martes, 2 de octubre de 2012

Simbiosis... De Alguna Manera...


Simbiosis...


Si la Presidenta es capaz de decirle a un estudiante norteamericano de 20 años que ella tiene contacto frecuente y abierto con los periodistas de este país es porque la mentira es incontenible y sistémica. Lo hizo al pasar por lo que la seduce, las aulas universitarias norteamericanas, justo ella, que ni de casualidad pisaría como presidenta una facultad en la Argentina para someterse a preguntas de los estudiantes. Si le miente a un chico y en la cara, ¿por qué no podría decirse que en eso consiste su metodología cotidiana, en todo y para todo?

El Gobierno mintió descaradamente cuando yo revelé en este diario que Cristina Fernández de Kirchner autorizaba y propiciaba un armisticio con la República Islámica de Irán. En estas mismas páginas conté la historia con lujo de detalles. Vale la pena reproducirlas, porque allí di detalles de lo que la Casa Rosada desmintió una y otra vez. La nota del 26 de marzo de 2011 (http://www.radiojai.com.ar/online/notiDetalle.asp?id_Noticia=54402), revelaba que la Argentina y el régimen de Irán negociaban en la clandestinidad, por lo menos desde enero de 2011, con apoyo explícito del régimen de Siria, sostenido principalmente entonces y ahora por Teherán. Más detalles y revelaciones aporté en mi segundo informe, el 23 de junio de 2011 (http://www.perfil.com/ediciones/2011/7/edicion_592/contenidos/noticia_0014.html
Al blanquear ahora que, efectivamente, quiere “dialogar” con Irán, la Presidenta vuelve a violar groseramente la verdad, como si presumiera estar protegida por una eterna indulgencia. Héctor Timerman pretendió, con su gruesa torpeza, desasociarse de mi revelación de marzo de 2011, acusándome de “seudoperiodista”.

Inútil detallar aquí su triste peripecia por los medios de comunicación. Aquel informe mío fue puro periodismo. Entonces, como ahora, el Gobierno mintió. Sencillo e incontrovertible, tan evidente como el aval presidencial al embajador criollo de Irán en la Argentina, Luis D’Elía, cuando presentó a su partido Miles en el Luna Park acompañado del encargado de negocios y máxima autoridad de la representación de Irán en Buenos Aires, Sayed Alí Pakdaman (http://www.infobae.com/notas/571910-El-piquetero-DElia-lanzo-su-partido-politico-junto-a-representantes-iranies.html), junto a Carlos Tomada, Martín Sabbatella, Hugo Yasky, Jorge Coscia, Juan Carlos Dante Gullo y Gabriel Mariotto, entre otros (http://www.partidomiles.org/2011_03_01_archive.html).

Las mentiras como herramienta de Estado son el método predilecto del Gobierno en su zigzagueante y turbia conducta para con la comunidad judía, Israel y los organismos internacionales. Este diario ha revelado que el embajador argentino en Siria desde 2009, Roberto Ahuad, había declarado en 2008 que “Israel es un Estado terrorista y genocida” y que en enero de ese año participó de una marcha de repudio frente a la delegación israelí en Buenos Aires, junto a Luis D’Elía, de quien Ahuad dijo estar “orgulloso” porque tuvo “la valentía de desafiar al lobby sionista”. En medio de la guerra entre Hezbollah e Israel en 2006, Ahuad dijo que “el Estado de Israel aplica el terrorismo de Estado como lo hacía la dictadura argentina” (Facundo F. Barrio, “Roberto Ahuad, embajador en Damasco: con Al Assad, Siria impulsó una línea de apertura y tuvo un gran desarrollo”, PERFIL, 6 de agosto de 2011).

Similar receta de mentiras le sirvió a la Presidenta para enunciar en la Asamblea General de las Naciones Unidas que le gustaría aplicar con Irán lo que bautizó inopinadamente como “doctrina Lockerbie”. Se refería la pequeña localidad escocesa sobre la que el 21 de diciembre de 1988 cayó un gigantesco Boeing 747 de Pan Am, tras estallar a bordo una poderosa bomba colocada por terroristas enviados por el régimen de Muamar Kadafi, con un saldo de 270 muertes. En abril de 1990, Kadafi entregó a dos agentes de sus servicios a la Justicia de Escocia, asumiendo la responsabilidad de Libia. Uno de ellos fue condenado a cadena perpetua en enero de 2001 por tres jueces escoceses. Lo que la Presidenta llama “la doctrina Lockerbie” no existe. El juicio de Escocia contra los terroristas se desarrolló en Holanda sólo para apaciguar los ánimos en una sede neutral, pero los magistrados eran escoceses y el único condenado (Abdelbaset al-Megrahi, jefe de seguridad de Libyan Arab Airlines) permaneció ocho años y medio en una cárcel de Escocia. Murió este año, tras ser liberado en 2009 cuando se le diagnosticó cáncer.

