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domingo, 31 de agosto de 2014

Contame un Cuento ¿Querés?... De Alguna Manera...


“No hay nada más activo que un chico quieto escuchando un cuento”…


Ana Padovani. Docente, psicóloga y actriz La biografía de un chico y de una sociedad entera se construye sobre mitos y narraciones. Sin imaginación no se crece ni se producen cambios sociales, dice la entrevistada.

Narrar, contar una historia es un arte. Y atender, seguir los hilos, hundirse en el relato es una experiencia intensa para un chico. La imaginación, la definición de preferencias, la exploración personal, las consideraciones de lo bueno y lo injusto se van tejiendo con las voces que sostienen las historias. Para Ana Padovani, reconocida especialista en este delicado arte, se trata de advertir que la constitución de un individuo está íntimamente ligada con la narración. Para ella la narración es inherente al individuo y un sujeto se construye a sí mismo a partir de un relato de su vida.

¿Cómo se aproximan los chicos a la narración? ¿Por los padres?
 Para los chicos es natural acercarse a la narración. Leerles o narrarles una historia, aun cuando estén lejos de comprender íntegramente el relato, va tejiendo su psiquismo. En la medida en que los padres son las figuras de identificación, todo lo que hacen o proponen sirve como modelo y estímulo. Por lo tanto, ellos deberían ser los primeros en ejercer esta práctica. La escuela también trabaja para la formación del niño y continuará, en el mejor de los casos, lo que ya han iniciado los padres o alguien próximo que haya introducido al chico en este mundo. Muchas veces la familia está ausente o no tiene los recursos materiales o psicológicos para iniciar la tarea. En esos casos, la escuela debe despertar esa sensibilidad.

¿Qué pueden hacer los maestros para que se preste más atención a los relatos?
Es aconsejable crear un ámbito para la narración que se distinga de otras actividades. Debe haber un espacio adecuado para el momento del relato. No es lo mismo jugar, hacer manualidades o compartir canciones en el jardín, que aprender a escuchar cuentos. Es una experiencia única: sentir la vibración de otro ser humano que puebla su imaginación con palabras, con gestos y la voz. No es necesario ser un profesional de la narración para seducir a un auditorio, pero sí será importante saber elegir el repertorio de acuerdo a la capacidad de comprensión de los niños, que el lenguaje sea accesible, que la gestualidad necesaria no sea exagerada ... Pero por sobre todas las cosas importa la transmisión de la pasión por lo que se está narrando.

¿Por qué fascinan las historias? 
La narración es inherente a la condición humana. Nos fascinan las historias porque nos construimos como sujetos a partir de nuestra biografía. Los relatos nos permiten viajar en el tiempo y hacia lugares inexistentes o utópicos. Permite despegarnos de la realidad cotidiana, de sus tensiones, de sus conflictos, y también vernos identificados en las historias, promoviendo una catarsis que estimula el crecimiento. Por otro lado, una sociedad que no se permita imaginar lo imposible es una sociedad sin esperanzas. Sólo la imaginación puede brindarnos herramientas para los cambios sociales.

¿Por qué perdura la fascinación por hadas, brujas y princesas?
Basta observar las grandes producciones de Hollywood dirigidas a los niños y no tan niños. El éxito de esos relatos cinematográficos es una prueba de que esos personajes siguen representando una parte de nuestros anhelos y sueños. Adquieren otras formas, pero siempre son las figuras arquetípicas de lo temido y lo deseado. Los miedos a lo desconocido, la muerte, el sufrimiento, el más allá, siempre están vigentes y adquieren distintas representaciones a través de los cuentos. También el deseo de un mundo donde la magia pueda cambiar la realidad y se distingan con claridad los buenos y los malos, y éstos reciban su castigo. Como sabemos que eso es imposible, nos interpela un espejismo narrativo donde existen certezas y milagros. Cuando me inicié en esta profesión, en los años ´80, tenía la duda: ¿resultaría una antigüedad hablar de brujas, reyes y otros personajes medievales? Con sorpresa, comprobé que los chicos siguen disfrutando de ellos.

