Fijación de creencias…
¿Cómo puede ser que, a pesar de los múltiples errores
del Gobierno, la oposición no pueda construir una alternativa superadora? ¿Cómo
puede ser que la continua difusión de noticias negativas –por lo que la
Presidenta denomina “cadena nacional del desánimo”– no alcance para
desilusionar a quienes todavía apoyan al kirchnerismo?
En “Desacuerdo,
dogmatismo y la polarización de la creencia”, escrito por Thomas Kelly en 2008,
en The Journal of Philosophy, se explica un fenómeno llamado “polarización de
la creencia”, por el cual, lejos de que la exposición a una misma evidencia
acerque las opiniones de quienes opinan diferente, usualmente el desacuerdo
entre ellos será más pronunciado. Ambos creerán lo que ya creían, con más
confianza. La evidencia es la suma de datos e informaciones relevantes, desde
noticias en los diarios, testimonios de conocidos, datos de la realidad
observables, estudios estadísticos y teorías de algún prestigio.
Un buen ejemplo
es que los controles de precios no sirven para contener la inflación. Ayer, en
su habitualmente provocadora columna de los sábados en Perfil, el encuestador
preferido del oficialismo, Artemio López (ver en: http://e.perfil.com/latrampa), dio
evidencia de por qué los controles de precios han sido eficaces en el pasado,
contradiciendo la experiencia que tenemos todos los que pensamos muy distinto.
El ejemplo que
utiliza Thomas Kelly para explicar la “fijación de la creencia” es otro: la
controversia sobre si la pena de muerte es disuasiva de delitos graves, tema
por el cual en Estados Unidos quienes opinan diferente llevan adelante debates
interminables frente a las mismas evidencias. Todo aquel que apoye la pena de
muerte interpretará cualquier evidencia que sugiera que la pena capital no es
disuasiva como una evidencia engañosa. “Engañosa –dice Kelly– puede no ser sólo
por ser malintencionada (el ejemplo de los controles de precios de Artemio
López), sino en el sentido de que parece apoyar algo, pero en realidad no lo
hace porque hay alguna otra cosa que no sabemos que muestra que ese vínculo de
apoyo en verdad no era tal.”
Los individuos
que participaron de los experimentos que cita el texto de Kelly no le prestan
menos atención a la evidencia opuesta a lo que creen, por el contrario, le
prestan más atención. Pero algo obvio es que, en general, los individuos
tienden a detectar más falacias en argumentos cuya conclusión es contraria a lo
que creen. Algo similar podría pasar con otros casos, como detección de
problemas metodológicos en estudios estadísticos que probarían lo contrario de
lo que uno cree: “Los participantes consideraron que el estudio que ofrecía
evidencia consistente con sus creencias previas era una investigación
correctamente conducida que brindaba evidencia importante en relación con la
efectividad de la pena capital.
En contraste, descubrieron numerosas fallas en
la investigación que contradecía sus creencias iniciales”. Para ello no
precisaron “tergiversar la evidencia contraria a su posición, interpretándola
como más favorable de lo que de hecho era, vieron los hallazgos hostiles
correctamente como hallazgos hostiles. Tampoco simplemente ignoraron o
desestimaron tales resultados negativos. En lugar de eso, escrutaron
cuidadosamente los estudios que producían tales resultados inesperados y
construyeron críticas que eran ampliamente adecuadas”.
Es que sometemos
la evidencia a distintos niveles de análisis, somos más exigentes con la que
contradice nuestra creencia y mucho más permisivos con la que favorece nuestro
punto de vista. La predisposición a buscar explicaciones alternativas de los
datos no es nunca independiente de la actitud previa que tengamos hacia la
hipótesis. Y, lógicamente, cuantos más recursos cognitivos uno ponga en la
tarea de buscar explicaciones alternativas, más chances uno tiene de dar con
tales explicaciones, si de hecho hay tales alternativas, como las hay en la
gran mayoría de los temas de la vida, más en aquellos a los que se dedican las
ciencias sociales.
Si la evidencia
aparece como favorable, las personas están dispuestas rápidamente a concluir
que la explicación es correcta y a aumentar su confianza en ella como
resultado. En caso contrario, tenderán a buscar una explicación alternativa.
Volviendo al
ejemplo de los diarios que integramos “la cadena nacional del desánimo” y tomando
el caso emblemático de Clarín: tras cada nueva edición con informaciones
negativas sobre el Gobierno, a la luz de sus creencias anteriores, los
partidarios de Kirchner encontrarán cada vez más evidencia que eleve su
confianza porque el solo hecho de que lo publique Clarín “demuestra” que el
Gobierno está en el camino correcto. Del mismo modo, quienes discrepan del
kirchnerismo, si estuvieran expuestos a los mensajes positivos de 6, 7, 8 o a
la cadena de medios oficialistas, reforzarán su creencia confirmando que se
trata de un gobierno totalitario. El efecto neto es que cada sector se ve cada
vez más alejado en sus posiciones.
“El grado de
confirmación que una hipótesis adquiere de un cuerpo de evidencia –explica
Kelly– depende no sólo de características intrínsecas del cuerpo y de la
hipótesis, y de la teoría implícita que tengamos acerca de cómo funciona el
mundo, sino que depende también de la presencia o ausencia de competidores
plausibles en el campo. Por eso, la mera articulación de hipótesis alternativas
plausibles puede reducir dramáticamente el grado de confirmación que un cuerpo
de evidencia brinda a una hipótesis.”
La explicación
psicológica es que “cuando nos topamos con datos que parecen ir en contra de lo
que creemos, estamos dispuestos a destinar recursos al proyecto de generar
hipótesis rivales que expliquen dichos datos. Por otro lado, cuando nos
encontramos con evidencia que puede plausiblemente ser explicada por las cosas
que ya creemos, típicamente no destinamos recursos adicionales que promuevan
generar alternativas”.
“En un primer
momento, el tratamiento desigual de información nueva –sostiene Kelly– le
resulta a la mayoría de la gente completamente injustificado y potencialmente
pernicioso”, característico de “personas de mente cerrada e individuos y grupos
que adhieren a dogmas obsoletos. En un examen más minucioso, sin embargo, la
cuestión de cuán imparciales debemos ser al evaluar información que confirme o
refute nuestras preconcepciones es mucho más sutil y complicada, también porque
es inapropiado y erróneo ir por la vida sopesando todos los hechos de igual
modo y reconsiderando las creencias propias desde cero cada vez que nos topamos
con un hecho antagonista”.
En síntesis, se
puede ser igualmente racional y honesto, y sacar conclusiones opuestas frente a
la misma evidencia. Ahora, una vez que uno está al tanto del fenómeno de la
polarización de la creencia, sabiendo nuestra inconsciente tendenciosidad,
podemos corregirla bajando el nivel de confianza en las evidencias que benefician
nuestra posición, ejerciendo una discriminación positiva sobre evidencias
negativas. Eso ya entra en el terreno de la discusión ética.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 16/02/13 y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
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