viernes, 27 de junio de 2008

Ignacio Copani... Por algo será... @dealgunamanera...

Carta Abierta...


Queridos Amigos.

En los últimos días y a raíz de haber escrito una canción, que debe ser la número mil doscientos y tantas de mi repertorio, he recibido infinidad de comunicaciones. La mayoría con elogios, caricias y aliento, que desde ya agradezco infinitamente.

Pero he recibido también otro tipo de contactos llenos de reproches, cargados de odio, regados de violencia, intolerancia, agresión y con un espíritu inquisidor que no creí que anidara todavía en gente de mi comunidad.

He sido amenazado, agraviado, insultado, difamado, calumniado y, peor aún, han sufrido ese tipo de atropello miembros de mi familia.

No me refiero a los impunes foros de internet sino a e mails, cartas y llamados recibidos.

Simplemente desde estas líneas aviso a quienes todavía tengan intención de lastimarme, que lo logren o no, yo no cambiaré ni una coma a las estrofas de mis canciones.

Aquellos que piensan que la Sra. Presidenta de mi país me paga por verso, recital u opinión, simplemente están expresando su propia escala de valores y asumiendo que ellos mismos podrían torcer sus convicciones a un precio determinado. Yo no.

Hace más de veinte años que en cada escenario y en cada grabación me comprometo con nuestra historia y siempre se me han cerrado puertas por hacerlo de manera honesta, clara y sin esperar más recompensa que el abrazo compañero de quien desea que un cantautor se exprese libremente, como los viejos trovadores que anunciaban las bodas, los bautizos y también los entierros.

En algunos medios de comunicación se han referido a mí de manera descalificadora y/o despectiva. A esos mismos medios, durante años, hemos mandado nuestro material artístico y la información de nuestras actividades, sin lograr que se nos diera ni un segundo para comunicarlo al público. Ni siquiera para difundir eventos solidarios, benéficos o canciones tan o más comprometidas con la realidad que el tema ¨Cacerola de Teflón¨.

Lamentablemente en algunos de esos medios se ha mostrado la canción en cuestión, sometiéndola a una especie de ¨inspección¨ de ideas o cortes marciales - musicales y al comentar alguna crítica agresiva, en lugar de defender la libertad del artista para manifestarse, se han escuchado de parte de los comunicadores, tristes y recordadas frases como ¨él se la busca… ¨ o ¨por algo será…¨

Nunca discuto una crítica, sea como sea y venga de quien venga. Pero en este caso no recibí opiniones sobre la conformación estética del tema, de su métrica, de sus rimas, de sus sonidos, de la destreza para ejecutarla, sino una violenta y censuradora mirada hacia el contenido de mis ideas y mi conducta, bien típico de tiempos de inquisición y dictaduras.

Pablo Milanés cantó ¨Pobre del cantor de nuestros días que no arriesgue su cuerda por no arriesgar su vida¨…

Yo no creo haber arriesgado mi vida, sencillamente describí, como hago siempre, un episodio de este tiempo con total sinceridad.

Ni siquiera he pretendido mostrar una valentía destacable por la simple acción de manifestar mi pensamiento. Valientes fueron mis compañeros y familiares que hoy están desaparecidos. Valientes fueron Víctor Jara y Rodolfo Walsh. Yo soy solamente un cantor.

No creo que a esta altura de mi carrera, deba dar cuentas de los escenarios que pueda habitar. Estuve en Plaza de Mayo, cobrando Cero Pesos, respondiendo a la convocatoria de apoyar nuestra democracia, al igual que estuve el 25 de mayo de hace unos años, cuando decenas de artistas hacían fila para subir a la escena triunfal.

Estuve en esa plaza que transité como ciudadano desde que tengo uso de razón, como estuve en Semana Santa, como estuve con las Madres, con las Abuelas, con los ex combatientes, con los maestros, con los pibes de la calle y como pienso estar en cada evento al que me cite mi conciencia.

Si esta acción espontánea se convierte en un acto de riesgo, pobres de todos nosotros.

Si crear y expresarse es un acto de arrojo merecedor de insultos y censuras, ha triunfado para siempre la cultura del ¨no te metas¨ y la incultura sembrada durante el sanguinario proceso militar y la inolvidable década del noventa.

Juro por mis hijas que yo no especulo con estas cuestiones. Que si de momento, por mi decisión de ser coherente, pierdo trabajos y gano enemigos, es un precio que debo pagar como tantas veces pagué.

Nada más espero, que no sea nuevamente con el exilio.

© Ignacio Copani

¨ Para escribir una simple canción,
no sólo empeño y oficio se emplea,
hay que embarrarse con la inspiración,
hay que mirarse por dentro y no hacer lo que todos desean.

Mucho más cómoda es la posición
de dar la crítica sorda y pedante,
despedazando con rabia y rencor al autor y al cantante.

Sólo mi historia me obliga,
Usted no me diga qué frase hay que usar…
Haga su cuadro y elija
el color de la tinta que quiera mezclar.

Pero nunca se arrogue el derecho
de andar por mi techo
espiándome la libertad,
que ni una coma le voy a cambiar
ni a lo dicho ni al hecho.
Y hasta el final del olvido… maltrecho…
diré mi verdad.¨


© Video "Cacerolas de Teflón" Intérprete Ignacio Copani


No te oí… En los días del silencio atronador. No te oí junto a las madres del dolor, no sonaste ni de lejos, por los chicos, por los viejos… olvidados.

No te oí… Puede ser que ya no estoy oyendo bien, pero al borde de las rutas de Neuquén, no te oí mientras mataban por la espalda a mi maestro.

Y entre nuestros cantos desaparecidos yo jamás oí el sonido de tu tapa resistente, que resiste comprender que hay tanta gente que en sus pobres recipientes solo guarda una ilusión.

Cacerola de teflón, volvé al estante, que la calle es de las ollas militantes… Con valiente aroma de olla popular.

Cacerola de teflón, a los bazares, o a sonar con los tambores militares… Como tantas veces te escuché sonar.

No te oí… Cuando el ruido de las fábricas paró, cuando abril su mar de lágrimas llenó. No te oí con los parientes del diciembre adolescente… asfixiado.

