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domingo, 17 de febrero de 2013

Cadena Nacional del Desánimo... De Alguna Manera...

Fijación de creencias…


¿Cómo puede ser que, a pesar de los múltiples errores del Gobierno, la oposición no pueda construir una alternativa superadora? ¿Cómo puede ser que la continua difusión de noticias negativas –por lo que la Presidenta denomina “cadena nacional del desánimo”– no alcance para desilusionar a quienes todavía apoyan al kirchnerismo?

En “Desacuerdo, dogmatismo y la polarización de la creencia”, escrito por Thomas Kelly en 2008, en The Journal of Philosophy, se explica un fenómeno llamado “polarización de la creencia”, por el cual, lejos de que la exposición a una misma evidencia acerque las opiniones de quienes opinan diferente, usualmente el desacuerdo entre ellos será más pronunciado. Ambos creerán lo que ya creían, con más confianza. La evidencia es la suma de datos e informaciones relevantes, desde noticias en los diarios, testimonios de conocidos, datos de la realidad observables, estudios estadísticos y teorías de algún prestigio.

Un buen ejemplo es que los controles de precios no sirven para contener la inflación. Ayer, en su habitualmente provocadora columna de los sábados en Perfil, el encuestador preferido del oficialismo, Artemio López (ver en: http://e.perfil.com/latrampa), dio evidencia de por qué los controles de precios han sido eficaces en el pasado, contradiciendo la experiencia que tenemos todos los que pensamos muy distinto.

El ejemplo que utiliza Thomas Kelly para explicar la “fijación de la creencia” es otro: la controversia sobre si la pena de muerte es disuasiva de delitos graves, tema por el cual en Estados Unidos quienes opinan diferente llevan adelante debates interminables frente a las mismas evidencias. Todo aquel que apoye la pena de muerte interpretará cualquier evidencia que sugiera que la pena capital no es disuasiva como una evidencia engañosa. “Engañosa –dice Kelly– puede no ser sólo por ser malintencionada (el ejemplo de los controles de precios de Artemio López), sino en el sentido de que parece apoyar algo, pero en realidad no lo hace porque hay alguna otra cosa que no sabemos que muestra que ese vínculo de apoyo en verdad no era tal.”

Los individuos que participaron de los experimentos que cita el texto de Kelly no le prestan menos atención a la evidencia opuesta a lo que creen, por el contrario, le prestan más atención. Pero algo obvio es que, en general, los individuos tienden a detectar más falacias en argumentos cuya conclusión es contraria a lo que creen. Algo similar podría pasar con otros casos, como detección de problemas metodológicos en estudios estadísticos que probarían lo contrario de lo que uno cree: “Los participantes consideraron que el estudio que ofrecía evidencia consistente con sus creencias previas era una investigación correctamente conducida que brindaba evidencia importante en relación con la efectividad de la pena capital.

En contraste, descubrieron numerosas fallas en la investigación que contradecía sus creencias iniciales”. Para ello no precisaron “tergiversar la evidencia contraria a su posición, interpretándola como más favorable de lo que de hecho era, vieron los hallazgos hostiles correctamente como hallazgos hostiles. Tampoco simplemente ignoraron o desestimaron tales resultados negativos. En lugar de eso, escrutaron cuidadosamente los estudios que producían tales resultados inesperados y construyeron críticas que eran ampliamente adecuadas”.

Es que sometemos la evidencia a distintos niveles de análisis, somos más exigentes con la que contradice nuestra creencia y mucho más permisivos con la que favorece nuestro punto de vista. La predisposición a buscar explicaciones alternativas de los datos no es nunca independiente de la actitud previa que tengamos hacia la hipótesis. Y, lógicamente, cuantos más recursos cognitivos uno ponga en la tarea de buscar explicaciones alternativas, más chances uno tiene de dar con tales explicaciones, si de hecho hay tales alternativas, como las hay en la gran mayoría de los temas de la vida, más en aquellos a los que se dedican las ciencias sociales.