¿Qué “doctrina” Lockerbie? ¿Cuándo reconoció Irán su responsabilidad en el ataque a la AMIA de 1994? ¿Aceptaría la teocracia de los ayatolás que jueces argentinos juzgaran a los imputados iraníes y que la condena fuera servida en una cárcel argentina? ¿Qué significa y para qué sirve “dialogar” con un país que explícitamente niega toda responsabilidad en aquella matanza en suelo argentino? ¿De qué “dialogan” el gobierno de un país que acusa a funcionarios de otro gobierno de un crimen atroz, si los imputados se niegan a asumir su responsabilidad? ¿Dialogar con un régimen de esa calaña no es una forma explícita de tender un manto de impunidad definitiva sobre aquellos 85 crímenes de 1994?

Pero al margen de esta impunidad, lo relevante es la mentira como concepto, la praxis ya habitual de destrozar la veracidad con falsedades, ya sean sobre el costo de vida, la negociación con Irán o las supuestas conferencias de prensa que dice dar una presidenta que sólo habla, y a duras penas, ante auditorios extranjeros. Richard M. Nixon fue el único presidente norteamericano que renunció a su cargo acusado de mentiroso. Watergate fue eso. Tras ganar las elecciones de 1972, en las que el republicano obtuvo 60,7% de los votos contra el 37,5 % del demócrata George McGovern, se fue humillado dos años después. La famosa investigación periodística demostró que Nixon mandó a hacer espionaje en el Comité Nacional del Partido Demócrata durante la campaña de 1972. Tras negar su responsabilidad, la Corte Suprema lo obligó a entregar grabaciones que comprobaban que él había sido quien decidió encubrir y desviar la investigación. Renunció el 8 de agosto de 1974, antes que someterse a un “impeachment” (juicio político).

A Nixon, que era el hombre más poderoso del mundo y aseguraba que “la mentira forma parte del arte de la diplomacia”, su país lo condenó por mentir. ¿Sería factible en la Argentina que una colosal carrera política fuese tronchada por mitomanía incurable? Difícil, en un país cuyo juego de naipes esencial es el truco. Pero quién sabe.

© Escrito por Pepe Eliaschev y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 30 de Septiembre de 2012.



¿Que es Simbiosis?

Simbiosis: Interrelación continua de diferentes organismos. De manera primaria para beneficio de uno de los individuos se describe como parasitismo, una interrelación en la que el huésped otorga el beneficio principal al parásito

Simbiosis: Relación entre dos o más organismos en la que hay un beneficio mutuo

Simbiosis: Relación mutuamente reforzante entre dos personas dependientes entre sí

Simbiosis: Forma de vida caracterizada por una estrecha asociación entre organismos de diferentes especies, habitualmente en una relación mutuamente beneficiosa.

Simbiosis: Asociación de individuos animales o vegetales de diferentes especies, en la que ambos asociados o simbiontes sacan provecho de la vida en común.

Simbiosis, otra manera de ver las dependencias y coodependencias que tenemos hacia objetos y/o personas, buenas o malas, aceptadas por unos y tachadas por otros; algunas un tanto obsesivas o viciosas... 

Simbiosis es, repito, una visión personal de ver esto que se llama Sociedad.

lunes, 1 de octubre de 2012

Harvard fue La Matanza... De Alguna Manera...


Cuando Harvard fue La Matanza...


Las dos charlas que la Presidenta tuvo con alumnos de las universidades de Georgetown y Harvard no se destacaron por las definiciones políticas concretas que dejaron –más bien todo lo contrario–, pero han servido para marcar los límites de un estilo de comunicación política que al kirchnerismo le había resultado tremendamente eficaz.

