May 21, 1982, at 02:30 a.m., the British Task
Force began landing in San Carlos Bay, northwest and 90 km from Puerto
Argentino. The so-called Operation Sutton was one of the most important
amphibious maneuvers after World War II.
Despite having precise
information -provided by an islander- about that this was the most probable
place for the landing, Generals Menéndez and Jofre did not adopt any forecast
and continued appreciating, like the Military Committee, that the landing was
would take place south of Puerto Argentino.
The area was unprotected and
only a fraction of sixty-two men (three officers, ten NCOs, and forty-nine
soldiers) from the 25th Infantry Regiment, under the command of then First
Lieutenant Daniel Esteban (today a retired colonel and doctor in Political
Science) lacking mobility and equipped with light weapons.
With the first hours of light,
an unequal confrontation began against an enemy, which would later be estimated
at more than 4,000 troops, who had vehicles, helicopters, anti-aircraft and
land artillery, and naval and air fire support. It was obvious that for the
British the main issue was to gain a foothold on Soledad Island, through
"a beachhead" (a line created when an armed group reaches the coast)
that would allow them to land troops, material, weapons and consistent
logistics, without our opposition.
After that, we would have no
chance of preventing the land encirclement, although nothing was done to achieve
this. I must admit that, given the lack of minimal adequate means, it was
almost impossible.
This is how Daniel Esteban
describes his “confrontation” with the Task Force: “At two minutes past eight
on May 21, one of the air observer soldiers ran down and pointed out to me the
presence of an enemy frigate in the strait. . I took my binoculars and quickly
moved to the observation post. I was stunned. Half the fleet was at the
northern mouth. It was a massive landing: there were frigates, destroyers, dozens
of helicopters flying over the area, and boats detached in different
directions. In the center, the majestic figure of the ocean liner Canberra
(bomber)”.
He continues: “I arrived at
the command post and communicated with General Omar Parada – who would remain
in Puerto Argentino throughout the war. I described the landing, gave him the
coordinates, and called in aerial fire support. I cut off communications and
reported that we were preparing to fight. The British were close, we could hear
the helicopters and we could clearly see the landing craft”.
“I had never dreamed of a
baptism of fire with such a difference, only God could help us. As a result of
the confrontation, the enemy had two helicopters shot down, two damaged and
three crew members dead. We, three wounded. Less than two hours away, we heard
our aviation. What a tough mission they had! Attacking the fleet, which had the
natural protection of the Strait of San Carlos, and the strong anti-aircraft
defense of the ships and the one installed on land”, he recounted.
“Everything turned into hell.
We began a stealthy withdrawal to Puerto Argentino. We had everything we had
seen in our minds, ”he said for the book This is how we fight Malvinas. On the
mainland and on the islands, Generals Menéndez and Jofre "always assured
that a landing in that place was unthinkable or highly unlikely, and that it
would take place south of Puerto Argentino, where we were stronger."
Still, on the 23rd, they
believed that it was a secondary operation or deception; clear sign of
ignorance of military history. The facts would show that Operation Sutton was
not secondary and was not deceitful.
They forgot that, as military
historian Basil Liddell Hart put it in Strategy of the Indirect Approach:
“Throughout the ages, effective results have rarely been achieved in war unless
the approach made such an indirect sense as to ensure that the enemy would not
be ready in time to face it.” One of the examples was the Allied landing in
Normandy, France, on June 6, 1944.
In Buenos Aires, the Chief of Army Operations, General Vicente Meli, received
the information about the landing and the narrated actions, but he did not
assign it greater importance, because, according to reliable sources, he
stated: “Later we will see it and analyze it. Now we have a more important
meeting.” Speechless! I agree with Jacques Maritain, that “stupidity is never
normal but a vice.”
From San Carlos to Darwin. The
land phase of the conflict began on May 21 with the landing in San Carlos. Our
Air Force and Naval Aviation caused serious losses to the British fleet, and we
were left without several aircraft. One of them, the Douglas A-4 Q Skyhawk,
which, damaged, flew over our position, attempted an impossible landing in
Puerto Argentino and fell into the sea. Its pilot, Navy Lieutenant José Arca,
ejected and was rescued by Captain Jorge Svendsen, in command of an Army
Aviation Battalion helicopter.
This unit only had twenty
helicopters on the islands, while the enemy had around four hundred. However,
our men flew more than 1,300 hours transporting personnel, material, supplies,
carrying out rescues and contributing their quota of blood.
The rapid consolidation of the
beachhead by the British forces cannot attract anyone's attention. In the
aforementioned Allied invasion of Europe through Normandy, the German forces,
in strongly organized and fortified positions and beaches for more than a year,
with obstacles of all kinds and with thousands of excellently trained troops,
ceded more than 6 kilometers in one day of combat.
In San Carlos, the Task Force
confronted Esteban and a handful of men. According to some sources, Menéndez
would have asked to launch a parachute regiment to counterattack. Something
never foreseen, without land mobility and lacking fire support. It would have
been carnage, as a consequence of the enemy's air, ground and anti-aircraft
superiority. They denied the request.