Si la evidencia aparece como favorable, las personas están dispuestas rápidamente a concluir que la explicación es correcta y a aumentar su confianza en ella como resultado. En caso contrario, tenderán a buscar una explicación alternativa.

Volviendo al ejemplo de los diarios que integramos “la cadena nacional del desánimo” y tomando el caso emblemático de Clarín: tras cada nueva edición con informaciones negativas sobre el Gobierno, a la luz de sus creencias anteriores, los partidarios de Kirchner encontrarán cada vez más evidencia que eleve su confianza porque el solo hecho de que lo publique Clarín “demuestra” que el Gobierno está en el camino correcto. Del mismo modo, quienes discrepan del kirchnerismo, si estuvieran expuestos a los mensajes positivos de 6, 7, 8 o a la cadena de medios oficialistas, reforzarán su creencia confirmando que se trata de un gobierno totalitario. El efecto neto es que cada sector se ve cada vez más alejado en sus posiciones.

“El grado de confirmación que una hipótesis adquiere de un cuerpo de evidencia –explica Kelly– depende no sólo de características intrínsecas del cuerpo y de la hipótesis, y de la teoría implícita que tengamos acerca de cómo funciona el mundo, sino que depende también de la presencia o ausencia de competidores plausibles en el campo. Por eso, la mera articulación de hipótesis alternativas plausibles puede reducir dramáticamente el grado de confirmación que un cuerpo de evidencia brinda a una hipótesis.”

La explicación psicológica es que “cuando nos topamos con datos que parecen ir en contra de lo que creemos, estamos dispuestos a destinar recursos al proyecto de generar hipótesis rivales que expliquen dichos datos. Por otro lado, cuando nos encontramos con evidencia que puede plausiblemente ser explicada por las cosas que ya creemos, típicamente no destinamos recursos adicionales que promuevan generar alternativas”.

“En un primer momento, el tratamiento desigual de información nueva –sostiene Kelly– le resulta a la mayoría de la gente completamente injustificado y potencialmente pernicioso”, característico de “personas de mente cerrada e individuos y grupos que adhieren a dogmas obsoletos. En un examen más minucioso, sin embargo, la cuestión de cuán imparciales debemos ser al evaluar información que confirme o refute nuestras preconcepciones es mucho más sutil y complicada, también porque es inapropiado y erróneo ir por la vida sopesando todos los hechos de igual modo y reconsiderando las creencias propias desde cero cada vez que nos topamos con un hecho antagonista”.

En síntesis, se puede ser igualmente racional y honesto, y sacar conclusiones opuestas frente a la misma evidencia. Ahora, una vez que uno está al tanto del fenómeno de la polarización de la creencia, sabiendo nuestra inconsciente tendenciosidad, podemos corregirla bajando el nivel de confianza en las evidencias que benefician nuestra posición, ejerciendo una discriminación positiva sobre evidencias negativas. Eso ya entra en el terreno de la discusión ética.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 16/02/13 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 7 de octubre de 2012

7D... De Alguna Manera...


7D...


En la contratapa de ayer comparé las pérdidas de contacto con la realidad de Cristina Kirchner con la de Fernando de la Rúa. En un caso, por exceso de poder, y en el otro, por su falta. La conjunción de hechos negativos que el Gobierno viene experimentando podría deberse mucho más al aislamiento de una Presidenta encerrada en su propia soberbia –a quien ninguno de sus colaboradores se anima a frustrar– que a la proximidad del día 7 de diciembre como cree el oficialismo.

Pero el Gobierno ve detrás de cada problema la mano negra de Clarín. Según su visión, Héctor Magnetto habría organizado los cacerolazos, las preguntas de los estudiantes norteamericanos a la Presidenta, la huelga de Prefectura y Gendarmería y hasta el secuestro del testigo en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra.