Ese estilo, inaugurado por Néstor Kirchner y corregido y aumentado por Cristina Fernández, puede sintetizarse como el de la “presidencia inmediata”. Una presidencia en la que el Gobierno se comunica directamente con la gente, sin tipo alguno de intermediarios (mediáticos, políticos u organizativos), que en su peculiar visión “sólo podrían distorsionar lo que quiere transmitirse”.

Gracias a esa estrategia, el kirchnerismo convirtió la política en una disputa comunicativa por la “legitimidad del mensajero” y no por la “veracidad del mensaje”, que descentró del debate público a los políticos opositores, haciéndolos aparecer como personeros de los “intereses privados de las corporaciones mediáticas”.

Sin embargo, esa estrategia comunicativa dependía de una utopía sociológica: una perfecta comunión entre la gente y el Gobierno. Un simulacro de armonía total que funcionó mientras las movilizaciones fueron sólo oficialistas y del otro lado no había más que silencio. Sin embargo, la emergencia en este último mes de demandas “colectivas” y “espontáneas” ha puesto en jaque la eficacia de la “presidencia inmediata”.

Dos fueron los acontecimientos que, sucedidos con pocos días de diferencia, han sumido al dispositivo comunicacional del Gobierno, central en su estrategia política, en una profunda crisis. Uno fue la multitudinaria e inesperada participación de la “gente” en el cacerolazo del jueves 13 que reclamó con éxito eso de “si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está”; el otro ocurrió lejos y protagonizado por un actor político tan impensable como puede serlo un inofensivo grupo de estudiantes de posgrado de dos prestigiosas universidades estadounidenses.

Las preguntas de los alumnos de Georgetown y Harvard fueron letales precisamente por que expresaron inquietudes, interrogantes y demandas que muchos de los argentinos hubieran querido formularle en persona a la Presidenta.

Más allá de la nacionalidad de esos “chicos”, más allá de formar parte de una “élite” estudiantil internacional, la queja de la Presidenta de que sus preguntas fueran más para la “Universidad de La Matanza que para la Universidad de Harvard” reveló su incomodidad política ante lo que no podía estar sucediendo, una vez más. Que lo “inmediato” se volviera en contra de la “presidencia inmediata” y que la “gente” fuera crítica de un “Gobierno de la gente”.

Todo cuando ya parece muy tarde para el kirchnerismo revalorizar esas mediaciones clave que en una democracia –y pese a la virtualidad imperante– siguen siendo los partidos, el periodismo y las organizaciones sociales.

© Escrito por Luis Tonelli, Politólogo y Director de la carrera de Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA)  y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 30 de Septiembre de 2012.


No quiere escuchar… De Alguna Manera...


No quiere escuchar…


¡Tema 1! ¡Tema 2! Presidenta Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

Intimidades de su llegada a Harvard. Contradicciones y reacciones destempladas. La ausencia de “estadismo”.

Ocurrió una tarde de 2011 en la Universidad de Salamanca. Estaba allí dando clases Alberto Fernández como profesor visitante de Derecho Penal. Se le acercó entonces un estudiante argentino, quien le dijo que su hermana, que estaba haciendo un posgrado en Harvard, quería contactar a la Presidenta para invitarla a disertar en la Facultad de Gobierno. El ex jefe de Gabinete se mostró abierto a colaborar y le indicó cómo llegar al secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, a fin de cursarle la invitación. Conocedor de la mecánica de Harvard, que incluye una sesión abierta de preguntas no acordadas por parte del auditorio, Fernández previno al estudiante sobre las chances nulas de lograr la participación de la Presidenta, siempre renuente a este tipo de circunstancias. La alumna de Harvard no se arredró; mandó la invitación y, para su sorpresa, un día de marzo de este año se encontró con un mail de la oficina de Parrilli que le confirmaba que Cristina aceptaba gustosa la invitación. Esa fue la génesis del electrizante acontecimiento del jueves.

El problema de lo que allí se vio no fueron las preguntas que los alumnos de Harvard le hicieron a la Presidenta, sino sus respuestas y la agresividad con que reaccionó ante el auditorio. El primer aspecto fue que Fernández de Kirchner dejó expuesta su incapacidad para soportar las preguntas que la obligaron a explicar asuntos críticos de su gestión. El segundo aspecto inquietante fue, además de la intolerancia, el creciente descontrol que experimentó la Presidenta a medida que se sucedían las preguntas, lo que la tornó agresiva. Y el tercer elemento que afloró fue la inexactitud de varias de sus respuestas.