¿Qué densidad puede alcanzar un relato en los chicos?
Los chicos son permeables, receptivos y sensibles, y además tienen su propia lógica. Por eso no hay que perder la dimensión simbólica del goce y del juego. Los textos construyen valores y permiten elaborar la agresividad de los seres humanos mediante eventos ficcionales. Gracias a los cuentos, los niños se confrontan con la muerte y los conflictos, aun antes de que tengan cercanía real con ellos. Son importantes para su formación. Lo que puede ser perjudicial es la manipulación ideológica, conociendo la receptividad de los chicos.

¿Cómo se construyen las identidades a través de los relatos?
La identidad se va constituyendo por múltiples identificaciones que se dan con el transcurso de los años. Los primeros años de vida son fundamentales. La narración de cuentos incide, pero no es el único elemento. La relación con padres, abuelos y educadores va contribuyendo a la identidad de un individuo. Y existe otra identidad, que es la colectiva. En ella, los relatos son importantes porque transmiten desde tiempos inmemoriales la tradición de una comunidad. No es necesario que los relatos abunden en el color local, como decía Borges, ya que reflejarán nuestra similitud social, simplemente porque han salido de nuestros antecesores.

¿Qué lazos encuentra entre relatos, mitos e historias, imaginación y conocimiento?
El hombre a lo largo de su historia ha tratado de dar cuenta de muchos fenómenos que no lograba explicar, apelando a los mitos. La historia de por sí tiene un origen mítico, mitos que hoy integran nuestro acervo literario. Las ciencias humanas nos permiten disfrutar de la mitología desacralizándola y apreciándola por la belleza de sus relatos y personajes. Sin duda, la imaginación es previa al conocimiento. De algún modo podría decirse que no hay investigador o científico que no sea un soñador.

¿Se puede diferenciar una narración existencial de un relato narcisista en que se cuenta de modo exhibicionista?
Obviamente, en este oficio podemos encontrar ambas posibilidades. Creo que la segunda tiene que ver más con la necesidad de impacto en el espectador, de alcanzar el éxito, si bien el narcisismo está presente en todos los artistas. Aquí se juega la ética del narrador. Un problema ético sería traicionar los principios artísticos para alcanzar éxito, produciendo lo que sabemos que el público quiere escuchar. Todos queremos saborear alguna forma de celebridad, pero debe lograrse sin abandonar aquello que nos construye como artistas.

¿Acaso los miedos pueden ser conjurados en un relato?
Yo creo que no se puede hacer una afirmación taxativa. Esto tiene muchos matices, pues un relato depende tanto del receptor como del emisor. Puede generar miedo, así como contribuir a perderlo. Sin embargo, los cuentos nos permiten experimentar vivencias y así familiarizarnos con eventos desdichados que aún no hemos transitado en la vida real. La narración es un reflejo de nuestra condición humana y a través de ella podemos atravesar las múltiples facetas del miedo. Los miedos tienen un objeto que los causa, y el poder hablar sobre ello los modifica.

¿Qué papel juega la voz en el relato?  
La voz del narrador es fundamental en el relato, porque crea mundos, acerca, sorprende, emociona. Y, según cómo se la utilice, puede captar la atención y producir mayor o menor comprensión. Es indudable que hay voces más empáticas que otras, y el efecto en el receptor nunca será indiferente a esos matices. Lo cierto es que este oficio se ejerce principalmente con la voz, a la que habrá que educar y moldear para lograr los mejores resultados.

Se habla de “narradores sociales”. ¿Cuál es su tarea?
Los narradores sociales tienen una especial sensibilidad para responder a las necesidades y carencias de otras personas. Se trata de un trabajo de enorme generosidad, ya que son aquellos que narran en espacios donde la voz, más que necesaria, es salvadora (hospitales, cárceles, geriátricos). En las personas privadas de contacto con otros, la voz del narrador es muy bien recibida. En este ámbito, el voluntariado es el principal eje de la práctica. Debería promoverse esta práctica. Es interesante recordar la película de Juan José Campanella, “El secreto de sus ojos”, donde un confinado implora que le hablen.

