Seré de derecha entonces…
Es ridículo. Pero bien vale que alguna vez
hagamos una reflexión sobre el asunto. No para clasificarnos y ponernos una
cinta en el pecho, sino para aportar algo a un debate absurdo, arcaico y
especialmente inútil. Los orgullos vacíos, los relatos desconectados de la
realidad, y los números que explican todo.
© Escrito por Coni Cherep el domingo 27/12/2020 y
publicado en https://www.conicherep.com de la Ciudad de Santa Fe, de la Provincia
homónima de la República de los Argentinos.
«Vos sos la derecha» me dice un lector, a raíz de
una nota que escribo sobre los debates que deben darse en la oposición
santafesina. Eludo la respuesta, obvio. Del mismo modo en que eludo cualquier
debate que no me interesa. No respondo agresiones, no leo a colegas agresivos y
desenfocados, y elijo- como todos hacemos- leer, escuchar y ver lo que me
interesa. Lo que merece mi respeto intelectual. Lo que me agrega algo al
infernal debate del destino de la humanidad, en estos tiempos de pandemia y crisis
global.
Hace mucho tiempo que me ofenden las divisiones
bipolares. No comprendo cómo, algunos todavía creen que el mundo se divide
entre buenos y malos, entre progresistas y conservadores, entre héroes y
villanos.
Tampoco reconozco las clasificaciones ideológicas
de la ciencia política decimonónica, ni me planteo al mundo desde los mismos
lugares que se los podía plantear un tipo como yo en los años 60, en los 70, en
los 80 o en los 90.
El mundo ha sufrido tal transformación que
suponerse en condiciones de analizarlo desde los pobres postulados de
izquierdas o derechas, me parece tan pobre, tan insuficiente, tan errado, que
me escapo.
Claro que conservo algunos prejuicios y algunas
convicciones sobre los idearios sociales. Soy, si alguien pretende definirme
por mera curiosidad, un tipo que no encontró todavía ningún sustituto que la
democracia como mejor sistema de representación y gobierno. No hay, al menos no
está consagrada en ninguna constitución, un sistema que la supere en cuanto a
representatividad de la voluntad de las mayorías y las minorías; y tampoco en
términos de garantías para los derechos colectivos e individuales. Valoro como
supremo el derecho de los hombres y las mujeres a ser libres. No reconozco
ningún límite en el ejercicio de la libertad que no sea el delito. Y soy un
convencido, de que los delitos que no atentan contra la vida, la libertad, la
integridad, la seguridad pública y la propiedad legal de las personas, deben
ser regulados con el cuidado de no limitar indebidamente a las libertades.
Soy partidario de la presencia del Estado en la
economía. Como regulador de las asimetrías entre ricos y pobres. Soy un
ferviente defensor de la Educación pública, de la salud pública y de la
necesidad de que el Estado garantice derechos que el mercado por sí mismo no
puede garantizar. Hablo del acceso a la vivienda digna, hablo de la cultura,
hablo de la calidad del ambiente y de la igualdad en cuanto al acceso a la
infraestructura pública.
Detesto el discurso del mercado puro, tanto como
detesto a quienes en el nombre de los intereses del pueblo, arrasan con las
libertades elementales de mercado.
Me considero partidario del capitalismo humanista.
No hay otros sistemas económicos que pujen por el desarrollo. Con todos sus
excesos y sus deformaciones, que profundizan la ganancia por encima de la vida
humana y el hábitat, sigue siendo- hasta ahora- el único sistema que ha
garantizado mejores sociedades. Mejores indicadores de distribución, de acceso
a lo elemental, y de posibilidades de crecimiento individual y colectivo.
Lo otro que se probó, supuso y supone, pisotear a
la humanidad. Tanto lo que se experimenta en China, en Corea del Norte, en
Cuba, en Venezuela, o lo que significó la URSS, implican un nivel de
aniquilamiento humano y una eliminación de las expectativas de superación
individual, que no admito como precio. Ni siquiera la admito como excusa de una
presunta redistribución de la riqueza, que en ninguno de los casos mencionados,
se llevó a cabo. En esos países la pobreza crece de manera inversamente
proporcional a la concentración del poder en manos de una burocracia repleta de
relatos y mística autoritaria.
Menos aún, me acerco a los modelos monoteístas y a
los gobiernos que se definen a partir de leyes sagradas, como el islamismo. Es
increíble, pero veo a mujeres reclamando con furia la ley del aborto en nuestro
país, pero que defienden a los iraníes en los asuntos internacionales.
¿Cómo es posible, entonces, que sigamos discutiendo
si somos de derecha o de izquierda, en un mundo que no ha obtenido ninguna
solución desde ese debate falso?
