miércoles, 18 de abril de 2012

Lo de Boudou... De Alguna Manera...

Lo de Boudou...

Sí. Lo de Boudou. Por ponerle la definición más escuchada. ¿Es un tema comprendido en un caso mayor o es apenas un tema? Lejos de ser una pregunta enroscada o un mero juego de palabras, para gusto del periodista la madre del borrego está por ahí. No porque uno tenga la respuesta. Es que nunca podría encontrársela si no se acierta con la pregunta.

Para hallar algo cercano a la objetividad, cabe intentar con dividir “lo de Boudou” en tres partes. Primero, el tratamiento periodístico. Después, el relevamiento de los datos obrantes. Datos, quede claro. No conjeturas, ni suspicacias, ni sospechas. Y recién por último, la parte de si el producido de las dos anteriores arroja un desenlace analíticamente serio. De modo que vamos en ese orden. Está fuera de duda que el vicepresidente es víctima de un fusilamiento mediático, sea o no culpable de lo que se lo acusa. La oposición disfrazada de periodismo libre, ya sea a través de sus voceros permanentes desde el conflicto con “el campo”, el Fútbol para Todos y la nueva ley de medios audiovisuales; o bien gracias al concurso de mercenarios de gran porte reclutados en los últimos tiempos, decidió que las noticias importantes son, casi en exclusividad, los avatares judiciales de Boudou. Ni siquiera los efectos, subsistentes, del temporal inédito que afectó a Capital y zonas del conurbano sirvieron para poner una pausa en la ofensiva. 

Tampoco lo logró el precio de la yerba. Apenas se detuvo el rato que duró (seguirá) la impresionante operación de prensa en torno de YPF, en la que especulaciones de Bolsa se entremezclaron con lo imperioso de horadar al oficialismo. Y de una manera repugnante, que hasta pareció articulada con la prensa y el gobierno españoles. Portada tras portada, sumario tras sumario, entonación tras entonación, gesto tras gesto, solamente parece interesante que el Gobierno puede caerse a pedazos porque la Presidenta habría elegido de vice a un concheto travestido y corrupto. Tampoco puede dudarse de que los medios y colegas oficialistas, más gurkas o más elegantes, protegen a Boudou, a como sea, en aras del objetivo mayor: cuidar a la Presidenta y a lo que simboliza su modelo. Lo que en el argot de esta profesión se conoce como “data dura” pasó centralmente a mejor vida. Los unos porque lo primordial es destruir a Cristina; los otros porque debe resguardársela a toda costa. Los segundos tienen el beneficio de inventario de una altitud ideológica a la que los primeros no se acercan ni por asomo. La ultraoposición es espectacularcita. No tiene cuadros. Llega hasta Beatriz Sarlo como muchísimo y no agujerean más allá de los lectores de La Nación. 

El kirchnerismo, en cambio, originó Carta Abierta y posee referentes muy aptos para la batalla mediática. Puede juzgarse todo eso como chascarrillo de ambiente reducido, o quizás no tanto si se tiene en cuenta que la propia oposición viene reconociendo la “victoria cultural” del oficialismo. Lo cierto es que el ultrismo opositor no pasa de atacar a mandoble puro, sin más ton ni son que demoler a la figura presidencial por vía de las aprensiones sobre Boudou. Y que el oficialismo carga con desprolijidades impactantes que sus defensores hacen mal en ignorar. Pagaría muchísimo mejor escudar al Gobierno con la premisa de que no deben justificarse todos sus errores. No se trata de ser neutral. Todo lo contrario. Se trata de inteligencia. Y también de honestidad descriptiva.

La oposición, antes que por el aporte de prueba concreta alguna, basa su ferocidad en una construcción de sentido culpabilizador, capaz de ignorar hasta los ridículos. Luis Bruschtein lo sintetizó en este diario con magnífica precisión retórica y contundencia política, al cabo del despliegue mediático, infernal, que siguió al allanamiento de un domicilio de Boudou presentado como su casa: era un lugar alquilado por un amigo del ex marido de la esposa despechada que es amigo de un amigo de Boudou. Absolutamente todos los ataques, ofrecidos como prensa atenta de investigación, se asientan en “relacionismos” de ese tipo. Y por si algo faltaba, reapareció Carrió para montarse en la táctica de sus amigos corporativos. Ella está en todo su derecho, naturalmente, pero usarla de ariete protagónico –o aun como actriz de reparto– revela la disposición a valerse de lo que venga con tal de esparcir imagen de podredumbre. Según quiera verse, ya no saben qué hacer o lo saben muy bien. Indignan. Le dan vergüenza ajena a cualquiera con dos dedos de frente. Atentan contra las normas más elementales de la deontología profesional. 

Resucitan payasos. Pero nada de todo eso debiera obstaculizar una mirada crítica sobre los mocos que se manda el Gobierno. Boudou llamó a una conferencia de prensa que en ningún momento fue eso ni nada parecido. Es irrefutable que se acordó tarde de denunciar intentos de coima y apretadas, por más ciertos que fueran, y que tal actitud también deja un flanco intapable. El juez Rafecas, quien era casi un icono de probidad, saltó a enemigo de la noche a la mañana, no se sabe si por no haber podido evitar ser un bocón o, sencillamente, porque no hizo lo que se esperaba que hiciese. Y en aras de esa concepción se lo llevan puesto a Esteban Righi... ¿Por qué? ¿Porque no supo operar sobre un fiscal? Hay antecedentes de esa clase de arrebatos. La memoria debería registrar lo insólito de haber prescindido no ya de un canciller, sino de un cuadrazo fenomenal como Jorge Taiana, tipo de una rectitud invicta, por el solo hecho de inferir que compartía algún off con medios antagónicos. Con Taiana, el impacto quedó licuado porque los ribetes no daban para escándalo y porque el hombre es un caballerazo. Pero a Righi no le dejaron callejón con salida. Se tuvo que ir probable o seguramente absorto, más allá de que pudieran haberle faltado reflejos para intervenir ante un episodio de resonancia institucional. 

¿Hacía falta esto? En sentido político análogo, ¿hace falta profundizar el frente abierto con la CGT justo cuando vuelve a necesitarse una estrategia de alianzas sectoriales, imprescindibles para aguantar los chubascos o tormentas de un escenario internacional complicado, e incluso frente a la decisión que vaya a tomarse con YPF? Si es cuestión de prevenirse frente a Scioli por estimarlo como resolución a derecha de la no continuidad de Cristina, ¿hace falta perforarlo tres años antes? Tal vez se trate de aquello con lo que esta columna se permite insistir cada tanto. Lo que Carlos Pagni escribió en La Nación hace unos días, con la visión de un hombre de derecha atendible. El kirchnerismo se enfrenta al kirchnerismo –muy genéricamente expresado, entiéndase bien– porque ocupa la totalidad del centro de la escena, al inexistir la oposición, como no sea la mediática. 

Más luego: ¿los momentos de fortaleza deben ser usados para ir por todo frente a la debilidad del adversario, incluso prescindiendo de los aliados reales, eventuales o reconquistables? Que se vaya “por todo” es elogiable, pero el punto es cómo. ¿No sería mejor contar los porotos de otra forma? ¿Seguro que hay tanta espalda para optar por lo primero? Son preguntas, no afirmaciones. Uno no pierde de vista que es apenas un comentarista y que el ejercicio del poder es muy otra cosa. Igual: así cayera Boudou, o se complicara ese escenario y los medios opositores sintieran la panza llena, no se modificaría en nada que las mayorías sigan confiando en un Gobierno que les mejoró la vida, en la proporción que cada quien quiera darle a ese aserto indesmentible.