¿Los medios digitales alteran la narración oral?
Yo no diría que la alteran, pues son dos lenguajes muy distintos que van por caminos paralelos. Incluso afirmaría que no hay narración en los medios digitales: hay una trama descriptiva, principalmente, y una función emotiva, que busca exaltar toda clase de sentimientos. Pero incluso así, aunque los chicos actualmente están más conectados con los medios digitales, cuando se les sabe introducir en el mundo de la imaginación a través de un relato bien contado, conforman un público que se entrega y participa. No hay chico más activo que aquel que está quieto porque está escuchando un cuento.

¿Lo efímero de un relato oral puede perdurar en alguna parte?
Es de esperar y desear que perdure en la imaginación y en el corazón de quien lo ha recibido, al igual que luego de un concierto, una obra de teatro, una performance. Será efímero siempre y cuando no haya logrado tocar la sensibilidad de quien lo recibe.

¿Por qué seguir narrando en una época en la que el contar matemático y el registro contable nos desvela?
Los números son herramientas; sin embargo, las matemáticas también tienen un alto poder de abstracción. Nos enseñan a imaginar, pero no de forma conectada con los afectos. Tienen otro objetivo: inventariar, organizar el mundo, sin vincularse con las emociones. Pertenecen al pragmatismo ineludible en nuestro mundo. La abstracción que propone la narración deja algo perdurable, reconocible en nuestros sentimientos, sin lo cual sería imposible proyectar la vida, entre otras cosas, para construir el único relato válido para la humanidad: la tradición de la palabra, que nos prolonga en el tiempo aun después de la muerte. Somos animales lingüísticos y nos reconocemos en la sucesión, en la continuidad, en el proceso y no en la imagen congelada de un resultado.

© Escrito por Claudio Martyniuk el Domingo 31/08/2014 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



miércoles, 28 de agosto de 2013

Modelo cambiado… De Alguna Manera...


Modelo cambiado…

¡Aguante la ficción! Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

Ni Australia ni Canadá: el país estaba mejor cuando Duhalde le pasó la posta a Kirchner. La responsable.

Investigación exclusiva: el plan del Gobierno para perder las elecciones. Autoatentados en Twitter, nombramiento de un jefe militar sospechado de delitos de lesa humanidad, regreso de un director del servicio penitenciario experto en mano dura, festejos por triunfos electorales en la Antártida y la comunidad qom, conferencias de prensa falsas, llantos en cámara y candidatos opas. Cómo es la estrategia del oficialismo para dilapidar en dos meses lo ‘ganado’ en una década”.

La tapa de la revista Barcelona editorializó así, por el absurdo, como una manera de reír para no llorar. Tal vez sea la única forma de comprender lo incomprensible de un gobierno que no deja de atentar contra sí mismo. Se podría sumar al plan de Cristina como jefa de campaña del Frente para la Derrota la comparación que hizo con Australia, Canadá y el aporte obsecuente de Débora Giorgi, que sumó a Estados Unidos a ese insólito torneo donde ganamos en algunos rubros y nos golean en los más importantes.

Si Cristina necesita medir su gestión, no es necesario que vaya a otras latitudes. Puede poner sobre la mesa de análisis los números actuales y colocar al lado los que recibieron de Eduardo Duhalde/ Roberto Lavagna, aunque no soporte a “el Padrino”, como ella bautizó al ex presidente para vincularlo a la mafia de Don Corleone pero que dio en la tecla porque fue Duhalde el que “apadrinó” la candidatura de Néstor Kirchner.

En esas planillas podría ver que recibieron un país que ya no estaba en llamas.