Supongamos que no creen lo que dicen (aunque algunos parecen creerlo) y que asignar todos sus problemas a Clarín sea una estrategia que persigue un fin racional y conveniente para el Gobierno.

Una hipótesis sería que se trata de una buena táctica de presión a los jueces para que ni se les ocurra pensar en otorgarle una nueva cautelar a Clarín, que empañe la fiesta que el pueblo argentino está esperando para coronar épicamente el 7 de diciembre como “el día de la recuperación de la soberanía informativa”.

Pero si así fuera, el 8 de diciembre los estragos que producen la inflación, la falta de dólares, la inseguridad, el ruido de cacerolas o el malestar de las fuerzas de seguridad continuarían, y el kirchnerismo se quedaría sin el chivo expiatorio a quien echarle la culpa de todos sus males. Podría resultarle un triunfo pírrico porque, después de tanta energía colocada en ese tema, verían que cosechan muchas menos ventajas de las que esperaban, o dicen esperar.

Podría ser que realmente pensaran que los problemas perderían una parte significativa de su efecto negativo si los medios audiovisuales no los transmitieran, al quedar todos finalmente cooptados por el Gobierno. Si así razonaran, estarían asignándoles a los medios un excesivo papel en la construcción de sentido y además minimizando los cambios tecnológicos. La masificación de internet y los teléfonos inteligentes cambiaron para siempre las posibilidades de difundir y recibir información. Hace pocos días, la BBC realizó la primera transmisión en vivo utilizando como cámara un iPhone y con preguntas de los conductores del noticiero en los estudios centrales de Londres a los afectados de una inundación en Inglaterra (ver en http://e.perfil.com/Iphoneapp).

También se equivocarían si creyeran que manejando la grilla de los canales que las empresas de cable difundan (o no) –sumado a la ya existente discriminación con la publicidad oficial y la compra de medios por empresarios amigos– terminarían de cerrar el cerco de la censura. El interés de la audiencia se desplazaría hacia otros medios y los contenidos audiovisuales en internet crecerían geométricamente.


La otra hipótesis, y la más probable, es que el Gobierno especule con que el 7 de diciembre no pueda torcerle el brazo al Grupo Clarín y que, con tanto foco puesto en esa fecha, persiga victimizarse y venderle a la opinión pública que los problemas que enfrenta no son el resultado de sus crisis de gestión sino de las continuas operaciones destituyentes y antiargentinas de “la cadena nacional del desánimo”. Que la persistencia de un Grupo Clarín intacto después del 7 de diciembre, tras tanto énfasis público del Gobierno por lograr lo contrario, sea funcional al relato de que existen poderosísimas corporaciones, aun más fuertes que el propio Estado, que le impiden al kirchnerismo alcanzar la prosperidad que anhela para todos los argentinos. En vez del clásico enemigo exterior, un enemigo interior.

Repasemos los hechos de los últimos días. El kirchnerismo dice que la “familia judicial” nombró un juez contrario al Gobierno –Raúl Tettamanti– para que cubra la vacante en el juzgado que debe fallar sobre si es o no inconstitucional el artículo de la Ley de Medios que obliga a Clarín (y a los que estén en igual situación) a desinvertir. Y teme que antes del 7 de diciembre este juez tome cualquiera de estas tres decisiones favorables a Clarín: 1) un fallo definitivo que declare inconstitucional ese artículo de la Ley de Medios; 2) que conceda una ampliación de la cautelar a Clarín hasta tanto exista sentencia definitiva; o 3) ante un pedido de Clarín, que aclare que el 7 de diciembre comienza recién el año de plazo para la desinversión voluntaria y no que ese plazo termina en esa fecha, como interpreta el Gobierno.