No te oí… Puede ser que mis oídos oigan mal, pero no escuché en la exposición rural, reclamar por el jornal de los peones yerbateros, por la rentabilidad de los obreros, por el tiempo venidero, por que venga para todos.

No te oí ni te oiré porque no hay modo de juntar tu avaro codo, con mi abierto corazón.

Cacerola de teflón, volvé al estante… De los muebles de las casas elegantes, que las cocineras te van a extrañar.

Cacerola de teflón, a los bazares... O a sonar en los conciertos liberales... Como tantas veces te escuché sonar.

No te oí… En el puente de Kosteki y Santillán, no te oí por el ingenio en Tucumán, no te oí en los desalojos, ni en los barrios inundados… de este lado.

No te oí… En la esquina de Rosario que estalló cuando el ángel de la bici se cayó… Y sus ángeles pequeños se quedaron sin comida.

Y jamás te oí en la vida repicar desde acá abajo, por un joven sin trabajo, a la deriva. Debe ser que desde arriba, desde los pisos más altos no se ve nunca el espanto y las heridas.

Cacerola de teflón, volvé al estante… Yo me quedo en una marcha de estudiantes, donde vos nunca supiste resonar.

Cacerola de teflón, a los bazares o a llenarte de los más ricos manjares que en la calle no se suelen encontrar… Cacerola de teflón... a cocinar.

Nota del editor:

Querido Nacho,

Sin duda cualquiera opina cualquier cosa... los que te conocemos sabemos quién sos y es suficiente...

Leyendo de la Historia Antigua, rescaté esto de Marco Tulio que dice más o menos así...

Existen dos clases de hombres:
Los que pasan la vida soñando
y los que dan vida a sus sueños
Los que sueñan con logros
y los que logran sus sueños
Los que siguen las huellas
y los que las dejaron
Los que ven para poder creer
y los que creen antes de ver
Los que te pisan al subir
y los que suben a ayudar
Los que te dan confianza
y los que te la quitan
Los que dan sin pedir a cambio
y los que te piden el cambio
Los que escogen una de dos
y los que toman las dos
Los que se asoman por la ventana
y los que se salen por ella
Los que hacen, se reproducen y mueren
y los que nacen, producen y nunca mueren...

Marco Tulio


miércoles, 25 de junio de 2008

Mundial 78... Verdad o Mentira...

La pelota se manchó hace mucho…

A 30 años del Mundial, un documental inédito revela los puntos más oscuros de la consagración argentina. Desde los jugadores peruanos "sugiriendo" que hubo sobornos hasta un delantero argentino reconociendo casos de doping en el plantel nacional.

© Video “Mundial '78, Verdad o Mentira”, es un documental realizado por el periodista Christian Rémoli

Hace 30 años, la Selección Argentina de fútbol lograba su primer título mundial en mayores. Un documental inédito revela los puntos más oscuros del campeonato logrado por el equipo de César Luis Menotti en 1978.

Desde los jugadores peruanos que "sugieren" que hubo sobornos en el recordado 6 a 0 que le permitió al equipo argentino clasificar a la final, hasta las palabras de Oscar Ortiz reconociendo que hubo casos de doping en el conjunto nacional y que jamás salieron a la luz.

“Mundial '78, Verdad o Mentira”, es un documental realizado por el periodista Christian Rémoli que cuenta con más de 30 testimonios y un material de archivo inédito, exponiendo la verdadera trama del proyecto más ambicioso de la última dictadura militar argentina.

El trabajo periodístico, que ya fue seleccionado en cinco festivales para ser exhibido.

© Publicado en el Diario Perfil de la ciudad de Buenos Aiers a los 25 días del mes de Julio de 2008.


© Video "La verdad del 6 a 0 del Mundial 78"

Nota del editor: “Nunca es triste la verdad... Lo que no tiene es remedio...”

Para los desmemoriados... Recuerdo a los periodistas José María Muñoz, junto con Julio Lagos desde LS5 Radio Rivadavia... Propalando aquello de que "Los argentinos somos derechos y humanos"... No pasó en África Septentrional, pasó aquí, en nuestra Argentina... Y huevos... huevos ponen las gallinas y no me refiero a ningún equipo de fútbol... Me refiero a las aves...

Era "políticamente conveniente que la Argentina no fuera descalificada del Mundial de Fútbol y que obtuviese dicho torneo... No hay dos verdades o dos mentiras… Hay una realidad…

viernes, 20 de junio de 2008

20 de Junio... Día de la Bandera Argentina...

Manuel Belgrano Político y militar argentino (1770-1820).

Cursó estudios en Buenos Aires continuándolos en España, donde se graduó en derecho. Fue secretario perpetuo del Consulado de Buenos Aires desde 1794. Fomentó la agricultura y la industria y creó la Academia de Náutica (1799). Como capitán de las milicias urbanas participó en las Invasiones Inglesas.

Colaboró en los proyectos de independencia alentados por la infanta Carlota Joaquina. Triunfante la Revolución de Mayo de 1810, en cuya preparación había participado activamente, fue elegido vocal de la Primera Junta.

Tuvo a su mando la expedición al Paraguay, fue derrotado en Paraguarí (1811) y en Tacuarí (1811), pero obtuvo una honrosa capitulación y planteó ideas revolucionarias a los jefes paraguayos.Para fortificar las barrancas del río Paraná, levantó dos baterías en las proximidades de Rosario, para distinguir al ejército patriota, enarboló una bandera blanca y celeste, acto que el gobierno desautorizó, posteriormente se reconoció a aquélla como la enseña nacional.

En 1812 se lo designó al mando del Ejército del Norte, acuartelado en Jujuy, y al comenzar los realistas la ofensiva, ordenó el famoso Éxodo Jujeño. En Tucumán dio orden de enfrentar y derrotó al ejército enemigo (1812), victoria que, seguida por la de Salta (1813), lo animó a emprender la invasión del Alto Perú, que finalizó desastrosamente ese mismo año.

En 1814 fue enviado en misión diplomática a Europa, junto a Rivadavia, y de regreso, al tiempo de celebrarse el Congreso de Tucumán (1816) expuso en sus sesiones el propósito de organizar el gobierno como monarquía en favor de un inca. Resignó al fin el mando del Ejército del Norte, que nuevamente se le había confiado.

