Enojarse es de necios...
Simpatía por el demonio, Luis Caputo. Dibujo: Pablo Temes
El malestar
de Milei en la reunión de Gabinete, quedó en evidencia, fue resultado del
límite que tienen las reformas.
© Escrito
por Nelson Castro el sábado 27/01/2024 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Tal como se preveía, el paro y movilización organizado por la cúpula de la Confederación General del Trabajo el miércoles pasado, terminó haciéndole un enorme favor al Gobierno. La breve duración de la manifestación fue un indicio de la dificultad que hoy encuentra la cúpula sindical para movilizar a la gente. No fue casual que la medida de fuerza comenzara al mediodía.
Así se aseguraron que la gente estuviera en sus lugares de trabajo
y no hiciera falta transportarla en micros, lo cual no significa que no hubo
aprietes. Por eso el paro del transporte –que fue dispar–, comenzó recién a las
19. El escaso involucramiento de los intendentes peronistas del Gran Buenos
Aires debilitó la capacidad del vetusto aparato de un verdadero rejunte en el
que confluyeron estructuras enfrentadas: la Central de Trabajadores Argentinos
(CTA) siempre fue crítica de la CGT y lo mismo ocurrió con las organizaciones
piqueteras.
“Hemos escuchado a los que gritan”, dijo Caputo. ¿Recién el viernes?
Las alrededor de 100 mil personas que llegaron hasta el Congreso
fueron parte de un acto desangelado y desprestigiado. Si algo más hacía falta
para agregarle más desprestigio a esa dirigencia, fue el discurso de Pablo
Moyano –malísimo– amenazando al ministro de Economía, Luis
Caputo, con tirarlo al Riachuelo. Nada que sorprenda: es lo único
que sabe hacer. Creen que con el apriete y la prepotencia todo lo pueden.
No comprenden que hay cosas que están cambiando. Subestiman a quienes votaron
por Milei, sin advertir que mucha gente pobre lo hizo, harta de sentirse
condenada a la pobreza perenne por estos dirigentes ricos. La metodología de la
amenaza y del apriete tiene que ver con las ambiciones y necesidades de poder
de los caudillos sindicales. Es una metodología que usan cuando no gobierna el
peronismo. Las pocas explicaciones que dan acerca de por qué no le hicieron
ningún paro al kirchnerismo que se fue dejando un 150% de inflación,
tiene la endeblez de una hoja al viento. “Teníamos paritarias y había empleo”
–dijo Hugo Yasky para justificarse. Es la cantilena que usan ahora estos
dirigentes para intentar explicar lo injustificable. La verdad es que las
paritarias estuvieron fuertemente condicionadas –recuérdese que Sergio Massa
hablaba de un acuerdo paritario que no superara el 60%– y que el empleo que se
creó fue mayoritariamente estatal. La cantidad de nombramientos en el Estado
que se produjeron en el último tramo del gobierno de Alberto Fernández,
Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa fue bochornosa.
Envalentonado por lo favorecido que salió el Gobierno de esta
primera contienda contra el peronismo, Milei decidió
apretar aún más el acelerador con el proyecto de ley ómnibus pomposamente
llamado “Bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos”. Estaba
claro que esta actitud no era la más conducente a los fines de evaluar el
poderío real con el que cuenta el oficialismo en el Congreso. Pasado el
mediodía del viernes, en medio del anticipo que el mismo Milei había hecho
respecto de reformas que podían quedar para más adelante en el reportaje con
Patricia Janiot, se tomó nota de que el proyecto de ley no tenía ninguna chance
de ser aprobado.
El tema fiscal era un asunto sobre cuyo rechazo la oposición dialoguista se
había puesto firme. Los gobernadores representados por esos bloques –el
PRO, la UCR y Hacemos Cambio Federal que encabeza Miguel Ángel Pichetto– se
habían puesto absolutamente intransigentes en su rechazo. El capítulo fiscal
incluía un blanqueo de capitales, una moratoria impositiva, el adelanto de
Bienes Personales, el impuesto a las Ganancias, el cambio de la fórmula de
movilidad jubilatoria y las retenciones.