Si se apoya esta experiencia kirchnerista –como lo hace quien firma– por considerar que al fin llegó una gestión capaz de satisfacer algunas o varias necesidades populares, o porque cualquier alternativa significaría volver a lo peor de un pasado nada lejano, la preocupación no debería pasar por las repercusiones institucionales de “lo de Boudou” propiamente dicho, sino por la posibilidad de que la trama escenifique a un Gobierno con tendencia creciente a encerrarse en sí mismo. O mejor dicho, en un círculo extremadamente reducido. Pero si es por aquello que los medios de la oposición pretenden mostrar que pasa, la conclusión es que, en perspectiva estructural, no pasará nada.

© Escrito por Eduardo Aliverti y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el lunes 16 de Abril de 2012.

martes, 17 de abril de 2012

Que pasa... Que pasa General... De Alguna Manera...

¿Qué pasa que está lleno de menemistas 
el gobierno popular?

 El entonces Gobernador de la Provincia de Santa Cruz Néstor Carlos y el ex Presidente de la Nación Carlos Saúl.

Entusiastas del menemismo durante los noventa, hoy ocupan cargos relevantes y defienden las medidas del oficialismo con la pasión de antaño. Quiénes son los ménemokirchneristas.

En su relato, el kirchnerismo gusta presentarse a sí mismo como la contracara de la década “neoliberal” de los `90. Se trata, por supuesto, de una reinvención de su propio pasado, de pura propaganda. Una impostura que pretende aggiornar las maneras y el discurso a las condiciones legadas por el Argentinazo del 2001 para adornar un esquema económico de emergencia, una  improvisación con la que se sostuvieron las privatizaciones de los ´90 a pesar de la devaluación de la moneda y con el cual empresarios y banqueros volvieron a obtener ganancias siderales. 

Lo justo sería decir, con una apropiada dosis de dialéctica, que el kirchnerismo  es la negación y continuidad del menemismo, su reconversión “nacional y popular”. Un cambio de frente dictado por factores internos y externos, sociales, políticos y económicos, antes que por cualquier veleidad ideológica o por supuestos “principios”. 

De tal modo, resulta que quienes apoyaron fervorosamente  la privatización de YPF, por ejemplo, ahora pretendan encabezar una cruzada “nacional y popular”… para recomprar la empresa. 

Un dato curioso de esta transmutación de neoliberales en nacionales y populares, al menos en uno de sus múltiples aspectos, es el reciclaje del personal político disponible. El lector encontrará a continuación un listado de políticos y funcionarios conversos, como el matrimonio Kirchner-Fernández, que si bien no pretende ser exhaustivo, brinda un panorama de la acotada (por decir lo mínimo) “renovación” ofrecida por el kirchnerismo en el curso de una década de gobierno. 

Ya sea por sincero entusiasmo con “el proyecto” K, por pragmatismo o por mera supervivencia política, son muchos los que pegaron el salto. Si bien algunos de ellos permanecieron varios años en el oficialismo y luego emigraron a otras fuerzas políticas o sencillamente se retiraron, esto no cambia lo fundamental: el vaciamiento de la política en nombre de la reconstrucción de la política, la falsificación de una trayectoria, la jactancia de lo que se adolece. 

Por otra parte, difícilmente pueda destacarse como un mérito el errante itinerario de los K para formar una base política propia, una sucesión de ensayos que fueron de la alianza con Duhalde en 2003 a la “transversalidad”, de la concertación con una parte de la UCR a la “revitalización” del Partido Justicialista, y que hoy día parece circunscripta a la alegre muchachada de La Cámpora. 

Primero los hombres, luego el Movimiento, luego la Patria.

Están en todos lados, acumulan poder en todas las áreas, forman parte de la estructura del kirchnerismo. Ninguna parte fundamental del armado del poder se salva. Ni siquiera aquella que debería ser levantada como baluarte contra aquellos años menemistas para darle un poquito de rigurosidad al relato kirchnerista. Por ejemplo, el titular de la Oficina Anticorrupción ocupó un lugar en el menemato: fue jefe de gabinete del ministerio del Interior de Carlos Corach entre 1993 y 1997. A continuación, un listado incompleto de aquellos hombres y mujeres que sirvieron al proyecto del presidente riojano y hoy forman parte del kirchnerismo, que dice no ser la continuidad de aquellos años.

Firmes junto al proyecto.

Daniel Scioli: ex motonauta. Ingresó a la política bajo el ala de Carlos Saúl, de quién dicen supo tener un busto en el quincho de su casa del Abasto porteño. Electo diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires en 1997 en la lista menemista. Ex vicepresidente de la Nación en el primer mandato de Néstor Kirchner. Ex candidato testimonial para diputado en 2009. Actual gobernador de la provincia de Buenos Aires. 

Aníbal Fernández: electo intendente de Quilmes en 1991. En aquel entonces se definía como menemista. Bajo el kirchnerismo, fue ministro del Interior, jefe de gabinete de ministros y actualmente ocupa una banca en el Senado de la Nación. “No voy a dejar de reconocer la relación afectuosa que tengo con Menem”, declaró en septiembre de 2009. 

Jorge Argüello: ex vicepresidente del Concejo Deliberante porteño durante la intendencia de Carlos Grosso (1989-1992). Legislador porteño durante la gestión de Aníbal Ibarra, luego fue diputado nacional por el partido de Gustavo Béliz. En 2003, fue reelecto, pero en la lista del macrismo. A poco de reasumir su banca, lo tocó la varita mágica y se convirtió en “nac & pop”. Tras concluir su mandato legislativo, fue designado representante ante la ONU. Actualmente, es titular de la embajada argentina en Washington. 

Julio César Alak: fue electo intendente de la ciudad de La Plata en 1991 y reelegido en 1995, 1999 y 2003. Partidario consecutivamente de la reelección y de la re reelección de Menem. En 2008, fue convocado por Cristina Fernández para integrar el directorio de Aerolíneas. Actualmente se desempeña como Ministro de Justicia y Derechos Humanos. 

Julián Domínguez: durante el gobierno de Carlos Menem fue jefe de Gabinete del Instituto de Previsión Social, director del Instituto Nacional de la Juventud, jefe de Gabinete del Ministerio del Interior. También fue ministro de Obras y Servicios Públicos durante el gobierno de Carlos Ruckauf y más tarde vicejefe de la Jefatura de Gabinete de Eduardo Duhalde. Con los Kirchner, pasó por la jefatura de gabinete, el ministerio de Defensa y el Agricultura. Actualmente preside la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.

Rafael Bielsa: entre otros, fue asesor de Gabinete de la Secretaria Legal y Técnica de la Presidencia entre 1989 y 1990 y de la Dirección General de Estudios y Proyectos de la Presidencia de la Nación entre 1990 y 1991. En 1991, fue nombrado responsable del proyecto de Informatización de la Subsecretaria de Justicia y permaneció como asesor de gabinete de esa secretaría durante varios años. Fue Ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Néstor Kirchner y diputado nacional K entre 2005 y 2007. Frustrado candidato a la gobernación de Santa Fe. Actualmente se desempeña como “Secretario de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la lucha contra el Narcotráfico”, pero casi no se nota. 