Murió el 20 de junio, fecha que, en su memoria, se ha instituido como Día de la Bandera.

20 de Junio... Día de la Bandera Argentina...


jueves, 19 de junio de 2008

La matemática y la niña que no sabía jugar al ajedrez…

La matemática y la niña que no sabía jugar al ajedrez…

Esta historia está basada en una idea del matemático francés Maurice Kraitchick. Cuando la leí, pensé –una vez más– cómo puede ser que la matemática tenga tan mala prensa.

Espero que disfrute de este ejemplo que pone en evidencia cómo un simple recurso de lógica permite obtener un resultado práctico inmediato. Acá va.

Violeta, una niña de 12 años que virtualmente no sabe nada sobre ajedrez, observa que su padre pierde dos partidas seguidas con sus dos amigos, Alberto y Marcelo. Se acerca a él y le dice: “Papá, te aseguro que yo podría hacer mejor papel que vos frente a ellos. No sé mucho de ajedrez, pero me atrevo a jugarles a los dos, incluso en forma simultánea, y estoy segura de que, al menos, yo no voy a perder las dos partidas como vos. Es decir: no te puedo decir que las voy a ganar las dos, pero lo que te puedo garantizar es que seguro voy a hacer mejor papel que vos”.

El padre la miraba sorprendido, sin poder entender lo que decía Violeta, pero la niña pareció subir la apuesta.

“Te propongo más, papá. Como yo sé que Alberto se considera peor jugador que Marcelo, decile que lo invito a que él juegue con piezas blancas. Eso sí, frente a Marcelo, las blancas las quiero llevar yo. Y les ofrezco que juguemos ambas partidas en forma simultánea. Yo los enfrento a los dos al mismo tiempo.”

Eso fue lo que pasó. La pregunta es: ¿por qué podía Violeta asegurar que tendría mejores resultados que el padre con tanta seguridad?

Aquí es donde conviene que me detenga un instante. Como es esperable, yo voy a escribir una respuesta un poco más abajo, pero lo que le propongo es que piense sola/o el planteo de la historia, y trate de imaginar qué es lo que haría usted.

Más allá del cuento, lo que importa son los datos: Violeta jugaría con Marcelo llevando las piezas blancas, y con Alberto llevando las piezas negras. El otro dato que se conoce es que ambas partidas se jugarán en forma simultánea.

Y por último, aunque no lo parezca, resolver el problema o contestar la pregunta es hacer matemática. También.

Solución

Violeta juega contra Alberto en el tablero uno con las piezas negras. En cambio, contra Marcelo, en el tablero dos, Violeta juega con piezas blancas.

Además se sabe que ambas partidas son simultáneas.

Hace así. Espera que Alberto haga la primera movida (y así tiene que ser porque Alberto juega con blancas y el conductor de las piezas blancas tiene que empezar el juego). No bien lo hace, Violeta, hace la misma movida en el tablero dos, y esto está bien, porque en el tablero dos, Violeta es quien juega con blancas.

(Yo intuyo que a esta altura usted ya descubrió cómo va a ser la respuesta, ¿me equivoco?)

Antes de contestar en el tablero uno, Violeta espera la respuesta en el tablero dos que está obligado a hacer Marcelo, que juega con negras.

No bien Marcelo hace su movida, Violeta reproduce lo que hizo Marcelo en el tablero uno, en la partida con Alberto. Y así sigue todo el tiempo. Ante cada movida de las piezas blancas que efectúa Alberto, ella las va reproduciendo en el tablero dos con Marcelo, y las respuestas de éste en el tablero dos las reproduce en el tablero uno con Alberto.

¿Qué es lo que va a pasar? Si empata una partida, también empatará la otra, y si Alberto le gana la partida, implica que ella le ganará a Marcelo y, por supuesto, también vale la recíproca. Es decir, si es Marcelo quien gana su partida contra Violeta, entonces ella le ganará a Alberto.

En cualquier caso, lo que es seguro es que Violeta no va a perder las dos partidas como le sucedió a su padre. Y eso, acá, es todo lo que importa.

© Adrían Paenza.

sábado, 14 de junio de 2008

Establecer La Diferencia... por Luis A. Capomasi

La diferencia…

Siento la necesidad de expresar la diferencia entre defender a un sistema de gobierno que defender a un gobierno.

La Argentina de hoy mantiene un sistema de gobierno democrático, el cual ha sido electo a través del voto popular, esto refrenda que vivimos un sistema democrático y quienes obtienen el poder a través del voto deben gobernar para todos los argentinos.

Quien suscribe, por razones de distancia, no pudo emitir voto alguno en la elección que quienes gobiernan obtuvieron el triunfo en esa oportunidad y no hubiese votado a estos gobernantes por discrepar ideológicamente de ellos, ya que milito en el socialismo.

Esto no me inhabilita para esgrimir que en el juego de palabras inicial, puede confundirse una cosa, defender un sistema de gobierno, con otra, defender a un gobierno.

Cuando desde el llano, y en la ignorancia que supone no conocer profundamente cada una de las razones que impulsan a los unos, el gobierno, y los otros, los productores agropecuarios, tomar las medidas que se han tomado, se hace complejo tomar postura, generando una profunda desazón y frustración personal, justamente por no entender la razones que cada uno arguye para defender su propia posición.

Por el lado de quienes nos gobiernan, se observa una férrea contradicción donde se mezclan temas políticos, económicos e ideológicos. Sumado a esto el caer en uno de los tantos pecados capitales, es el de la Soberbia, donde nada importa, salvo los propios intereses, con dejos de autoritarismo, propio de los mismos que quienes nos gobiernan critican, quienes en décadas pasadas asaltaron el poder de la República con el fin de imponer un sistema económico perverso que nos llevó a la actual situación.

Por el lado de los productores agropecuarios, cuesta separarlos entre quienes tienen la tierra, y quienes realmente trabajan la tierra, que seguramente son “reales productores” y no a los concentradores del poder económico. Sin dejar de pensar que esa misma concentración es la beneficiada con las medidas del gobierno nacional ha propugnado, contradiciendo sus bases populares, si es que realmente son peronistas, por más que argumenten, 90 días después, para que van ser utilizados los usufructos de las imposiciones que han generado las diferencias entre las partes.