En las febriles horas del viernes, el presidente de la Cámara de
Diputados, Martín Menem –quien venía monitoreando el posible resultado de la
votación en la sesión plenaria anunciada para el martes, tuvo la certeza de que
al oficialismo le aguardaba una derrota apabullante. Tal circunstancia hubiese
significado para el Gobierno un duro golpe de consecuencias políticas y
económicas imprevisibles. “Le hubiéramos regalado al kirchnerismo la victoria
que no obtuvo en la urnas”, señaló con alivio una voz de La
Libertad Avanza luego de la conferencia de prensa de
Caputo.
No queda clara cuál ha sido la estrategia que se planteó para llegar a este
punto. Hay quienes piensan que, desde el principio, el oficialismo desplegó
esta intransigencia extrema para negociar el apoyo opositor afín. No parece una
decisión inteligente. Como tampoco fue una decisión inteligente enviar
semejante mamotreto para ser aprobado en su totalidad. El Presidente insistía
en hacer saber que ese capítulo de la ley era innegociable. Se podría haber
acordado en las conversaciones durante el tratamiento en las comisiones, lo
cual le habría evitado al Gobierno el estrépito. “Hemos escuchado a los que
gritan”, dijo Caputo. ¿Recién los escuchó el viernes a la tarde?
El enojo del Presidente en la reunión de Gabinete del jueves, en
la que dijo que si no se aprobaba la ley, “a los gobernadores no le voy a
mandar un peso”, fue producto de la dificultad que encuentra en el Congreso.
Javier Milei debería saber que enojarse es de necios. La necedad obnubila y
quita serenidad para el análisis. Es, además, una muestra de debilidad: quien
se siente fuerte no necesita enojarse.
El enojo del Presidente se dirige no sólo a los opositores y a los periodistas
que lo critican sino también a los propios. Malquistado con el ministro de
Infraestructura, Guillermo Ferraro, por haber filtrado la frase antes
mencionada, lo echó. El episodio fue la gota que rebalsó el vaso. Las cosas no
venían bien con Ferraro a quien consideraban un inoperante, porque no había
podido poner en marcha su ministerio: faltaban cubrir cargos y había
desavenencias con el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y con Caputo.
La salida de Ferraro y la disolución de Infraestructura como
ministerio para distribuir sus secretarías en el ámbito de Economía, son la
confirmación de la consolidación del poder de Caputo. El Ministerio de
Infraestructura derivaba del original Ministerio de Planificación Federal,
Inversión Pública y Servicios que entre 2003 y 2015 comandó Julio De Vido, mano
derecha de los Kirchner. Ese ministerio fue la base de la maquinaria de
corrupción puesta en marcha durante los años del kirchnerato.
Al superintendente de Salud y Servicios Sociales, Enrique Rodríguez Chiantore, lo echaron sin darle ningún motivo con un mensaje enviado por WhatsApp, una muestra de maltrato innecesario. El maltrato y el enojo son parte de la ira, que es uno de los siete pecados capitales. Resulta contradictorio que Milei, tan imbuido de conceptos religiosos, reincida en un comportamiento que, hasta aquí, le ha traído más problemas que soluciones. “La ira es una locura de corta duración.” (Horacio).
Al superintendente de Salud y Servicios Sociales, Enrique Rodríguez Chiantore, lo echaron sin darle ningún motivo con un mensaje enviado por WhatsApp, una muestra de maltrato innecesario. El maltrato y el enojo son parte de la ira, que es uno de los siete pecados capitales. Resulta contradictorio que Milei, tan imbuido de conceptos religiosos, reincida en un comportamiento que, hasta aquí, le ha traído más problemas que soluciones. “La ira es una locura de corta duración.” (Horacio).
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