domingo, 20 de octubre de 2013

“Mecachendié”... De Alguna Manera...

De Herminio a Cabandié...

“Mecachendié” Juan Cabandié. Dibujo: Pablo Temes

Con treinta años de diferencia, dos imágenes de campaña son síntesis de la descomposición política. El estilo extractivo.

Hay una matriz común entre aquel ataúd que quemó Herminio y este video que incendió a Cabandié. 

Ninguno de esos hechos por sí solo fue ni será el responsable de sendas derrotas electorales de trascendencia histórica. Pero ambos acontecimientos mediáticos tuvieron la virtud de resumir en unos minutos multiplicados en millones de pantallas las peores prácticas de un peronismo en crisis y rumbo a una paliza en las urnas.

En 1983, el justicialismo, representado en la boleta por Italo Luder-Deolindo Bittel, sufrió el primer fracaso de su vida en comicios libres y sin proscripciones. Pero la victoria de Raúl Alfonsín, que tuvo que refundar la República después del terrorismo de Estado, no fue gracias al cajón que Herminio Iglesias prendió fuego envuelto en los colores de la Unión Cívica Radical y que provocó el repudio de la mayoría de los argentinos. Tal vez esa bravuconada de barra brava haya actuado como catalizador de un espíritu nacional que levantaba las banderas de la paz y la democracia y que rechazaba todo tipo de autoritarismo y violencia.

Hoy, en octubre de 2013, a treinta años de aquellos hechos, un video filmado con el humilde teléfono de un gendarme, ocupó ese mismo lugar simbólico. Sintetizó muchos de los motivos por los que más de 6 millones de personas que votaron a Cristina Fernández en 2011 le van a retirar ese apoyo dentro de ocho días. Es que pudo verse al desnudo, y sin el maquillaje del relato, a Juan Cabandié con una actitud mentirosa reiterada y con la soberbia maltratadora del dedito levantado que provocó el hartazgo por la profanación de las banderas de los derechos humanos para utilizarla hasta para zafar de una multa de tránsito.

Idéntica reflexión política: nadie podrá decir que el cristinismo recibirá un castigo mayor al de las PASO “por culpa” de Cabandié. Sería injusto con el muchacho camporista y de un simplismo ramplón para interpretar las demandas de las corrientes más profundas y masivas del subsuelo sublevado de la Patria.

El tristemente célebre video, igual que el cajón de Herminio, será recordado como el cartel luminoso que anticipó la debacle que se venía.

El peronismo de aquellos tiempos se tuvo que bajar del caballo de la altanería que le daba su condición de invicto en las elecciones y lo obligó a una renovación liderada por Antonio Cafiero que, mediante inéditas internas, parió la candidatura de Carlos Menem.

El cristinismo de estos tiempos estará obligado a confrontar con otra renovación que en sus formas más contundentes propone un cambio generacional con la revolución de los intendentes que lidera Sergio Massa.

Luder no supo, no pudo o no quiso interpretar los reclamos de castigo a los culpables del genocidio y tuvo que cargar con gremialistas colaboracionistas de los militares y con la ausencia de una Juventud Peronista que había sido sepultada en las catacumbas de la dictadura.

Cristina no sabe, no puede o no quiere escuchar el mensaje de los caceroleros de clase media urbana del 8N, los trabajadores organizados en la CGT de Moyano, los productores agropecuarios estigmatizados y marginados de todo diálogo, la Corte Suprema, que pone límites constitucionales, o el periodismo, que siempre debe mostrar lo que el poder quiere ocultar.

Por eso Luder perdió y por esto Cristina perderá. La historia dirá si el kirchnerismo será cuestión del pasado, como el menemismo o el duhaldismo, o podrá reciclarse con Sergio Urribarri al gobierno y Cristina al poder o como gobernadora de la provincia de Buenos Aires. O si Daniel Scioli no será el chivo expiatorio al que obligarán a poner la otra mejilla después de la victoria de Sergio Massa. O si De la Sota no podrá reagrupar al peronismo histórico y federal para pelear también en 2015. Ese capítulo aún está por escribirse y tendrá que ver con los porotos que cada uno coseche el domingo 27 y de qué manera se generen los nuevos liderazgos.

James Robinson, el economista de Harvard coautor del exitoso libro Por qué fracasan las naciones no tiene la menor idea de estos avatares y entretelas del peronismo. Pero el instrumento de análisis que propuso en la apertura del Coloquio de Idea puede ayudar a comprender los errores no forzados de un cristinismo que dilapidó un poder político que nadie había logrado desde la restauración democrática. Simplificando al máximo, Robinson plantea que hay dos tipos de sociedades. Las “extractivas”, que se caracterizan por instituciones políticas elitistas que sólo sirven para conservar el poder en pocas manos, y las “inclusivas”, que multiplican los derechos, que fomentan la innovación y progresan destruyendo lo viejo para abrirle paso a lo nuevo.

