Evo quiere quedarse veinte años en el poder…
Regalo. Los representantes de los pueblos
originarios mandan un mensaje contundente: no aceptan otra cosa que no sea el
triunfo del actual presidente. Los opositores acusan al mandatario de vulnerar
las instituciones y querer perpetuarse en el poder. Fotografía: DPA
La historia boliviana muestra que no es la primera vez que en el país se
vive una profunda división como la que enfrenta hoy en las calles a partidarios
y opositores de Morales.
© Escrito por Nelson Castro el domingo
27/10/2019 desde la ciudad de La Paz, Bolivia y publicado por el Diario Perfil
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Bolivia renació a la vida democrática en 1982, año en que
abandona el poder la última junta militar. El primer presidente de esta vuelta
a la institucionalidad fue Hernán Siles Suazo. Desde entonces atravesó momentos
de inestabilidad política que forzaron renuncias de mandatarios en medio de una
permanente crisis socioeconómica. Se llegó así al segundo gobierno de Gonzalo
Sánchez de Lozada, quien asumió en 2002. La conflictividad social que lo
envuelve, dio pie a un estado de rebelión generalizada que fue llevada adelante
por los pueblos originarios, los sindicatos, los pequeños comerciantes, los
cocaleros, los campesinos y los mineros.
Esa situación de ingobernabilidad precipitó en 2003 la renuncia de Sánchez de Losada, a quien sucedió su vicepresidente, Carlos Mesa, quien carecía de apoyo en el Congreso y no pudo poner freno al estado de desasosiego ciudadano dominante en aquellos años, por lo que en 2005 dimitió, siendo reemplazado por Eduardo Rodríguez Veltzé, quien asumió en forma interina y convocó a elecciones generales en la que se impuso Evo Morales.
Esa situación de ingobernabilidad precipitó en 2003 la renuncia de Sánchez de Losada, a quien sucedió su vicepresidente, Carlos Mesa, quien carecía de apoyo en el Congreso y no pudo poner freno al estado de desasosiego ciudadano dominante en aquellos años, por lo que en 2005 dimitió, siendo reemplazado por Eduardo Rodríguez Veltzé, quien asumió en forma interina y convocó a elecciones generales en la que se impuso Evo Morales.
Morales. Fuertemente inspirado e influido por Fidel Castro y Hugo
Chávez, Morales llevó adelante una gestión de tendencia socialista,
nacionalista e indigenista. Estatizó las empresas de electricidad, petróleo y
telecomunicaciones.
Como Chávez en Venezuela, promovió una reforma de la
Constitución y en 2006 se instaló una Asamblea Constituyente que redactó un
nuevo texto que se denominó Constitución Plurinacional, y que fue aprobada por
164 de los 255 congresales constituyentes.
En 2009, Morales fue reelecto con una abrumadora mayoría.
En su segundo gobierno, la economía comenzó a crecer en forma sostenida, hecho
impulsado por el precio de las materias primas, sumado a los programas de
subsidios y de la obra pública.
En 2014, fue reelegido nuevamente para un tercer mandato.
Obtuvo en esa elección el 61% de los votos. Su tercer mandato se caracterizó
por una desaceleración de la economía –debida a la caída de los precios de las
materias primas y de la disminución de los niveles de exportación de gas al
Brasil y a la Argentina. Sin embargo, continuó con su plan de obras públicas y
con el estímulo al consumo interno. Eso dio como resultado una economía que
mantuvo su crecimiento y una singular estabilidad.
Los números muestran que, durante sus gobiernos, el
índice de pobreza disminuyó y el proceso de inclusión de los distintos pueblos
originarios mejoró significativamente.
Las principales críticas a su gestión tienen que ver con
el deterioro institucional que se ha producido a lo largo de sus tres períodos
en la presidencia. Evo Morales gobierna casi con la suma del poder público. La
independencia de poderes –especialmente la del Poder Judicial– es en la Bolivia
de hoy en día algo casi inexistente. A eso, hay que sumarle las muchas
denuncias por actos de corrupción.
Referéndum. El 21 de febrero de 2016 se realizó
en Bolivia un referendum para aprobar la modificación del artículo 168 de la
Constitución a los fines de permitir una nueva reelección de Morales. El “No”
ganó por el 51% de los votos. Sin embargo, en un fallo que bien podría haber
pertenecido a alguno de los relatos de La Tía Julia y El Escribidor, de Mario
Vargas Llosa, el Tribunal Constitucional Plurinacional, integrado por miembros
que responden absolutamente a Evo, dictaminó que ese resultado vulneraba los
derechos políticos del actual presidente a quien, por ende, habilitó para
competir en una nueva elección, que fue la del domingo pasado y sobre cuya
transparencia lo que abunda es la sospecha.