Es menester defender a ultranza el sistema de gobierno democrático, que mucho costó en vidas y sufrimientos a los que habitamos la Argentina. El pueblo debe trascender a los gobernantes de turno; no nos dejemos utilizar por las partes, que al fin de cuenta defienden sus intereses. Sepamos que el autoritarismo, el cual ya hemos padecido, sumado a la soberbia e ignorancia no lleva a un camino de desencuentro letal, y atenta contra el actual sistema de gobierno. Basta recorrer parte de la historia para darse cuenta que se habla.

No deseo confundirme, defiendo un sistema de gobierno y no defiendo a un gobierno.


© Luis A. Capomasi

Catástrofes al final de la película… Por Noé Jitrik

Cuando una de las diligentes distribuidoras de películas anunció, hace algunos años, que se estaba por estrenar Titanic, un monumental bodrio, de final por otra parte previsto –el barco se hunde–, la publicidad giraba, con acento dramático, en los millones de dólares que había costado la producción. No yo, un tanto indiferente a esos hechos artísticos, pero muchos hablaban del asunto con gran pasión, casi con compasión.

La publicidad funcionó: millones de personas fueron a verla no tanto, me imagino, para identificarse con los bailarines del naufragio y la carita entre ingenua y pícara de Leonardo Di Caprio, sino para ayudar a la productora a recuperar el costo de la gigantesca inversión. Simpatía conmovedora, solidaridad espontánea con la apremiante preocupación por los gigantescos gastos en los que la empresa había incurrido, incluidos los honorarios de muchos millones que habían debido pagarle, con toda justificación –por fin el arte recibe las recompensas que merece– al susodicho carilindo. Iban al cine, hacían cola como los voluntarios que en la Edad Media se anotaban para rescatar Jerusalén de las manos impías de los infieles.

Considerando esa ocasión, como tantas otras, se ve que hay gente capaz de emprender cruzadas para salvar a los ricos de sus penurias; lástima que no tengan una organización, algo así como Soproricacamypos, sigla de "Sociedad de protección al rico, sus casas, sus campos y otras posesiones", pero sí los mueve una libido generosa cuyo implícito programa les provee los medios para diferenciar rápidamente: al rico ayudarlo, al pobre que vaya a trabajar aunque –y ahí está lo raro– en gran medida esos cruzados son también pobres, claro que fascinados con la riqueza ajena y casi siempre víctimas de esos mismos ricos: entienden bien que el carilindo perciba varios millones de dólares para poner la cara, el cuerpo y el nombre, pero les parece un abuso que un escritor pretenda ganar quinientos pesos por un artículo, no digamos un peón.

Parece una paradoja pero no lo es; significa, tan sólo, que las clases existen pero que lo que ya no existe, al menos para esas brigadas, es la lucha de clases, ese feroz concepto que tanto sufrimiento causó, en especial a los ricos aunque los pobres no hayan tampoco salido bien parados en materia de frustración.

Hace unos cuantos años, en una conversación que debía tener como tema nuestros complicados amores pero que se desvió dejándola para más tarde, mi novia de entonces me señaló que los ricos sufren mucho más cuando pierden sus bienes que los pobres cuando pierden algo de lo poco que tuvieron. Al principio no entendí pero ahora sí y, a lo lejos, le mando un saludo y una reivindicación. Es un tema muy importante, y que ha tenido diversas expresiones. Una de ellas, famosa, fue una célebre telenovela, de esa misma época, me parece, titulada: Los ricos también lloran y que el comprensivo doctor Carlos Menem glosó con fortuna: "la tristeza de los niños ricos", dijo con los ojos turbios de emoción. La frase nos hizo pensar: yo, por mi parte, no pude menos que imaginar a esos desdichados niños sollozando en el regazo de sus solícitas amas de leche, abandonados a sus mercenarios cuidados por progenitores ocupados en sostener los valores (económicos) de esos hogares visitados por la tristeza.

Todo esto viene a cuento a propósito de la favorable opinión que ha tenido el movimiento de gran parte de los hombres de campo en gente que no tiene nada que ver con él y que del campo sólo sabe que debe ser verde y apto para contener vacas, legítimos habitantes de las estancias; no digamos la espontánea manifestación que tuvo lugar en Rosario sino gente con la que uno se cruza en la calle, o hasta parientes y amigos: en masa o solitariamente apoyan a esos rudos campesinos y tenaces exportadores que, afectados por medidas inesperadas que lesionan sus cálculos, o por inspectores que ven que sus libros no registran todo lo que ganan y pierden, están luchando para no perder lo que consideran su más indiscutible derecho, por algo son la patria misma puesto que son los dueños del territorio de la patria.

Hay que ser prudentes y guardar las proporciones: no es lo mismo lanzarse a ver Titanic con la noble intención de ayudar a una productora lejana y desconocida a salvar la ropa que asistir al acto ruralista de Rosario para apoyar al campo en su esforzada tarea de resistir a la aplicación de un impuesto. No es lo mismo, desde luego, pero la tendencia, la pasión por el poder del dinero de los otros es muy similar y se puede observar en muchas otras situaciones: mi madre, que era una humilde costurera antes de abandonar la Rusia de sus desdichas, hablaba con unción de las princesas y lo bien que estaban ataviadas. El cuadro es tal vez, exagerando un poco, lo que el escasamente inteligible Hegel llamó la dialéctica del amo y del esclavo. El amo puede ser implacable, el esclavo adora lo que el amo tiene y se identifica, no con la persona de la cual puede pensar que es un haragán, aprovechado, despótico o cretino, sino con los bienes que posee –en este caso la tierra, las vacas, la soja, el girasol, el trigo, las cuatro por cuatro, las avionetas–, vicariamente goza con lo que le falta y que el otro, el amo, tiene en exceso. Pero raras veces, saliendo del ensueño de identificación, se le ocurre que en lo que el amo tiene en exceso está lo que a él le falta. En todo caso, si siente la falta, en estos días tal vez sólo el aumento de los precios, se lo puede achacar a un tercero en discordia, el Gobierno.