Cristina se ve a sí misma como una líder “inclusiva” que, con la asignación para hijos mal llamada universal, la revalorización de la ciencia y la política y el matrimonio igualitario, entre otros aciertos, marca un camino de vanguardia. Pero en realidad, su estilo es “extractivo”, como la economía de Santa Cruz, en donde sembraron su proyecto político y personal de poder y dinero. Sus ilusiones de reelección eterna y control absoluto de la Justicia y los medios ( que en su provincia lograron) y la persecución permanente a la disidencia y el pensamiento diverso, tanto adentro como afuera de su espacio, dibujan un gobierno con mayor lealtad que eficiencia. Y catapultan a los primeros planos una casta de millonarios corruptos y amigos que necesitan un coro de obsecuencia vertical que no cuestione nada. Por eso aquellos cantos de sirena progresista y revolucionaria se fueron transformando en un comando que custodia el poder de una minoría, que lo ejerce con mano dura y que se quiebra cuando el liderazgo desaparece por muerte, como Néstor, o por una momentánea ausencia, como Cristina. 

Al gobierno le cuesta salir del pantano que él mismo construyó para protegerse. Dinamitó demasiados puentes. Levantó muchas trincheras. El escándalo de un simple video no hizo más que iluminar las oscuridades de una conducción “extractiva” que chupa la sangre de las provincias y la producción, que ya todos conocen y que castigan en las urnas. 

No fue Herminio, fue Luder. No fue Cabandié, es Cristina.


© Escrito por Alfredo Leuco el sábado 16/10/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Tragedias e impunidades... De Alguna Manera...


Sin políticas de Estado…

La semblanza de la sospecha. Dibujo: Pablo Temes.

El accidente en Once y las sombras de los narcos reflejan temas cruciales que no se toman en serio. ¿Hasta cuándo?

En Olivos, la Presidenta cursa su convalecencia sin ninguna complicación. Es una muy buena noticia. Nada de diarios, nada de noticieros, nada de problemas para Cristina Fernández de Kirchner, orden médica que sus hijos Florencia y Máximo se encargan de hacer cumplir a rajatabla. Por eso no se le informó sobre el nuevo accidente ferroviario ocurrido ayer en Once. Y estuvo bien que así haya sido. La ausencia pública de la jefa de Estado, unida al natural impacto que produjo su enfermedad, le ha reportado una mejoría a su imagen ante la opinión pública. Es una mejoría que le ha traído algún beneficio mínimo a Martín Insaurralde. El intendente de Lomas de Zamora y primer candidato a diputado nacional por el FpV en la provincia de Buenos Aires lucha a brazo partido para revertir un resultado que lo deja al kirchnerismo sin futuro de poder.

En realidad, la campaña se la ha cargado sobre sus espaldas Daniel Scioli. El gobernador bonaerense, hasta ayer nomás denostado por el kirchnerismo, está haciendo lo imposible por remontar una cuesta difícil. Y ahí va, entonces, de inauguración en inauguración de muchas obras ya inauguradas y de anuncios y promesas, algunas de ellas de dudosa concreción. Así, Scioli ha pasado de ser un traidor vapuleado desde el círculo áulico que rodea a la Presidenta a un leal de toda la vida. Nunca más cierto aquello de que la necesidad tiene cara de hereje.

En este derrotero de una campaña tan pobre como tantas otras del pasado, el gobernador no ha dudado en adherir al sistema de premios y castigos que el kirchnerismo usa con quienes no le son adictos. Eso es lo que se está viendo, por ejemplo, con la distribución del personal de Gendarmería asignado a realizar tareas de policía. Para los municipios K hay mucho; para los otros, la nada misma.

En el medio de esta lucha apareció el video de Juan Cabandié del que ya no se sabe cuántas versiones hay. Atravesados por ese fárrago del vale todo, lo que sí se sabe es que hay cuatro hechos ciertos: la frase “yo me banqué la dictadura” pronunciada por el legislador porteño como estandarte de un pretendido escudo de indemnidad –la palabra justa es impunidad– según el cual en nombre de ello la persona se siente con derecho a estar por arriba de todo y de todos; la utilización de la palabra “correctivo” para sancionar a la agente municipal que estaba cumpliendo su trabajo, concepto que retrotrae al lenguaje siniestro de la dictadura; el llamado a Martín Insaurralde, primero negado, en busca de una protección de privilegio; y el hecho de que a la agente Belén Mosquera la echaron.