Roberto Dromi: ex Ministro de Obras Públicas de Carlos Menem, arquitecto de las privatizaciones durante el gobierno del riojano. Actualmente se desempeña como asesor del Ministerio de Planificación. Marxista de Kicilof, propone recomprar YPF a buen precio con los fondos de la Anses. 

Carlos Bettini: ex jefe de Gabinete de Elías Jassan, ministro de Justicia durante el gobierno de Carlos Menem. Desde 2004, embajador argentino en España. 

Oscar Parrilli: Fue diputado menemista durante aquellos años y miembro informante ante la cámara durante la sesión que aprobó la privatización de YPF (ver aparte). 

Haroldo Lebed: El secretario de Relaciones Institucionales del ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca fue intendente de Carmen de Patagones entre 1991 y 1995 y apoyó al gobierno del doctor Menem. Versátil, en 2001 fue secretario de Agricultura de Duhalde. Coherente, en 2009 fue la cabeza patagónica de Unión Pro.

Noemí Rial: La actual viceministra de Trabajo fue, entre 1991 y 1993, fue  gerente general de la Administración Nacional de Seguros de Salud (ANSAL), que obedeció las políticas del menemismo en esa área. 

Norma Soutullo: Actual síndico de Enarsa, fue subsecretaria de Coordinación e Innovación en el gobierno de Néstor Kirchner. Antes, durante el menemismo, fue la directora de Asuntos Jurídicos de Corach. Se vio envuelta en un módico escándalo por su decisión de delegar la responsabilidad de la seguridad informática en una empresa privada, Pricewaterhouse, mediante contratación directa. El Serpaj denunció que esa empresa copió los discos rígidos de algunos servidores del Ministerio de Justicia del que dependen organismos sumamente sensibles. 

Alfredo Scoccimarro: Titular de la Secretaría de Comunicación Pública y hombre que maneja los fondos de la pauta publicitaria, fue vocero de Armando Canosa, subsecretario de Transporte de Menem entre 1996 y 1999. Periodista de oficio, en esa época montó un programa radial sobre infraestructura y transporte financiado por las empresas del sector, algo supuestamente incompatible con sus funciones. Según sus colegas, “era un tipo muy consustanciado con la causa menemista, un liberal hecho y derecho”. En 2003, fue nombrado vocero del Ministerio de Infraestructura y Transporte, a cargo de Julio De Vido. Se transformó en el vocero personal de Néstor Kirchner cuando éste dejó la presidencia. 

Juan Carlos Pezoa: El actual titular de la Secretaría de Hacienda de la Nación fue director de Relaciones Fiscales y Económicas con las Provincias en el Ministerio de Economía durante la gestión de Domingo Cavallo. También fue diputado nacional del PJ por la provincia de Buenos Aires entre 1995 y 1999. Durante la presidencia de Néstor Kirchner, fue nombrado Secretario de Gabinete y Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete a cargo de Alberto Fernández, a quien conocía de su paso por el equipo de Cavallo. Fue designado interventor del Enargas en 2007, a pesar de no haber tenido ningún antecedente vinculado con energía o combustibles, y renunció a los pocos meses. Recientemente tuvo un duro enfrentamiento con los gremios estatales por suspender los pagos extra por premios y remanentes en los salarios públicos, en el marco del ajuste en el Estado. 

Sergio Massa: Intendente de Tigre. Se inició en la política de la mano de la Unión de Centro Democrático de Álvaro Alsogaray. Fue presidente de la Juventud Liberal bonaerense entre 1994 y 1996 y pasó luego a las filas del Partido Justicialista como muchos otros miembros de la Ucedé. Fue brevemente subsecretario de la Juventud del Ministerio del Interior y luego paso integrar el cuerpo de asesores del Ministerio de Desarrollo Social durante la gestión de Palito Ortega. Fue nombrado por Duhalde al frente de la Anses y luego ratificado por Néstor Kirchner hasta 2007, año en el que se alzó con la intendencia de Tigre. Fue Jefe de Gabinete de Ministros de la Nación entre 2008 y 2009. Ex candidato testimonial. El escándalo de los wikileaks lo dejó muy mal parado. Continúa al frente de la comuna de Tigre y se lo considera alternativamente un “oficialista díscolo” o un traidor al proyecto K, según la circunstancia. Mantiene vasos comunicantes tanto con macristas como con kirchneristas por igual. 

Daniel Filmus: El actual senador nacional por el Frente para la Victoria fue, durante la cuestionanda intendencia porteña de Carlos Grosso, director general de Educación entre 1989 y 1990; más tarde, fue designado subsecretario de Educación hasta 1992. Pasó a ser Jefe del Gabinete de Asesores de la ministra de Educación Susana Decibe y asesor del ministro Jorge Rodríguez, quien luego sería jefe de Gabinete de Carlos Menem. Entre 2003 y 2007, fue Ministro de Educación de Néstor Kirchner. Dos veces intentó sin éxito alcanzar la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires (2003 y 2007). 

Mario “Pacho” O´Donnell: Titular del Instituto Manuel Dorrego, orientado a la revisión historiográfica, en los noventa estuvo enrolado en el menemismo. Fue  Secretario de Cultura de Buenos Aires y de la Nación, y además Senador Nacional y Embajador en Panamá y en Bolivia. En 1999, se candidateó en la interna del PJ porteño para la jefatura de gobierno, en fórmula con Daniel Scioli como vice; el Ministro de Trabajo de Menem, Antonio Erman González, encabezaba la lista de diputados nacionales y Claudia Bello, la de senadores. Tras un resultado controvertido, finalmente compartiría boleta con su adversario en la interna, el ex ministro de Justicia Raúl Granillo Ocampo.

Guillermo Oliveri: Secretario de Culto del gobierno de Cristina Fernández. Fue concejal en la ciudad de Buenos Aires durante los 90 y jefe del bloque del PJ. Alineado con la ultramenemista Claudia Bello. En las internas del PJ, apoyó a Scioli en 1997. Encabezó la lista de legisladores porteños del PJ en 1999, junto a Cristian Ritondo -ex segundo de Miguel Angel Toma en la Secretaría de Seguridad, actual jefe del bloque macrista en la legislatura de la ciudad. 

Juan José Mussi: En diciembre de 2010, asumió como Secretario de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, en reemplazo de Homero Bibiloni. Es un importante operador político entre los intendentes de la tercera sección electoral. Fue intendente de Berazategui entre 1987-1994 y 2002-2011. Durante este interregno, fue ministro de salud de la provincia de Buenos Aires. En 1994, fue electo convencional nacional constituyente para la reforma constitucional que habilitó la reelección de Carlos Menem. En 2002, fue designado por Duhalde como Secretario de Asuntos Políticos del Ministerio del Interior, cargo que ocupó hasta noviembre de 2003, ya bajo la presidencia de Néstor Kirchner. Estuvo implicado en la “megacausa” por defraudación a IOMA. 