Y eso es una buena y fácil salida intelectual: "Piove, Governo ladro; non piove, Governo ladro".


Noé Jitrik, uno de los más reconocidos críticos literarios argentinos, nació en 1928 cerca de La Pampa. Desde 1939 vivió la mayor parte de su vida en Buenos Aires, el resto en Europa y en México, donde pasó años de exilios entre 1974 y 1987.

Es autor de numerosos ensayos sobre literatura e historia, crítica literaria, teoría y narraciones, cuentos y novelas. Fue profesor e investigador en universidades de Buenos Aires, México y Francia, y es actualmente investigador y director del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Entre otros galardones, recibió el de Chevallier des Arts et Des Lettres otorgado por el gobierno de Francia, y el Premio Xavier Villaurrutia, México, 1981. Dirige actualmente una monumental obra: la Historia Crítica de la Literatura Argentina, que aparece en doce tomos y es publicada por Editorial Sudamericana.

© www.todo-argentina.net


Nota del editor
:

Muchas Gracias Paulina Spinoso, mi profesora de Antropología Filosófica, Sicología y Sociología en la Fundación de Altos Estudios en Ciencias Comerciales (F.A.E.C.C.) Muchos aspectos de mi formación humanística se los debo a ella, quien dentro y fuera del aula demostró su calidad humana y docente.


viernes, 13 de junio de 2008

Antártida, La vie en blanc…

Claudio Parica, enfundado como se debe. “Me acuerdo de que las botas de antes eran de lona y cuando las ponía a secar se despegaban todas. Un desastre”.

CLAUDIO PARICA, GEÓLOGO, EL ARGENTINO QUE MEJOR CONOCE LA ANTÁRTIDA

Es investigador, viajó por primera vez en 1985 y sobrevivió en una base fantasma comiendo alimentos que habían permanecido congelados durante veinte años. Desde entonces pasa cuatro meses anuales en carpa en lugares que nadie pisó, a 70 kilómetros del asentamiento más cercano, hasta con 30 grados bajo cero. Su visión sobre las alarmas que parten del continente blanco y un peligro real: el efecto de la visita de 30 mil turistas anuales, un poco pesados.

“Yo siento el mismo frío que vos, eh, no soy un héroe.” Los diez grados de Buenos Aires obligan a Claudio Parica a meter las manos en los bolsillos de su campera y a buscar algún bar para pedir un café con leche. Parece que veinte temporadas en la Antártida, muchas de ellas en carpa, no lo inmunizaron contra el invierno porteño. Si hace frío, Claudio se muere de frío.

De hecho, la primera vez que fue a la Antártida, en 1985, pasó cinco días sin dormir, a punto de congelación. Tenía 30 años, se había recibido de geólogo y formaba parte de un grupo de estudio integrado por salteños, españoles y un italiano que se lanzaba a hacer tareas científicas en el continente blanco. Se llamaban “Vulcantar”.

La idea era alojarse en la isla Decepción –una porción de tierra con forma de herradura y 13 km de diámetro en la zona de las Shetland– pero la base, que se suponía iba a servir como refugio, había sido abandonada en 1967 a causa de una erupción volcánica. Al llegar, se encontraron con la escena perfecta de una película de cine catástrofe: el hielo se había adueñado del edificio. Así que los científicos con fantasías de hacer grandes descubrimientos en ese territorio inexplorado, en principio le dieron al pico, a la pala y al hacha con todas sus fuerzas sólo para poder despejar la puerta.

Cuando Claudio logró entrar, sintió en el cuerpo el tiempo congelado. No era una metáfora: en las alacenas todavía había paquetes de azúcar cubana de 1959, mermeladas de la misma época y paquetes de harina de principios de los sesenta. Entonces pensó lo que habría pensado cualquiera que de pronto se encontrase en un lugar abandonado, en medio de un continente prácticamente deshabitado y con un grupo de compañeros que no pueden frenar el castañeo de sus dientes: “¿Qué hago acá?”.

–Nada alcanzaba para abrigarnos, las tres estufitas no daban abasto. Y eso que en verano esa zona es benigna. Pero mientras afuera hacía cinco grados, adentro, hacía dos.

Tampoco la indumentaria ayudaba. Pasarían varios años hasta que se inventara la tela goretek: en esos tiempos había que arreglarse con calzoncillos largos de algodón, suéteres abrigados y anoraks de lona que absorbían cada gota de nieve. “Me acuerdo de que las botas también eran de lona y cuando las ponía a secar se despegaban todas, un desastre.”

De a poco acondicionaron la base: recuperaron la cocina económica –que al principio funcionaba con el carbón mineral y la leña que habían dejado aquellos habitantes fantasma– y, confiados en las propiedades climáticas del lugar, también usaron el azúcar cubana y la mermelada (“estaba riquísima”) y se abandonaron a un viaje gastronómico por el tiempo.

–A partir de ese día aprendí a comer primero y a fijarme en la fecha de vencimiento después.

Para Claudio Parica, vivir en la Antártida implica dormir en carpa cuatro meses seguidos, en lugares que nunca nadie pisó antes, a 70 kilómetros de la base más cercana. Hay temperaturas de hasta 30 grados bajo cero y vientos de 140 kilómetros por hora.

FRESCO PA’ CHOMBA, PERO RELAJANTE.

A partir de esa primera experiencia, Claudio seguiría yendo cada año como investigador del Conicet y jefe de proyectos de estudios geológicos: cuatro meses en la Antártida, el resto en la ciudad, alternando la investigación con la docencia. Como lo hace en estos días, en los que dicta el curso de posgrado sobre Geología del Sector Antártico Argentino, en la Universidad de San Martín. Y reconoce que, un poco, extraña: “Es que allá te desestresás por completo, te sentís con más plenitud para hacer las cosas, pensás mucho mejor porque no tenés presiones”.