En el Gobierno se enojan porque es evidente que quien acercó el video a los medios lo hizo con la intención de dañar la candidatura de Cabandié y complicar, a la vez, la de Daniel Filmus. ¿No hizo el Gobierno lo mismo con Francisco De Narváez en la campaña de 2009 con una denuncia por medio de la cual intentó vincularlo a la ruta de la efedrina y al triple crimen de General Rodríguez? La diferencia es que en el caso de De Narváez la denuncia resultó ser falsa mientras que en el caso de Cabandié, el hecho existió. Y ahí está el problema para el kirchnerismo.

El accidente en la estación de Once desnudó otra vez el estado de precariedad de los ferrocarriles. Como siempre, el oficialismo ha salido a victimizarse y a culpar a otros. Otra vez, pues, se ha desempolvado la hipótesis del complot. Lo que no llega a comprender el Gobierno es que el deterioro del servicio es una penuria que los pasajeros padecen todos los días. Según narraron varios pasajeros, el tren que ayer siguió su marcha venía teniendo problemas de frenado en varias estaciones. ¿Nadie avisó de esto? Por otra parte, y siguiendo la teoría conspirativa oficial, cabe preguntarse si el Sarmiento está tomado por un grupo de maquinistas suicidas a los que el Gobierno no puede controlar o es que está copado por un grupo de saboteadores que se mueven impunemente por sus talleres sin que nadie los pueda identificar. ¿No será, tal vez, que muchos de los anuncios de mejoras en el Sarmiento son un bluf?

Otro hecho grave de la hora estuvo dado por el atentado que sufrió en su casa el gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti. Le tiraron a matar y, de hecho, lo pudieron haber asesinado. El origen de este acto propio de sicarios es uno: el narcotráfico. A los pocos días apareció una amenaza contra la vida del mandatario provincial. Si a este episodio le sumamos el hecho que se produjo en Córdoba, con el desbaratamiento aún en curso de investigación de una red de narcopolicías, tendremos la idea cabal e inquietante del avance vertiginoso del narcotráfico. La reacción del gobierno nacional, intentando utilizar el atentado para dañar la imagen de Bonfatti, ha sido la peor posible. Parece mentira que no haya desde la Casa Rosada una comprensión de la dimensión de este problema, que exige un trabajo codo a codo y sin fisuras de toda la dirigencia política. Es esta una cuestión primordial que debería generar políticas de Estado consensuadas y sostenidas. Si esto no se logra, nuestro país corre el riego serio de quedar a merced de estas bandas de mercenarios y sicarios. Es lo que ya ocurre en varios lugares en los que la ausencia del Estado es creciente, y como tal, ominosa. No hace falta irse lejos para comprobarlo.

Basta escuchar los testimonios de los curas villeros que, con sus conductas heroicas y en soledad, son el único freno al accionar de esas bandas que se saben impunes y que, de prosperar, harán de la Argentina un lugar invivible.

¿Tan difícil es darse cuenta de ello?

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 20/140/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Amores y odios... De Alguna Manera...

Amores y odios...

Scioli, Tinelli e Insaurralde en la tapa de ayer de Perfil. 


Resultaba paradójico ver el viernes C5N transmitiendo en directo la inauguración del cine que Tinelli le donó a su ciudad natal y el ninguneo de ese acto en TN o El Trece, siendo Tinelli la principal figura del Grupo. Es que la inauguración del cine de Bolívar fue una especie de pre acto de cierre de la campaña electoral kirchnerista, porque asistieron Scioli e Insaurralde más parte del gabinete del gobierno nacional.

Para ir, Insaurralde faltó al debate de los candidatos a diputados en el Coloquio de IDEA –donde sí participaron Massa, Stolbizer y De Narváez–, y así pudo tener su foto con Tinelli. También resultaba paradójico que uno de los principales patrocinadores del Coloquio de IDEA fuera, justamente, Cristóbal López.

Pero el lunes 28 cambiará todo. Scioli volverá a ser valorado por Clarín y La Nación, Massa comenzará a no ser infalible y la economía no estará por explotar porque sea inminente que la inflación se dispare como en Venezuela o el dólar blue se vaya a 15 pesos antes de fin de año.

¿Qué habrá pasado para entonces? Nada más que las elecciones ya habrán concluido y todo el daño que electoralmente se le pudiera hacer al kirchnerismo ya habrá sido producido. Existirán otros daños, claro, pero habrá cambios respecto de Scioli, quien muy probablemente deje de ser “forro” o “felpudo” para los anti K.