Y son esas sospechas de fraude el asunto sobre lo que
gira la crisis política que afecta a todo el país.
Crisis. Desde hace una semana, Bolivia está convulsionada. A las
diez de la noche del último domingo, el actual presidente le llevaba a su
principal opositor, Carlos Mesa Gisbert, una ventaja inferior a los 8
puntos. Con ese resultado, se iba a una segunda vuelta a la que, Morales, le
teme. La razón para ello es muy simple: la suma de los votos de la oposición
unida lo supera por cinco puntos.
Hacía 20 años que no visitaba La Paz. Es jueves por la
mañana y camino por las angostas y empinadas callejuelas que rodean la Plaza
Murillo –la analogía de la Plaza de Mayo– con el recuerdo de la última
entrevista que le hice a Evo –porque acá no se lo llama ni Morales ni presidente,
sino Evo– antes de asumir su primer mandato. “detesto a los que quieren
perpetuarse en el poder” me dijo. Avanzo a paso lento y con sigilo. Los
casi 4 mil metros de altura y la circunstancia obligan a eso. La lentitud es
clave para combatir el mal de las alturas. El sigilo, para no ser víctima de
las reacciones violentas que se ve en muchos casos contra los periodistas. Lo
mismo me pasó hace quince días en Quito.
El signo más relevante de la compleja realidad política
del país es la división, que se advierte a cada metro. En la plaza hablan los
representantes de los pueblos originarios, que se plantan frente al Congreso y
mandan un mensaje contundente: no aceptan otra cosa que no sea el triunfo del
actual presidente. Francisco, uno de sus líderes, me lo dice sin rodeos: “de
ninguna manera vamos a aceptar la segunda vuelta y si es necesario,
defenderemos la victoria de Evo con todas nuestras fuerzas. Y si hace falta
luchar, lo haremos”. A Evo lo apoyan los pueblos originarios, los mineros, los
cocaleros y los campesinos, es decir, los más pobres.
El punto de encuentro de los que rechazan el resultado de
la elección es la Plaza Avaroa. Allí, cada tarde-noche desde el domingo, se
juntan gran cantidad de manifestantes con un notable predominio de jóvenes. Una
nutrida barrera policial les impide llegar a la sede del Tribunal Supremo
Electoral. Los que protestan lo hacen con convicción y perseverancia. “No puede
ser que el único presidente que he conocido desde que tengo uso de razón haya
sido Morales” es una frase que repiten mucho los jóvenes que pasan largas horas
en sentadas que se extienden por varias cuadras.
El viernes la ciudad fue un caos. Los bloqueos se
extendieron por todos lados. Los que intentaron atravesarlos, la pasaron
mal. A las ambulancias, la revisaban. En uno de esos piquetes, presencio una
situación de gran tensión cuando un móvil policial encara para pasar. La gente
se agolpa a su alrededor y los detiene: “Ustedes no pasan; únanse a nosotros.
No sigan trabajando por sueldos de miseria mientras sus jefes corruptos se
llenan los bolsillos con plata que nos roban”, les dice a los atribulados
agentes el líder del grupo.
Finalmente, el auto policial retrocede y la gente comienza a aplaudir. Estos bloqueos constituyeron la primera acción de la resistencia a la que el jueves por la tarde llamó la Coordinadora de la Defensa de la Democracia. “Evo corrupto”; “Evo ladrón”; el Himno Nacional de Bolivia; el tango Cambalache, se escuchan por todos lados. Quienes participan de estos piquetes son personas de clase media. La clase media lo rechaza a Evo.
Finalmente, el auto policial retrocede y la gente comienza a aplaudir. Estos bloqueos constituyeron la primera acción de la resistencia a la que el jueves por la tarde llamó la Coordinadora de la Defensa de la Democracia. “Evo corrupto”; “Evo ladrón”; el Himno Nacional de Bolivia; el tango Cambalache, se escuchan por todos lados. Quienes participan de estos piquetes son personas de clase media. La clase media lo rechaza a Evo.
El objetivo del actual presidente –al igual que el
que tuvieron en vida Hugo Chávez y Néstor Kirchner– es quedarse en el poder
durante 20 años. Y sabe que si pierde, no vuelve más. Ese es su problema.
La oposición cometió un grosero error al no ir unida. De
haberlo hecho pudo no solo alcanzar la segunda vuelta –por la que hoy desespera–
sino también ganar la elección.
“Patria, patria es unidad, trabajo, paz” dice el poema “A
Bolivia”. Hoy –como ayer– la unidad no existe, el trabajo le falta a muchos y
la paz está en jaque.