“El dólar también se quiere ir”…
EL FOBICO Y EL PSICOTICO. La huida de Lorenzino y el ataque
de Moreno son dos caras de un estado alterado unidas por la bipolaridad.
Kicillof, con la boca abierta.
Ese fue el título principal de la tapa de Perfil de ayer: “El dólar también se quiere ir”. Y con él los pesos de quienes todavía pueden ahorrar. Y quizá, más allá de las apariencias, sea el propio Ejecutivo, y no los miembros de la Corte Suprema, el que también se quiera ir.
Pocas veces coincidió tan desafortunadamente para el Gobierno el contraste bipolar entre la imagen fóbica de Lorenzino, huyendo ante el periodismo, y la psicótica de Moreno, enfrentando al mayor empleador de periodistas durante su asamblea de accionistas. Arrastrando con él a un tan incómodo como ido Axel Kicillof (mordía la birome con gesto extraño), viceministro de Economía y autor del único plan cambiario alternativo con que cuenta el Gobierno, justo mientras el dólar paralelo no paraba de subir: 8% en la última semana, 100% desde el cepo cambiario.
Economistas claramente distanciados del kirchnerismo, como Martín Redrado, pronostican que llegaremos a las elecciones de octubre “con muletas” pero sin cambios económicos. Una brecha entre el dólar oficial y el paralelo, que ya alcanzó el 80%, pone en dudas esos vaticinios.
El plan B de Kicillof preveía un desdoblamiento de la cotización del dólar para que la devaluación del tipo de cambio oficial ($ 5,18) continuara con un ritmo que no retroalimentara la inflación, acompañándola; mientras también hubiera otros dólares intermedios hasta alcanzar el dólar libre ($ 9,34) dependiendo tanto de la oferta y la demanda como de cuestiones de estrategia macroeconómica.
El mejor ejemplo sería el caso de la brasileña Vale, a la que si le permitieran invertir sus dólares, que trae del exterior para las obras de infraestructura a $ 9, y luego exportar su potasio a un valor intermedio entre el dólar oficial y el paralelo, podría revisar su decisión de irse del país.
El caso de Vale ilustra el parate inversor que al mismo tiempo genera enfriamiento general de la economía y no ayuda a las soluciones de largo plazo en torno a la inflación. Si se facilitara que la inversión externa ingresase a un dólar financiero, se podría reactivar la economía y bajar el precio del dólar paralelo porque muchos considerarían nuevamente competitivos los precios de inversión en Argentina.
Es cierto que un tipo de cambio desdoblado es una muleta, y lo ideal siempre sería contar con un único valor, pero el grado del problema cambiario que enfrenta ahora nuestra economía reclama por lo menos parches, si es que una política económica totalmente diferente fuera hoy inviable electoralmente para el Gobierno. Y si en el futuro les encontrasen progresivamente solución a los desajustes económicos que produjeron, las diferentes cotizaciones del dólar irían confluyendo en un valor único intermedio entre los 5 pesos del oficial y los 9 actuales del paralelo.
El domingo pasado Perfil publicó los negocios que el kirchnerismo hizo crecer continuando la política de un tipo de cambio muy competitivo de Lavagna, y que luego mató al pasar a un valor del dólar más parecido al del último Cavallo durante la convertibilidad (ver “Las canchas de paddle K” en http://e.perfil.com/negocios-y-el). Reconocer un valor del dólar más alto podría hacer volver a crecer la economía. Aquello a lo que tanto teme el Gobierno quizá sea su solución.
Pero más allá de la discusión sobre si llega o no a las elecciones de octubre, sin desdoblar en serio el mercado cambiario, menos discutibles son las pocas posibilidades de llegar a 2015 sin cambiar nada. Los datos del INDEC son el mejor ejemplo, el paso del tiempo hace que la mentira mejor armada se vaya haciendo indisimulable. Que salarios (u otra forma de ellos) aumenten al 20% anual mientras el INDEC registra aumentos de precios del 10% hace que a lo largo de los años se llegue a que las estadísticas deban sostener que ya no hay pobres en el país o indigentes en la provincia de La Rioja, como acaba de suceder.
Queda la hipótesis mencionada en estas columnas sobre qué partes de la reforma judicial y sus derivaciones en la Ley de Medios, condenadas a ser declaradas anticonstitucionales y previsibles derrotas políticas, más que un ataque mal planificado, sean una defensa de un Gobierno que “también se quiere ir” y apunta a sostener su relato victimizándose: “Luchamos pero las corporaciones burguesas no nos dejaron”.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 28/04/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.