Extraña a la Antártida, aunque vivir allá implique dormir en carpa cuatro meses seguidos, en lugares que nunca nadie pisó antes, a 70 kilómetros de la base más cercana. Y soportar temperaturas de hasta 30 grados bajo cero, o temporales con vientos de 140 kilómetros por hora, rogando que nada se vuele, mientras el tiempo pasa con algún juego de cartas, alguna película en la notebook (“con el volumen al máximo, porque por el viento no se oye nada”) y conversaciones por radio con la familia, con otros compañeros, en las que se repiten frases del tipo “Acá hay un temporal de la gran siete. ¿Ustedes andan bien por allá?”.

Con el tiempo incorporaron algunos lujos. “En general cada uno tiene su carpa y su catre porque si no al quinto día nadie soporta las medias sucias del otro: mi premisa es que para trabajar bien, hay que estar cómodo. En el último tiempo incluso incorporamos un termotanque eléctrico para la ducha.”

Si bien él lo cuenta como cualquiera hablaría de su vida diaria, también están los momentos en los que la hostilidad del lugar deja en claro por qué la Antártida no tiene ningún interés para los buitres de bienes raíces: lo que en la ciudad es una simple anécdota, allí puede convertirse en una situación límite. Así fue como alguna vez Claudio debió convertirse en cirujano de guerra y puso en práctica sus conocimientos de primeros auxilios, aprendidos en sus años de bañero de club.

–Una vez un búlgaro, que había venido a trabajar con nosotros, se lastimó el brazo. El hombre no era muy afecto a bañarse. Se le infectó, no le avisó a nadie y cuando le vimos el brazo, tenía una terrible inflamación. Estábamos en medio de la nada así que hice de tripas corazón, lo abrí con un bisturí, le limpié la infección, y volví a hacer lo mismo al día siguiente. La verdad, en ningún momento me tembló el pulso. Me acuerdo que se llamaba Christo.

Así, con algún que otro sobresalto, la vida de Claudio y sus compañeros suele transcurrir entre el estudio de las rocas, del comportamiento de los volcanes, de la temperatura del agua. Cuestiones que se pueden enumerar así, con sencillez, pero que de explicarlas exigirían un curso de geología para principiantes. De hecho, Claudio menciona isótopos, vidrios no cristalizados y demás cuestiones, y explica que sus investigaciones abarcan dos líneas: la geológica, que ahonda en la geoquímica, la geocronología y en ciertos casos en la paleontobotánica; y la del análisis ambiental, a través del uso de técnicas isotópicas (similares a las del Carbono 14 pero con un mayor alcance en el tiempo).

Enseguida mira y sabe que del otro lado eso que acaba de explicar suena a chino básico y prefiere contar de los restos fósiles de dinosaurios –similares a los de la Patagonia– que se encuentran a menudo y que cuyos hallazgos muy pocas veces se publican en la prensa (“por culpa nuestra, que no lo difundimos”).

También rememora aquella vez en la que dieron con una cueva en la que se refugiaban los famosos foqueros del Río de la Plata que aparecían en Buenos Aires con pieles de focas sin decir de dónde las traían, aquellos que llegaron a la Antártida en 1817, unos años antes de su descubrimiento oficial.

–En la isla Livingston, durante la campaña de 1995, encontramos los primeros asentamientos de estos grupos: había pipas, zapatos, ropa, herramientas, marmitas y construcciones primitivas hechas con piedras y cuero. Sin duda el dinero tiene cara de hereje porque las condiciones de vida eran muy precarias. Pero lo cierto es que venían una o dos temporadas, diezmaban la población, hacían masacres, y después volvían a los 10 años. En Buenos Aires aparecían registros de 50 mil cueros de focas que todos creían que venían de la Patagonia. Pero en realidad eran de la Antártida.

Fuer
on depredadores y no aventureros, entonces, los primeros que pisaron el continente blanco. Y pasarían varios años hasta que la Antártida se declarara continente de paz. “En la Argentina, el paradigma de soberanía por conocimiento tuvo su mayor impulso a partir de los 80 con la gestión de Carlos Rinaldi, el primer civil a cargo del Instituto Antártico. Se dejó de lado la ocupación meramente militar y se hizo hincapié en la necesidad de conocer y de investigar, que es lo que se hace hoy. Por eso es importante desarrollar investigaciones en la Antártida: si la soberanía se funda en el conocimiento, el que no conoce es un mero inquilino”, dice Claudio.

Mientras el Tratado Antártico y el Protocolo de Madrid sigan vigentes, este preciado territorio no corre riesgo. “Esas notas alarmistas de que la Antártida está en la mira son sólo especulaciones para ver cómo caen en la comunidad global”, asegura Parica.

EL ÚLTIMO CONTINENTE.

Si bien se dice que el marino James Cook dedujo la existencia de la Antártida en 1773, fue el inglés William Smith uno de los primeros en avistar este territorio –en rigor, la isla Livingston en las Shetland del Sur– en 1819. Smith era foquero, al igual que Nathaniel Palmer, un estadounidense que reclamó su título de descubridor para esa época. También está documentado que Fabian von Bellingshausen, un capitán alemán al servicio del zar de Rusia, y Edward Bransfield, de la armada británica, llegaron a la zona en forma casi simultánea. Esto significa que no existe el Colón de la Antártida: los honores son compartidos.

Luego se sucederían, durante años, los aventureros, militares, estudiosos y foqueros de diversos países dispuestos a avanzar cada vez más al sur. Y con ellos, los reclamos de soberanía sobre la tierra Antártica: Inglaterra, obviamente, fue la primera en hacerlo en 1908, seguida por Nueva Zelanda y Francia. Unos años antes, en 1904, la Argentina ya había comprado una estación meteorológica instalada por un escocés, que se convertiría en la base Orcadas, reconocida como la primera ocupación permanente en el territorio. Chile también había hecho lo suyo en la misma zona: en 1906 autorizó la explotación industrial, agrícola y pesquera y les encomendó a dos chilenos el resguardo de los intereses soberanos.

