Espejos invertidos de
Macri…
Vidal y Larreta, distintos al Presidente. Fotogafía:
Cedoc Perfil
La decisión de no desdoblar las elecciones en la provincia de
Buenos Aires explica por qué María Eugenia Vidal tiene mayor aprobación que
Macri. Es una cuestión de valores más que de políticas o ideologías.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 23/02/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
A diferencia de su jefe,
la gobernadora está dispuesta a conceder y a comprender las necesidades del
otro, capacidad empática imprescindible en la política para poder llegar a
acuerdos sin los cuales no se puede gobernar con eficacia ni mucho menos
pretender cambios.
A pesar del
prejuicio social hacia “los chetos”, Vidal no es diferente solo porque nació en
un hogar de clase media. Horacio Rodríguez Larreta nació en uno de clase alta y
sin embargo tiene la misma capacidad de Vidal para establecer vínculos con
propios y ajenos, y es reconocido por opositores y adversarios como alguien
confiable y con quien se pueden alcanzar acuerdos.
El gradualismo fue la única opción porque el Gobierno no quiso
acordar reformas con el PJ no kirchnerista.
En el caso de
Larreta, la evidente falta de carisma lo obligó a sobrecompensar
desarrollando otras formas de contacto emocional con aquellos a quienes
tenía que seducir. Lo que los economistas llaman “ventaja de la adversidad” en
países como Japón, que al no tener recursos naturales convirtió carencia en
motivación para desarrollar otras ventajas competitivas, o la de los países
fríos, generalmente más desarrollados que los cálidos por la necesidad que
impone la propia inclemencia climática.
Cuentan que
Macri le dijo a Larreta hace unos años, sin la menor diplomacia, que nunca iba
a llegar a ser electo en un cargo por su falta de carisma, pero que podía
lograrlo si era su ladero. Ese abuso de “sinceridad” mortal de Macri
tiene otras anécdotas, como cuando tuvo la primera reunión con Monzó, a quien
trataban de “contratar” para el PRO, y al terminar de “examinarlo” le dijo
“podés retirarte” como si fuera una entrevista laboral poco amigable.
Macri no
considera a ningún argentino par (ni al Papa, ni en su momento a su padre), ese
es su mayor talón de Aquiles. Su gobierno fracasó económicamente por ese
conflicto que tiene con la autoridad. El gradualismo con el que se desmoronó no
era la única alternativa sino la única posible si no se quería acordar con la
oposición, tratando a los demás políticos como pares.
El gradualismo
no es la estrategia fundante de una política sino la consecuencia de la
verdadera causa primigenia: no querer negociar con la oposición, sin la cual es
inviable cualquier reforma porque en los tiempos actuales es casi imposible que
un solo partido tenga mayoría en ambas cámaras del Congreso sin pasar por una
alianza poselectoral.
Y no solo con
la oposición. Que una persona con las credenciales de Ernesto Sanz, artífice
del acuerdo con el radicalismo que permitió a Macri ser presidente y luego
contar con más legisladores, tras haber sido casi el padre de Cambiemos se
retirara de la escena política apenas se ganaran las elecciones de 2015 muestra
las dificultades que Macri tiene con sus propios aliados, los radicales, que se
sienten maltratados.
En el PRO
explican el gradualismo como la herramienta necesaria para haber llegado a 2019
y romper con el maleficio sobre todo gobierno no peronista de no poder terminar
su mandato y menos aún ser reelecto. Y también explican que el Macri que
surgiría el 10 de diciembre de 2019, si fuera reelecto, sería diferente porque,
al no tener la posibilidad de otra reelección podrá ser más generoso con la
oposición sin temor a crear sus propios competidores electorales.
De ser así, no
hizo los cambios prometidos desde el comienzo de su primer mandato el 10 de
diciembre de 2015 para poder llegar al 10 de diciembre de 2019 y recién allí
hacer los acuerdos necesarios con la oposición para instrumentar la reforma
laboral, tributaria y previsional que hace Bolsonaro e hizo Temer en Brasil al
comenzar cuando contaban con toda la fuerza.
Resulta
paradójico que el país deba perder cuatro años para que el Presidente sea
reelecto y recién allí gobierne bien sus últimos cuatro años desnaturalizando
el sentido de la relección como continuación de lo exitoso. Obviamente, si los
cambios que hubiera que hacer hubieran sido exitosos, sería reelecto por mayor
diferencia, y si no lo fueran, tampoco querrá hacer esos cambios en su segundo
mandato porque a nadie le gustaría irse vapuleado después de ocho años.
En el fútbol ganar es un
fin en sí mismo, al ser una actividad lúdica no es teleológica y no tiene un
para qué. Si para el futbolero Macri ganar las elecciones es un trofeo, podría
ser que un segundo período suyo en gran parte se agotara con consumar el
segundo triunfo electoral a presidente.
El círculo rojo queda
pasmado cuando se le pregunta al director general de la Anses si Macri, de ser
reelecto, piensa el próximo 10 de diciembre llamar a extraordinarias en el
Congreso y presentar una reforma previsional, y el economista de 38 años Emilio
Basavilbaso responde que la reforma previsional ya se hizo y fue la de
diciembre de 2017. No se entiende al director de la Anses porque en 2018 después
de esa reforma hubo una devaluación del 130% por temor al déficit fiscal en
gran medida producido por el gasto previsional que continúa representando el
60% del total del gasto público.
O cuando le preguntan lo
mismo sobre la reforma laboral al ministro de Producción a cargo de Trabajo,
Dante Sica, responde que no habrá reforma laboral en un próximo mandato de
Macri, lo que permite que los sindicalistas de la Confederación Argentina de
Trabajadores del Transporte, que había invitado a comer al ministro, anuncien
con alegría que el Gobierno “garantizó que no habrá Ley de Reforma Laboral”.
Se podría suponer que Sica
dice eso para calmar las aguas en año electoral y que el director de la Anses
no tiene el panorama completo del Gobierno, pero no habría que descartar que
digan la verdad y un segundo gobierno de Macri no tenga como objetivo producir
una reforma económica que constituya un plan económico y continúe también con
gradualismo.
Macri y los anti K prefieren 8 años del Plan Perdurar a hacer las
reformas y que pueda volver el peronismo.
Esa es otra diferencia
entre María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta con el presidente Macri,
que los convierte en espejos invertidos: además de estar inclinados a llegar a
acuerdos políticos con la oposición y construir alianzas poselectorales,
también están más predispuestos a correr riesgos y ser más ejecutivos.
Pero es probable que la
parte de la sociedad que, antes que nada, no quiere a Cristina tenga los
intereses alineados con Macri y prefiera ocho años de una economía estancada a
hacer las reformas económicas y que, de salir mal, se corra el riesgo del
regreso del peronismo.
(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com