Claudio Parica, enfundado como se debe. “Me acuerdo de que las botas de antes eran de lona y cuando las ponía a secar se despegaban todas. Un desastre”.
CLAUDIO PARICA, GEÓLOGO, EL ARGENTINO QUE MEJOR CONOCE LA ANTÁRTIDA
Es investigador, viajó por primera vez en 1985 y sobrevivió en una base fantasma comiendo alimentos que habían permanecido congelados durante veinte años. Desde entonces pasa cuatro meses anuales en carpa en lugares que nadie pisó, a 70 kilómetros del asentamiento más cercano, hasta con 30 grados bajo cero. Su visión sobre las alarmas que parten del continente blanco y un peligro real: el efecto de la visita de 30 mil turistas anuales, un poco pesados.
“Yo siento el mismo frío que vos, eh, no soy un héroe.” Los diez grados de Buenos Aires obligan a Claudio Parica a meter las manos en los bolsillos de su campera y a buscar algún bar para pedir un café con leche. Parece que veinte temporadas en
De hecho, la primera vez que fue a
La idea era alojarse en la isla Decepción –una porción de tierra con forma de herradura y
Cuando Claudio logró entrar, sintió en el cuerpo el tiempo congelado. No era una metáfora: en las alacenas todavía había paquetes de azúcar cubana de 1959, mermeladas de la misma época y paquetes de harina de principios de los sesenta. Entonces pensó lo que habría pensado cualquiera que de pronto se encontrase en un lugar abandonado, en medio de un continente prácticamente deshabitado y con un grupo de compañeros que no pueden frenar el castañeo de sus dientes: “¿Qué hago acá?”.
–Nada alcanzaba para abrigarnos, las tres estufitas no daban abasto. Y eso que en verano esa zona es benigna. Pero mientras afuera hacía cinco grados, adentro, hacía dos.
Tampoco la indumentaria ayudaba. Pasarían varios años hasta que se inventara la tela goretek: en esos tiempos había que arreglarse con calzoncillos largos de algodón, suéteres abrigados y anoraks de lona que absorbían cada gota de nieve. “Me acuerdo de que las botas también eran de lona y cuando las ponía a secar se despegaban todas, un desastre.”
De a poco acondicionaron la base: recuperaron la cocina económica –que al principio funcionaba con el carbón mineral y la leña que habían dejado aquellos habitantes fantasma– y, confiados en las propiedades climáticas del lugar, también usaron el azúcar cubana y la mermelada (“estaba riquísima”) y se abandonaron a un viaje gastronómico por el tiempo.
–A partir de ese día aprendí a comer primero y a fijarme en la fecha de vencimiento después.
Para Claudio Parica, vivir en la Antártida implica dormir en carpa cuatro meses seguidos, en lugares que nunca nadie pisó antes, a 70 kilómetros de la base más cercana. Hay temperaturas de hasta 30 grados bajo cero y vientos de 140 kilómetros por hora.
FRESCO PA’ CHOMBA, PERO RELAJANTE.
A partir de esa primera experiencia, Claudio seguiría yendo cada año como investigador del Conicet y jefe de proyectos de estudios geológicos: cuatro meses en
Extraña a
Con el tiempo incorporaron algunos lujos. “En general cada uno tiene su carpa y su catre porque si no al quinto día nadie soporta las medias sucias del otro: mi premisa es que para trabajar bien, hay que estar cómodo. En el último tiempo incluso incorporamos un termotanque eléctrico para la ducha.”
Si bien él lo cuenta como cualquiera hablaría de su vida diaria, también están los momentos en los que la hostilidad del lugar deja en claro por qué
–Una vez un búlgaro, que había venido a trabajar con nosotros, se lastimó el brazo. El hombre no era muy afecto a bañarse. Se le infectó, no le avisó a nadie y cuando le vimos el brazo, tenía una terrible inflamación. Estábamos en medio de la nada así que hice de tripas corazón, lo abrí con un bisturí, le limpié la infección, y volví a hacer lo mismo al día siguiente. La verdad, en ningún momento me tembló el pulso. Me acuerdo que se llamaba Christo.
