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sábado, 24 de mayo de 2025

El efecto Eternauta... @dealgunamanera...

 El efecto Eternauta...

El extraordinario éxito de la serie impacta en la coyuntura nacional y moviliza discusiones sobre la reivindicación de la acción colectiva, el terrorismo de Estado y el desfinanciamiento de la política cultural. Una mirada al debate del momento en la nota de la semana de Revista Acción.

© Escrito por Osvaldo Aguirre el miércoles 21/05/2025 y publicado por la Revista Acción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Publicado por primera vez entre 1957 y 1959, con secuelas y reversiones en 1969 y entre 1976 y 1977, El Eternauta está de regreso e impacta en la coyuntura política y cultural que atraviesa la Argentina. La adaptación de Bruno Stagnaro sobre la historieta de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López moviliza interpretaciones y lecturas múltiples: la reivindicación de la acción colectiva contra la ideología neoliberal en el poder; la articulación de la historia con la época, en el horizonte de las distopías; el drama del guionista y sus cuatro hijas que repone la discusión del terrorismo de Estado durante la última dictadura cívico-militar y la búsqueda de los niños apropiados por la represión; una producción nacional exitosa en el contexto del desfinanciamiento de la política cultural. La extraordinaria repercusión de la serie abre polémicas e interrogantes.


Uno de los debates refiere a la correspondencia de la serie con la historieta. Para Juan Sasturain puede resultar equívoco. «Hay variantes cuando se produce la traslación de un género a otro, de un soporte a otro. En todos los sentidos. Hoy, la materia narrativa del cine de aventuras y ciencia ficción proviene mayoritariamente del universo narrativo del cómic de superhéroes y sus variantes», dice el escritor, uno de los primeros en estudiar y problematizar la obra. En particular, «El Eternauta se visibilizó para los productores norteamericanos a partir de la tardía, reciente edición lujosa y espectacular de Fantagraphics, primera versión en inglés de la original de Oesterheld-Solano López; ahí la vieron».


​​​​​​​Para el escritor Sergio Olguín, las lecturas en términos ideológicos y políticos «son algo lógico porque Oesterheld fue una persona comprometida que hizo la obra teniendo en cuenta su ideología, como se ve en la evolución de la historieta en sus distintas versiones, y la adaptación de Stagnaro es muy respetuosa en ese sentido; lo que parece forzado es tratar de interpretarlo en el sentido contrario». Sasturain agrega que «la inconcebible tragedia familiar de padre e hijas y su desaparición y muerte durante la dictadura tiene una importancia central en esta coyuntura signada por los intentos, desde el Gobierno ocasional y desde el poder concentrado, del negacionismo más perverso». El presidente Javier Milei difundió una imagen falsa de la serie con un grafiti que lo mencionaba y las cuentas libertarias en X encuentran en la producción de Netflix un respaldo al desguace de las políticas de apoyo a la producción audiovisual y desvinculan la historia de la militancia política de Oesterheld. «Los argumentos de los libertarios que reivindican la iniciativa privada y lo innecesario del INCAA no se sostienen, porque ningún director nace exitoso. Stagnaro dirigió Pizza, birra y faso con apoyo del Estado y Okupas en el canal público. Muchos de los técnicos también salieron de la educación pública y del Enerc», opone Miriam Lewin. En opinión de la periodista y exdirectora de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual, «otra línea de argumentación en el sentido de que el Ejercito es salvador se da de bruces con la realidad: a Oesterheld lo desapareció y asesinó el Ejército».


Para la batalla cultural.

El escritor Ricardo Romero valora «la presencia de Buenos Aires como un personaje más» y la recuperación «del espíritu de la historieta» en la concepción del héroe colectivo. «En una coyuntura como la que atravesamos son factores que no solo hacen que la serie funcione, sino que traiga algo del espíritu rebelde que estamos necesitando; nuevas energías frente a lo que vivimos día a día con el Gobierno nacional», dice.