Este listado es incompleto ya que no se agregan, para no ocupar páginas y páginas, los nombres de los diputados que votaron las leyes del menemismo durante los noventa y que hoy levantan la mano para votar joyas kirchneristas como la Ley Antiterrorista, o los nombres de los intendentes que eran menemistas con tanta pasión en los noventa como cristinistas lo son hoy en día. Sin embargo, este listado da cuenta de los vasos comunicantes entre aquella época y la actual, que no sólo se vincula a través de nombres propios, sino que cuenta con políticas estratégicas similares. Para finalizar, algunas palabras –para Menem con cariño– de serios referentes del menemismo de ayer que no quisieran ser recordadas hoy por quienes las pronunciaron. Pero lo dicho y hecho, dicho y hecho está.

Néstor Kirchner, ex presidente de la Nación:

“Casi diría, con toda seguridad, que desde el paso de aquel gran General, haya un presidente que haya escuchado tanto a la Patagonia Sur y a Santa Cruz en particular”. “Hoy, (…) por el honor que significa la presencia del presidente Menem, acá está el pueblo de Santa Cruz acompañando el proceso de transformación en la periferia de la Patria argentina. 

Hemos saludado a nuestro presidente y al pueblo de la República siempre con el corazón en la mano, con nuestra conciencia y actitud soberana permanente que hacemos en nuestra tierra. Por eso, con el mismo cariño con que lo recibimos hoy, también con la misma fuerza que ha dado permanentemente a un hombre del interior de la Argentina…”. 

Cuando el santacruceño arribó a la presidencia, no tenía empacho en declarar tajante que “nunca” fue menemista. “Si hay alguien que nunca estuvo con el menemismo, que lo combatió en 1988 y por eso me respetan tanto, fui yo”, decía. 

Oscar Parrilli, secretario general de la Presidencia: 

“No pedimos perdón por lo que estamos haciendo, esta ley servirá para darle oxígeno a nuestro gobierno y será un apoyo explícito a nuestro compañero presidente Menem”. En 1992, el entonces diputado por el PJ neuquino se dirigía así a la Cámara en calidad de miembro informante de la privatización de YPF.

Cristina Fernández, presidenta de la Nación:

“Señor presidente: Venimos a requerirle que, a través de una declaración, nuestra Honorable Legislatura se expida exigiendo a los diputados nacionales del Distrito que posibiliten el tratamiento del proyecto de Ley de la nación que trata sobre la transferencia del dominio público de los Yacimientos de Hidrocarburos del Estado Nacional a las provincias en cuyos territorios se encuentre. (…)

Es que un conjunto de legisladores de la Cámara de Diputados de la Nación, cada uno con sus respectivas razones, vienen obstruyendo la posibilidad de que aquella Ley de Federalización de Hidrocarburos de y de Privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales tenga siquiera su tratamiento en esa Cámara.

Como se comprenderá, ninguna argucia reglamentaria debe estar puesta al servicio de retrasar las soluciones que nuestra Provincia necesita.

Del dictado de esa ley depende hoy el envío de los 480.000.000 de U$S y el pago de nuestra parte en la licitación de las áreas ya concretada”.

Proyecto de declaración presentado la Legislatura de Santa Cruz por la entonces diputada provincial Cristina Fernández el 17 de septiembre de 1992. Aprobado sobre tablas. Su tratamiento inmediato fue mocionado por el entonces también legislador Héctor Icazuriaga, actual jefe del Servicio de Inteligencia.

© Escrito por Andrés Hansy y publicado por plazademayo.com el lunes 16 de Abril de 2012

Maldita prensa cómplice... De Alguna Manera...

Maldita complicidad: la prensa y la venta de 
Gas del Estado e YPF...

“Aquello por lo que habíamos luchado durante más de tres décadas se estaba realizando”. Álvaro Alsogaray, en referencia al gobierno de Carlos Menem y lo que él llamaba “la reforma Menem”, 1993.

El año 1990 no terminó como lo había programado Menem. La corrupción había tapado la agenda pública y los indultos, a los máximos responsables de la última dictadura militar y de algunos reconocidos guerrilleros no había sido una decisión feliz. Se le cuestionaba al presidente su visión de que la amnistía y el indulto, realmente, serían mecanismos para pacificar al país. La “teoría de los demonios” nuevamente se imponía como la única visión de lo ocurrido durante la última dictadura militar, tanto desde los círculos cercanos al gobierno como desde los grandes matutinos. Las investigaciones especiales de Clarín continuaban.

Las privatizaciones disparaban polémicas, denuncias, comentarios y suspicacias. Los ferrocarriles estaban en la mira. El periodista de Clarín Ricardo Canaletti decía que los abogados de la propia empresa del Estado no apelaban las sentencias adversas que obligaban a pérdidas cuantiosas al Estado. Por ese motivo, se sospechaba de la Justicia; incluso un juez –Alberto Nicosia– tenía un juicio político pendiente y era investigado por presunta estafa a empresas del Estado. La convivencia entre el beneficio particular de varios particulares para quitarle más dinero a un Estado deshuesado era común. Jueces que fijaban indemnizaciones a particulares sin prueba alguna, como el caso de un pintor –Luis Carlos Roselot– que se lastimó al viajar en tren y recibió medio millón de dólares tan sólo con la prueba de su boleto.[1] Estos hechos eran funcionales a los periodistas impulsores de las privatizaciones y al propio gobierno, que se hacía un festín con la ineficacia y la corrupción de las empresas del Estado. ¿Por qué Clarín solo denunciaba irregularidades de formas pero no de contenidos? Tres días después despotricaba por la falta de inversión del Estado en los centros de investigación y creación tecnológica:

Se ha dicho, acertadamente, que la Argentina debe insertarse en el Primer Mundo. Para ello es necesario, en primer lugar, desarrollar la economía, incorporar las industrias dinámicas y acrecentar el acervo tecnológico.[2]

En Clarín, el analista político Oscar Raúl Cardoso analizaba las perspectivas del presidente para el año siguiente y se asombraba por su condición de “animal político” y la forma en que sabía aprovechar los medios masivos de comunicación: “Nadie en la Argentina le ha ido mejor que a él con la telepolítica [...] al retener hoy una buena cuota de la volátil oferta de esperanza argentina, a pesar del desgaste que supone más de un año de gobierno”.[3] Además, comparaba a Menem con Maquiavelo por su pragmatismo.

La semana siguiente –ya corría 1991–, Clarín publicó una nota sobre la polémica preadjudicación de las redes de acceso a Buenos Aires al grupo Techint. El diario se puso del lado de los sectores contrarios al gobierno que habían tomado tal decisión. El intendente de San Isidro, Melchor Posse, fue la única voz presente en la nota que denunciaba que la preadjudicación no existió sino que fue una farsa y que Techint iba a ganar 700.000 dólares por día sin hacer ninguna inversión en las autopistas.[4] El 7 de enero Clarín publicó un extenso informe especial sobre grandes grupos económicos que ganaban con las privatizaciones de las empresas del Estado. 