Así, con algún que otro sobresalto, la vida de Claudio y sus compañeros suele transcurrir entre el estudio de las rocas, del comportamiento de los volcanes, de la temperatura del agua. Cuestiones que se pueden enumerar así, con sencillez, pero que de explicarlas exigirían un curso de geología para principiantes. De hecho, Claudio menciona isótopos, vidrios no cristalizados y demás cuestiones, y explica que sus investigaciones abarcan dos líneas: la geológica, que ahonda en la geoquímica, la geocronología y en ciertos casos en la paleontobotánica; y la del análisis ambiental, a través del uso de técnicas isotópicas (similares a las del Carbono 14 pero con un mayor alcance en el tiempo).
Enseguida mira y sabe que del otro lado eso que acaba de explicar suena a chino básico y prefiere contar de los restos fósiles de dinosaurios –similares a los de
También rememora aquella vez en la que dieron con una cueva en la que se refugiaban los famosos foqueros del Río de
–En la isla Livingston, durante la campaña de 1995, encontramos los primeros asentamientos de estos grupos: había pipas, zapatos, ropa, herramientas, marmitas y construcciones primitivas hechas con piedras y cuero. Sin duda el dinero tiene cara de hereje porque las condiciones de vida eran muy precarias. Pero lo cierto es que venían una o dos temporadas, diezmaban la población, hacían masacres, y después volvían a los 10 años. En Buenos Aires aparecían registros de 50 mil cueros de focas que todos creían que venían de
Fuer
Mientras el Tratado Antártico y el Protocolo de Madrid sigan vigentes, este preciado territorio no corre riesgo. “Esas notas alarmistas de que la Antártida está en la mira son sólo especulaciones para ver cómo caen en la comunidad global”, asegura Parica.
EL ÚLTIMO CONTINENTE.
Si bien se dice que el marino James Cook dedujo la existencia de
Luego se sucederían, durante años, los aventureros, militares, estudiosos y foqueros de diversos países dispuestos a avanzar cada vez más al sur. Y con ellos, los reclamos de soberanía sobre la tierra Antártica: Inglaterra, obviamente, fue la primera en hacerlo en 1908, seguida por Nueva Zelanda y Francia. Unos años antes, en 1904,
Los reclamos de soberanía entre estos tres países seguirían hasta mediados del siglo XX. Entre 1957 y 1958, unos 30 mil científicos y técnicos de 66 países cooperaron en una serie de estudios sobre el planeta. Se lo llamó el Año Geofísico Internacional y dio origen a la idea de destinar un territorio internacional para el conocimiento. El 1 de diciembre de 1959 se firmó el Tratado Antártico, por el cual las naciones intervinientes –Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Irlanda del Norte, Japón Noruega, Nueva Zelanda, Rusia y la actual República Sudafricana– se comprometían a conservar a
Por el momento, los problemas de soberanía no pueden discutirse, por más de que Inglaterra cada tanto agite algún reclamo y de que el territorio argentino no cuente con el reconocimiento de la comunidad mundial. Tampoco está en cuestión la explotación de recursos naturales, más allá de que a veces se desate la alarma de que las supuestas reservas minerales y el agua de
ANTÁRTIDA FASHION.
Cuando no está en carpa, Claudio vive en una base. Vive tan bien, dice, que los domingos, si el día está lindo, hace un asado con sus compañeros. Y, a veces, lo comen afuera. Pero, además de geólogo y ocasional parrillero, Claudio debe desempeñarse como anfitrión y recibir a los 1.500 turistas que pasan por la base Cámara cada temporada.
–Lo primero que hacen es tocarte. No sé por qué pero te tocan y te miran como si fueras el hombre de las nieves. Y después dicen cosas insólitas como “Acá no hay shopping”, o bajan a la playa y preguntan a qué nivel del mar estamos. También nos piden que les mostremos nuestros proyectos, así que siempre tenemos preparado un microscopio con un corte de roca para que vean algo.
Hasta fines de los noventa, el turismo se limitaba a dos barquitos que solían llegar con alguna bandera de Bahamas o de alguna otra isla no muy exigente con el pago de impuestos. No desembarcaban más que 500 personas por año. Pero en las dos últimas décadas,
Mientras tanto, de noviembre a abril, los turistas seguirán pasando. Y Claudio y sus compañeros les ofrecerán té con galletitas, y posarán para las fotos, y agradecerán algunos regalos valiosísimos, como un poco de verdura fresca. “Lo más reconfortante, en estos casos, es saber que en
La Antártida regala paisajes inesperados. Una base casi enterrada por la nieve contrasta con el sol incandescente en el horizonte.
© Fernanda Nicolin. Publicado en el Diario Crítica Digital de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el viernes 12 de Julio de 2008
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