La semana pasada, al terminar el reportaje a Scioli para la edición de Perfil en la que se publicó la encuesta que indicaba que la imagen positiva de la Presidenta había mejorado ocho puntos y la diferencia entre Massa e Insaurralde se había achicado a siete, Scioli me preguntó: “¿Cómo puede ser que ustedes (por Perfil) hayan sido los únicos que desde el mismo momento en que se lanzó Massa vieran que mi decisión de no formar una alianza opositora con Massa y Macri no era un error político?”. Y sin dejarme responder, agregó: “Quiero agradecerte mucho esa actitud”. Le dije: “Primero no agradezcas, que ya nos vas a odiar más que a nadie si llegás a ser presidente porque te vamos a criticar igual que a todos los presidentes. Segundo, que hayamos escrito que tenías más posibilidades de ser presidente no habiendo hecho esa alianza con Massa que habiéndola hecho no es fruto de ninguna capacidad de análisis especial, sino simplemente de que nuestros pensamientos no están guiados por odios”.

Odios que, desgraciadamente, sí tiene parte de nuestra audiencia que se expresa por Twitter. Por ejemplo, @savjiv escribió: “me había preocupado al leer perfil y q insaurralde sube pero segui leyendo termine en fontevecchia, ahí me calmé, entendí todo”. Más elegante, @namiojorengueki agregó: “el putito @Fontevecchia creo que elogia a la yegua porq l gustaria ser una puta reventada como ella..ja ja”. Y @CesarChv1959 remató: “@Fontevecchia no se si es K pero se alquila barato, si?”. ¿Qué habrán pensado los autores de estos comentarios al ver los mismos resultados de la encuesta publicada por PERFIL una semana después en Clarín y La Nación?

Dictadura de la audiencia. Otro tuit permite ingresar en algo más permanente y de fondo, que son las redes sociales como nuevo sujeto político: @let0401 escribió: “lo de @Fontevecchia es una pelotudez, lo de Mempo es terrible llamado a la censura”.

Mempo Giardinelli, reconocido escritor traducido a más de veinte idiomas, quien vivió en México durante la dictadura (su primer trabajo al regresar del exilio en 1983 fue en Editorial Perfil), tuvo la ocurrencia de escribir una carta al diario La Nación solicitando que no se publicaran los comentarios ofensivos de la audiencia. Decía en uno de sus párrafos: “Esta carta quiere exhortarlos a ustedes a que discontinúen esos foros supuestamente democráticos en los que se fomentan la vulgaridad, el resentimiento y el odio militante. Y donde se mezclan amenazas de muerte, cobardes deseos criminales e infundios y groserías de todo tipo, y para colmo mal escritos. Los textos malsanos que con fuertes extravíos gramaticales es capaz de redactar esa caterva de forajidos verbales que La Nación prohíja, son, en realidad, verdaderas heces gramaticales que ustedes publican a diario bajo ese título eufemístico: ‘Comentarios’”.

La carta tenía otras consideraciones sobre la línea editorial de La Nación, que al no ser difundida por ese diario la publicó completa Página/12 el domingo pasado. Pero, en defensa del diario La Nación, hay que decir que Perfil.com también padece lo que en palabras de Mempo son “deposiciones lingüísticas entre los comentarios”.

¿Pero qué les pasa a los lectores que no pueden recibir sin enojarse siquiera la información de que mejoró la imagen de la Presidenta por su enfermedad o de que Insaurralde redujo su diferencia con Massa?
 
Las redes sociales, con su beneficiosa exponenciación de las herramientas comunicativas, generan como efecto secundario no deseado una especie de dictadura de la audiencia que influye sobre los periodistas que son naturalmente sensibles a las críticas que reciben de su público.

Hace pocos años se corporizaban en algunas decenas de llamados telefónicos a las radios quejándose; hoy, los periodistas que están al aire reciben en instantes toneladas de comentarios por redes sociales y en los muros de los medios, que resultan una forma de abucheo virtual que genera autocensura.

No estoy pidiendo que se censuren esos comentarios, sino promoviendo que los periodistas no nos sintamos influidos por esas críticas. Es cierto que vivimos una época de revalorización de los comentarios: los sitios web de turismo o restaurantes destacan el mérito de que son los propios usuarios los que conforman el ranking con “opiniones objetivas”, experiencias que resultan una gran guía a la hora de viajar o de salir, pero cuyo valor no es trasladable a la tarea periodística.

Si para “satisfacer al consumidor” los medios alimentamos el odio que cada bando tiene dándoles sólo noticias deseadas por ellos, estaremos prestando un pésimo servicio a la audiencia y a nuestra profesión porque el periodismo debe ser independiente no sólo de los poderosos, sino también de la histeria de su audiencia, que también es muy poderosa.


© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 20/10/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.