La periodista Eleonora Gosman escribía: “Muchos proveedores del Estado pasaron a ser concesionarios y otros sumaron empresas estatales o concesiones a sus actividades. Una característica hasta ahora ha sido la concentración de las ofertas en muy pocos holdings, tema que preocupa al gobierno nacional”. Ahora, ¿cómo le podía preocupar al gobierno algo que había provocado él mismo? Gosman realizaba un racconto interesante sobre la historia de los más importantes grupos económicos nacionales: su aparición durante la última dictadura militar, su afianzamiento gracias a la política económica de Martínez de Hoz, su consolidación en tiempos de democracia y primavera radical, y su expansión durante los primeros años menemistas. Sin embargo, la nota no concluía de la forma más acertada, a pesar de que citaba a prestigiosos investigadores como Eduardo Basualdo, ya que afirmaba que “el conjunto de estos grupos, aun con diferentes situaciones, ha procurado adaptarse a los cambios iniciados en 1990 y que se definen por un Estado que no quiere continuar con la política de subsidios, porque debe transferir recursos hacia el pago de la deuda externa. 

Éstas son las nuevas reglas del juego”.[5] Nuevamente, Clarín pateaba para ambos lados. 

Ambivalente como de costumbre, el diario informaba sobre la concentración económica –a su vez, indicaba que el gobierno estaba preocupado pero no decía nada sobre su incapacidad o inacción para resolver la cuestión, si es que tenía la intención de resolverla, como el matutino decía en el copete del informe especial–. Pero no citaba las múltiples denuncias de corrupción ni la falta de transparencia en las adjudicaciones de las empresas del Estado, y dejaba entrever, sobre el final de la nota, que las privatizaciones eran positivas para el país y su economía, ya que se iba a dejar de pagar dinero en subsidios hacia los nuevos dueños del Estado. (…)


YPF es sociedad anónima

La privatización de la explotación petrolera es una de las herramientas aptas para un mejor aprovechamiento de los recursos naturales. Clarín, del 15 de septiembre de 1991, editorial.

 Se ha avanzado en las privatizaciones [...] comenzándose a reducir un Estado hipertrofiado y abriéndose paso a la actividad privada. Clarín, 11 de septiembre de 1991, editorial tras los comicios en que el oficialismo resultó triunfador.

El 9 de enero, la noticia más saliente por sus consecuencias futuras –aunque no fue tapa de Clarín– fue la creación como sociedad anónima de la empresa estatal YPF gracias a la que, “más adelante, la venta de sus acciones en el país y en el extranjero permitirá que se transforme real y efectivamente en una empresa privada”. La nota glorificaba el decreto presidencial y el estatuto que lo acompañaba (“pensado para el futuro [...] por su extraordinaria flexibilidad”). El informe se asemejaba a una propaganda gubernamental pues no había crítica alguna a la medida ni se reflejaba ninguna voz opositora; todos parecían estar de acuerdo en la transformación de YPF en sociedad anónima como comienzo del proceso de privatización de la empresa. “Con la sujeción de YPF a las normas del derecho privado y el plan de acción que se adjunta como un anexo del decreto, el Gobierno aspira a eliminar todas las normas que impidan a la petrolera competir en forma eficiente con el resto de las siglas del mercado (Shell y Esso, fundamentalmente)”, decía Clarín.[6]


Menem se rodeó de gente que estaba trabajando para las privatizaciones como Pérez Companc y Bulgheroni. De hecho, ya tenían distintas áreas de las empresas pero querían toda la torta, el pedazo más grande. Esto empezó por transformar a YPF en sociedad anónima. En esta venta no había riesgo por parte de los compradores. Era simplemente cambiar de mano para seguir sacando petróleo de los pozos y ganar más y más dinero”. Para Gustavo Calleja, ex secretario de Energía durante el alfonsinismo, opina que “los medios se encargaron de vender un discurso a favor de las privatizaciones. Costaba mucho enfrentar ese discurso. Se hablaba constantemente de la ineficiencia estatal pero no se decía que había sido provocada, en gran parte, por el propio Menem, quien había destrozado las empresas públicas. El cuento falsificado de las pérdidas de YPF... nadie que se precie de saber algo del tema, podría afirmar tal cosa. La plata de YPF –que era mucha– iba al Estado que hacía caminos, rutas, unía pueblos... 

Desde que se inventó YPF y, más cuando empezamos a contar con toda la renta, con Justo, creamos los impuestos internos al consumo que eran fondos viales; después creamos los fondos energéticos. Con toda esa plata, que salía del petróleo, se desarrolló YPF con cuarenta años de reservas de gas y veinticinco años de reservas de petróleo. Todo lo que es YPF lo es gracias a la gestión estatal. Hasta 1989, ese sistema que era tan criticado fue la estructura de la cual aún estamos viviendo todos”.

Si por un lado las noticias relacionadas con futuras privatizaciones y desregulación de la economía ocupaban varias páginas del interior de los diarios analizados, las denuncias de corrupción empezaban a ganar trascendencia. El caso Swift fue tapa de Clarín del primer día de 1991. Las malas noticias para la opinión pública en general, no disminuyeron con la llegada del nuevo año: aumento del costo de vida de un 4,7% (tapa de Clarín del 4 de enero) y del gas (tapa de Clarín del 11 de enero). Menem exhortaba a votar a sus candidatos en las próximas elecciones parlamentarias. 

Clarín criticaba al gobierno y a su plan económico ya que, decía el matutino, no existían muchas esperanzas de un crecimiento superlativo en materia económica. El editorial señalaba que “las políticas en curso se encaminan tan sólo a administrar la crisis presente, a actuar sobre la coyuntura y a conformarse con un comportamiento económico que sólo implica permanecer en el estancamiento”. Clarín no creía en un aumento de la recaudación fiscal y pedía la formulación de una política de crecimiento, “para recapitalizar las unidades productivas y adecuarlas a las necesidades de la competencia local e internacional [...] Sin este requisito, el año que se inicia será una copia sin muchas variaciones de los pasados años de frustración y pobreza”.[7]

A mitad de enero, una noticia que ocupaba menos de media carilla, perdida en el interior del matutino, explicaba en qué consistía el futuro control externo de las privatizaciones. Los significados de tal decisión parecían, para Clarín, desviar la atención de las denuncias de corrupción y agilizar el desembolso de 240 millones de dólares de préstamo de parte del FMI y del Banco Mundial. En ningún momento se mencionaba la palabra “soberanía”: es más, se señalaba en la nota que, “así, el papel fiscalizador que debería tener el Congreso de la Nación queda reemplazado por el de organismos internacionales”.[8] 

Carlos Menem, además, explicaba las razones de la desaparición del Ministerio de Obras y Servicios Públicos y afirmaba que “todo el proceso de concesiones y privatizaciones va a continuar hasta cambiar totalmente el Estado elefantiásico, ineficaz y corrupto que hemos heredado de varios años de desencuentros”.[9] Con Dromi, separado del poder de su antiguo y ahora desaparecido ministerio, Domingo Cavallo se erigía como el gran triunfador de la contienda interna en el gabinete menemista. Cavallo llegaba al Ministerio de Economía que, a su vez, asumía las funciones del Ministerio de Obras y Servicios Públicos. En su lugar, se creaba el Ministerio de Justicia con Raúl Granillo Ocampo en el mando. Las nuevas medidas económicas eran un mayor ajuste, la eliminación de la obligación de liquidar las divisas de las exportaciones, la duplicación del impuesto al cheque y la eliminación de los redescuentos para los bancos de las provincias. (…)


El gas y el petróleo

Hay que salvar la dignidad del Congreso. La Nación, 29 de marzo de 1992 tras el escándalo del “diputrucho”.