El ministro de Justicia, Julio Alak, anunció que el Gobierno recusará a Tettamanti. Mientras dure el proceso de recusación que deberá decidir la Cámara (de la que también desconfía el kirchnerismo), Tettamanti no podrá tomar medida alguna en la causa. Lo más probable es que la Cámara rechace la recusación, porque los cuestionamientos que el kirchnerismo hace sobre las presuntas irregularidades en la designación de Tettamanti no son causales de recusación sino que deberá demostrar su subjetividad a favor de Clarín o en contra del Estado, algo difícil de probar porque este juez ya falló contra Clarín ante un pedido de la Afsca actuando como subrogante rotativo.

Y que también antes del 7 de diciembre Tettamanti quede repuesto en el cargo, supuestamente sin tiempo para un fallo definitivo aunque sí para concederle a Clarín una ampliación de la cautelar hasta la sentencia de fondo, o un dictamen que aclare que el 7 de diciembre comienza y no finaliza el año de plazo para desinvertir.

El pedido del Gobierno de recusación del juez sería para presionar sobre la Cámara y luego sobre el propio juez, con el fin de que se sientan obligados no sólo a no tener subjetividad contra el Estado sino también a demostrarlo. Y además, para ir preparando a la opinión pública ante un fallo adverso sobre la malignidad de las corporaciones.

Con la designación de Tettamanti por parte de la Cámara (un juez con fama de honesto y poco influenciable) y la unión de todos los no kirchneristas en el Consejo de la Magistratura para bloquear la designación de otro juez propuesto por el Gobierno, Clarín está mejor que en ningún otro momento desde que en mayo pasado la Corte Suprema falló colocando el límite del 7 de diciembre para la célebre cautelar.

En síntesis: el kirchnerismo insiste en que seguro el 7D cambia el país, por ignorancia o porque le conviene mantener un enemigo con el que entretener a militantes y críticos.

En la contratapa de ayer comparé las pérdidas de contacto con la realidad de Cristina Kirchner con la de Fernando de la Rúa. En un caso, por exceso de poder, y en el otro, por su falta. La conjunción de hechos negativos que el Gobierno viene experimentando podría deberse mucho más al aislamiento de una Presidenta encerrada en su propia soberbia –a quien ninguno de sus colaboradores se anima a frustrar– que a la proximidad del día 7 de diciembre como cree el oficialismo.

Pero el Gobierno ve detrás de cada problema la mano negra de Clarín. Según su visión, Héctor Magnetto habría organizado los cacerolazos, las preguntas de los estudiantes norteamericanos a la Presidenta, la huelga de Prefectura y Gendarmería y hasta el secuestro del testigo en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra.


Supongamos que no creen lo que dicen (aunque algunos parecen creerlo) y que asignar todos sus problemas a Clarín sea una estrategia que persigue un fin racional y conveniente para el Gobierno.

Una hipótesis sería que se trata de una buena táctica de presión a los jueces para que ni se les ocurra pensar en otorgarle una nueva cautelar a Clarín, que empañe la fiesta que el pueblo argentino está esperando para coronar épicamente el 7 de diciembre como “el día de la recuperación de la soberanía informativa”.

Pero si así fuera, el 8 de diciembre los estragos que producen la inflación, la falta de dólares, la inseguridad, el ruido de cacerolas o el malestar de las fuerzas de seguridad continuarían, y el kirchnerismo se quedaría sin el chivo expiatorio a quien echarle la culpa de todos sus males. Podría resultarle un triunfo pírrico porque, después de tanta energía colocada en ese tema, verían que cosechan muchas menos ventajas de las que esperaban, o dicen esperar.
Podría ser que realmente pensaran que los problemas perderían una parte significativa de su efecto negativo si los medios audiovisuales no los transmitieran, al quedar todos finalmente cooptados por el Gobierno. Si así razonaran, estarían asignándoles a los medios un excesivo papel en la construcción de sentido y además minimizando los cambios tecnológicos. La masificación de internet y los teléfonos inteligentes cambiaron para siempre las posibilidades de difundir y recibir información. Hace pocos días, la BBC realizó la primera transmisión en vivo utilizando como cámara un iPhone y con preguntas de los conductores del noticiero en los estudios centrales de Londres a los afectados de una inundación en Inglaterra (ver en http://e.perfil.com/Iphoneapp).