Cuando asumió Néstor encontró 16.500 millones de superávit comercial y crecíamos al 7%, con apenas el 4% de inflación.

Este año, y gracias a la incapacidad de Cristina, con suerte vamos a llegar a los 8.500 millones de superávit comercial, al 2% del PBI y con una inflación que los más prudentes ubican en el 25%. Duhalde se hizo cargo con los bancos cerrados y tapiados y con 18 cuasimonedas, después del default más importante de la historia de la humanidad (triplicó al de Rusia) y en medio de una anarquía social que sembró de muertos la Plaza de Mayo y que reclamaba “que se vayan todos”, con cinco presidentes y después de 42 meses consecutivos de caída del producto bruto y antes de que explotara la convertibilidad y huyera Fernando de la Rúa.

Ese gobierno de transición de 15 meses se retiró sin una sola denuncia de corrupción y le transfirió a Kirchner cuatro ministros (Lavagna, Pampuro, Aníbal Fernández y Ginés) y alrededor de treinta secretarios de Estado.

La mayor parte de lo que la década ganó se dio hasta 2007. Desde que se hizo cargo Cristina “cambió el modelo sin avisar”, como definió Jorge Remes Lenicov, otro de los padres del esquema productivo y virtuoso. Ese equipo que apagó el incendio, en su mayoría, hoy está con Sergio Massa, que en aquellos tiempos manejó la Anses: Lavagna, José Ignacio de Mendiguren, Jorge Sarghini, Miguel Peirano, Martín Redrado, entre otros, y hasta Alberto Fernández, que era jefe de Gabinete y un lado del triángulo del poder político.
Por eso es contraproducente para los K que, en la desesperación por satanizar a quien puede firmar el certificado de defunción del ciclo, lo acusen de neoliberal y de querer volver a los 90. Los colaboradores que eligió parecen querer volver al modelo de Néstor que a Cristina se le fue entre los dedos.

Tal como dice Roberto Gargarella, la segunda mitad del proceso kirchnerista se parece más a la máxima derecha posible que a la izquierda. ¿Cómo se pueden caracterizar la ley antiterrorista, el Proyecto X, la designación de Milani, el pacto con Irán, el abandono del Estado antes, durante y después de las víctimas de la masacre de Once –cuya responsabilidad fue de funcionarios, empresarios y sindicalistas kirchneristas–, el acuerdo secreto con Chevron, la alianza con empresarios de medios menemistas de tiempo completo y dudosa moral, la sociedad con gremialistas burócratas o espías de la dictadura, su obsesión discriminatoria con los pueblos originarios como los qom sólo para mantener su transa con señores feudales como Gildo Insfrán, los intentos de voltear las medidas cautelares –que son un verdadero escudo para los más desprotegidos–, las trabas a los juicios jubilatorios o cobrarle impuesto al salario de los trabajadores? Y es sólo una lista provisoria.

Juan José Campanella, conmovido en el acto por la tragedia del tren Sarmiento, en la que la corrupción de Estado asesinó a 52 personas, fue en el mismo sentido. En su discurso dijo: “Si está mal indignarse cuando alguien dice que la corrupción es abstracta, entonces soy culpable. Si eso es ilegal, soy más que culpable, soy reo confeso. Es más, me ofendería si me absolvieran”.

Esta Argentina bajo emoción violenta emite señales cruzadas. Daniel Scioli, que hasta hace un par de meses era “la gran esperanza blanca de la derecha y las corporaciones”, hoy es la última tabla de salvación a la que se aferran hasta los que se cansaron de fustigarlo, como Martín Sabbatella. Alberto Pérez, siempre tan prudente, acusó a Sergio Massa de “tener un pacto con Magnetto para socavar la gobernabilidad”. ¿No será mucho acuerdo para dos personas que no se conocen? Hasta hace 15 minutos, el niño mimado del Grupo Clarín era Scioli, quien no faltaba a ninguno de sus eventos institucionales.