La magnitud del déficit real [...] encierra una lección que debería resultar inolvidable para los que creyeron, creen o aún dicen creer que el Estado puede realizar con eficiencia tareas que exceden sus funciones indelegables. La Nación, 20 de marzo de 1992, a propósito del proyecto oficialista de reforma previsional.

El 17 de marzo de 1992 se produjo el atentado a la Embajada de Israel y, desde ese día, durante varias semanas, la noticia fue tapa de los principales matutinos del país. Al día siguiente del terrible ataque sufrido por la comunidad judía, en particular y el país todo en general, el presidente Menem atribuía la autoría del hecho a los carapintadas.[10]

El tema de las futuras privatizaciones y las consecuencias por la venta de las empresas públicas permanecía inalterable en la agenda pública. Las repercusiones por los atrasos en los pagos por parte de Iberia, referente a la compra de Aerolíneas Argentinas, funcionaban de disparador para que La Nación rechazase las opiniones que, con cada vez más fuerza, se alzaban en contra de esa privatización. El matutino de los Mitre no ahorraba críticas contra el ya mencionado “grupo de los 8” (legisladores disidentes del Partido Justicialista) por su “propuesta fuera de lugar con un marcado tinte ideológico [...] empresas públicas cuya ineficiencia y multimillonarias pérdidas no parecen ser suficientes para convencer a estos empecinados defensores de un estatismo que la sociedad ha rechazado concluyentemente en las urnas”.[11] Bernardo Neustadt tiene razón al declarar que “había editoriales de los diarios de la época que [...] proponían regalar a las empresas a cambio de que alguien las viniera a gerenciar”. 

A La Nación poco parecían importarle los pagos atrasados de Iberia y que los contratos no se respetasen. Al finalizar esa semana, el propio presidente Carlos Menem firmaba una nota de opinión, en el diario La Nación, en la que le contestaba a sus críticos: “Nuestra sociedad, con un Estado descomunal y amorfo, con un comercio desaforado, con asalariados sin ninguna noción del valor del poco dinero que recibían, se había convertido en un caos, que hacía inescrupulosos a todos”.[12] Muchos intereses estaban en juego y, por ello, por lo menos una vez al mes el presidente, su ministro de Economía o alguno de los tecnócratas de la Fundación Mediterránea publicaban sus opiniones políticas, económicas y sociales en los más importantes matutinos, preferentemente en La Nación. Entre esos intereses estaba reformar el sistema previsional que impulsaba el “súperministro”. 

A La Nación también le preocupaban esos cambios y, partiendo del proyecto oficialista, realizaba una nueva descarga contra el Estado por su “bancarrota e impericia histórica”. Además, dejaba en claro que nunca más las empresas públicas deberían volver a manos del Estado: “La magnitud del déficit real y potencial que evidentemente empuja al actual gobierno a liquidar buena parte de ese sistema y la carga de inequidades con que ese cambio vendrá acompañado encierran una lección que debería resultar inolvidable para los que creyeron, creen o aún dicen creer que el Estado puede realizar con eficiencia tareas que exceden sus funciones indelegables”. Es que, decía La Nación, “el Estado ha fallado como administrador y avalista del sistema previsional y sólo queda apelar a la mayor capacidad de control y ejecución de la economía privada”.[13]

Gustavo Calleja aún recuerda ese triste 26 de marzo de 1992 porque estuvo ahí. “Lo de Gas del Estado fue terrible porque unos días antes de la venta uno de los capos de Petrobrás, en un reportaje, le dice a su interlocutora que la empresa argentina valía 25.000 millones de dólares así como estaba. Y se vendió regalada a 2.000 millones de dólares en efectivo, 1.000 millones del pasivo a cargo y 2.000 millones de dólares en bonos a un valor irrisorio. Además la rompieron antes, la saquearon. Para colmo los argumentos en el Senado todavía los recuerdo que decían cada disparate. Por ejemplo, las leyes del marco regulatorio se las había mandado el Banco Mundial y ellos lo único que hicieron fue traducirlas, ¡no las iban a presentar en inglés! Fue terrible”, recuerda Calleja. Pero la venta de Gas del Estado hubiese pasado desapercibida para la inmensa mayoría de la opinión pública si no se hubiese descubierto a un señor de edad avanzada, sentado en una banca que levantó su mano para votar a favor de la venta de la empresa del Estado. Posteriormente, al conseguir el quórum necesario para obtener la privatización, este señor huía al ser descubierto por la prensa. Un periodista de Clarín se le acercó a este personaje y le preguntó qué estaba haciendo, pero el “diputrucho” dejó el recinto, internándose en el despacho del diputado Alberto Pierri. 

Nada cambió lo inmodificable y Gas del Estado se vendió al poco tiempo. La cobertura de semejante noticia, aún no deja de sorprender. Al día siguiente, La Nación ubicó la noticia en la parte derecha de su tapa principal, con el sugestivo título “Enfrentamiento peronista-radical”.[14] En la nota informaba que un falso legislador (el término “diputrucho” fue una creación de algún sagaz editor de Clarín) facilitó el quórum necesario para aprobar el marco regulatorio de Gas del Estado. Dos días después, el matutino de los Mitre pedía “salvar la dignidad del Congreso” pues “es menester un esfuerzo convincente de los legisladores y de los partidos para limpiar la vida parlamentaria de prácticas y vicios que dañan el prestigio de uno de los poderes del Estado”.[15] Finalmente, el diario daba su opinión sobre el falso diputado: las culpas, creía, eran del ausentismo de la oposición porque se había negado a dar el quórum necesario y, en cierta forma, había estimulado tales prácticas, aunque no podían ser compartidas por el medio ni por nadie. Luego de que Gas del Estado se privatizase, cuatro mil personas perderían su trabajo.

Clarín realizó de ese hecho una extensa cobertura en la que no ahorró críticas al gobierno. No dudó el titular de escandaloso lo sucedido y calificó de intruso al supuesto allegado del diputado Julio Manuel Samid, hermano del “rey de la carne”. Los cronistas de aquella jornada manifestaron sus dudas acerca de si el quórum, que había logrado conseguir con inmenso esfuerzo el gobierno, había sido lícito y si efectivamente había existido. Mientras tanto Pierri, el titular de la cámara de Diputados, negaba los hechos y explicaba lo sucedido como una “chicana política del radicalismo”.[16] Dos días después, Eduardo van der Kooy escribía que “se pretendió sancionar ilegalmente la privatización del gas y se desnudó la desaprensión que calzan los hombres del oficialismo para alcanzar sus objetivos”. El periodista hablaba de parodia y de una nueva impericia de un gobierno que se alejaba cada vez más de la gente. Sin embargo, en ninguna nota de opinión del diario de Noble jamás se cuestionó la privatización del gas pero sí la forma escandalosa en que se estaba llevando a cabo. La Nación, en cambio, minimizaba lo sucedido y no le otorgaba la importante cobertura de Clarín, que ya tenía una suerte de nueva sección diaria, “Escándalo en el Congreso”.