También se equivocarían si creyeran que manejando la grilla de los canales que las empresas de cable difundan (o no) –sumado a la ya existente discriminación con la publicidad oficial y la compra de medios por empresarios amigos– terminarían de cerrar el cerco de la censura. El interés de la audiencia se desplazaría hacia otros medios y los contenidos audiovisuales en internet crecerían geométricamente.

La otra hipótesis, y la más probable, es que el Gobierno especule con que el 7 de diciembre no pueda torcerle el brazo al Grupo Clarín y que, con tanto foco puesto en esa fecha, persiga victimizarse y venderle a la opinión pública que los problemas que enfrenta no son el resultado de sus crisis de gestión sino de las continuas operaciones destituyentes y antiargentinas de “la cadena nacional del desá-nimo”. Que la persistencia de un Grupo Clarín intacto después del 7 de diciembre, tras tanto énfasis público del Gobierno por lograr lo contrario, sea funcional al relato de que existen poderosísimas corporaciones, aun más fuertes que el propio Estado, que le impiden al kirchnerismo alcanzar la prosperidad que anhela para todos los argentinos. En vez del clásico enemigo exterior, un enemigo interior.

Repasemos los hechos de los últimos días. El kirchnerismo dice que la “familia judicial” nombró un juez contrario al Gobierno –Raúl Tettamanti– para que cubra la vacante en el juzgado que debe fallar sobre si es o no inconstitucional el artículo de la Ley de Medios que obliga a Clarín (y a los que estén en igual situación) a desinvertir. Y teme que antes del 7 de diciembre este juez tome cualquiera de estas tres decisiones favorables a Clarín: 1) un fallo definitivo que declare inconstitucional ese artículo de la Ley de Medios; 2) que conceda una ampliación de la cautelar a Clarín hasta tanto exista sentencia definitiva; o 3) ante un pedido de Clarín, que aclare que el 7 de diciembre comienza recién el año de plazo para la desinversión voluntaria y no que ese plazo termina en esa fecha, como interpreta el Gobierno.

El ministro de Justicia, Julio Alak, anunció que el Gobierno recusará a Tettamanti. Mientras dure el proceso de recusación que deberá decidir la Cámara (de la que también desconfía el kirchnerismo), Tettamanti no podrá tomar medida alguna en la causa. Lo más probable es que la Cámara rechace la recusación, porque los cuestionamientos que el kirchnerismo hace sobre las presuntas irregularidades en la designación de Tettamanti no son causales de recusación sino que deberá demostrar su subjetividad a favor de Clarín o en contra del Estado, algo difícil de probar porque este juez ya falló contra Clarín ante un pedido de la Afsca actuando como subrogante rotativo.

Y que también antes del 7 de diciembre Tettamanti quede repuesto en el cargo, supuestamente sin tiempo para un fallo definitivo aunque sí para concederle a Clarín una ampliación de la cautelar hasta la sentencia de fondo, o un dictamen que aclare que el 7 de diciembre comienza y no finaliza el año de plazo para desinvertir.

El pedido del Gobierno de recusación del juez sería para presionar sobre la Cámara y luego sobre el propio juez, con el fin de que se sientan obligados no sólo a no tener subjetividad contra el Estado sino también a demostrarlo. Y además, para ir preparando a la opinión pública ante un fallo adverso sobre la malignidad de las corporaciones.

Con la designación de Tettamanti por parte de la Cámara (un juez con fama de honesto y poco influenciable) y la unión de todos los no kirchneristas en el Consejo de la Magistratura para bloquear la designación de otro juez propuesto por el Gobierno, Clarín está mejor que en ningún otro momento desde que en mayo pasado la Corte Suprema falló colocando el límite del 7 de diciembre para la célebre cautelar.