​​​​​​​«El Eternauta impacta en la famosa batalla cultural que el Gobierno alimenta –agrega el historiador Federico Lorenz–. Es una desmentida en acto del discurso anticultural y antiargentino del Gobierno en tanto ataca elementos constitutivos de la experiencia cultural argentina». Sergio Olguín aprecia que El Eternauta «se mete a fondo con la argentinidad», en la escenografía y en los detalles, «en cómo hablan los personajes, cómo se mueven, cómo viven; a su vez el hecho de que aparezcan Buenos Aires y el Conurbano norte en términos futuristas resulta también muy atractivo». Lorenz menciona aspectos de la puesta en escena como «la aparición de los ferrocarriles, ciertas costumbres, guiños a la audiencia, la presencia de Malvinas y de los excombatientes dialogando sobre su experiencia» y destaca que el ideal de la acción colectiva «tiene significantes muy concretos, no es algo abstracto: el elemento subyacente que la serie transmite –y por eso molesta tanto y por eso también entusiasma tanto– es la reivindicación de la resistencia frente a la amenaza del mal absoluto».


Sasturain define a El Eternauta como «el clásico ineludible de la segunda mitad del siglo veinte: el relato poderoso, revelador, el mito más perdurable que generamos», y resalta la significación de la serie televisiva: «Que una obra de semejante excelencia y eficacia formal y material haya sido resultado del trabajo del talento y los saberes argentinos encuadrados en los parámetros más altos de la producción audiovisual pone en evidencia la estupidez, ceguera y desatino de las políticas de desaliento y desmantelamiento de todos los aspectos de nuestra siempre viva, pese a todo, industria cultural».




martes, 4 de septiembre de 2012

Maurico y El Eternauta... De Alguna Manera...


La verdad del confundido…

El Eternauta y Mauricio Macri

Tal vez quepa preguntarse si por esta vez, por una vez, el que tiene la razón no es Macri. A todas luces daría la impresión de que no, que no la tiene, que se equivoca, que pifió de vuelta. Pero es posible que convenga, por eso mismo, por afán de contradecir la evidencia, plantearse la alternativa opuesta: preguntarse si por esta vez, por una vez, el que está en lo cierto no es él. ¿Razón en haberse opuesto a la entrada del Eternauta en las escuelas? ¿Razón en haberse declarado resuelto a impedir esa entrada?

Claro que no. Porque es justo hacer la salvedad: Macri no quiso prohibir El Eternauta en las escuelas. Tanto que, apenas sus asesores lo pusieron un poco al tanto de su propia gestión de gobierno en la materia, pudo retractarse y recordar que un ministro suyo, el exhumado Narodowski a la sazón, había en su momento procedido al reparto escolar de la obra de Héctor Oesterheld. Pero entonces, ¿qué pasó? Pasó que Macri se explicó mal. Es lo que él dijo, que se había explicado mal. Pero el motivo por el cual se explicó mal es que antes entendió mal. Se confundió: confundió Eternauta con Nestornauta. Ese error lo explica todo.

Durante su discurso en la inauguración en la Feria del Libro de Frankfurt de octubre de 2010, la presidenta Cristina Kirchner decidió rendir homenaje a los escritores argentinos presentes en la figura de Elsa Oesterheld (no podía saber por entonces que esa idea, la idea de que una viuda, por ser tal, prolonga la presencia del esposo ausente, la aplicaría algo después sobre ella misma). Esa vigorosa recuperación de Oesterheld y del Eternauta es parte evidente de la manera en que el kirchnerismo se relaciona con el pasado político de los años 70 y con las víctimas de la represión de la dictadura. Pero esa proyección se reforzó notoriamente con la superposición puntual del Eternauta y de Néstor Kirchner, haciendo que en el visor de la escafandra del personaje de la historieta aparecieran enmarcados los ojos de Kirchner, la dispersión inconfundible de la mirada de Kirchner.

Esa imagen se propagó en banderas, en stencils, en carteles callejeros. ¿Para qué? Evidentemente, para asociar al propio Kirchner con la idea del heroísmo, de la salvación colectiva, aun la de la eternidad. El propósito político era, sin dudas, afianzar esa asociación, establecerla en esa forma de la costumbre que llamamos imaginario colectivo, en ese modo de lo establecido que se vuelve ideología; lograr, en fin, que esas dos figuras se confundieran en una sola.

Y bien, ¿qué fue lo que hizo Macri? Hizo eso, precisamente: confundir una figura con otra. Justo lo que el kirchnerismo quería. No es mi asunto dirimir aquí si el Gobierno está queriendo infiltrar sus ideas en las escuelas primarias o no. Me detengo en esto otro: que parece haberlas infiltrado, en parte al menos, en el propio Mauricio Macri. De allí la aporía del Gobierno en este asunto: si pretenden tener razón, deberían darle la razón a la confusión de Mauricio Macri.

© Escrito por Martín Kohan y pubicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el viernes 31 de Agosto de 2012.