En la tapa de Clarín del 28 de marzo se informaba sobre la nueva votación propuesta por el Partido Justicialista, luego de la fraudulenta sesión del 26 del mismo mes. El diputado Pierri continuaba negando que él hubiera llevado al intruso a su despacho y reconocía la “grave anomalía”. Al día siguiente el diario se preguntaba por qué los diputados del partido gobernante habían cambiado de opinión y, ahora, apoyaban las versiones periodísticas. El periodista Armando Vidal popularizaba la expresión “diputrucho” y decía que el caso ya había ganado la calle ya que era “un hecho sin precedentes”. Al día siguiente, Vidal hablaba de “voto fantasma” al referirse a Juan Abraham Kenan, quien no era el primer falso diputado pero sí el primero en descubrirse, escribía el periodista. Vidal finalizaba la nota cuestionando la decisión del presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Pierri, de prohibir el acceso al recinto a los periodistas, pues, si tal medida hubiese existido el 26 de marzo, el “diputrucho” hubiese quedado impune.

Por varias semanas, el tema siguió presente en ambos diarios pero de distintas formas. Si Clarín cuestionó desde el primer momento la manera en que se había aprobado la ley que permitía la privatización de Gas del Estado y había investigado lo sucedido en la Cámara alta en esa acalorada sesión del 26 de marzo, La Nación puso en duda lo que en Clarín eran certezas y evitó denunciar lo ocurrido esperando la decisión de la Justicia. En abril, La Nación reprodujo casi la totalidad de las declaraciones de los diputados oficialistas, sin dar lugar a los cuestionamientos de los partidos opositores. Las figuras periodísticas del diario de los Mitre evitaron editorializar sobre el “diputrucho”. En esos días, Mariano Grondona, por enésima vez, defendía el ajuste económico de Menem explicándolo como un mal necesario:

Llamamos “ajuste” al paso doloroso e incierto del estatismo al capitalismo [...] El problema del ajuste es que encuentra, en principio, reticencia o resistencia popular. Supongamos que se le dice a un enfermo crónico que, después de una operación dolorosa, va a mejorar. Sin embargo él, como los pueblos en ajuste, desearía obtener la salud prometida sin pasar por la cirugía perturbadora. Esto es, simplemente, humano.

El 27 de septiembre de 1992 aparecía publicada en ambos matutinos una solicitada de carilla entera titulada “Hola, futuro” en la que el gobierno festejaba haber convertido en ley el proyecto de la privatización de YPF, la mayor empresa estatal argentina. El periodista Fernando Laborda observaba las reuniones previas de funcionarios del gobierno con los diputados de extracción sindical que habían ayudado a obtener el quórum necesario para aprobar la ley. Atilio Cadorín se extrañaba de los cambios de opinión de algunos legisladores acerca de la privatización de YPF; a su vez, le pedía al gobierno agilizar los trámites para sacar la ley de flexibilización laboral. Por esos días, Eduardo van der Kooy contaba en Clarín las preocupaciones de distintos sectores por el deseo reeleccionista de Carlos Menem y sus proyectos de reformar la constitución (“Menem parecía seguir estando distante de las prioridades populares”). El debate por la privatización de YPF se encontraba en su momento más álgido. 

Las provincias productoras de petróleo apoyaban el proyecto oficialista y pedían a los diputados que se sentaran a dar quórum. Uno de los gobernadores que se alzaban como líder del grupo de los lobbistas por la aprobación de la ley, como lo llamaba Clarín, era el de la provincia de Santa Cruz, Néstor Kirchner. Luego de sancionada la ley, el matutino de Noble evaluó el hecho como un éxito del gobierno frente a la oposición radical. Eduardo van der Kooy advertía que el gobierno debía encarar esta privatización con transparencia ya que no había “margen para que se reiteren, las experiencias que convirtieron a ENTEL y a Aerolíneas Argentinas en dos piezas del escándalo”. 

Al día siguiente, Clarín se preguntaba quién compraría YPF y se preocupaba de que las empresas más importantes del mundo no tuvieran planeado transformarse en accionista de la misma. A la semana de aprobarse la venta de YPF, comenzaron a surgir versiones de posibles pagos de coimas a distintos legisladores para que aprobasen el proyecto oficialista. 

Nuevamente Clarín investigó la denuncia y La Nación miró para otro lado. Así, el 30 de septiembre, día en que se difundió tal rumor, Clarín le otorgó tres páginas al tema y La Nación lo pasó por alto.

© Escrito por Luis Gasulla, Autor del libro “Relaciones Incestuosas. Los grandes medios y las privatizaciones” (Biblos, 2010)

Las "negritas"  del texto son de mi autoria.


Referencias

[1] Ricardo Canaletti, “Intimidades de los peritos. Los juicios contra los ferrocarrilles”, Clarín, 24 de diciembre de 1990, pp. 6-7.

[2] “Nuestro retroceso tecnológico” (editorial), Clarín, 27 de diciembre de 1990, p. 8.

[3] Oscar Raúl Cardoso, “El examen del 91”, Clarín, 27 de diciembre de 1990, pp. 8-9.

[4] “Preadjudicaron al grupo Techint las redes de acceso a Buenos Aires”, Clarín, 3 de enero de 1991, p. 23.

[5] Eleonora Gosman, “Los grupos que ganan con las privatizadas”, Clarín, 7 de enero de 1991, pp. 10-11.

[6] “YPF busca operar con el sector petrolero privado”, Clarín, 9 de enero de 1991, pp. 12-13.

[7] “Cambiar la perspectiva” (editorial), Clarín, 6 de enero de 1991, p. 12.

[8] “Control externo de las privatizaciones”, Clarín, 15 de enero de 1991, p. 7.

[9] “Las razones de Menem”, Clarín, 15 de enero de 1991, p. 7.

[10] “Menem acusó por el atentado a los carapintadas”, La Nación, 18 de marzo de 1992, tapa.

[11] “Oportunista defensa del estatismo” (editorial), La Nación, 18 de marzo de 1992, p. 8.

[12] Carlos Saúl Menem, “En un nuevo camino”, La Nación, 25 de marzo de 1992, p. 7.

[13] “Bancarrota y reforma previsional”, La Nación, 20 de marzo de 1992, p. 8.

[14] La Nación, 27 de marzo de 1992, tapa.

[15] “Hay que salvar la dignidad del Congreso” (editorial).

[16] Armando Vidal, “Escándalo por un intruso en Diputados”, Clarín, 27 de marzo de 1992, tapa, pp. 6-7.


lunes, 16 de abril de 2012

Sergey Brin de Google... De Alguna Manera...

Para uno de los fundadores de Google, la libertad de la web está más amenazada que nunca...

  La libertad de internet está amenazada, según Sergey Brin cofundador de Google. (AP)

En una entrevista, Sergey Brin apuntó contra los gobiernos que pretenden controlar la información, pero también contra Facebook y Apple por el control del software que puede usarse en sus plataformas. "Da miedo", afirmó.

La libertad que rige en Internet está bajo la mayor amenaza desde su creación hace tres décadas, según advirtió Sergey Brin, uno de los fundadores de Google, en una entrevista en la que, además, apuntó por esa amenaza no solo a los gobiernos que intentan controlar la información –un clásico de ese tipo de advertencias- sino también y abiertamente a los gigantes Facebook y Apple.

En la entrevista, publicada hoy por el diario inglés The Guardian, Brin sostiene que esas "fuerzas muy poderosas" se alinearon contra la apertura que ofrece la red. Dice que está más preocupado que nunca y que "da miedo" pensar en la actual situación.
 