El gobierno nacional no sale de su confusión porque no entiende o no quiere entender lo que pasó. Cristina dice que no van a cambiar nada y Daniel Scioli que se van a hacer todas las correcciones necesarias. ¿A quién hay que creerle? ¿En nombre de qué proyecto habla Scioli cuando dice que hay que cuidar que este gobierno termine lo mejor posible? ¿Está hablando de Cristina o de su propia provincia? La tozudez y el aislamiento de la Presidenta llevaron a su gobierno a esta situación de debilidad, que puede potenciarse en octubre. Ni la oposición ni los medios la obligaron a cometer torpezas seriales. El kirchnerismo llegó al poder sin el apoyo del periodismo, y ahora sufre fuertes turbulencias pese al respaldo de un amigopolio tan ineficiente como subsidiado por todos. Como dice Julio Bárbaro, “nunca tantos fondos públicos se transformaron en ganancias privadas”. Es la confirmación de que la historia la construyen los pueblos y no las operaciones de prensa.

Ella fue y sigue siendo la responsable principal de cuidar las instituciones, la paz social y la República. Todos debemos ayudar. Ojalá se deje ayudar.

© Escrito por Alfredo Leuco el domingo 25/08/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

 

miércoles, 7 de agosto de 2013

Contraprogresismo… De Alguna Manera...



Contraprogresismo...
Sergio Massa. Dibujo: Pablo Temes.

Lo que deja CFK. La derrota cultural de la década se anticipa con el auge de los candidatos light. Mala praxis política.

Si las elecciones presidenciales fueran el próximo domingo, los tres candidatos con mayores posibilidades de ganar serían Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri. Ese es el dato de mayor provocación intelectual que aportó la última encuesta de Enrique Zuleta Puceiro. Es la confirmación de la derrota cultural del cristinismo. Esos tres dirigentes de matriz similar, casi la contracara del concepto dogmático de “progresismo”, fueron paridos por la “ideologitis” de Cristina, es decir por la inflamación de su ideología. Ella y sus intelectuales son los responsables de que el péndulo de las preferencias haya iniciado su periplo hacia el otro lado.  Es que a toda acción corresponde una reacción en igual magnitud y dirección pero de sentido opuesto. Es la ley de la dinámica de Isaac Newton que el materialismo dialéctico supo frecuentar.

Cuando Cristina abandone el poder en 2015 habrá destruido muchas cosas. Las más graves, desde el punto de vista simbólico, son la convivencia pacífica y el concepto de “progresismo”. El resto es economía, se puede arreglar con racionalidad, soja y profesionalismo. La plata va y viene, pero lo importante es la salud democrática y republicana. El gran desafío para el que venga será suturar las heridas para rehabilitar la cohesión social y extirpar el odio que transformó en enemigo a todo el que piensa distinto. Pero así como Carlos Menem invalidó por su mala praxis corrupta el término “liberalismo”, Cristina dejará herido de muerte el contenido de la palabra “progresismo”, también por su mala praxis corrupta. En este último caso hay que hacer un agregado generacional que se repite como comedia y, ojalá, no como tragedia.

En los 70, una minoría intensa utilizó la lucha armada y el tiro en la nuca como instrumento político (definición de Joan Manuel Serrat sobre la ETA) y se autotituló “vanguardia revolucionaria”. Con una asombrosa mezcla de coraje, ingenuidad e irresponsabilidad, finalmente, guió a parte de esa generación a la muerte y no a la victoria socialista. Fue tan blindado el microcosmos en el que desarrollaron sus acciones, que se convirtieron en una patrulla perdida lejos de las demandas del pueblo y de su nivel de conciencia, como se decía entonces. La guerrilla hablaba en nombre de un pueblo que no la escuchaba.

Sin embargo, la permanente extorsión ideológica sobreactuada a la que hoy someten al ciudadano común es patética. Es de un sectarismo recargado pero, por suerte, menos peligroso porque se hace sin armas en la mano.