Los reclamos de soberanía entre estos tres países seguirían hasta mediados del siglo XX. Entre 1957 y 1958, unos 30 mil científicos y técnicos de 66 países cooperaron en una serie de estudios sobre el planeta. Se lo llamó el Año Geofísico Internacional y dio origen a la idea de destinar un territorio internacional para el conocimiento. El 1 de diciembre de 1959 se firmó el Tratado Antártico, por el cual las naciones intervinientes –Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Irlanda del Norte, Japón Noruega, Nueva Zelanda, Rusia y la actual República Sudafricana– se comprometían a conservar a la Antártida como continente de paz, destinado a la investigación y la protección del medio ambiente. Además, quedaron suspendidos todos los reclamos de soberanía. Finalmente en 1991, en Madrid, se amplió la protección al medio ambiente y se prohibió la explotación de recursos minerales.

Por el momento, los problemas de soberanía no pueden discutirse, por más de que Inglaterra cada tanto agite algún reclamo y de que el territorio argentino no cuente con el reconocimiento de la comunidad mundial. Tampoco está en cuestión la explotación de recursos naturales, más allá de que a veces se desate la alarma de que las supuestas reservas minerales y el agua de la Antártida están en la mira. “Lo cierto es que mientras el Tratado Antártico y el Protocolo de Madrid sigan vigentes, la Antártida no corre riesgo y, por ahora, lo van a estar por muchísimos años más. Esas notas alarmistas de que la Antártida está en la mira son sólo especulaciones para ver cómo caen en la comunidad global”, asegura Parica. Por el momento, entonces, una de las preocupaciones más inmediatas está relacionada directamente con esas personas con suficiente tiempo, plata y ánimo para lanzarse, por placer, en dirección al gélido culo del mundo. Sí, el problema son los turistas antárticos.

Antes del incendio y la evacuación de sus 296 tripulantes, el buque Almirante Irízar surcó los mares helados del continente blanco.

ANTÁRTIDA FASHION.

Cuando no está en carpa, Claudio vive en una base. Vive tan bien, dice, que los domingos, si el día está lindo, hace un asado con sus compañeros. Y, a veces, lo comen afuera. Pero, además de geólogo y ocasional parrillero, Claudio debe desempeñarse como anfitrión y recibir a los 1.500 turistas que pasan por la base Cámara cada temporada.

–Lo primero que hacen es tocarte. No sé por qué pero te tocan y te miran como si fueras el hombre de las nieves. Y después dicen cosas insólitas como “Acá no hay shopping”, o bajan a la playa y preguntan a qué nivel del mar estamos. También nos piden que les mostremos nuestros proyectos, así que siempre tenemos preparado un microscopio con un corte de roca para que vean algo.

Hasta fines de los noventa, el turismo se limitaba a dos barquitos que solían llegar con alguna bandera de Bahamas o de alguna otra isla no muy exigente con el pago de impuestos. No desembarcaban más que 500 personas por año. Pero en las dos últimas décadas, la Antártida se puso de moda: se calcula que durante 2008 recibirá unos 30 mil visitantes, esos que están dispuestos a pagar, como mínimo, unos cinco mil dólares por la travesía. Hace unos meses, uno de los investigadores consultivos del Tratado Atlántico, el indio U. R. Rao, alertó: “La intervención humana en forma de turismo está afectando el ecosistema”. Claudio prefiere no sonar alarmista pero coincide en la necesidad de regular el turismo o, al menos, de rotar los lugares que se visitan. “La pingüinera de la isla Medialuna, por ejemplo, cada día está más chica. Y eso lo veo yo con mis propios ojos.”

Mientras tanto, de noviembre a abril, los turistas seguirán pasando. Y Claudio y sus compañeros les ofrecerán té con galletitas, y posarán para las fotos, y agradecerán algunos regalos valiosísimos, como un poco de verdura fresca. “Lo más reconfortante, en estos casos, es saber que en la Antártida no hace falta el pasaporte, ni saber de dónde es cada uno, ni preguntarle nada a nadie. Es realmente una tierra de paz.”

La Antártida regala paisajes inesperados. Una base casi enterrada por la nieve contrasta con el sol incandescente en el horizonte.

© Fernanda Nicolin. Publicado en el Diario Crítica Digital de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el viernes 12 de Julio de 2008

domingo, 8 de junio de 2008

Exceso de pequeñez... Por Nelson Castro

Exceso de pequeñez...

Hay un texto olvidado de Ernest Hemingway en el que el gran escritor se refiere al efecto destructivo que el ejercicio del poder ejerce sobre los hombres públicos. En ese texto, Hemingway cita la observación de un periodista estadounidense acerca de la teoría según la cual el poder afecta, de un modo evidente, las conductas de las personas que lo ejercen.

Comentario de la calle

“Estamos hartos de todo el conflicto entre el Gobierno y el campo.
¿Cuándo se termina?”
“El parate es cada día más fuerte.”
“Por favor que alguien se acuerde de otros temas.”
“¿Quién se ocupa de la falta de seguridad?”
“El aumento de los precios es impresionante.”


Hay un texto olvidado de Ernest Hemingway en el que el gran escritor se refiere al efecto destructivo que el ejercicio del poder ejerce sobre los hombres públicos.

En ese texto, Hemingway cita la observación de un periodista estadounidense acerca de la teoría según la cual el poder afecta, de un modo evidente, las conductas de las personas que lo ejercen.
Los síntomas de la enfermedad de poder comienzan con el clima de sospecha sobre todo lo que rodea a esa persona, sigue con la sensibilidad crispada en cada asunto en el cual ella debe intervenir y se acompaña de una creciente incapacidad para soportar las críticas.

Más adelante, se desarrolla la convicción de ser indispensable y de que, hasta su llegada al poder, nada se había hecho bien. Finalmente, la etapa subsiguiente es su pensamiento acerca de que nada se hará bien una vez que él abandone el poder.

Esta página de Hemingway bien puede reflejar mucho de lo que está pasando en la cima del poder en estos momentos, en nuestro país.

Las voces de quienes frecuentan al matrimonio Kirchner y de los que han participado de algunas de las reuniones encabezadas por el ex presidente en funciones en su nuevo rol de presidente del Partido Justicialista reflejan esta situación que ya no pueden callar aun cuando, al hablar, lo hacen con el pedido expreso de que no se publique nada que permita identificarlos.

El temor al castigo implacable del matrimonio presidencial es pavoroso.