El fundador de Google afirmó que la amenaza contra la libertad en Internet procede de los gobiernos que buscan controlar el acceso y las comunicaciones de los ciudadanos pero también de Facebook o Apple, que controlan el software que se pueden utilizar en sus plataformas. Según dijo, él y Larry Page no habrían podido crear el famoso buscador si Internet hubiera estado entonces dominado por Facebook debido a que hay "que jugar con sus reglas, que son realmente restrictivas".

 Brin, de 38 años, es considerado como la principal fuerza detrás de la parcial retirada del buscador de China en el año 2010 debido a la preocupación por la censura en ese país y ya antes cuestionó los esfuerzos de países como Arabia Saudita o Irán por restringir el uso del Internet. Según "The Guardian", sus críticas a Facebook pueden resultar controvertidas puesto que la red social está cerca de entrar a cotizar en bolsa por un valor estimado en alrededor de 76 mil millones de euros.

La advertencia de Brin llega luego de que se conociera un proyecto del gobierno británico para vigilar las llamadas telefónicas, los mensajes de texto y los correos electrónicos por razones de seguridad. La iniciativa que el primer ministro David Cameron planea presentar ante el Parlamento propone que el centro de escuchas de Cheltenham (oeste de Inglaterra), conocido por sus siglas GCHQ y cuyas actividades son secretas, guarde información sobre la hora y la duración de cada llamada telefónica, así como los destinatarios de correos electrónicos y mensajes de texto.

© Agencia EFE y publicado en el Suplemento iEco de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el lunes 16 de Abril de 2012.


Dogmas para todos... De Alguna Manera...

Dogmas para todos...

Se quedo sin cuerdas Amado Boudou. Dibujo: Pablo Temes.

La Presidenta repite una y otra vez lo mismo. Desprolijidades con la petrolera. Y peor aun, a la hora de defender a su vice.

No son pocos los funcionarios del Gobierno que viven horas de desconcierto. Es que más allá de apoyar públicamente con “todo entusiasmo” las decisiones presidenciales y la supuesta sabiduría de sus contenidos, en la intimidad reconocen no saber bien cuál es la dirección por la que marcha un gobierno encerrado en un laberinto del que parece no conocer la salida, a pocos meses de haber ganado una elección con un nivel de apoyo popular nunca visto hasta aquí desde la recuperación de la vida democrática.

El juego de las escondidas montado a partir de la anunciada reestatización de YPF ilustra ese desconcierto. La jugada de hacer caer a algunos periodistas en una trampa acerca de la verosimilitud de un documento desprovisto de membrete oficial que circuló en la tarde del jueves por el Congreso es propio de personas con una mentalidad adolescente y no de funcionarios abocados a la solución de un asunto de primera magnitud, como es el del abastecimiento de petróleo. Lo que surge también de manera obvia es la contradicción del kirchnerismo, una constante. He aquí a la Presidenta, que en sus tiempos de diputada provincial en Santa Cruz presionó para que se aprobara la privatización escandalosa de YPF, tarea en la que no hizo más que acompañar a su esposo, por entonces gobernador.
La presencia de las compañías españolas en la oleada de privatizaciones de las empresas de servicios públicos que sacudió a la Argentina de los 90 merecerá alguna vez un análisis profundo. La actitud que en muchas de ellas imperó durante un largo tiempo tuvo, por momentos, aires de recolonización.

Inversiones insuficientes y su consecuencia de servicios deficitarios constituyeron parte de una realidad que hizo que la participación de esas compañías fuera sujeto de críticas de buena parte de la ciudadanía. En ese marco, la privatización de YPF fue la más bochornosa, ya que significó la enajenación de un bien estratégico para el desarrollo de nuestro país.

La de ahora es una crisis anunciada, sobre la que especialistas destacados venían advirtiendo desde hace años. Al momento de la asunción de Néstor Kirchner, circulaban ya por los despachos de la Secretaría de Energía informes que hablaban sobre el horizonte de dificultades que debería enfrentar la Argentina como consecuencia de la falta de inversiones.

Lo que el Gobierno le reprocha a Repsol ya fue denunciado hace mucho por muchos expertos. Entre ellos, el grupo de ex secretarios de Energía que en marzo de 2009 advirtió sobre la situación deficitaria de la producción de petróleo como consecuencia de la falta de inversiones en exploración. El Gobierno no sólo criticó esas apreciaciones sino que también, tal su costumbre, se encargó de descalificar a cada uno de los profesionales que osaron hacer públicas sus críticas.

Hay que decir que alguna vez se terminará de conocer la verdadera trama por la cual el grupo Eskenazi, ahora vilipendiado desde las esferas oficiales y por los medios que a ellas responden, fue autorizado por el mismísimo Kirchner a ingresar a YPF sin poner un peso y pagando la compra del porcentaje minoritario al que accedió recién a partir de los dividendos obtenidos por la empresa. Tal vez por ello, en aquel tiempo a nadie del Gobierno le importó la remesa de esas ganancias que Repsol hacía a España.

Lo que también es notable, por lo irresponsable, es la inexistencia de un plan de acción definido y ubicado dentro de un marco estratégico consolidado. Nadie sabe de dónde sacaría el Estado la plata para hacer frente a las enormes inversiones que las tareas de exploración petrolera requerirían. Es evidente que la Presidenta se manejó hasta aquí ignorando las consecuencias políticas de sus acciones.

Con todo, lo que más enfurece a la Presidenta en estas horas es la situación de “su vicepresidente”, como algunos ya lo llaman en el seno mismo del Gobierno, a Amado Boudou. “¡Exijo que lo defiendan!”, fue la orden que recibieron de Fernández de Kirchner sus funcionarios. Y ahí pues aparecieron los pocos con capacidad dialéctica para defender lo indefendible que tiene una gestión poblada por quienes hacen del mutismo un dogma. De ahí la reaparición mediática fulgurante de Aníbal Fernández a quien, desde ese punto de vista, la Presidenta debe extrañar en la Jefatura de Gabinete.

La decisión política de defender a Boudou ha tenido ya un alto costo para el Gobierno. Se lo ha llevado puesto al procurador general de la Nación, Esteban Righi, y ha dejado en una posición muy vulnerable al juez Daniel Rafecas, magistrado al que el kirchnerismo consideraba como suyo.

La instancia que se vive ahora es la de embarrar la cancha judicial. Hay que reconocer que para ello han puesto a trabajar a profesionales que saben cómo hacerlo. El nombre más relevante de este equipo es el del abogado Diego Pirota, hombre acostumbrado a estas lides. Al respecto, una de sus actuaciones más notorias fue la de defender a Claudio Uberti en el sonado caso aún irresuelto de la valija con casi 800 mil dólares del venezolano Guido Alejandro Antonini Wilson.

Si lo de Righi dejó a muchos kirchneristas con la boca abierta, la postulación de Daniel Reposo como su sucesor directamente provocó azoro. Reposo es amigo de Boudou. ¡Todo dicho! Nadie se explica cómo Fernández de Kirchner no obró con, al menos, algo más de disimulo. Gente con más pergaminos que Reposo y no tan pegada a Boudou dispuesta a hacerle el favor al Gobierno de manipular a los fiscales no le falta. Pero en el círculo áulico del poder, no hay lugar para ninguna consulta. Es que la Presidenta parece decidida a hacer de la famosa frase “El Estado soy yo” –falsamente atribuida a Luis XIV– un dogma.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 14 de Abril de 2012.