En síntesis: el kirchnerismo insiste en que seguro el 7D cambia el país, por ignorancia o porque le conviene mantener un enemigo con el que entretener a militantes y críticos.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 6 de Octubre de 2012.

domingo, 29 de julio de 2012

Cadena nacional del desánimo... De Alguna Manera...

Cadena nacional del desánimo...

Cadena Nacional de Parola...

“No sé si les pasó desapercibido un articulito que salió ayer en La Nación –yo que soy lectora leo todo últimamente– de una reunión de la Rural con empresarios periodísticos. ‘Pucha’, dije yo, vamos a ver qué es esto: ‘La mesa directiva de la Sociedad Rural le planteó a un grupo de empresarios periodísticos su preocupación por la falta de diálogo con el Gobierno y el desencanto que enfrenta la actividad agropecuaria’. ¿Se acuerdan de aquella película de Luis Buñuel, El discreto encanto de la burguesía? Yo decía: ‘¿Cuál es el desencanto de la actividad agropecuaria?’ Números que no se pueden creer, una actividad en expansión. Voy a seguir leyendo: ‘Así lo indicó la agencia DyN’, agencia obviamente del monopolio. Yo creo que los pescaron en reunión y la blanquearon antes de que los escracharan, como les pasó cuando fueron a la Corte, ¿se acuerdan, no? Y sigue así: ‘El presidente de la Sociedad Rural, Hugo Luis Biolcati, tras el almuerzo que compartió con José Aranda de Clarín, Jorge Fontevecchia de PERFIL, Julio y Fernán Saguier y José Claudio Escribano de La Nación, en el predio de Palermo’. Como se ve, el comando en jefe de (risas) de la cadena nacional del miedo y del desánimo (aplausos) estaban reunidos; ¿de qué estarían hablando? Después sigue: ‘En el encuentro se analizaron cuestiones vinculadas con el precio de las commodities, la intervención en los mercados de granos y carnes, y también sobre la falta de contactos que mantiene el sector con el Gobierno nacional’. ¿Ustedes se acuerdan de ese dibujo animado que estaba el perro Pulgoso que se reía ‘jijijiji’, así? Y la verdad que si Pulgoso lee esto, estaría igual, riéndose. Estaban hablando seguramente de qué título nos iban a enchufar mañana, con qué nos van a salir pasado mañana, pero bueno, es un poco la prueba de cómo se manejan las cosas, de cómo la coordinación es perfecta, de cómo sale una cosa en un lado, de cómo sale otra cosa en otro. Si no te tomás esto con humor... (aplausos).”

(Cristina Kirchner, cadena nacional del miércoles 27 de julio)

* * *

Tiene razón la Presidenta: hay una cadena del desánimo. No es nacional, pero igualmente muy importante. Es cierto que existe una mirada sesgada donde el Gobierno siempre hace –y le sale– todo mal, donde por la estatización de YPF la Argentina sería condenada al infierno internacional, donde Macri siempre es una víctima, donde Moyano pasa a ser bueno por el solo hecho de oponerse al Gobierno, donde Scioli es un estratega genial y supera a la Presidenta, o donde, hasta cuando sube la soja, se rescata que no será muy importante este año porque parte de la cosecha ya fue vendida, y donde se supone todo el tiempo que estamos cerca de la implosión económica.

Pero la Presidenta se equivoca al decir que Editorial Perfil integra esa cadena, demostrando que no es verdad que lea todo, como sostuvo. Porque si leyera el diario PERFIL sabría que compartimos muchas de las mismas acusaciones a Repsol, criticamos al PRO no menos que al Frente para la Victoria, Moyano no redimió las sospechas de corrupción que le pesan por pasarse a la oposición, Scioli no salió airoso del enfrentamiento con el Gobierno nacional, y fuimos los primeros hace un mes en gritar en la tapa que el aumento del precio de la soja podía llegar a cambiar las perspectivas económicas de la Argentina. También habíamos dicho que se iba camino a la recesión y que la intervención de Moreno en comercio exterior es desastrosa pero, a pesar de todos los costos que paga el país por eso, nunca creímos en una cercana implosión de la economía.

