Velocidad…
Metáfora
actual. La obra Exclusión, de Pablo Suárez, que se exhibe estos días en el
Malba. Fotofrafía: Cedoc
Un
cuadro de Pablo Suárez representa
la superficie exterior amarilla y roja de un vagón de tren que avanza
velozmente. Aferrado a las manijas verticales de las puertas, con las piernas
muy separadas y los pies sobre el estrecho umbral, un hombre, con el torso
desnudo, jeans y zapatillas, trata de mantener su cuerpo adherido a la chapa.
El pelo volcado por completo hacia un lado por efecto del viento, con cara de
terror y ojos desorbitados, sosteniéndose con todas sus fuerzas para no ser
despedido por la marcha, imposibilitado de entrar al vagón, el hombre está en
peligro. Si aflojara sus manos, si sus pies resbalaran y perdieran el precario
apoyo, caería a las vías. El título del cuadro es Exclusión. Está
en la colección del Malba y tiene una atracción tan inevitable como el riesgo
que corre su personaje, el excluido. Pablo Suárez lo pintó en 1999.
© Escrito por Beatriz Sarlo
el domingo 23/12/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.
Los alfiles y la reina. El 12 de enero de 2018 se conoció una predicción de Hugo
Moyano, quien ya había roto con
el Gobierno: “Antes de que termine el año, va a haber un millón de personas
puteándolos en la Plaza y vamos a estar todos juntos de vuelta”. El
pronóstico se cumplió a medias: hubo, a lo largo del año, cientos de miles en
las plazas, pero los sindicalistas no están todos juntos. Si Moyano se
refería al peronismo, entonces habría acertado: están todos juntos de vuelta,
muchos de ellos corriendo para colocarse bajo el manto azul de Cristina
Kirchner. Falta Urtubey que,
hasta el momento, cree que puede ofrecer una alternativa exterior al sistema
solar de CFK; y hacia las afueras de ese sistema, Pichetto y Schiaretti, que antes tenían a Sergio
Massa como interlocutor y
ahora lo ven alejándose. Pero han vuelto casi todos, con pretensiones y
proyectos diferentes.
En tres años de gobierno del PRO, el
peronismo no logró reconfigurarse ni acordar una dirigencia. Cristina es la
referencia no deseada pero inevitable. Muchos peronistas hubieran preferido no
tenerla de nuevo como última instancia. Sin embargo, la realidad es más tenaz
que los deseos. Massa, uno de los que más se habían alejado, afirmó que ella
“está cambiando”. Ella tomó un tecito con Felipe
Solá, aunque siga pensando
que Kicillof sería una incomparable sucesión, si decidiera apartarse
del ajetreo cotidiano de la Casa de Gobierno. El ultramontano Grabois muestra a Cristina en un afiche donde él mismo la
acompaña y ofrece el homenaje de una intrusión en la planta trasmisora de El
Trece y TN. El Papa bendecirá esta unión.
CFK es
la referencia no deseada e inevitable del peronismo. Macri gobernó peor que las
predicciones.
Durante las escaramuzas justicialistas de los
últimos tres años, Cristina, apoyada en La Cámpora, que gestiona su
hijo, tejió redes de influencias. Fue benevolente con quienes antes había sido
dura y despreciativa. Esperó como espera un jugador que conoce las
torpezas de su adversario. Su objetivo es convertirse en la Gran
Electora del justicialismo, con la particularidad de que, incluso, pueda
elegirse a sí misma. Y también mostrarse magnánima: el sábado pasado,
grabó un corto video dirigido a la militancia de Unidad Ciudadana en
Entre Ríos, donde se la escucha decir: “Estoy convencida de que nos
merecemos un país mejor y entre todes (sic) lo podemos volver a construir”.
De cada pueblo, un paisano, y de cada provincia quien tenga posibilidades de
alzarse con los votos.
La última noticia de este 2018 es que la
Cámara Federal confirmó el procesamiento de CFK, solicitado por el juez Bonadio. Hasta que no haya sentencia firme, dentro de años, la
expresidenta podrá ser candidata, de modo que los diversos batallones
justicialistas la seguirán tomando como dispositivo central de sus cálculos
tácticos.
Por eso se reunieron Massa, Urtubey, Pichetto
y Schiaretti con los gobernadores de Tucumán, La Rioja, Santiago del Estero,
Entre Ríos y Chaco, para cerrar el año de Alternativa Federal, a cuya
mesa se sientan quienes (como Urtubey y Schiaretti) prefieren abstenerse de
Cristina Kirchner, y quienes parecen haberse encaminado hacia su inevitable
aceptación hasta que una sentencia firme cambie el escenario. Los
contertulios de Alternativa Federal rechazan al unísono la polarización entre
kirchnerismo y macrismo. Se sabe que el justicialismo está largamente
entrenado en la variedad de posiciones.
Finalmente, también en estos días,
habló Duhalde y señaló a Roberto
Lavagna como
el mejor candidato para 2019. Es
posible coincidir con Duhalde. Pero sería conveniente conocer la
opinión de Lavagna.