Pero esa “ideologitis” que te obliga todo el tiempo a fijar posición sobre todo es la misma. Ese falso relato que se quiere imponer a los amigos para estigmatizar a los enemigos hoy es ridículo. Por eso surgen nuevos liderazgos más descafeinados que apuestan al discurso de “la gestión para resolver los problemas de la gente” en lugar de “el combate contra las corporaciones oligárquicas”. Hasta Cristina tuvo que recurrir a un candidato no beligerante y apto para la clase media ligth como Martín Insaurralde para subirse a ese viento de cola. La fría caja registradora de votos manejada por Cristina le robó una foto al Papa y no a Evo Morales o a Fidel Castro. Más claro: Carlos Kunkel o Diana Conti fueron sepultados debajo de la sábana del Frente para la Victoria. Pero resucitaron a Scioli. Por eso quien más posibilidades tiene de derrotarlos es Sergio Massa.

De esta manera, una porción importante de la sociedad independiente denuncia su hartazgo frente a esa obsesión cristinista de teñir todo de falsa batalla épica. Todo es liberación o dependencia. Que a esta altura le pongan al torneo de fútbol Nietos Recuperados y a la copa  Miguel Sánchez, tiene una doble lectura. Por un lado, el ejercicio de la memoria sobre el horror del genocidio nunca será suficiente. Pero la repetición serial de más de lo mismo como dogma y fanatismo provoca cierto vaciamiento de los contenidos y el reclamo desde la izquierda para combatir otras impunidades más cercanas en el tiempo que son responsabilidad del actual gobierno. ¿Se imaginan un campeonato de fútbol llamado Tragedia de Once? ¿O un trofeo con el nombre de Julio López o Juana Gómez, la chiquita qom de 15 años violada y asesinada en Chaco?

Ese repliegue del kirchnerismo sobre sí mismo, igual que en los 70, lo aísla de las grandes mayorías y lo deja atado a los más verticalistas. Su intolerancia ya no es contra viejos enemigos oligárquicos como La Nación o nuevos enemigos monopólicos como Clarín. Ahora van contra los propios, atacan a los que integran “el campo popular y progresista”, que empieza a astillarse. Jamás nadie podría acusar al director de teatro Carlos Rivas de golpista o simpatizante de la derecha. Todo lo contrario. Sin embargo fue atacado como si fuera un criminal de lesa humanidad sólo porque se atrevió a poner en palabras lo que piensan muchos argentinos democráticos, republicanos, progresistas, honestos y defensores de todos los derechos humanos.

En las discusiones en el trabajo, con amigos o la familia, los niveles de ceguera verticalista son peligrosos. El veneno que los Kirchner diseminaron sobre las venas abiertas de Argentina logra que hasta los hechos más cotidianos sean considerados de vida o muerte.

¿Te gustó Metegol?, te preguntan desafiantes. Si decís que sí, te convertís en un antikirchnerista sólo porque Juan José Campanella no permitió que lo domestiquen. La única salvación del escrache es si decís que la voz del Negro Fontova hace un mejor trabajo que la de Fabián Gianola. Y cuidadito con caracterizar de genio a Charly García. Serás fusilado por el paraperiodismo estatal y acusado de macrista. Sólo el asco de Fito por los porteños es nacional y popular. Son discusiones de secta endogámica, “fecundación entre individuos de la misma especie”, como dice el diccionario. Por suerte, la inmensa mayoría de los argentinos no participa de este infantilismo de asamblea universitaria.

El laburante que viaja mal en los trenes de mierda y que gana poco y no le alcanza y que tiene miedo por su vida y la de sus hijos quiere que se dejen de hinchar las pelotas con tanta sanata presuntamente progre y trabajen en serio para construir un país mas justo y más libre. En 1764, Cesare Beccaria, un luchador por la emancipación y contra el despotismo, abogó por “la máxima felicidad para el mayor número de personas posible”. Algo así es la democracia realmente popular.

© Escrito por Alfredo Leuco el 04/08/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.