Criticamos también su mirada militar de la economía y de casi todo en la vida: siempre la fuerza, siempre enemigos. Aprovecho: ¡qué obsesión castrense, señora! Ya en el pasado se refirió a los dueños de medios como “generales mediáticos”, y en el discurso citado se refirió al “comando en jefe de la cadena nacional del desánimo”. Sigo su ejemplo y también lo tomo con humor, preguntándome si Clarín sería el Ejército, por ser más poderoso; La Nación la Marina, por ser más conservadora; y PERFIL la Fuerza Aérea, por ser más joven y progresista.

Se equivoca también al decir sobre el encuentro en la Rural que “los pescaron y la blanquearon (...) como les pasó cuando fueron a la Corte”. La reunión fue un almuerzo en el restaurante de la Rural, donde había varias centenas de personas comiendo y nuestra mesa estaba en el centro, o sea, más público y oficial, imposible. Y respecto de “cuando los pescaron al ir a la Corte”, se refiere a la reunión con Lorenzetti de la Asociación de Empresarios Argentinos (AEA) que integran Magnetto y Saguier, pero quien “los pescó” y difundió fue precisamente Perfil.com porque uno de sus periodistas estaba en Tribunales en ese momento.
Decidí ir este año a ese almuerzo oficial de la Rural –al que por formalidad invitan a Perfil todos los años, como a otros medios, pero nunca fui personalmente–, interesado especialmente en el aumento de la soja y sus consecuencias políticas en el mediano plazo. Me quedé con la sensación de que yo le asigno más importancia al tema que la propia dirigencia rural, quizás por aquello de “en casa de herrero, cuchillo de palo” o porque no se quieren ilusionar o porque prefieren disimularlo.

A mí me parece el tema más estratégico del país. En noviembre de 2003, a poco de asumir Néstor Kirchner y cuando la soja se acercaba a los 300 dólares por tonelada, casi el doble que dos años antes, cuando la Argentina había tenido que declarar el default, escribí un texto en la revista Noticias titulado “La ‘culpa’ de todo la tiene Malthus”, por el economista inglés del siglo XIX que escribió en su Primer ensayo sobre población que “la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos”, algo que se verificó hasta comienzos del siglo XX, no así la última mitad del siglo pasado, pero regresó con más fuerza que nunca la última década, permitiéndole a la Argentina volver a soñar con ser la Arabia Saudita de los cereales en lugar del petróleo.

Ayer, el título principal de tapa del diario PERFIL fue “Prevén que la soja seguirá subiendo. Además de la sequía, causas estructurales empujan el precio”, sobre la base de una entrevista a uno de los mayores expertos mundiales, Jim Rogers, apodado “la leyenda de las commodities”, quien sostiene que la soja (y otros alimentos) no tiene techo y que en el mediano plazo podría alcanzar hasta los dos mil dólares la tonelada. No quiso comprometerse con la cantidad de años, pero es lógico suponer que mediano plazo sea menos de diez años y más de tres: el próximo período presidencial. En la nota de ayer se realizaron simulaciones de lo que sería la economía en 2013-2015 con una soja a 513 dólares, a 600, a 800 y a 1.000.

Lo opuesto al desánimo, entonces. Lo que no quita que las políticas de comercio exterior de Moreno sean muchas veces calamitosas, y la inflación, un serio problema para la economía.

* * *

Debe ser útil pintar el panorama de blanco y negro, confundir a los que critican en ciertas ocasiones con los que critican siempre. Triste en la Presidenta, quien debería saber que la política es crítica continua de la realidad. La política es un mecanismo de cambio y no de conservación. Si una sociedad se considerara perfecta, no habría lugar para la política.

La crítica es necesaria. Por eso, los periodistas, también.

© Escrito por Jorge Fontevecchia  y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 28 de Julio de 2012.