It is interesting to remember
that, during the crisis and the air-naval phase, until May 21, the troops on
the ground were subjected to psychophysical wear and tear in the humid and cold
trenches. Valuable time had been lost to be able to transport the material that
later limited mobility, firepower and the construction of fortifications, in
addition to the essential supplies for the well-being of the personnel.
Among them: heavy cannons,
anti-aircraft artillery, radars, vehicles of different types, caterpillar
trenchers, anti-tank mines and some armored vehicles. Curiously, two Ford
Falcon cars were transported, one for Governor Menéndez and another for a
regiment chief, who did not use it. One of my coastal soldiers, mischievously,
commented: “To think that the Falcons arrived before our two heavy guns!”
We began the second phase of
the war, the land one, from May 21 to June 14, aware of our own limitations, of
having completely ceded the initiative to the enemy and of the inability to
receive support from the continent. On May 25, two Navy Super Étendard planes
attacked and sank the Atlantic Conveyor logistics ship with air-sea Exocet
missiles, causing huge losses, among others: fifteen deaths, twelve
helicopters, forty-five armored vehicles and thousands of spare parts and
supplies.
On May 29, in Washington, the foreign ministers of the countries of the
Inter-American Treaty of Reciprocal Assistance (TIAR) approved a resolution
supporting Argentina, with the abstention of Colombia, Trinidad and Tobago,
Chile and the United States.
The important secret aid pact
between Great Britain and Chile was finalized on April 2, despite the fact that
the Chilean ambassador to our country, Sergio Onofre Jarpa, expressed in Buenos
Aires: “As far as Chile is concerned, the “Argentina has its back covered.”
The daytime aerial harassment
bombardments with the Sea Harriers continued over Puerto Argentino. Between May
21 and 30, they lost five machines. The nighttime naval fire also continued,
but without the impunity they enjoyed before we responded with our heavy
artillery (155 mm and 20 km range), directed by radar.
The lack of food affected all
the units, but more so the regiments that were on the Gran Malvina Island; RI 5
and Rl 8. In the units that were on Soledad Island, the Navy and Air Force
personnel, who were minors, did not suffer major deprivations, but those of the
Army did.
Of the 5,000 daily calories
necessary for a combatant to withstand cold, wind, mental, physical and
emotional exhaustion, and lack of necessary rest, in some units only 1,600 to
1,800 were ingested. In Buenos Aires, General Gerardo Núñez told relatives of
the combatants: “I am responsible for logistics. I assure you that they will
not get cold and they will come back fatter. They receive the corresponding
rations. In any case, when the heads of tactical units return they will have to
give an account”. It is obvious to emphasize that Núñez was a more “desk”
general.
90 km east of Puerto Argentino
and 50 km from San Carlos is the Darwin-Goose Green isthmus (Pradera del
Ganso). The area was defended by the 12th Infantry Regiment (450 men on foot)
which, after being “walked” and worn out by Patagonia, was sent to Darwin, with
its personnel exhausted, without its heavy weapons, with little ammunition and
without a clear mission.
It was in charge of Lieutenant
Colonel Italo Piaggi, who reported to General Parada. The regiment was
reinforced with two 105 mm howitzers from GA 4, a section of anti-aircraft
artillery guns, and small numbers of light-armed infantry from RI 25. I was not
in the area nor did I participate in the actions that took place on May 28 and 29
in the face of a stark British superiority in troops, mobility and fire support
(land, air and naval).
Days before, Menéndez had
ordered Parada to move to Darwin to take charge of the operations, but he never
followed through, citing lack of transportation; Quite a few said that he could
have done it by helicopter, jeep or motorcycle.
He commanded his units in
combat – in an area he never knew – by radio from an office in Puerto
Argentino. I remember that before disembarking, the English general Julian
Thompson told his men: “On land we will act as we have done for two thousand
years. The difference between Hannibal and us is that he was riding an elephant
and we will have to walk.”
The diminished RI 12 resisted
more than expected. The combat lasted 36 hours. “We were surprised by the
resistance of the Argentine soldiers, described as inexperienced conscripts,”
Admiral Sandy Woodward said in The Hundred Days. Lieutenant Clive Livingstone
said: “So many lies that were told to us about them not wanting to fight, and
they are fighting like lions.”
The soldier Sergio Daniel
Rodríguez, of the RI 25, was one of those who disembarked on April 2,
participated in the actions of Darwin, was wounded and operated on in the
English field hospital in San Carlos. His story is moving: “There, English
surgeons performed two operations on me, a colostomy (unnatural anus) and a
laparoscopy (search inside my body, trying to locate projectile fragments).
Later, Argentine surgeons performed four more operations on me.” Today,
Rodríguez resides in Buenos Aires.
In the battle of the Vuelta de
Obligado, General Lucio V. Mansilla faced, saber in hand, the Anglo-French
fleet; the most powerful in the world. The combat lasted less than a day, but
no one doubts the courage of our men, and despite the defeat, we commemorate
November 20, 1845 as Sovereignty Day.
On May 30, in Buenos Aires,
with great ingratitude, Galtieri ordered to proceed with maximum harshness with
those who surrendered in Darwin, making the head of the RI 12 into mandatory
retirement and hiding the brave soldiers when he returned. The higher-ups did
not show the same harshness towards themselves.