¿Maduro y Kim-Jong-un son de izquierda? ¿Angela
Merkel es la derecha? ¿En qué categoría ponen a Putin o a Trump? ¿Tengo que
preferir liderazgos personalistas, carentes de programas y basados en la promesa
de que el líder quiere un mundo mejor?
Vaya locura. Si tengo que elegir entre Merkel y
Maduro, elijo a Merkel. Y en ese caso, claro, seré de derecha.
El estropicio del mundo, ahora interconectado a
velocidades lumínicas, no se puede resolver con agendas viejas y calcomanías.
No lo resuelve la mística, ni un conjunto de frases armadas sacadas de libros
de literatura. Adoro a Galeano, pero era un escritor, no un politólogo. Amo
profundamente la obra de Saramago, pero le creo más a Bunge. Lloré a Diego Maradona,
pero debimos valorar de la misma manera a Favaloro.
No se trata de clasificaciones, no. Se trata de
entender que al mundo lo van a resolver estadistas, no chantas. Que al mundo lo
van a resolver seres responsables que estén pensando en el futuro del mundo, no
de sus causas judiciales. Que la ciencia, la cultura, la educación, la
inversión en investigaciones que provean soluciones nuevas, son las únicas
herramientas fuertes sobre las que debe pararse la política para ofrecer un
destino menos oscuro, menos apocalíptico.
¿Cómo entonces, todavía, hay quienes en el
protagonismo de la misma política, se plantean el abordaje a semejante
complejidad desde la estupidez de «vos sos la derecha»? ¿De qué me hablan? ¿Cuál
fue el último libro de ciencia política o cual fue el último ensayo filosófico
que leyeron? ¿En qué etapa del proceso de aprendizaje de la realidad están los
militantes que insisten con definir a los ciudadanos que pensamos por nuestra
propia cuenta y bajo paradigmas que pensamos todos los días, para arrojar como
verdades sagradas, calificativos medievales como «apátridas», «Cipayos», o
palabrejas de ese tipo?
Yo sigo creyendo en la política como única solución
para los problemas colectivos. Pero me desentiendo de la tilinguearía de los
procesos que sólo quieren llegar al estado, para después no hacer otra cosa que
culpar al anterior, y agravar toda la situación.
Cuando hablamos de «modelos», nos empeñamos en
discutir la pintura del auto, y nunca, pensamos en las necesidades de mejorar
el motor, de ahorrar combustible, de cambiar los neumáticos, de hacerles los
services adecuados, de cuidar el funcionamiento de los frenos. No, nosotros
discutimos la pintura del auto, y perdemos nuestro precioso tiempo en levantar
banderas con rostros de personas que no transformaron nunca nada. Salvo sus
patrimonios personales.
No se trata de ser de derecha o de izquierda. No se
trata de ser o no peronista- una discusión agotada, por la inclasificable
naturaleza de Perón y las mil caras del peronismo- no se trata de ser buenos o
malos, de estar a favor o en contra de nada ni de nadie, ni de marcar surcos
que nos dejan en paz con nuestras «convicciones» nacidas de documentos
redactados en reuniones de militancia de facultad, o en unidades básicas o
comités…
La ligereza, la pobreza, la insuficiencia de
nuestros debates nos define. No somos ni de derecha, ni de izquierda. Somos una
sociedad en crisis sumergida en un mundo en crisis, que cambió mucho más rápido
que la capacidad de nuestros dirigentes.
No es por allá o por acá. No hay destino
predeterminado, y el «hombre nuevo» se murió de viejo.
No pido que no me clasifiquen, claro. Ese es un
asunto del que lo hace, no mío. Y yo por suerte, manejo los silenciamientos de
la manera más efectiva que puedo, para no intoxicarme aún más.
Lo que pido, si, es que hagamos un esfuerzo por
comprender que somos una sociedad que fracasó en el intento de ser mejores. Que
en 1984, cuando asumió Alfonsín, distribuía 800 mil cajas PAN, y que 36 años
después, tiene 14 millones de Planes sociales, con más de la mitad de su pueblo
bajo la línea de pobreza. Un tercio de este tiempo, fue bajo gobiernos
de la supuesta «izquierda peronista, populista», el otro tercio bajo «la
derecha peronista», seis bajo coaliciones de «derecha liberal» y sólo seis,
bajo un gobierno socialdemócrata. ¿Y la socialdemocracia es la que fracasó?
Eso no es responsabilidad de la dictadura, sino de
las políticas públicas que se llevaron adelante. Y que son adjudicables
proporcionalmente a todas las gestiones públicas. Por «derecha» o por
«izquierda».
Si no entendemos eso, si seguimos buscando
soluciones en la mística y no en la formación, no tengo dudas de que el futuro
será peor.
Por cómo va el mundo, claro. Pero nuestro país, aún peor.