El niño rico. El gobierno de Cambiemos fue peor que las
peores predicciones (según los números que acaban de conocerse). La
pobreza subió al nivel más alto de la última década. La imagen de Macri comenzó 2018 en el nivel más bajo desde que asumió
la presidencia (14 puntos menos después de convertida en ley, con alta
desaprobación popular, la reforma jubilatoria). Por el momento, no hay
milagro que consuele con mejores números. Miguel
Acevedo, presidente de la Unión
Industrial, calificó
el año que termina como "muy malo" y no encuentra sustento para
"el positivismo que tiene el Gobierno".
En efecto, carece de sustento. Al comenzar
2018, Macri exhortó a “vivir con los recursos que tenemos, porque no queremos
seguir tomando deuda y obligar a pagarla a las próximas generaciones”. Era un
buen deseo, que entró en una zona de tormenta cuando el Gobierno, seis
meses después, firmó con el Fondo Monetario Internacional un posible préstamo
de 50 mil millones de dólares, de los cuales llegaron unos 20 mil millones. Se
anunciaron ajustes varios (comenzando por el llamado “ajuste político”), todos
tardíos. El gradualismo no fue suficiente para impedir el aumento de la pobreza
y la desocupación. Tampoco alcanzó para no seguir endeudándose (olvidados ya de
las “próximas generaciones”).
Pese a todo, en septiembre de este año, el
Gobierno insistió en promesas de buena ventura, esta vez para persuadir a los
ejecutivos de grandes grupos de inversión reunidos en Nueva York. A ellos les
dijo: "Vamos a contarles el buen futuro que tenemos los argentinos".
Y hace pocos días reafirmó ese pronóstico sin
fecha. En el Centro Cultural Kirchner, Macri les dijo a los 1.200 funcionarios
del llamado “gabinete ampliado”: “El año que viene la Argentina va a
confirmar que entendió que este es el rumbo”. Hoy por hoy, la Argentina
superó los 800 puntos de riesgo país, el número más alto de los últimos
cuatro años. Paren este tren, grita el muchacho aferrado a los pasamanos en el
cuadro de Pablo Suárez.
Entre decenas de razones, la corrupción del
gobierno kirchnerista no generó discursos de la craneoteca que trabaja en
Balcarce 50. No tuvieron como tema, ni siquiera secundario, la cleptocracia
fundada por la gestión anterior. Seguramente porque el círculo de Macri sabía
que primos, hermanos o el venerable pater familias podían ser citados por la
Justicia. Los negocios de los Macri tienen una larga historia y, como a muchos
empresarios, se les complica impartir ejemplos de ética.
Si a los asesores de Macri les pareció que
convenía tener a Cristina como figura central de la oposición, pues allí está.
Retrocediendo con poca elegancia, afirman que ella “tiene ahora muchísima
fuerza”. Según encuestas, el 60% votaría ofertas opositoras en las próximas
elecciones presidenciales. Pero no se trata solo de encuestas.
Macri fue víctima de un optimismo de niño
rico, acostumbrado a que los vientos soplen en la
dirección de sus deseos. El también podría estar representado en el cuadro de
Pablo Suárez: con los pelos de punta, los ojos desorbitados por el terror, a
duras penas se aferra a las manijas exteriores de un vagón que avanza a toda
velocidad hacia la derecha y deja muchas víctimas.
Hay futuro. Las grandes transformaciones sociales y culturales
no siguen paso a paso la coyuntura política. Esto lo sabe cualquiera que
consulte un libro de historia. El año 2018 no tiene vuelta atrás por dos hechos
novedosos.
El primero transcurrió en las calles: fueron
las gigantescas movilizaciones por la ley de interrupción voluntaria del
embarazo, protagonizadas por una generación joven que ocupó por primera vez el
espacio público. El segundo tuvo a la televisión y las redes como escenario.
Decenas de mujeres salieron a denunciar violencias de género. Dieron nombres y
circunstancias. Dieron la cara.
El veredicto es siempre sumario, cuando no
intervienen fiscales, defensores y jueces. Las garantías valen para todo el
mundo, incluso para los criminales más repugnantes. De todas maneras, no son
las víctimas las que deben obsequiárselas, sino las instituciones y también los
medios de comunicación, que deben presentar las noticias con el control sobre
sus fuentes. Si la víctima no puede ser ecuánime, los medios deben serlo.
Quienes se presentaron como víctimas
cambiaron la dirección y la velocidad del tren que nos arrastra: son mujeres
que, sin achicarse, desafían el viento. Reclaman justicia, aunque sus
argumentos no sean perfectos frente a un tribunal. Tampoco es necesario estar
de acuerdo con la forma mediática de las denuncias. Simplemente deben recibir
castigo los inculpados en ellas (cuántos sean, no lo sabemos hasta un juicio).
Por eso, lo que sucedió en los últimos días
anuncia un país que puede tener una velocidad distinta a la que impusieron la
exclusión, la desconfianza, la complicidad y el silencio. Contra viento
y marea, desde los años 80, las víctimas de diferentes delitos ya han escrito
páginas memorables en los tribunales argentinos. Y
seguirán escribiéndolas.
(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com