La presentación de Fernández de Kirchner ya comenzó mal cuando hizo que su discurso tuviera una duración que pareció hacerlo interminable. Durante su exposición, desplegó otra vez su deporte predilecto: querer mostrar que la historia argentina es una larga cadena de desgracias de la que ha sido redimida por el kirchnerismo. Condenó la convertibilidad y aludió a su creador, Domingo Cavallo. No dijo que en los denostados 90 ella y su esposo apoyaron tanto la convertibilidad como al ex ministro.

En ese discurso llamó la atención que la Presidenta, siempre memoriosa de las cifras, no supiera los valores mínimos del salario ni de la jubilación, dato que tampoco demostraron conocer los funcionarios que la acompañaban.

“Chicos, estamos en Harvard... esas cosas son para La Matanza”, fustigó la Presidenta a algunos que la silbaron cuando le reprochó a un estudiante de 20 años no tener memoria. Curiosa expresión ésta, que, de haber sido pronunciada por algunos de sus adversarios, habría dado pie a una larga cadena de descalificaciones de muchos de los acólitos del Gobierno, que –como no podía ser de otra manera– salieron a defenderla.

“Fui una abogada exitosa”, recibió como respuesta la estudiante estadounidense que dijo haber vivido en la Argentina y que le preguntó qué explicación tenía para justificar el espectacular crecimiento de su patrimonio producido a lo largo de los ocho años de gobierno. Fue una mala respuesta que dejó sin contestar la pregunta. La estudiante se refería al incremento del patrimonio ocurrido en los ocho últimos años y no a aquellos en los que había desarrollado su actividad abogadil.

“Yo hablo con millones de personas en Argentina, no puedo creer que se dejen llevar por lo que digan dos o tres periodistas”, le contestó la Presidenta al estudiante que le señaló que se sentía privilegiado por poder preguntarle. Otra vez, el comentario se desvió de la apreciación puntual que hizo el alumno. Primero porque es imposible que Fernández de Kirchner o cualquiera de nosotros pueda hablar con “millones de personas”, y segundo porque el estudiante no dijo sentirse un privilegiado por el hecho de poder hablarle, sino por el de poder formularle una pregunta.

“Me parece poco académico. Esperaba otro análisis de ustedes”, disparó la Presidenta a modo de “ninguneo” ante otra pregunta que la perturbó, demostrando desconocer el contenido programático de algunas de las carreras que allí se cursan y que incluyen, entre otros temas, los que estaban en los contenidos de las preguntas (corrupción, relaciones entre gobierno y prensa, gestión). A esa altura de la noche, lo único del manual kirchnerista que le faltó decir fue que, a los estudiantes, las preguntas se las había dictado Héctor Magnetto.

Cuesta entender cómo la jefa de Estado dejó al desnudo una notable falta de preparación para enfrentar la situación en Harvard. Algo le ha pasado a Fernández de Kirchner, a quien muchos periodistas recordamos como una muy buena polemista, siempre dispuesta a enfrentar situaciones controversiales con aplomo y un buen nivel de fundamentación, que hoy demuestra haber perdido. Alguno de los muchos integrantes del aparato comunicacional oficial debió acercarle a la Presidenta el video de la presentación que hizo en ese mismo lugar Dilma Rousseff, quien supo enfrentar preguntas incómodas con inteligencia, elegancia y calma.

La Presidenta no comprendió que estaba en un ámbito académico y que, en tales circunstancias, lo que se espera de un estadista es que haga docencia. Saber contestar una pregunta crítica mostrando respeto por quien la formula –lo que ni siquiera significa compartir esa crítica– es hacer docencia. Pero, como se recordará, alguna vez la Presidenta se enorgulleció por el hecho de no ser una estadista ni querer serlo, algo que se nota.

En Georgetown, Fernández de Kirchner había señalado: “Hablo todos los días con la prensa. Lo que pasa es que escuchan lo que ellos quieren escuchar”. Lo que dejó en claro lo sucedido ese día y, sobre todo, el jueves en la Universidad de Harvard, es que las cosas son exactamente al revés: es la Presidenta la que no quiere escuchar preguntas que la incomoden y para las cuales demostró no tener otras respuestas que el enojo y la descalificación, cualidades propias de quienes hacen de la intolerancia un dogma.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 30 de Septiembre de 2012.