He aquí una viñeta de esas frases:

“Los Kirchner no saben lo que es la angustia.”
“Los Kirchner son impenetrables.”
“Es muy difícil decirles algo que los contradiga.”
“Se creen que esto es Santa Cruz.”

La prensa viene reflejando con claridad y precisión la situación de preocupación y “angustia” que están viviendo muchos dirigentes del justicialismo, quienes al ver el curso de este conflicto que está totalmente desmadrado temen por sus consecuencias potencialmente explosivas.

La entrada en acción de un nuevo protagonista ha generado una circunstancia propia de la ley de la selva. En efecto, la decisión de los propietarios de camiones de cortar las rutas ha agregado aún mayor dramatismo al conflicto.

Hay allí una interna compleja. Están lo que los ruralistas llaman camiones “gorgojeros” que llevan cereales al puerto, que se identifican con el paro agrario, y están los camiones que transportan carga general que tienen una visión crítica de la protesta. La realidad es que unos y otros la están pasando mal. Los enfrentamientos que se produjeron en algunos puntos de contacto entre camioneros y chacareros encendieron las luces de alarma.

La imagen de los miles de litros de leche derramados deesde los camiones cisternas fue desgarradora. Ese mismo día, el padre Jesús Olmedo, desde su parroquia en La Quiaca, pedía, con un grito desesperado, que se escuchara el reclamo de los muchos pobres que cada día tocan a la puerta de su casa porque no tienen qué comer.

La Iglesia advirtió el peligro de esto de inmediato. De allí la decisión de organizar la reunión extraordinaria de la Conferencia Episcopal que, el jueves, produjo un documento en el que plasmó su preocupación por este presente cargado de enfrentamientos.
El documento expresa, entre otras cosas, lo siguiente:

“Es preciso que tomemos conciencia de que situaciones como esta que vivimos nos menoscaban como comunidad, nos aíslan del mundo y, en definitiva, perjudican a los más pobres. Es más, este conflicto ha puesto de manifiesto falencias profundas de nuestra vida republicana. La persistencia misma del conflicto y la aparente imposibilidad de resolverlo constituyen un signo de debilidad institucional”

“Consideramos que la solución sólo puede encaminarse mediante gestos de grandeza y una vigencia aún más plena de los poderes de la República.”

“Por otra parte, aunque hubiera reclamos justos, no es en las calles ni en las rutas donde solucionaremos nuestros problemas.”

“Pedimos por ello, encarecidamente, al Gobierno de la Nación que convoque a un diálogo transparente y constructivo y a los sectores en conflicto que revean las estrategias del reclamo. Ni la moderación en las demandas ni la magnanimidad en el ejercicio del poder son signos de debilidad.”

La respuesta del Gobierno a este llamado de la Iglesia fue, como siempre, brutal. Las crónicas reflejan que Hugo Moyano esbozó la idea de acudir a la Iglesia para que ésta hiciera un llamado al diálogo y a deponer actitudes intransigentes de los ruralistas. Lo dejaron con el amén en la boca.

La decisión de las entidades rurales de levantar el paro es una buena medida.

Aquí hay que marcar algunas cosas. La determinación exigió mucha conversación. Ahí aparecieron diferencias entre las entidades. Coninagro y la Sociedad Rural tuvieron una posición más flexible. El núcleo duro lo sigue representando la Federación Agraria. Pero el problema, hoy día, va más allá de esto. El núcleo duro lo representan las bases. Allí las cosas están realmente complicadas porque mucha de la gente que está a la vera de las rutas está en calidad de autoconvocados. Y este sector es el que, al momento de escribir estas líneas, sigue con su postura firme de no bajarse del costado de los caminos si el Gobierno no da marcha atrás con las retenciones móviles.

Este es un componente del problema que el matrimonio Kirchner, evidentemente, ignora. Es así que el ex presidente en funciones cree, y así lo dice, que éste es un tema meneado por cinco dirigentes agrarios. Según su composición de lugar, una vez que los venza todo se encarrilará hacia la normalidad.

Si escuchara a muchos de los intendentes del Frente para la Victoria que claman por un cambio de actitud, sabría que muchos de los que están en las rutas votaron a Cristina Fernández de Kirchner.

Pero nada de esto está en el pensamiento del matrimonio presidencial. Como botón de muestra de esta actitud debe computarse lo que está sucediendo con la provincia de Córdoba.
La postura del gobernador Juan Schiaretti, quien reconoció como justo el reclamo del campo, va teniendo su castigo. A una decisión protocolar de la Presidenta de no asistir a la inauguración de una escuela en localidad de La Calera por no haber aceptado el intendente rehusar a invitar al gobernador, le ha seguido un castigo más concreto. El gobernador denunció que no le han enviado los fondos para hacer frente a los haberes de las jubilaciones y del incentivo docente. Lo tremendo de todo esto es que los que pagan los platos rotos de este enfrentamiento político son los jubilados y los docentes.

El otro gran problema que ha surgido de este conflicto es el de la credibilidad del Gobierno. Un ejemplo: El viernes hubo una reunión importante en la Casa Rosada. Estuvieron el ministro del Interior y varios gobernadores. Allí se trataron temas relacionados con la leche, el trigo y la carne y el de los famosos reintegros. Se acordaron mejoras que responden a algunas de las demandas del sector. Pero ocurre que los pequeños productores no creen en la palabra del Gobierno porque, a la hora de instrumentar estas medidas, todo se vuelve tan engorroso que, finalmente, sus beneficios nunca llegan a sus destinatarios.

La necesidad de diálogo es imperiosa. El llamamiento de la Iglesia refleja el dramatismo de la hora. El levantamiento del paro es positivo. Desde las rutas los conflictos no se solucionan sino que se potencian.

El Gobierno aportaría mucho si aceptara el error de las retenciones móviles atento a que quien las ideó, el ex ministro Martín Lousteau, así lo reconoció ante gente del campo y del Gobierno. Tal actitud sería un acto de grandeza.

He ahí un problema porque los Kirchner, con muchas de sus actitudes, representan la abundancia de la pequeñez.

© Nelson Castro. Publicado en el Diario Perfil de la Ciudad autónoma de Buenos Aires el Domingo 8 de Junio de 2008. Producción periodística: Guido Baistrocchi